jueves, 28 de agosto de 2014

¿El embrión del postconflicto está inmaduro?

¿El embrión del postconflicto está inmaduro?


Libardo Sánchez Gómez

Últimamente en Colombia se habla mucho de postconflicto tanto del lado de los “pazólogos” (izquierda acomodada) como del Régimen, dando por hecho que la insurgencia se someterá a la paz sin concesiones pregonada por Juan Manuel, en la que el statu quo ante bellun   no sufrirá modificación alguna. Sí así fuere, significa que los colombianos tendremos que seguir aguantando un parlamento roñoso no sólo por la corrupción que conlleva en sus entrañas sino por los desvergonzados privilegios con que se inviste cada uno de sus miembros, traducidos en astronómicos e injustificados salarios. También significa que la oligarquía seguirá  apuntalada en el poder  gracias a unas fuerzas militares hipertrofiadas y un cuerpo paramilitar poderoso los cuales cuentan con  recursos y tecnología del  imperio.  Seguiremos sometidos a un ordenamiento jurídico hecho a la medida de quienes usurpan el poder. Las carroñeras EPS seguirán devorando pueblo,  sin posibilidad alguna de arrancar  de sus garras  el sistema de salud, pues estas financian  campañas políticas en todos los movimientos cooptando   las mayorías   parlamentarias. Y el negocio de la educación seguirá en  manos privadas, sirviendo como correa transmisora de los intereses del gran capital transnacional.

Hace  tiempo Marx destacó que “el hombre es producto de su medio y sus circunstancias”,  y a las mayorías colombianas les tocó las peores circunstancias sociales y económicas posibles propias del modelo capitalista, hecho que ha dado origen a una oligarquía vandálica gobernante.  El  pueblo, en medio de exuberante y rica naturaleza,   vive a “gatas”  en un hábitat plagado de atraso, desigualdad, pobreza, violencia e inequidad.  Marx dijo que “El carácter y la estructura de toda sociedad se hallan determinados por el modo de producción imperante. Al cambiar este modo de producción, cambia también todo el régimen social, cambian las ideas políticas, jurídicas, religiosas, artísticas, filosóficas y cambian las instituciones correspondientes. El cambio de modo de producción constituye una revolución”. Como se anotó atrás, y para  colmo de males, se convino entre FARC y Gobierno negociar sin que “al final de la partida” nada cambie, luego la nueva sociedad seguirá esperando que nuevos actores empujen la carreta de las transformaciones.

Iniciadas las conversaciones en La Habana expresábamos  la inquietud acerca de  que era “Mala hora para entregar las armas”, pues  “nada indica que sin ellas se pueda detener el despojo y humillación de tantos por tan pocos”.  Se dijo también que en Colombia “la solución política a los conflictos de clase (contradicciones del capital) no deja de ser una coqueta quimera”. Marx recalcó que “La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica”; No se puede dejar de lado que la resistencia armada ha venido siendo un insustituible contrapeso a la violencia paraestatal. Parece  que, aún,  el embrión de la nueva sociedad no está maduro, ya que estamos insertos en formas atrasadas de  producción, pues aún transitamos  el camino del feudalismo, somos una colonia USA y la estructura de tenencia de la tierra en su gran mayoría corresponde a extensos latifundios. ¿La “partera armada” tendrá que seguir alimentando el embrión de la nueva sociedad? 

Y es mala hora para entregar las armas porque “(…) las causas que obligaron un día a Pedro Antonio Marín o, mejor, Manuel Marulanda Vélez, familiares y vecinos a bajar del zarzo la morocha de dos cañones, para evitar que les robaran sus parcelas, siguen intactas; y, peor aún, ahora los despojadores se apoyan en jueces y notarios y cargan motosierra. Además, se cuentan por millones los desplazados rurales y millones los pauperizados en todas las ciudades, y la mayoría de los que quedan en el campo. Y sigue amplificado el terrorismo de estado, y la pobreza y miseria intactas; lo mismo que la desigualdad, el analfabetismo Y las muertes de niños por inanición” (http://libsang-elviajeroysusombra.blogspot.com/2013/05/mala-hora-para-deponer-las-armas.html). La cruda realidad es que  ad portas de firmar el acuerdo de Paz, que implica dejación y/o entrega de armas, la situación de pobreza y violencia contra campesinos y líderes sociales de toda índole es la misma de siempre; contra Marcha Patriótica se ha  reiniciado el fatídico “Baile rojo” con el que se efectuó el genocidio de La Unión Patriótica.  Así mismo, los anillos de miseria, desigualdad e inequidad que rodean el postconflicto están dilatados en grado aterrador; en los últimos días los medios de comunicación afectos al régimen han dado como “chiva” noticiosa  la muerte por inanición de más de cinco mil niños de la etnia Guayú en la Guajira.  Y otros tantos, pero que ya no son noticia, mueren a diario por la misma causa en el Chocó y en las periferias  de grandes y pequeñas ciudades.  

Se  advirtió que si se “firma la paz” sin el compromiso de que se tengan que llevar acabo profundas transformaciones de tipo social, económico, cultural y político,  se puede a llegar a la “salvadorización” de los acuerdos.  James Petras anotaba que  los líderes de las FARC-EP  ponen:  “(…)el énfasis en la incorporación política al sistema electoral  y  a la apertura de negociaciones sin ningún acuerdo previo y una disposición a trabajar dentro del marco electoral capitalista”, parece muy poco y raro para medio siglo de sacrificios. También anotaba que acá como allá (El Salvador) abandonan   “…las demandas de desmantelar las fuerzas armadas, de expropiar las principales empresas mineras, comerciales, banqueras y financieras.”  El mismo Iván Márquez dijo que “En la mesa no estamos planteando cambios radicales a las estructuras políticas ni económicas del Estado” (http://libsang-elviajeroysusombra.blogspot.com/2013/08/salvadorizacion-de-los-acuerdos-en-la.html). Hoy vemos que el pueblo salvadoreño se mueve en condiciones de pobreza y violencia peores que las que vivió antes de los acuerdos de paz; lo único positivo que ha logrado el Salvador es poner como presidente a un antiguo guerrillero del Farabundo Martí, pero a éste le toca caminar sobre la cuerda floja del neoliberalismo so pena que se le venga encima el imperio con todos sus “fierros”.  ¿Caminamos el mismo camino?

Aventurando explicaciones acerca del porqué se negocia con el telón de fondo de la inmovilidad  del statu quo, se puede pensar que era la única manera de iniciar conversaciones entre el régimen y la insurgencia, pues fuerzas tanto internas como externas obligan a que así tenga que ser. Es incuestionable que a Juan Manuel Santos, como vasallo del imperio, no le está permitido alterar el modelo impuesto por la metrópoli imperial. Y en el nivel interno son la oligarquía latifundista y los militares, quienes detentan verdaderamente el poder,  los que tienen la última palabra.

Pero no obstante que  en principio se pactó, más de forma que de fondo,  la inamovilidad del statu quo la ruta que la realidad social y política impone a los negociadores es otra; las declaraciones de los guerrilleros a través del periodo de conversaciones así lo evidencian. El jefe máximo de las FARC-EP Timochenko dijo hace unos días que era imposible firmar acuerdos definitivos antes de un año, asunto que tiene que ver con la respuesta de Jesús Santrich a Fernanda Sánchez Jaramillo a la pregunta: ¿Cómo visualizan ese tratado y cómo se puede llegar a la paz sin reformas estructurales? Santrich: “No hay paz justa sin reformas estructurales. Por eso hablamos de la necesidad de firmar un Tratado de paz, pues el acuerdo al que lleguemos debe concluir la guerra y esto implica poner fin a las causas que la generaron, adecuando soluciones expuestas de manera clara, integral, objetiva y ordenada con garantías -y no simples promesas, sobre los asuntos de la vida nacional que están comprendidos en el Acuerdo General de La Habana y su Agenda- que tienen que ver con la superación de la miseria, la desigualdad y la carencia de democracia, fuentes principales de la victimización a la cual la plutocrática clase gobernantes ha sometido a las mayorías”. A renglón seguido agrega: “Volviendo al aspecto de los cambios estructurales, debo decir que la conquista de la paz no será posible si no hay cambios de fondo en materia económica y política. Estos cambios obligan a poner fin al neoliberalismo, a partir del establecimiento de la democracia y la materialización progresiva de la justicia social. No se puede seguir instrumentalizando, ni manipulando de manera utilitarista y simplista, el concepto de la paz, pretendiendo instalar en el imaginario colectivo la idea según la cual la paz es el desarme de la insurgencia.


Si se intenta armonizar las anteriores apreciaciones de los insurgentes con el asunto de la inamovilidad del statu quo se puede pensar que “ni el enfermo quiere ni hay que darle”.  La conclusión es que la oligarquía no quiere ni puede hacer los cambios que las FARC-EP, como voceras del pueblo desfavorecido, quieren. ¿La violencia,  partera de la nueva sociedad, tendrá que esperar otros cincuenta años?

viernes, 22 de agosto de 2014

Víctimas y víctimas



El otro día, pasando por delante del local de una organización de caridad acá en Dublín, vi un cartel que decía “Nuestra organización seguirá apoyando a las víctimas de Israel y de Palestina en el actual conflicto”. Comparto la opinión de quienes dicen que toda pérdida de vida humana es lamentable: pero equiparar la tragedia de dos mil civiles palestinos masacrados con uno o dos civiles israelíes muertos en una guerra asimétrica declarada por Israel sin ningún asidero en el derecho internacional, me parece un abuso indignante. Equiparar las víctimas de una nación desarraigada, bloqueada, despojada, empobrecida, con un par de ciudadanos respaldados por uno de los Ejércitos más modernos del mundo y cuyas familias se beneficiarán de todo el apoyo psicológico, económico y social del Estado de Israel, me parece francamente obsceno. No sólo es deshonesto, sino estúpido, y sin embargo, constituye la narrativa con la cual EEUU justifica los crímenes de lesa humanidad de su alfil en el Medio Oriente. Porque cuando se trata de un conflicto donde las partes son tan desiguales, tratar de equipararlas en el discurso es un recurso para dar mayor preponderancia a las minorías poderosas.
Una situación parecida es la manera como se está abordando el tema de las víctimas que comienza a ser discutido en las negociaciones de La Habana . La delegación de víctimas que llegó a La Habana [1] , “muy plural que representaba varios hechos victimizantes, varias regiones, varios estratos sociales y víctimas de varios victimarios”, en palabras del representante de la ONU en Colombia, Fabrizio Hochschild [2] , refleja ese desequilibrio. Representando a todas las víctimas por igual, se pierde toda noción de representatividad en el conflicto colombiano, en el cual la inmensa mayoría de las víctimas son pobres y han sido victimizadas por agentes estatales o paraestatales. Se sigue así invisibilizando a la inmensa mayoría de las víctimas de esa violencia masiva que han sufrido los pobres, fundamentalmente en el campo, por parte del Estado con el propósito de aplastar la rebelión. Con el discurso de los “victimarios” se dejan de lado las responsabilidades políticas e históricas, así como la escala de las violencias respectivas. Se nos dirá que es muy difícil mantener el equilibrio en estos casos: pero ahí está la raíz del problema, y es que tal equilibrio entre victimarios y violencias no existe. En el intento de crearlo artificialmente se desfigura la realidad. Aún el mismo término “víctima” es utilizado de manera bastante elástica en la narrativa oficial. Desde los medios se machaca que todos somos víctimas, aunque claro, algunos somos más víctimas que otros. El Estado es una víctima, en opinión de Álvaro Uribe, quien dice esto sin sonrojarse, parodiando a Turbay Ayala cuando decía que él era el único prisionero político en Colombia. El tema de víctimas da para todo y aunque sé que se trata de un tema espinoso y sensible, creo necesario discutir en torno a algunos problemas que obscurecen la real naturaleza del debate.

¿Qué entendemos por víctima?
Uno de los primeros problemas es la falta de definición en torno a qué nos referimos con víctimas: ¿víctimas de violaciones al derecho internacional humanitario o a las violaciones de derechos humanos? Hay una tendencia a confundir de manera deliberada el DIH con los DDHH, tendencia que ha ido de la mano con una tentativa de “privatizar” los DDHH e ignorar que es responsabilidad suprema del Estado garantizarlos en función de su legitimidad ante la sociedad. Incluso, los DDHH se han convertido en un ejercicio de relaciones públicas a la vez que en arma de guerra: las oficinas de DDHH del Ejército están ligadas a Operaciones Psicológicas. DIH y DDHH no son lo mismo y su confusión no ayuda a esclarecer lo que está en juego. Una son las infracciones de los actores en conflicto en el contexto de la confrontación armada [3] . Las violaciones a los derechos humanos son aquellas perpetradas por el Estado o por su inacción, por agentes del Estado o por personas aliadas a él (ej. paramilitares), que van directamente en contra de las disposiciones estipuladas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Lo particularmente grave de este último tipo de violaciones, es que no solamente victimizan la persona, sino que degradan las nociones más esenciales que se tienen del ser humano en la modernidad, así como también degradan el concepto de ciudadano en que se fundamenta el Estado Moderno, que aunque se pueda argumentar que es una ficción, representa una o bligación para quienes ejercen el poder en la actual sociedad. Las violaciones a los derechos humanos, insistimos, son hechas por el Estado y al decretar a sectores de la sociedad como no-ciudadanos, paso previo a negarles su condición humana, abre las puertas al derecho a la rebelión consagrado en el preámbulo de la Declaración de los Derechos Humanos. En esta perspectiva, el surgimiento de los movimientos guerrilleros se ve en una luz completamente diferente.
Otro problema es la perspectiva temporal corta en que se asienta todo el debate en torno a las víctimas. Se da por sentado que el conflicto armado que hoy se vive en Colombia se inició con el surgimiento de los movimientos guerrilleros FARC-EP y el ELN entre 1964-1966. A lo sumo, como se hace en el informe “Basta Ya” del Centro Nacional de Memoria Histórica, se comienza con el Frente Nacional en 1958. El problema con esta historia “corta” es que no da cuenta del momento en que el escenario para la actual violencia fue sentado desde la década de los ’30, surgiendo una violencia nítida, con una continuidad hasta el presente desde 1946. Cuando los guerrilleros en La Habana se declararon víctimas del conflicto, despertaron airadas reacciones por parte de los gurús del establecimiento y de sus obsecuentes propagandistas en los medios. Sin embargo, si adoptamos la historia larga y una comprensión cabal de los DDHH, podremos comprender cómo los campesinos perseguidos en el período conocido como la Violencia (1946-1958) se alzaron en armas, en rebelión, contra un Estado que, cuando no los masacraba y violaba, observaba impávido como las milicias privadas de los terratenientes lo hacían. Todo esto tiene lógicamente que ver con el problema de la memoria y de la verdad histórica, que también son temas que tendrán que abordarse en el marco de las negociaciones.
El otro problema es que la misma definición de víctimas también deja de lado algunos elementos más complicados para asir la naturaleza de esta guerra degradada, difusa, a veces difícil de definir: ¿qué pasa con los exiliados? ¿qué pasa con los presos políticos y de guerra víctimas de atroces torturas y de privaciones de agua, medicamentos, alimentos, útiles de aseo, etc.? ¿una persona que ha sido victimizada por agentes del Estado o paramilitares pierde su condición de víctima si se rebela y toma las armas ? ¿qué pasa con las víctimas de la limpieza social, esos nadie, los llamados desechables, que viviendo en los márgenes de la sociedad no tienen organizaciones que les representen? ¿qué pasa con los que han sido víctimas de un modelo de desarrollo impuesto a sangre y fuego por las multinacionales? ¿por qué no son las multinacionales, de hecho, consideradas como un actor del conflicto armado pese a su abierta complicidad con agentes del Estado y con bandas paramilitares? ¿es la naturaleza una víctima del conflicto, independientemente de su centralidad para sostener a la humanidad como una entidad viable? ¿qué pasa con las personas que sin haber sufrido de la violencia física directamente sufren de la violencia estructural, de la exclusión, la marginación y la violencia de la sociedad impuesta median te la guerra, como el caso de los niños hambreados en la Guajira y en toda Colombia? Son preguntas nada fáciles y que algunas organizaciones se están atreviendo a plantear.

La víctima despolitizada y pasiva
Hay una tendencia a despolitizar al concepto de víctimas, tendencia en la que han caído aún algunos sectores tradicionalmente vinculados a la izquierda. Se puede afirmar que “no permitiremos que enfrenten a las víctimas”, como si todos fueran la misma cosa, pero ese nunca ha sido el problema de fondo. Esta manera indiferenciada de abordar la problemática de las víctimas refuerza un discurso desmovilizador y apolítico que ha calado hondo en sectores de los defensores de DDHH (¡Cuánta falta hace el doctor Eduardo Umaña!). Denunciar los “manejos políticos” ante el tema de las víctimas es un sin sentido, precisamente, porque las víctimas están inscritas en un conflicto esencialmente político.
El problema de fondo es que el debate en torno a las víctimas (quién, cómo y en qué sentido es una víctima) es un debate que nos enfrenta con la naturaleza misma del conflicto social y armado en Colombia, con esa violencia que permea diferencialmente al conjunto de la sociedad, violencia que es ante todo y por sobre todas las cosas, una violencia de carácter político. Explorar el problema de las víctimas desde una perspectiva aséptica, acrítica, como si fuera una categoría que engloba a todos por igual es insostenible. No puede darse el debate de las víctimas dejando de lado aspectos claves de contexto ni de la intencionalidad de quienes han perpetrado los actos de violencia. No todas las violencias son iguales. Este es un principio clave del proyecto “Nunca Más”, en el que participaron las más importantes organizaciones de DDHH del país, el cual expresa sin ambigüedades:
Desde hace varios años (…) nos hemos visto sometidas a extremas presiones, por parte de fuerzas sociales, nacionales e internacionales, para que nuestras denuncias y acciones humanitarias se sitúen en ‘posiciones neutrales’, que no recarguen las censuras sobre ninguna de las partes en conflicto, y para que nuestro trabajo se rija por parámetros de ‘equilibrio’ que lleve a estigmatizar ‘por igual’ y a ‘equiparar’ las diversas violencias que afectan a la sociedad colombiana. Se nos ha presentado como principio rector que debe orientar nuestro trabajo, el de ‘Condenar toda violencia, venga de donde viniere’. Muchas veces nos hemos preguntado si tal tipo de neutralidad es éticamente sustentable.
Creemos que ningún tipo de discernimiento ético puede dispensarnos (…) de tener en cuenta (…) los móviles y estrategias globales que comprometen a los diversos actores enfrentados. Imperativos éticos (…) nos llevan a censurar con mayor fuerza a quienes se sirven de la violencia represiva para defender violencias estructurales e injusticias institucionales que favorecen a capas privilegiadas de la sociedad, mientras victimizan, exterminan o destrozan a las capas sociales más pobres y vulnerables, sometidas a siglos de despojo e injusticia.
(…) No es posible ser neutral cuando se es consciente de que un polo de la violencia es mucho más dañino para el conjunto de la sociedad, o acumula en sí mismo mayores perversidades, o representa la oclusión institucional de los caminos que podrían conducir a una sociedad más justa, o acumula en su haber mayor violencia contra los débiles. [4]
Qué pena, y digo esto con todo el respeto del mundo: no es lo mismo el caso de Bojayá, donde el cilindro-bomba –lanzado por lo demás de manera irresponsable- fue desviado pero no hubo la intención explícita de asesinar personas, con las incontables masacres del paramilitarismo que fueron hechas con intención y alevosía. Por censurable que sea, no es lo mismo el secuestro de un parapolítico corrupto, que la desaparición de un campesino que organizó a su comunidad para tratar colectivamente de superar los efectos más apremiantes de la pobreza. Jamás podré estar de acuerdo con quienes traten de equiparar situaciones tan complejas y diferentes, equiparamiento que sirve para encubrir la naturaleza políticamente motivada de la violencia que azota a Colombia.

Una opción ética, popular y libertaria ante el tema de víctimas
Si hay una cosa en la que estoy de acuerdo con los uribistas es que no todas las víctimas son iguales: esto es tan cierto en Colombia como lo es en Palestina. Creo que afirmar lo contrario es una necedad que no tiene nada que ver ni con el acto humano de la empatía ni de la reconciliación. Cualquiera que haya visto la televisión colombiana se da cuenta de esto que los uribistas insisten hasta el cansancio: algunas “víctimas” – las menos y las que tienen una posición económica privilegiada- reciben atención en horarios estelares mientras otras son vilipendiadas, ignoradas o despreciadas con la terrible sentencia “por algo habrá sido”. El tema de las víctimas reproduce la exclusión y marginalización de una sociedad polarizada en clases que parecen más bien castas. Esto lo expresa mucho mejor un artículo del mordaz Camilo de los Milagros:
Durante décadas se ha construido una narrativa de la confrontación en Colombia a la medida de las élites: malos muy malos contra buenos impecables. Ciertas víctimas gozan desde entonces un protagonismo claramente interesado en desprestigiar al malo de oficio, al demonio causante de todas las desgracias del país. ¿Pero qué tan nocivo ha sido ese demonio? ¿Por qué en lugar de uno o dos testimonios desgarradores y amarillistas, no se valora de conjunto la catástrofe humanitaria donde ambos bandos han cometido atrocidades? ¿Por qué no se esclarecen las responsabilidades completas?
(…) Las comparaciones son odiosas, pero necesarias. Ninguna comparación tan odiosa como ésta de poner muertos en los dos extremos de la balanza. Con horror se constata que el 70% de los crímenes cometidos en el marco del conflicto armado son atribuidos al Estado o sus agentes paralelos, mientras ni siquiera el 20% corresponde a los grupos subversivos. Es una desproporción aterradora que no se corresponde para nada con la narrativa oficial. Las cifras corresponden a mediciones de las Naciones Unidas, a los datos del CINEP e incluso a la Comisión de Memoria Histórica que financia el mismo gobierno nacional. No es retórica mamerta, no es complicidad con el terrorismo, no es un intento por desviar la atención sobre los crímenes de la insurgencia. Es la constatación de cómo usando un magnífico encantamiento televisivo uno de los bandos va a salir limpio. El que más dolor ha causado. [5]

Ante el debate de las víctimas uno tampoco puede ser neutral. Si tengo que estar con alguien, estoy con aquellos que han sido víctimas de los que han querido mantener una de las sociedades más desiguales del planeta a sangre y fuego. Estoy al lado de aquellos que se han opuesto a los que trataron de aniquilar -hasta la semilla- visiones alternativas de sociedad. Estoy con los que han sido víctimas de quienes se han enriquecido despojando a los que menos tienen. Estoy del lado de quienes se han resistido a los designios de quienes, a fin de conservar sus nefastos privilegios, serían capaces de hacer arder a toda Colombia. Estoy del lado de quienes no se les ha permitido ni siquiera llorar a sus muertos por miedo al castigo de un Estado que celebra el espectáculo aleccionador de la sangre chorreando de cabezas decapitadas. Estoy del lado de quienes no se les ha permitido siquiera decir que son víctimas, porque las víctimas del Estado, supuestamente, no existen. Estoy del lado de quienes nunca han tenido ni la televisión ni la prensa para cubrir sus desgracias, aunque me lluevan rayos y centellas. Como se ve, el tema de víctimas es otro campo de batalla más en esta confrontación fundamentalmente política.

NOTAS:
[1] http://www.semana.com/nacion/articulo/las-victimas-que-viajaron-la-habana/399162-3
[2] http://www.reconciliacioncolombia.com/historias/detalle/onu-habla-sobre-el-primer-cara-a-cara-de-victimas-con-victimarios
[3] Esto sin abordar las inadecuaciones del DIH para regular conflictos irregulares o fundamentados en la lucha de guerrilla.
[4] Colombia Nunca Más , Capítulo V, Tomo I, 2000, pp.99-100.
[5] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188663&titular=comparaciones-odiosas-


(*) José Antonio Gutiérrez D. es militante libertario residente en Irlanda, donde participa en los movimientos de solidaridad con América Latina y Colombia, colaborador de la revista CEPA (Colombia) y El Ciudadano (Chile), así como del sitio web internacional www.anarkismo.net.  Autor de "Problemas e Possibilidades do Anarquismo" (en portugués, Faisca ed., 2011) y coordinador del libro "Orígenes Libertarios del Primero de Mayo en América Latina" (Quimantú ed. 2010). 


lunes, 18 de agosto de 2014

Colombia: “De lo que nunca hemos hablado es de indeminzaciones materiales para nadie”, Andrés París


Fernanda Sánchez Jaramillo
Especial para la pluma. Por: Fernanda Sánchez Jaramillo, periodista, maestra en relaciones internacionales y trabajadora comunitaria. Colaboradora de La Pluma
Entrevista a los Comandantes Jesús Santrich , Andrés París y Rubén Zamora miembros y voceros de la delegación de paz de las Farc-EP sobre Comisión de la Verdad, Foros de Víctimas, y Medios de Comunicación y Paz
Parte 2 de 3
FSJ: Durante los foros regionales familiares de militares y policías afectados por secuestros, asesinatos y minas antipersona insistieron en que revelen el paradero de algunos de sus muertos, de fosas comunes y que los reparen económicamente. ¿Están preparados para escucharlos en La Habana y responder a sus preguntas?
Foro2
Foro Regional de Víctimas Barrancabermeja
Andrés París:
Sorprende que ahora en el lenguaje sobre víctimas, aparezca la acepción victimaria para referirse a la insurgencia. Históricamente los conflictos los generan los Estados, los rebeldes son la respuesta a estos.
Existe ahora una suerte de hermenéutica enrevesada tendiente a hacer del derecho internacional un cúmulo de normas a-históricas que automáticamente y sin observar siquiera en la subjetividad social apunta a obligar y desactivar la rebeldía y a las insurgencias; en contraste, se tiende a proteger a las fuerzas oficiales porque se opera con una asimetría de favorecimiento increíble.
Por arte del lenguaje, la doctrina de los Derechos Humanos, nacida para defender la sociedad de las arbitrariedades del Estado y de los más fuertes, ahora se descarga a las minorías alzadas y contra los más débiles.
Para el caso, asignándole una cuota de responsabilidad a la guerrilla, se pretende explotar para aplastar, cualquier reconocimiento o pronunciamiento que haga sobre el tema. Con la adiestrada jauría mediática y de teóricos estipendiados para resguardar los intereses de los poderosos se ha construido, además, una nueva asimetría política, jurídica y de todo orden que hasta incluye la lectura que se hace de la historia. Por ejemplo, ya los despojadores de tierra no han sido los latifundistas que tiene en sus manos no menos de un tercio del país, sino la insurgencia; y en ese mismo orden, siendo el Estado y sus paramilitares el autor de más del 80 % de las violaciones a los derechos humanos, el victimario es la insurgencia que se ha alzado contra todos esos atropellos.
En los foros recientes se vio claramente esta manipulación y cómo la máquina mediática trató de convertir el foro nacional en un foro de víctimas de las FARC. También vemos este fenómeno en la reciente citación que hicieron congresistas con el apoyo del partido de gobierno e instituciones como la procuraduría, a un foro de víctimas de las FARC. Desconociendo totalmente la realidad sobre victimización en el país.
Son los Estados, no los rebeldes, y más el colombiano, el autor indiscutible de ese horror que son los “falsos positivos”, las fosas comunes con miles de muertos, las decenas y decenas de masacres que se han dado a lo largo y ancho del país, los millares de desaparecidos, perseguidos y torturados. Y es en últimas, la oligarquía de Colombia, la que ahora busca utilizar la mesa de dialogo en La Habana, para revisar la historia e invertir el cono de las responsabilidades.
Nosotros hemos dicho que estamos dispuestos a escuchar con humildad y responsabilidad a todas las víctimas del conflicto, pero también hemos aclarado que si se pretende que se escuche a los militares y policías que participaron y participan directamente de los actos de guerra.
Entonces también se debe escuchar a los guerrilleros que han sido apresados y heridos, o sus familiares o voceros en la Mesa de conversaciones porque si se considera que del lado de las instituciones armadas oficiales hay afectados por el conflicto, pues de este lado también los hay. El derecho debe ser para ambos lados.
Es más nosotros hemos dicho que estamos dispuestos a abrir el espacio que permita atender el caso de todos los combatientes afectados por la confrontación, a llegar a un entendimiento serio con la contraparte que permita despejar áreas donde ha habido combates para buscar los muertos de lado y lado estén desaparecidos.
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Preconstituyente de Víctimas Barrancabermeja
Hemos mostrado disposición para que de lado y lado acabemos con la utilización de todo tipo de explosivos incluyendo las bombas de 500 y mil libras que la fuerza aérea lanza por toneladas contra los campos de Colombia.
De lo que no hemos hablado nunca es de indemnizaciones materiales para nadie. Ni las hemos pedido ni las hemos ofrecido porque creemos que estos asuntos van más allá de los aspectos meramente económicos. Por lo demás es al responsable máximo en la generación de la guerra y su permanencia, el Estado, al que luego de la firma de la paz, le correspondería hacer ese tipo de resarcimientos.
FSJ: En los foros regionales las víctimas de ustedes dejaron en claro que creen que ustedes tienen los recursos para repararlos económicamente ¿Qué tipo de reparaciones tienen ustedes previstas para aquellas personas que por su acción, omisión y equivocación han sido sus víctimas?
Jesús Santrich:
Quizás la respuesta anterior resuelve en gran medida esta pregunta, así que en este campo de lo económico nuestro planteamiento es categórico. Nuestro compromiso con las víctimas del conflicto y sus derechos es pleno y lo hemos consignado de manera detallada en los documentos publicados los días 13 y 14 de agosto, Nuestro compromiso con las víctimas y sus derechos y Victimización del régimen contra las alternativas políticas y los humildes, al inicio del primer ciclo de discusiones sobre esta temática.
Nuestro compromiso es con la verdad, la justicia, la reparación integral y las garantías de no repetición, en una forma tal que se salga de la retórica y normas vanas que nada resuelven, a una real y efectiva materialización de los derechos. Tenemos la máxima voluntad política para contribuir a que esto sea posible.
FSJ: En los foros, las mujeres de la Costa Atlántica también reclamaron de su parte el reconocimiento de la violencia sexual contra ellas. ¿Cómo responder a estos hechos?
Jesús Santrich:
Hemos dicho en cualquier asunto que toque con las víctimas deben hacerse análisis que comprendan acercamientos y entendimientos complejos sobre la problemática de las víctimas y sus derechos globalmente vista, incluyendo los aspectos estructurales de la violencia, y que no es conveniente seguir reproduciendo la idea de una “victimología de los vencedores” la cual, con la tesis de que las “FARC deben darle la cara a las víctimas”, tratan de colocarnos como en un banquillo de los acusados, como responsables únicos de cosas de todo el dolor que se ha derivado de la guerra. Desde la óptica del régimen, se nos pretende caracterizar como una máquina de victimización y una organización de victimarios.
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Foro Nacional de Víctimas de Cali
Insistimos en que estamos aquí para levantar las banderas de las víctimas del conflicto, en especial de las mujeres, niños y ancianos que han recibido los mayores traumas. Este compromiso lo entendemos con alcances de largo vuelo, reivindicando la verdad, la memoria y el sufrimiento, sobre los que se han constituido comunidades de solidaridad, compasión y esperanza que deberemos atender, sin permitir estratificaciones entre víctimas de primera o de segunda, valorando la vida como valor absoluto y la paz como derecho síntesis que nos merecemos todos.
No podemos dejar que prosperen tesis negacionistas o de exculpación de las múltiples responsabilidades históricas frente a la violencia y la guerra que le han impuesto al país,rechazando pactos de silencio y olvido como el cual sellaron las clases dominantes con el Frente Nacional o en sus acuerdos con el paramilitarismo durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.
Las soluciones deberán contar con un ingente esfuerzo fiscal, disponiendo recursos suficientes para el resarcimiento material y espiritual. Dentro de esta línea hemos propuesto la creación de un Fondo Especial para la Reparación Integral, con participación de las organizaciones nacionales de víctimas.
Finalmente diría que nosotros no solamente estamos exigiendo el reconocimiento de responsabilidades por parte de los múltiples y diversos actores responsables, sino que también, manifestamos la voluntad de asumir nuestras propias responsabilidades en concomitancia con nuestro carácter de organización político-militar, nuestras definiciones programáticas y planes militares hacia la toma del poder, nuestra propia juridicidad y reglamentación interna como la de relacionamiento con el conjunto de la población, así como con las leyes de la guerra y las normas del Derecho Internacional Humanitario.

foro Barranquilla
Foro de Víctimas de Barranquilla
FSJ: Recibieron ya las propuestas presentadas en los foros de Villavicencio, Barrancabermeja, Barranquilla y Cali.¿Qué criterios tendrán en cuenta para elegir las iniciativas a aplicar teniendo en cuenta que muchas de ellas se repiten en las regiones?
Jesús Santrich:
Contamos con la“Declaración de principios para la discusión del punto 5 de la Agenda: Víctimas”. De nuestra parte, hay una política consistente en que nuestras propuestas mínimas siempre las elaboramos retomando el conjunto de propuestas que vienen de los foros. Esta vez no será diferente, pero nos moveremos dentro del marco conceptual fijado en los documentos Nuestro compromiso con las víctimas y sus derechos y Victimización del régimen contra las alternativas políticas y los humildes.
FSJ: En su carta al Congreso decían que no se había hablado en los foros sobre los actores económicos, pero las víctimas sí mencionaron tanto en Barrancabermeja, como en Barranquilla y Cali, foros a los que asistí, no solo a las multinacionales sino también a los gremios. ¿Ayudarán a dibujar el mapa de despojo que han sufrido diversas poblaciones del país, el arrasamiento?
Andrés París:
La delegación de paz de las FARC-EP habla de víctimas de las políticas económicas y estamos desarrollando cómo en la introducción del Acuerdo General, se contempla la necesidad de incorporar la victimización que produce las políticas económicas del Estado.
Hay más muertos directos de estas políticas que por la guerra. Uno de los ejemplos más dramáticos es el número de niños, por ejemplo, que mueren anualmente por causa de la desnutrición. Esto asciende a 5 mil infantes
Bajo esta perspectiva es que cobra mayor trascendencia el principio número diez de la Declaración de Principios acordada con el gobierno y que se refiere al resarcimiento de los derechos económicos, sociales y culturales de la población dentro de conceptos de universalidad, igualdad y progresividad.
En atención a esto también hemos hecho nuestros planteamientos sobre Victimización del régimen contra las alternativas políticas y los humildes, porque desde nuestra perspectiva, la confrontación y la victimización en Colombia tienen dimensiones de naturaleza no solamente política, sino también económica, social y cultural.
No hay hecho de victimización individual y colectiva, que no tenga tras de sí la verdad histórica inocultable, consistente en que los objetos de principales de victimización han sido ya contra proyectos políticos y visiones alternativas de sociedad, especialmente democráticos y revolucionarios; contra la aspiración por romper con el cierre del régimen político y las desigualdades e propias de las relaciones de dominación y explotación; contra las expresiones de masas que derivan en lucha social en función del reconocimiento de los derechos políticos, económicos, sociales y culturales o contra las luchas que reivindican mejores condiciones de vida y de trabajo para los más pobre, etc.
Espacio para la diginidad de las victimas
Foro Nacional de Víctimas de Cali
Lo que configura una realidad y es que sin pasar por alto otras variadas expresiones, las víctimas son y han sido esencialmente sujetos políticos, militantes o simpatizantes ya sea de la política abierta o de la clandestinidad que buscan cambios sociales, y que los procesos y las tendencias de victimización poseen causas sistémicas propias del régimen de dominación y explotación.
FSJ: Durante los dos primeros foros regionales no se recogieron muchas propuestas de reconciliación. En el de Barranquilla surgieron algunas, escuelas de paz, concejos de paz, cátedras de paz, y la utilización del arte como herramienta clave en ese proceso. ¿Cuál es la perspectiva de las Farc sobre la reconciliación?
Jesús Santrich:
Partimos del entendimiento histórico y estructural del conflicto y lo complementamos con todas las ideas que puedan surgir desde el seno de las víctimas y del conjunto de la sociedad sometida a las políticas económicas que mantienen la miseria y la desigualdad como causas fundamentales de la confrontación.
Ninguna iniciativa de paz al estilo de las escuelas de paz, concejos de paz, cátedras de paz, o acudir al arte para forjar la paz nos parecen inconveniente o innecesarias. Todas deben jugar un papel, pero esto debe darse dentro de un contexto en el que los procesos de victimización se entiendan como parte de una compleja mecánica montada en lo esencial, para moldear la configuración específica de la formación socioeconómica.
Respecto a lo anterior, explicamos públicamente que el ciclo más reciente de victimización, un largo ciclo por cierto, ha tenido el propósito de negar u obstruir el derecho colectivo a construir una alternativa política; cierre el sistema político y de representación eliminando físicamente a potenciales alternativas de gobierno; conformar balances locales de fuerza mediante el poder terrateniente, latifundista, gangsterizado y criminal; alistar a sangre y fuero, incluyendo el despojo y el desplazamiento forzado, inmensos territorios para continuar el acaparamiento de tierras y el impulso a megaproyectos minero-energéticos e infraestructurales; estimular la mercantilización y expropiación de los bienes comunes de la sociedad y aumentar la taza de ganancia capitalista, mediante el abaratamiento y precarización del trabajo. Todo esto configura que el panorama en el que se entiende la victimización, esencialmente como un proceso para el despliegue a fondo de nuevas formas de acumulación capitalista, en favor de fuertes grupos económicos y poderes corporativos transnacionales.
Todo en el camino de consolidar el poder político de las clases dominantes, en detrimento de los humildes, que son las víctimas principales de semejante drama nacional. Lo cual indica, que resarcir a las víctimas implicaría poner en movimiento todo aquello que a lo largo de décadas ha sido expropiado en forma recurrente, especialmente el derecho a ser alternativa política y gobierno.
Fernanda Sánchez Jaramillo Especial para La Pluma, Bogotá, Colombia, 17 de agosto de 2014
Fotos: Fernanda Sánchez Jaramillo

Colombia: “No se puede seguir instrumentalizando, ni manipulando de manera utilitarista y simplista, el concepto de la paz”, Jesús Santrich


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Fernanda Sánchez Jaramillo
Especial para La Pluma. Por: Fernanda Sánchez Jaramillo, periodista, maestra en relaciones internacionales y trabajadora comunitaria. Colaboradora de La Pluma
Entrevista a los Comandantes Jesús Santrich, Andrés París y Rubèn Zamora miembros y voceros de la delegación de paz de las Farc-EP sobre Comisión de la Verdad, Foros de Víctimas, y Medios de Comunicación y Paz
Parte 1 de 3
               Jesus-Santrich     Andres Paris     Ruben Zamora
                        Jesús Santrich                             Andrés París                         Rubén Zamora
FSJ: ¿Por qué exigen que la Comisión de la Verdad se remonte al año 1936, tiempo de reformas a la Constitución, y de intentos de cambios progresistas en nuestro país por parte de un gobierno liberal, que incluía conceptos como “orden moral”, en lugar de “moral cristiana”, y el entendimiento de la propiedad con una función social, entre otras medidas que no pudieron ser aplicadas?
Jesús Santrich:
Al abordar las discusiones del tema “Víctimas” hemos hablado de dos instrumentos diferenciados en lo que concierne al asunto de la búsqueda de la verdad: uno es la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas y el otro la Comisión de la Verdad. Ambas comisiones son herramientas para el esclarecimiento de los orígenes, causas y consecuencias de la confrontación. Entonces, en este momento te hablaría de la primera porque solamente sobre esa es que hemos hecho ya algunos acuerdos que son públicos y que tiene que ver con su composición, propósitos, mandato, etc. Sobre lo que sería una Comisión de la Verdad aún no hemos avanzado definiciones.
Sobre la Comisión Histórica del Conflicto lo que podemos decir es que uno de los objetivos centrales es darle un contexto histórico a la confrontación política, social y armada que permitan establecer bases sólidas para la definición de la verdad y las responsabilidades.
Baldio1En el fondo del conflicto el problema de la tenencia y uso de la tierra es fundamental. Existen coincidencias teóricas serias y documentadas de especialistas, que indican que hasta los años treinta del siglo pasado se acentuó en el país una feria de baldíos generando una estructura “bipolar” latifundio-minifundio que configuró un antagonismo profundo entre terratenientes y desposeídos. Baldio2La mayoría de ellos población campesina, indígena y afrodescendiente, todos empobrecidos a los que nunca se les resolvió su situación. En esta época de pre-modernidad se hunden las raíces de la guerra que padecemos, por eso el marco temporal lo extendemos a la primera mitad del siglo XX, pues la guerra no inició con el surgimiento de las FARC ni de ninguna otra guerrilla, sino que su génesis está en la violencia de acumulación capitalista que desató el régimen.
Marmato incrustado en la montaña. Foto Alvaro Lopera
Marmato incrustado en la montaña. Foto Alvaro Lopera

Nosotros hemos planteado que entre los años 30 y 70, el conflicto por la tierra está marcado por la violencia política y en ésta se acentúa el conflicto partidista liberal-conservador el cual, en gran medida, giró en torno al despojo de la tierra y destierro de la población rural. Este fenómeno es factor causal primordial del surgimiento del movimiento de resistencia armada que se convierte en guerrilla.
Te refieres con cierta razón al tiempo de reformas a la Constitución, y de intentos de cambios progresistas del gobierno liberal de López Pumarejo. Desde las políticas públicas de este presidente se intentaron emprendimientos de superación de lo que se consideraba era una estructura agraria atrasada. Ahí surgió la Ley 200 de 1936 como intento de modernización del campo y algo similar puede decirse de la Ley 131 de 1961.
campesino1Fueron intentos por lograr la modernización productiva del país. Quizás por eso algunos estudiosos llaman esa etapa del 30 al 70 “período de transición”. El propósito de estas decisiones era también calmar la inconformidad del movimiento campesino, pero esos intentos no tocaban el gran latifundio y exacerbaron la “geofagia” de la aristocracia criolla.
campesinosEn materia de tierra, lo que a la gente humilde se le entregó fueron baldíos, con alta fragmentación de la tierra, pero lejos de los valles productivos interandinos. No se resolvió nada, la desigualdad y la miseria crecieron y la confrontación se profundizó.
Es necesario señalar que contrario a lo que se pretende posicionar en cuanto a que los problemas de violencia son causados por la existencia de la guerrilla en Colombia, la guerilla surgió como consecuencia de aquella, de la opresión y el despojo a que las élites han sometido a la población.
prensaEn gran medida las raíces del fenómeno las podemos apreciar estudiando hechos terribles, incluso previos al año 1930, como la masacre de las bananeras de 1928, la legislación represiva que se impuso en aquellos tiempos, adefesios como la Ley Heroica que estableció el delito de opinión, las circunstancias en que por entonces fue ilegalizado el Partido Socialista Revolucionario; un poco antes, el aplastamiento del movimiento de protesta del 14 de enero de 1927 contra los trabajadores de la Tropical oil Company y de la Andian Nacional Corporation en Barrancabermeja, donde fueron asesinados 15 trabajadores, etc. Así se puede mostrar mejor de dónde viene esta confrontación a la que mucha gente solamente le cuenta el medio siglo de existencia de las FARC como obligada forma de resistencia popular armada.
Convocatoria Barranca
Convocatoria frente a la sindical obrera. El Centro, Barrancabermeja.
En este drama, la sumisión a los enclaves extranjeros por parte del régimen colombiano y el tratamiento brutal a los trabajadores nacionales ha sido una constante que se extiende hasta los hoy cuando la re-primarización de la economía y la entrega a los intereses trasnacionales vienen acompañados de la muerte y la zozobra que entraña el terrorismo de Estado.
FSJ: ¿Cuando ustedes hablan de completar el cuadro de los horrores de la violencia a qué otros actores se refieren, a qué otras verdades y hasta dónde quieren llegar?
Andrés París:
Empecemos por cuestionar la terminología acuñada por semiólogos y lingüistas para referenciar el tema de las víctimas en los conflictos armados con cierto sesgo que beneficia siempre a los “amos” del poder económico en el mundo.
Tras el llamado pensamiento único y el fin de la historia, laboratorios políticos y lingüísticos para la fábrica del pensamiento neoliberal han entregado nuevas acepciones intentando describir las viejas políticas, que sembraron de violencia y horror a la humanidad, de manera tal que beneficien sus intereses.
Por ejemplo, los llamados “actores de la violencia”. Con esta frase se centra el problema de la guerra como si se tratara de un asunto entre protagonistas armados o dos bandos, ocultando hasta donde más caben la responsabilidad de los Estados, el peso de sus políticas económicas, la responsabilidad de los políticos, que por constitución ejercen el poder y son la instancia legal de las decisiones que tienen que ver con la guerra y la paz, y la responsabilidad de otros sujetos activos en la instigación del conflicto, como es el caso de la gran prensa en la que múltiples elementos de este campo han ayudado a desinformar, a manipular la conciencia nacional y aniquilar la verdad.
Igual ocurre con ciertos personajes de la Iglesia que han incendiado el país desde los púlpitos, convirtiéndose en “actores” con la misma responsabilidad que pudieran tener también los directorios de partidos políticos, como el liberal y el conservador, y el empresariado que ayudó a financiar el paramilitarismo. De todas maneras, algo que está suficientemente claro, aparte de la responsabilidad que tenga cada uno de estos protagonistas de la confrontación es que, poniendo el análisis al derecho, la imputación principal de la violencia y de la guerra de exterminio que ha vivido nuestro país en más de 60 años le cabe al Estado colombiano.
FSJ: ¿Qué tipo de elementos y estrategias incluiría esta Comisión para que las verdades y memorias allí recogidas sean diversas y más incluyentes que la memoria institucional producida hasta el momento por el Estado?
Jesús Santrich:
En cada punto que hemos abordado, las FARC-EP han presentado visiones globales de los problemas a tratar, y al mismo tiempo, hemos expuesto nuestras posiciones alrededor de la situación de crisis económica, política y social que padece el país, incluyendo de manera especial la profunda crisis humanitaria que han generado la guerra sucia y el “terrorismo de Estado”, como factores causales de la confrontación.
Hemos indicado con argumentos irrebatibles que en el Estado radica la máxima responsabilidad en lo que concierne al surgimiento y permanencia del conflicto y sus consecuencias.
Esto implica que el análisis y las soluciones para el punto quinto sobre Víctimas, que contempla los sub puntos sobre derechos humanos y verdad, se asumen, de nuestra parte, desde el plano estructural, desentrañando los orígenes más profundos y efectos. Esto para diseñar desenlaces que satisfagan al conjunto de la población que ha sido golpeada y que, mayoritariamente, compromete a los sectores más empobrecidos y humildes de la nación.
Por eso es que, nuestro enfoque, en cuanto a temporalidad busca ir al menos hasta los años treinta del siglo pasado, en el propósito de mostrar cómo en el fondo del conflicto hay causas de orden económico, muy ligadas al problema de la tenencia, la propiedad y el uso de la tierra, que en últimas alcanzan una dimensión territorial, de factor de poder, de elemento esencial de la confrontación de clases.
La memoria institucional tiende a pasar por alto estos aspectos de orden estructural de la violencia y de la confrontación, enmascara o deja en las tinieblas la principal responsabilidad del Estado y del bloque de poder gobernante en el que están los partidos tradicionales o protagonistas de mucha incidencia como son quienes manejan los hilos de la economía nacional, pero sí ponen de relieve y en primer plano, datos e interpretaciones falseadas, las responsabilidades de quienes han tenido que resistir a la violencia.
A estos los colocan en el plano de grupos armados organizados al margen de la ley, y dentro de esa conceptualización maniquea de la lucha antiterrorista, los descalifican, los estigmatizan y montan en el cadalso mortal de la opinión pública manipulada.
Nuestra estrategia radica en la recuperación de la verdad. Al contrario de lo que se pretende posicionar en cuanto a que los problemas de violencia son causados por la existencia de la guerrilla en Colombia, urge esclarecer que ésta ha surgido como consecuencia de aquella, de la opresión y el despojo a que las élites han sometido a la población.
Para encontrar la verdad y acertar con las soluciones se requiere consultar con el pasado, a partir de unos soportes de trabajo serios y responsables. Por eso, entre los instrumentos necesarios para seguir esa estrategia de búsqueda de la verdad insistimos mucho en la definición de unos principios. Estos están consignados en lo que publicamos en acuerdo con el gobierno como “Declaración de principios para la discusión del punto 5 de la Agenda: Víctimas” que en síntesis es una reiteración detallada del compromiso de respeto de los derechos humanos en todos los confines del territorio nacional, reivindicando su pleno cumplimiento y dimensión.
Y se reitera además, con mucho énfasis, el compromiso de reconocimiento, respeto y resarcimiento a las víctimas de violaciones a los derechos humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario o que sean víctimas del conflicto en general.
Esta declaración debe guiar cualquier acción e iniciativa que se realice en desarrollo del quinto punto, y de todos los puntos que están pendientes por definirse en la discusión del Acuerdo General de la Habana, y apunta especialmente a que se dé el esclarecimiento de la verdad sobre lo sucedido a lo largo del conflicto, incluyendo sus múltiples causas, orígenes y efectos, en el camino de satisfacer los derechos de las víctimas, y de la sociedad en general.
Es importante indicar que cuando en lo que hemos acordado se habla de resarcimiento, existe el compromiso de atender, también, a los principios de universalidad, igualdad y progresividad, sin pasar por alto las vulneraciones que en razón del conflicto hubieran tenido los derechos económicos, sociales y culturales.
Un segundo instrumento es la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, el tercero es el de la Comisión de la Verdad; ambos destinados a que el esclarecimiento de los hechos de la confrontación no se deje para después sino que inicie desde ya.
Están también los foros que se realizaron en Villavicencio, Barrancabermeja, Barranquilla y Cali, alrededor de los cuales infortunadamente hubo mucha manipulación mediática que en vez de abogar por el entendimiento alimentó la vindicta y se harán las audiencias con la víctimas en La Habana, ya se dio la primera, que deben dotarnos de insumos para profundizar en la búsqueda de soluciones y caminos de reconciliación.
Finalmente presentaremos un marco conceptual desde nuestra visión para tener herramientas interpretativas suficientes y un preciso listado de propuestas mínimas entre las que estará nuestra propuesta de Comisión de la Verdad y nuestras ideas en torno a lo que debe ser el proceso de transición hacia la paz justa, desechando cualquier intento de que el Estado se nos convierta en juez y parte o en sujeto omnipotente que imponga los mecanismos de refrendación.
Subrayamos en que con el trabajo de la Comisión Histórica, definitivamente comienza el esclarecimiento de la verdad, que es una tarea que aspiramos complete con detalle un poco más adelanta la Comisión de la Verdad.
FSJ: ¿Cuándo se instalará la comisión de esclarecimiento de las causas y responsabilidades del conflicto, qué avances hay en ese tema?
Jesús Santrich:
Lo que se tiene previsto es que el 21 de agosto, se instalará formalmente la Comisión Histórica del Conflicto. La Comisión Histórica será un instrumento fundamental para el proceso de esclarecimiento de orígenes, causas y consecuencias del conflicto que antecede a la Comisión de la Verdad y tiene la particularidad de que comenzará su trabajo este mismo mes y en concomitancia con el trabajo que las Delegaciones harán en la Mesa.
Este grupo de doce expertos, que harán su primera presentación en La Habana, están facultados también para orientar y contribuir a la discusión del punto sobre víctimas.
Sobre esta comisión hay acordado un mandato, con propósitos y procedimientos de trabajo que operarán durante cuatro meses a partir de la instalación, lo cual quiere decir que a finales de diciembre tendremos el resultado de sus estudios y conclusiones.
La Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas proporcionará el contexto histórico que permita un entendimiento de la confrontación, apegado a la verdad e indicando responsabilidades, no individuales, sino de orden político. Con el trabajo de esta Comisión comienza el esclarecimiento de la verdad que es una tarea que aspiramos complete con detalle un poco más adelanta la Comisión de la Verdad.
FSJ: En su carta al “nuevo” Congreso ustedes hablan de la firma de un Tratado de Paz cuando se firmen los acuerdos. ¿Cómo visualizan ese tratado y cómo se puede llegar a la paz sin reformas estructurales?
Jesús Santrich:
No hay paz justa sin reformas estructurales. Por eso hablamos de la necesidad de firmar un “Tratado de paz”, pues el acuerdo al que lleguemos debe concluir la guerra y esto implica poner fin a las causas que la generaron, adecuando soluciones expuestas de manera clara, integral, objetiva y ordenada con garantías -y no simples promesas, sobre los asuntos de la vida nacional que están comprendidos en el Acuerdo General de La Habana y su Agenda- que tienen que ver con la superación de la miseria, la desigualdad y la carencia de democracia, fuentes principales de la victimización a la cual la plutocrática clase gobernantes ha sometido a las mayorías.
La importancia de un instrumento de esta naturaleza es tal, que por eso hemos insistido en que la población tenga la mayor participación en su construcción. Esto ha sido muy difícil porque cuando pedimos la presencia de delegaciones populares y de partidos y movimientos sociales para hablar en La Habana hubo amenazas de judicialización contra la gente.
Trasladarse a Cuba lo estaban convirtiendo en un delito. Solamente ahora se ha logrado que para el desarrollo del punto quinto las víctimas del conflicto estén presentes en la Mesa de Conversaciones.
Esta misma mecánica debió ocurrir en las discusiones de los puntos anteriores. Ojalá que la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente permita resolver este importante aspecto de la participación ciudadana como factor fundamental en la construcción de la paz.
Volviendo al aspecto de los cambios estructurales, debo decir que la conquista de la paz no será posible si no hay cambios de fondo en materia económica y política. Estos cambios obligan a poner fin al neoliberalismo, a partir del establecimiento de la democracia y la materialización progresiva de la justicia social. No se puede seguir instrumentalizando, ni manipulando de manera utilitarista y simplista, el concepto de la paz, pretendiendo instalar en el imaginario colectivo la idea según la cual la paz es el desarme de la insurgencia.
El sendero cierto de la reconciliación inicia con el reconocimiento de los derechos plenos de la gente y la realización de las transformaciones sociales que el pueblo reclama en las calles. En este sentido, el gobierno no puede seguir repitiendo su perorata guerrerista opuesta al desescalamiento de la confrontación que le exigen las mayorías, ni negarse a poner en marcha desde ahora las soluciones a las exigencias urgentes de las comunidades.
No es nada coherente con un discurso de paz seguir despilfarrando los recursos nacionales en el fortalecimiento bélico, o continuar con el proceso de reprimarización de la economía, en su degeneración extractivista y en el incremento de la dinámica especulativa del capital financiero, etc que hunden la soberanía y entregan el país a las trasnacionales.
Sin cambios estructurales seguramente no habría campo para la firma del anhelado Acuerdo Final, sencillamente porque un compromiso de paz verdadera va más allá de su referencia a la finalización del conflicto armado. Un compromiso de paz verdadera se da cuando con determinación y celeridad se ponen en marcha soluciones los problemas de los que deriva el conflicto en todas sus dimensiones. Esto es, se ponen en marcha los cambios de las condiciones estructurales que atizan la lucha social, desistiendo del militarismo y del engaño torpe que anuncia el pos-conflicto como si fuera el resultado absurdo del aplastamiento militar o del sometimiento de la insurgencia mediante promesas vanas que se hacen al mismo tiempo que se incrementan las injusticias y el militarismo.

sábado, 16 de agosto de 2014

"La vigencia de Fidel y la religión es incuestionable"

Entrevista al sociólogo cubano Aurelio Alonso a propósito de la primera edición ebook del libro "Fidel y la religión", de Frei Betto.


En1985 veía la luz el volumen Fidel y la religión, resultado de las veintitrés horas de diálogo entre el líder de la Revolución Cubana Fidel Castro y el escritor y periodista brasileño Frei Betto. Se iniciaba un proceso de reconciliación entre las ideas religiosas y revolucionarias; desaparecía así, a decir del fraile dominico, el prejuicio de los comunistas y el miedo de los cristianos.
Casi treinta años después, a propósito de su primera edición ebook como parte de la colección de ebooks de/sobre el líder cubano a cargo de Ruth Casa Editorial, el destacado sociólogo, docente, investigador y ensayista, Premio Nacional de Ciencias Sociales, Aurelio Alonso, habla sobre la vigencia del texto.
Releo la entrevista y me parece escucharlo; su prosa tiene voz propia. A medio camino entre el tono anecdótico y el reflexivo, el autor de Iglesia y política en Cuba revolucionaria (1998) hilvana un discurso coherente y lúcido salpicado por confesiones exclusivas.
Tiene la impresión de que no ha respondido como yo hubiera esperado; se equivoca y se lo hago saber. Aurelio, como cariñosamente le conocemos los que casi a diario tenemos el privilegio de verlo en su oficina de la Casa de las Américas, me regala su tiempo. Me guardo otros temas. Sus respuestas me han provocado otras preguntas. Pendiente queda un próximo encuentro.
-Dentro de sus estudios e investigaciones en el campo de las ciencias políticas, la llamada transición socialista y la sociología de la religión, ¿cuáles han sido sus principales intereses, temas, acercamientos?
-Creo que lo primero a señalar es que me eduqué en un colegio católico, pertenecí allí a la cruzada eucarística, y hacía una vida de compromiso religioso. Pero el paso por los cuestionamientos propios de la adolescencia me hacía dudar del dogma de fe. Desde el comienzo del bachillerato decidí cambiar hacia la enseñanza laica –lo decidí yo mismo, mis padres no intervinieron-- y mi alejamiento de la fe religiosa se consumó en esos años de estudiante. Pero debo reconocer que tuve una formación cristiana. Al final del bachillerato me impactó la lectura de Jean Paul Sartre, de su narrativa de intensa carga filosófica, y algo de su periodismo político, también en sintonía con mi irreligiosidad. Fue mi primera inclinación filosófica, la cual pienso que dejó huella en mí; me atrevería a decir incluso que estuvo en mi camino hacia el marxismo. Entonces lo percibía como el método para descubrir y conciliar las posibilidades que se abrieran a nuestra existencia personal, a nuestras circunstancias, a la inserción del individuo en el pedazo de historia que le haya tocado vivir.
Desde temprano el estudiante que ya experimentaba la transformación revolucionaria y buscaba respuestas a sus cuestionamientos, se introdujo en las lecturas marxistas, que se convirtieron en el componente definitivo de su vocación intelectual. Entraba en una perenne confrontación entre la reflexión que recibía del legado teórico y la realidad vivida en el proceso mismo de transición socialista iniciado. Así fueron aflorando mis aprendizajes, mis influencias, mis irreverencias, mis lealtades, conformando la convicción de que la coherencia no podía sostenerse en la renuncia a la necesidad de pensarlo todo con cabeza propia, de no rechazar la tentación de la duda ante una convicción confortable. Por el contrario, la coherencia deseable debía ser buscada sorteando caminos difíciles.
Para ser sincero, creo que nunca he escogido con mucho rigor especialidades profesionales, y si lo hice en algún momento, no puse obstáculo a las circunstancias que enrumbaron mis pasos dentro del proyecto revolucionario. Y en aquello en que me involucré lo acometí siempre con pleno sentido del compromiso. Quienes me conocen saben que mis circunstancias me hicieron dedicarme un par de años, a finales de los sesenta, a la ganadería lechera, y mientras cumplía las tareas que me tocaba, y sin abandonar del todo mis lecturas filosóficas, estudié sobre los suelos, los cultivos de pastos y forrajes, la alimentación del ganado, los controles y el manejo de la masa ganadera, etc., y no se me ocurriría decir, ni por asomo, que fue para mi formación tiempo perdido.
De hecho, también dentro del vasto campo de los estudios religiosos, con el cual se me suele identificar, mis intereses se movieron principalmente en torno a las perspectivas institucionales, la proyección y la doctrina social de la Iglesia, sus relaciones con el Estado y con la sociedad civil, las corrientes sociológicas y eclesiológicas vigentes. Una inclinación articulada al deseo de profundizar en las complejidades del proceso de transformación social, política y económica que me tocó vivir. Por eso evito la vaga calificación de especialista en temas religiosos que podría defraudar a quien busque mis trabajos. El contenido de las casi doscientas publicaciones que registra ya mi currículo es expresivo de esta diversidad temática, y de mi hoja de ruta en el período por el cual he andado.
Tengo la impresión de que no he respondido a tu pregunta como hubieras esperado pero esta es la respuesta que me inspiró.
-¿Cómo influyó en su obra el libro Fidel y la religión? ¿Cómo valora el aporte de ese texto en la comprensión de las relaciones entre la religión y la sociedad en Cuba? ¿Cree que el libro mantiene su vigencia después de 30 años?
-Ya había conocido yo a Frei Betto en 1980 en Nicaragua, y había leído algunos artículos suyos que lo mostraban como una de las figuras más atractivas en la línea de pensamiento abierta con la teología de la liberación, por la claridad del discurso y por su capacidad de comunicación. Cuando apareció Fidel y la religión, en 1985, yo me encontraba en misión diplomática en el exterior y recuerdo el impacto en la prensa, por lo novedosas que resultaban las revelaciones de Fidel en sus respuestas a las preguntas de Betto. Una anécdota simpática es que la primera edición en francés salía con una foto de Ramón Castro, como sabes el hermano mayor de Fidel, en la portada. Se habían confundido en la editorial, pero afortunadamente enviaron un ejemplar a la embajada cubana antes de ponerlo en circulación y pudieron desfacer el entuerto a tiempo.
Desde que lo leí me percaté de la importancia del libro. Por varias razones, pero principalmente por una. A mi juicio, la proyección abierta al entendimiento entre la fe religiosa y la ideología revolucionaria que Fidel había propugnado en su encuentro con los “cristianos por el socialismo” durante su visita al Chile de Allende en 1971, donde habló de “alianza estratégica” entre cristianos y marxistas, y de nuevo en Jamaica, en 1977, en un importante encuentro con líderes religiosos del Caribe, había padecido de una lectura equívoca durante muchos años. Incluso en el seno del propio partido cubano se interpretaba que existía una doble política en el reconocimiento del factor religioso: una de apertura y alianza hacia el exterior, explícita en dichos encuentros, y otra hacia el interior, orientada hacia el ateísmo y al debilitamiento de las iglesias, la cual se reflejaba incluso en los documentos rectores del primer congreso del PCC.
El propio Fidel daba a conocer en ese momento, a través de la edición de esas veintitrés horas de conversación concedidas a Frei Betto, que la superación completa de la discriminación por motivos religiosos era una tarea pendiente en el proyecto socialista cubano. El giro ideológico que requería la superación de lo que había sido reconocido hasta entonces como una cuestión de principio se produjo en el IV Congreso del PCC en 1991 y en la Reforma Constitucional de 1992, pero fue en Fidel y la Religión que el líder de la Revolución cubana lo dio a conocer, en el contexto de una larga reflexión sobre el espacio del hecho religioso en un proceso de transición socialista. Constituye, por lo tanto, un acontecimiento editorial sin precedente en la tradición socialista del siglo veinte, y yo me atrevería a afirmar que su vigencia no admite ya cuestionamiento. 
-¿Considera usted que las relaciones entre el estado y la iglesia en Cuba han mostrados signos de cambio? ¿Dónde radican entonces esos cambios y que representan dentro de un panorama que ha venido experimentando la transición socialista desde la década de los noventa?
-Creo que mi respuesta a tu pregunta anterior provee una importante muestra de movilidad. Pero habría que decir que también fue muestra de movilidad, en el plano de las proyecciones de la Iglesia católica, la prolongada reflexión que culminó en el Documento Final e Instrucción Pastoral de los Obispos, como resultados del Encuentro Nacional Eclesial Cubano de 1986. Del clima de avance en las relaciones que se produjo en los 80 surgió la iniciativa compartida de la jefatura de la Iglesia y la del Estado de invitar al papa Juan Pablo II a realizar una visita pastoral a Cuba. Ya el papa, que introdujo un estilo viajero en la conducción pastoral de la Iglesia, había estado en toda la América Latina, varias veces en algunos países, como México y Brasil. Sendas invitaciones –la estatal y la eclesiástica– se llegaron a entregar en el Vaticano y la visita se había previsto que sería programada para 1991 o 1992.
De manera inesperada, el sistema socialista soviético, que Gorbachov se había propuesto reformar, se desintegró entre sus manos y Cuba, carente de sostén económico internacional, entró en lo que llamamos “período especial”. Sobrevino entonces un aplazamiento sine die en la fijación de fecha para el viaje papal y, con la demora, el argumento de la conveniencia de “maduración de condiciones” para la visita. Me atrevería a decir las dos partes, Estado e Iglesia, necesitaban ahora del aplazamiento. La pastoral de los obispos cubanos fechada el 8 de septiembre de 1993, titulada El amor todo lo espera, con un reclamo de reformas de liberalización, en el momento más grave de la caída de los indicadores macroeconómicos en Cuba, provocó de nuevo una tensión que enfrío las relaciones hasta que la decisión de la visita pontificia volvió a cobrar forma hacia 1996 y se realizó en 1998 con un éxito incuestionable. Si aquí no se ve movilidad, habrá que cambiar de espejuelos.
Solo quiero ilustrar en algo la presencia de avances, desaceleración, vuelta a avanzar, acercamientos, distanciamientos, reacercamientos. En la última década se produjeron numerosos signos de fluidez en las relaciones entre la institución religiosa y la estatal, desatacándose la aceptación por parte del gobierno de la mediación de la Iglesia para la liberación de presos políticos y otras acciones, lo cual ha dado lugar a críticas al arzobispo de La Habana desde sectores hostiles al Estado cubano. Esto te puede indicar, a grandes trazos, los altibajos a través de los cuales se realiza un curso cuyo saldo de entendimiento y cooperación se muestra hoy favorable.
De modo que la normalidad en estas relaciones, diría yo, no puede concebirse como la resultante de una continuidad sin obstáculos. Sería del todo imposible explicársela desde una perspectiva inmovilista. Y con esta misma prevención habría que asomarse igualmente a su futuro, por optimistas que debamos ser.
-Partiendo del supuesto que las ideas de justicia social no necesariamente tienen por qué chocar con las creencias religiosas y acercándonos a la teología de la liberación, ¿cómo conciliar el proceso de reinvención del Socialismo o un socialismo del siglo XXI (si está de acuerdo con el tan discutido y polémico término)?
-Permíteme comenzar por el final de tu pregunta. No ignoro que entramos (los marxistas) en este siglo con varios dilemas teóricos colgando. Uno, tal vez escolástico, es el de definir si se utiliza la preposición “de” o la preposición “en” para conectar el concepto de socialismo, que el pensamiento neoliberal considera acabado como ideal en el siglo pasado, con los cambios estructurales que nos impone el presente siglo. No es un debate inocente si notamos que un extremo apunta a rescatar el modelo que fracasó, y el otro, a desecharlo del todo en la búsqueda del paradigma. Lo he tildado de debate escolástico porque parte de la colocación a priori de la verdad en uno u otro extremo.
Te voy a confesar –y nunca lo he dicho por pudor-- que fui uno de los primeros en usar el término, en una entrevista que me hiciera Carlos Torres sobre la situación de Cuba, que se publicó en el No. 641 del semanario Punto final, de abril de 2003, en Chile, con el título de “Hay que reinventar el socialismo del siglo XXI”, tomado literalmente de una de mis respuestas. Expresaba una cuestión que, como se dice, ya se caía de la mata. Después supe que en el año 2000 el sociólogo chileno Tomás Moulián había dado el título de Socialismo del siglo XXI: la quinta vía, a un libro suyo. Lo interesante es que yo utilizaba allí el término pensando en la profundidad del cambio que teníamos que realizar en Cuba, en tanto su uso por Hugo Chávez, y creo que por todos a quienes he visto usarlo, alude al paradigma relacionado con los procesos latinoamericanos emergentes que proclaman y procuran el socialismo en su propuesta de cambio. Si hacemos abstracción por un momento de lo histórico concreto, es decir, de los puntos de partida actuales del cambio, lo entiendo como un concepto expresivo de un denominador común en los objetivos de las transiciones deseables en Cuba y en el resto de nuestra América. Termino este aspecto de tu pregunta de una manera que algunos podrían estimar conciliatoria, pero te aseguro que no lo es: para mí el concepto puede considerarse válido con una preposición o con la otra, aunque conllevaría una connotación diferente en uno y otro caso.
Para entrar de lleno ahora en el resto de tu pregunta, es evidente que los propósitos de justicia social y equidad, centrales en los ideales del socialismo, incluso desde antes de Marx, son perfectamente compatibles con el ideal cristiano. En buena medida derivan de valores cristianos. En nuestra América, cuyos pueblos son tributarios de una marcada religiosidad católica, incluso a través de expresiones sincréticas se hace inconcebible verlo de otro modo. Lo cual no significa que todos los casos vayan a encontrar una correspondencia fácil con los intereses creados por la institución eclesiástica. Es imposible predecir las dificultades que pueda presentar este entendimiento. Pero es cierto que el derrumbe del proyecto estalinista aporta también la superación de la identificación del marxismo con un ateísmo. Ni como institución, lo que me parece algo universalmente aceptado ya, ni en el plano doctrinal, menos reconocido, pero que debe acabar por identificar al mal llamado “ateísmo marxista” con lo que es: un componente de la asunción dogmática del materialismo, incompatible con el ideal socialista. Estamos ante uno de los extremos del doctrinalismo que caracterizó al socialismo del siglo pasado, el cual sería un contrasentido, un verdadero disparate, tratar de revivir en la América Latina.
La teología de la liberación es, más que una teología, una corriente de pensamiento religioso cristiano nacida en la marea de apertura que propició el Concilio Vaticano II y la segunda conferencia del episcopado latinoamericano, celebrada en Medellín en 1968. La teología de la liberación centró la atención en la compatibilidad del pensamiento marxista con una proyección cristiana auténtica. En rigor quien primero se pronunció en esta dirección fue el teólogo presbiteriano Rubem Alves, que acaba de fallecer, aunque el acierto de Gustavo Gutiérrez al tocar los principales puntos de contacto teóricos con la comprensión marxista en un ensayo orgánico, hizo de su obra una referencia fundamental para el diseño de las comunidades eclesiales de base, para el desarrollo del sistema de educación popular y para muchas otras iniciativas, convirtiéndola en un clásico. También hay que recordar que el papado de Juan Pablo II la proscribió alegando su incompatibilidad con el rechazo eclesial del marxismo como ateísmo. Marx termina resultando la víctima de no pocas incomprensiones y condenas injustas. Puede que esto sea emblemático del costo de un descubrimiento tan relevante en el campo del conocimiento social: tanta verdad no podía ser revelada impunemente.
-Frei Betto expresó en Fidel y la religión: “Lo que falta a los obispos cubanos es una teología que les permita entender el socialismo como una etapa imprescindible en el camino hacia el Reino de Dios”. ¿Está de acuerdo? ¿Cree que han ocurrido cambios en este sentido y que los sacerdotes cubanos han incorporado las teorías del socialismo para practicar el cristianismo en las condiciones de un país como Cuba?
-Tiene razón Frei Betto en las dos afirmaciones que contiene este juicio. Esa teología ha faltado a los obispos y sacerdotes cubanos, que tampoco han sido capaces de generarla. Pero me pregunto si no falta también hoy esa teología a los obispos latinoamericanos. En sentido general, quiero decir, para no ser injustos con las excepciones.
No hay que olvidar que en su largo pontificado Juan Pablo II se cuidó mucho de ordenar obispos que pudieran ser afines, o incluso tolerantes, con posiciones políticas de izquierda en el clero de sus diócesis. Hace poco conversaba yo con un prelado amigo, de claro compromiso con los humildes, de posiciones teóricas abiertas al diálogo, y le preguntaba cómo se le pudo escapar al rasero papal al escogerlo. Él me comentó que en realidad se le escapó al nuncio, que lo propuso sin percatarse de cuáles eran sus posiciones. No se puede perder de vista que no estamos en los tiempos de Hélder Cámara, Marcos Mac Grath, Sergio Méndez Arceo, Leónidas Proaño, Enrique Angelelli, Eduardo Pironio, Alberto Devoto, Antonio Brasca, Pedro Casaldáliga, Samuel Ruiz, Luis Luna Tobar, y Francisco Oves, que fue arzobispo de La Habana por pocos años antes de Jaime Ortega. Y seguramente otros que no conocí. Son los identificados como los obispos de Medellín y del papado de Pablo VI. La llegada de la restauración al Vaticano, con el largo pontificado de Karol Wojtila, cambió otra vez los tonos que habían comenzado a caracterizar al episcopado de nuestro continente bajo el reclamo de la “opción por los pobres”.
Fíjate como Carlos Manuel de Céspedes García Menocal, una figura tan prominente del catolicismo cubano de la segunda mitad del siglo XX, que contribuyó como el que más al entendimiento que hoy se tiene entre Estado e Iglesia,nunca fue elevado a la jerarquía episcopal.
Con la otra afirmación, que entiende el socialismo como el camino al Reino de Dios, podría coincidir igualmente, pero si poco conozco del socialismo, menos puedo decir del Reino de Dios. Pienso que Betto lanza a los creyentes y a la institución la provocación legítima del modelo cristiano plausible.
Faltaría a la verdad si dijera que pienso que el clero cubano ha arribado al presente curado de la incomprensión eclesial del ideal socialista. Ha vivido la experiencia cubana, sin embargo, con sus virtudes y sus defectos, se ha formado probablemente con una mayor capacidad de análisis que sus antecesores. Hay hoy una mayor disposición al diálogo, y han aparecido incluso escenarios de cooperación, pero creo sinceramente que son menos que los que podían esperarse.
Ese progreso se ha hecho más evidente dentro de las posiciones del laicado comprometido, cuya revista insignia, Espacio Laical, se logró colocar entre las más importantes publicaciones cubanas en los años recientes. Pero no puede saberse aún si el cambio reciente en la redacción de la misma será capaz de valorizar el caudal acumulado por sus antecesores y el prestigio logrado. Tampoco es posible pronosticar si a la salida del cardenal Jaime Ortega del Arzobispado de La Habana, cuando se haga efectivo su retiro, prevalecerá en nivel de entendimiento logrado por él con las instituciones del Estado socialista.
-En el mundo actual, globalizado, con relaciones políticas mediatizadas y frecuentemente manipuladas o afectadas por factores económicos, ¿cómo cree que puedan integrarse la religión (entendiendo por religión tanto a los creyentes como a las instituciones) y el cambio social?  
-Es una verdadera decepción para el entrevistado llegar a la última pregunta y tener que confesar que no tiene idea de cómo responderte. Son muchos los factores que tienen que incidir en el curso futuro de esta articulación. A falta de respuesta intentaré asomarme de algún modo, con alguna pista efectiva, a la complejidad del problema.
Al proceso de globalización neoliberal capitalista correspondió un retroceso con relación al proyecto reformador al cual la Iglesia Católica había llegado en el Concilio Vaticano II, y el papado de de Pablo VI que le siguió y trató de hacer avanzar la aplicación de esa renovación que siempre citamos con el término italiano: el aggiornamiento. Pasado este nuevo Medioevo de aliento polaco, y puesta a flote en toda su magnitud la crisis institucional, al punto que Benedicto XVI decidió dimitir, la elección de Jorge Mario Bergoglio al pontificado parece traer al catolicismo un rescate del proyecto del Concilio. El éxito de esta propuesta sería clave para que se consume la conexión por la que te preguntas. Pero es demasiado temprano, de todos modos, para pronosticar si se logrará una transformación en el marco de su pontificado. La verdad es que no me atrevo a decirte más.

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