domingo, 29 de mayo de 2016

Contra el capitalismo global, el ideal comunista


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Filósofos como Alain Badiou, Slavoj Zizek y Daniel Bensaïd ven en el comunismo el único horizonte contra la depredación y la privatización del mundo. 
Para algunos, defender el comunismo es ahora un anacronismo.
Alinearse con Karl Marx, incluso en la Francia civilizada de siglo XXI puede ser arriesgado. El filósofo Alain Badiou fue criticado porque lo veían como un “revolucionario peligroso” e incluso “defensor de un régimen de terror”, que tuvo en cuenta la Revolución Francesa y el comunismo estalinista. Sus detractores fueron algunos de los “nuevos filósofos”, surgidos en los años 70, que con el tiempo se convirtieron en anticomunistas intransigentes.
“El capitalismo global humanizado no puede ser el horizonte último de la izquierda”, protestó el filósofo y psicoanalista, Slavoj Zizek , para quien es necesario rehabilitar la “idea comunista”, no como algo que ya ha fracasado, sino como un universalismo que se construirá.
“Estoy convencido de que numerosos problemas tales como los ecológicos, biogenéticos y las nuevas formas de apartheid no pueden ser resueltos por el capitalismo global”, dice Zizek, que organizó con Alain Badiou en 2009 en Londres, una conferencia titulada ‘Acerca de la idea del comunismo , que repitió en Berlín, en 2010.
El comunismo, el futuro de la Humanidad
En defensa de los ataques a Alain Badiou, de los “nuevos filósofos” Zizek y Fabien Barby, se llegó a escribir en marzo de 2010 un manifiesto al que se unieron cientos de filósofos e intelectuales de todo el mundo. El texto decía claramente: “Nosotros no renunciaremos jamás a la idea del comunismo.”
Y continuaba: “Sin embargo por problemática que sea esa  idea, por más nueva que aparezca en su formas debe tornarse en realidad,  por más críticos que seamos con la historia de comunismo en el siglo pasado, por muy diferentes que sean nuestras propuestas, una cosa es cierta: un comunismo que se ha reinventado, es el único futuro del Hombre. Esta es  una eterna y única verdad. La única justicia que la razón humana puede concebir de una forma sana”…
El manifiesto concluye: “El tiempo, nos guste o no, es ahora, y necesitamos nuevos filósofos, no advenedizos, ni pretenciosos sino los filósofos de la renovación”.
Para filósofos contemporáneos como Etienne Balibar, considerado ejemplo para Badiou y Zizek, Marx debería ser el contrapunto del capitalismo actual. Lo mismo pensaba el filósofo Daniel Bensaïd, que murió en 2010 en París.
Lo que los une es una certeza: Karl Marx sigue siendo un filósofo fundamental. Ellos estudiaron minuciosamente los escritos de Marx y defendieron en libros y conferencias la relevancia de su pensamiento y la idea del comunismo, que Badiou llama “hipótesis comunista”.
Provocativo y dotado con un sentido de humor inquebrantable, Zizek dijo a un periódico francés: “Todavía soy comunista porque todo el mundo puede ser socialista, incluso Bill Gates”.
Badiou y Zizek son los dos filósofos europeos más conocidos, traducidos y comentados en el mundo. Tanto para Badiou, como para Zizek, “el desastre oscuro del estalinismo” (como lo denomina Alain Badiou) y el fracaso del “socialismo real” no invalidan el horizonte de la emancipación radical que es la “idea comunista”, reactualizada en nuevas formas de acción. Ambos reclaman un universalismo concreto, un universalismo de combate.
Alain Badiou presentó a su amigo Zizek en 2008, y de nuevo este año en su seminario, como a alguien que viene de un horizonte filosófico diferente. “El pensamiento de Zizek es el resultado de la tensión entre el idealismo alemán (Kant, Schelling, Hegel) y Lacan. Su dialéctica es más que la negación,  una preparación que hace de Hegel y lo real, un concepto que encuentra Lacan”.
En cuanto a su propio horizonte filosófico, Badiou dice que se constituyó en tensión dialéctica entre la idea y la libertad, entre Platón y Sartre tratando de responder a la pregunta , “¿Cómo la soberanía de la idea, de verdad, puede ser compatible con la libertad?”
Renovar la vocación igualitaria del comunismo
Citado por Etienne Balibar, el filósofo Louis Althusser, su maestro, dijo que el comunismo estaba presente entre nosotros, imperceptible, invisible, en los intersticios de la sociedad capitalista, en lugares donde los hombres se asocian en actividades sin fines de lucro.
Al pasar por París este mes de junio, Zizek fue invitado a hablar en el seminario que Alain Badiou dio en la École Normale Supérieure, de París, que frecuentó hace unos años. Fue a la capital francesa para lanzar su libro ‘Menos que nada – Hegel y la sombra del materialismo dialéctico’, prologado por Badiou, quien lo llamó “uno de los libros de filosofía más importantes publicados en los últimos años.”
En un libro anterior, ‘Primero como tragedia y después como farsa’, Zizek volvió a Hegel, que consideraba que la historia se repite necesariamente. Karl Marx observó al respecto, “una vez como tragedia y la próxima vez como farsa”. A lo que añadió Herbert Marcuse, “la farsa puede ser más terrible que la tragedia que se repite”.
Considerado por muchos como el “filósofo más peligroso en Occidente”, un agitado  Zizek tiene la ambición de defender la “idea comunista”, “empezar de nuevo “, lo que significa no reproducir lo que fue un fracaso, pero antes que todo ello renovar la vocación igualitaria original del comunismo”.
Dicho esto, está claro que no ve la solución en el mercado.
“Si hay una lección que aprender del fracaso de la Unión Soviética es que el dirigismo de la economía nacionalista sólo funciona en una determinada fase de desarrollo industrial tradicional. No tengo una fórmula clara. Pero la solución es vislumbrar un estado apoyado por un movimiento popular, por la movilización extra parlamentaria”, declaró en la conferencia de París en 2010. Citó como dignos de gran interés las experiencias de Evo Morales, en Bolivia. Para Zizek, Morales obtuvo una poderosa movilización de mayoría silenciosa indígena. Por lo tanto, se sustentó con el apoyo de una movilización permanente de la mayoría.
Antes, no hemos tenido a Podemos en España, ni a Syriza en Grecia, que excita al filósofo hoy.
Según Zizek, el estalinismo era algo mucho más enigmático que el nazismo. Por eso al respecto de  lo que Badiou llama el período estalinista de “desastre oscuro”,  para Zizek, los dos totalitarismos no se pueden comparar, por muchas razones que explica.
En la conferencia que haría que el mes en  que murió, en París, en enero de 2010, Daniel Bensaïd, filósofo y militante trotskista escribió un largo texto que reafirmó su convicción de que el comunismo es el único horizonte en contra de “la depredación y la privatización del mundo” .
Escribió: “De todas las formas de nombrar lo otro, lo alternativo”, y que está en el rostro del capitalismo obsceno, la palabra comunismo es la que conserva mayor sentido histórico, la que mejor evoca lo común, lo que se da en compartir y la igualdad. compartir el poder, la solidaridad en contraposición al cálculo egoísta y la competencia generalizada, la defensa de los bienes comunes de la humanidad, natural y cultural, la extensión de un campo de gratuidad de los servicios y bienes de primera necesidad, en contra de la depredación generalizada y la privatización del mundo”.
Artículo de Leneide Duarte-Plon, periodista francés.

miércoles, 11 de mayo de 2016

¿Final sin final en La Habana?


            *Libardo Sánchez Gómez

 ¿Estaban las FARC suficientemente preparadas estratégicamente,  para enfrentar  con éxito los  términos de una negociación  sobre paz con justicia social (remoción de los desequilibrios sociales y políticos que condujeron a su alzamiento en armas) y, de paso, para  terminar  la prolongada guerra civil?   Sectores  populares, sobre todo  aquellos en los que la guerra ha zumbado sobre  sus moradas, han percibido cierta debilidad   de las FARC a la hora de plantear líneas rojas, como lo hace el régimen,  en la Mesa de conversaciones en la Habana. Lo que los voceros insurgentes llaman gestos de paz, como el cese de fuego unilateral y el desminado, son vistos tanto por sus aliados como por la contraparte como mensajes de debilidad.  ¿Locura o debilidad renunciar, sin haber terminado la guerra, a la protección que otorga el minado?  Como van las cosas  existe  el  pleno convencimiento de que, al final de la negociación,    el sufrimiento de quienes han llevado en sus hombros el fardo de la guerra será, aún, mayor, pues los verdugos de siempre tendrán la  vía despejada  para ejecutar sus habituales prácticas de horror.

  Es claro que en una Mesa de diálogos, y más en el exterior, no se puede pactar el salto cualitativo de un medio de producción, así sea nefasto no sólo para los colombianos sino para toda la humanidad, como es el capitalismo hacia el socialismo, pues eso lo tiene que hacer la sociedad en su conjunto; pero  aceptar no dialogar sobre transformaciones sociales y políticas, dentro del propio modelo,  que permitan, entre otros,  democratizar la tenencia de la tierra y el acceso universal a la educación, salud y seguridad social,  convierte en estériles los términos de cualquier negociación. Sólo deja traslucir un desmedido afán  por parte de los insurgentes por dejar las armas. Los halcones negociadores del régimen santista  desde el principio de los diálogos percibieron tal  afán y, además,  palparon el “corazón de pollito” del cardiólogo Timochenco  por lo que han  aprovechado al máximo  tal situación para   imponer a su antojo  los términos (líneas rojas)  en los que deben claudicar los guerreros.

La actitud  de la comandancia actual no se corresponde con la sagacidad histórica y capacidad estratégica de la agrupación, demostradas por más de cincuenta años a la hora de enfrentar militar y políticamente al régimen. Cómo hacen falta el comandante  Marulanda y el inigualable  Jacobo Arenas.  Estos talentosos insurgentes no contemplarían entregar, como ahora se avizora,  el movimiento por un plato de lentejas.  ¿Su desaparición conllevó la pérdida del Norte de la agrupación armada? ¿Sus sucesores no han tenido la estatura, que se requiere para dirigir una guerra asimétrica contra un enemigo tan poderoso,  dirigido por el propio ejército imperial?  La búsqueda desaforada e imprudente del comandante Alfonso Cano de una salida negociada del conflicto,   pensando ilusoriamente en que  la oligarquía estaría dispuesta a negociar algo de sus privilegios, le costó la vida.  Ahora es el comandante Timochenco quien  lanza la tropa tras un ilusorio acuerdo  que los saque de la selva y los lleve a la ciudad cerca de las puertas del Palacio de Nariño; da la impresión que el máximo comandante lanza la soga de la paz con las ansias que la lanzaría aquel que se está ahogando.

No hay que olvidar que la oligarquía accede a dialogar sobre salidas negociadas al conflicto interno, solamente si los diálogos le sirven como un paréntesis estratégico para mejorar su posición  dentro del desarrollo de la guerra. En el caso del Caguán Pastrana llamó a Manuel Marulanda a negociar porque la guerrilla en aquel entonces tenía acorraladas a las tropas regulares. El Plan Colombia les permitió apuntalar la reingeniería militar,  terminada ésta dieron por finiquitadas dichas conversaciones. ¿Qué   pretende el régimen de Santos ahora? El Plan Colombia ya cumplió su cometido, y aunque no logró la derrota militar de los insurgentes por lo menos los tiene conversando, eso dice el régimen, en un estéril diálogo de sordos en la Habana. El ajedrecista Santos, probablemente, con su jugada maestra intenta darle  jaque mate a las FARC sin necesidad de echarles tiros, para ello junto con el imperio  han hecho virar el Plan Colombia   hacia el   “novedoso” Plan  Paz Colombia. ¿Qué se busca? Simplemente  que las guerrillas bajen el tono muscular para ir copando los espacios con su ejército de mercenarios.  Diversos informes  advierten que los paramilitares matan y desplazan campesinos, sin contención alguna, en los territorios donde  antes las FARC estaban activas.  Para nadie es un secreto que el fortalecimiento del paramilitarismo es un hecho.  La captura de algunos de sus elementos no son más que pantomimas de Santos.

Tampoco hay que dejar de lado que la concepción del “enemigo interno” es una pauta impuesta por el imperio a la vasalla oligarquía criolla. A las FARC armada se le aplica el Plan Colombia y a las FARC sin armas se le aplicará el Plan Paz Colombia. Así que una vez comience el eufemísticamente llamado “postconflicto” la hecatombe de las FARC  será un hecho; y lo que le ocurrió a la Unión Patriótica será apenas un pálido reflejo de lo que les espera a los guerrilleros desarmados.


Claro que no hay que adelantarnos a los hechos, pues probablemente el punto final de las conversaciones entre el pueblo en armas y la oligarquía no se coloque  al final de la  presagiada hecatombe. La FARC se han convencido plenamente de que la oligarquía no tiene una mínima vocación de paz, la propuesta de buscar una salida negociada al conflicto no fue más que una ventolera reeleccionista de Santos. También saben que tanto al imperio como a la oligarquía vasalla sólo les interesa la claudicación incondicional de las guerrillas.  Los últimos hechos de guerra parecen anticipar una excusa para una abrupta terminación de los diálogos. Santos por un lado  anunció que cualquier acto de guerra contra un elemento de la oligarquía y, por otro,  las FARC advirtieron que con el asesinato de uno de sus guerreros  se dará punto final a las conversaciones sobre la tan anhelada paz.  Amanecerá y veremos.

*DMV. U Nacional de Colombia. MSc. Economía. PU. Javeriana. Esp. NAS. Profesor universitario.