viernes, 23 de enero de 2015

Las víctimas del magnicidio de la UP, víctimas de los defensores de sus derechos

 

En Colombia muchos izquierdistas, autodeclarados defensores de las causas populares, terminan utilizando las mismas causas como un medio expedito para enriquecerse. Por lo general crean fundaciones, entidades exentas del pago de impuestos, para recibir recursos de entidades públicas y privadas del orden nacional así como de ONGs, quedándose con la mayor parte de los recursos recibidos.   El  caso más emblemático es el de las víctimas del magnicidio de la Unión Patriótica. Se estima que hasta principios del 2014  el Estado había girado alrededor de CIENTO CATORCE MIL MILLONES de pesos. Según  las denuncias de los afectados la fundación receptora y, a la   vez, encargada de CERTIFICAR  la condición de víctima, les hacía firmar recibos por cuantías que iban de cien mil a trescientos mil pesos; por el número de beneficiados se calcula que   las víctimas no alcanzaron a recibir el 10% del total girado. Y al  aparecer  entregan dichas ayudas a personas que no son víctimas  ni sobrevivientes de la UP.

Dada  la gravedad de lo que viene ocurriendo un grupo de víctimas han emprendido  la ACCION DE GRUPO para que se aclare el presunto carrusel en la asignación  y entrega de las ayudas del programa  para las víctimas   y sobrevivientes de la UNION PATRIOTICA y PCC. El abogado Francisco Basilio Arteaga Benavides, apoderado judicial, también es considerado víctima, como militante de la Unión Patriótica. El jurista informa que presentará la demanda ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos CIDH.  

La idea es hacer seguimiento de esta demanda. En esta primera entrega se anexa el  auto admisorio de la demanda atrás comentada.





sábado, 17 de enero de 2015

Cómo subir el termómetro del interés en los diálogos de La Habana

Libardo Sánchez Gómez


Un sutil manto de indiferencia se extiende sobre la mesa de conversaciones entre FARC-EP  y Gobierno en La Habana. A medida que pasan los días     Colombia entera se va olvidando que fuera del país se intenta poner fin al levantamiento armado de más de medio siglo.   Y como    el teatro de la guerra no está localizado en la ciudad el grueso de los citadinos no entiende de qué guerra se conversa en La Habana.  La  zozobra que antaño afectaba directamente a los sectores poderosos (explotadores - saqueadores) del campo ha venido desapareciendo, pero para minifundistas y campesinos sin tierra el terror, traducido en asesinatos, desplazamiento y violaciones de campesinas,  viene in crescendo. Lo  que le pase a los campesinos pobres a muy pocos importa. Los latifundistas dejaron de preocuparse desde el momento en que las FARC suspendieron el impuesto de guerra   a  los terratenientes con patrimonios superiores a  mil millones de pesos y se comprometieron a no retenerlos (secuestrarlos en la jerga jurídica burguesa). Y gracias  a la tregua unilateral (¿entrega anticipada o suicidio lento por debilitamiento del músculo guerrero?) decretada por las FARC la burguesía transnacional agroindustrial y minera anda feliz por una parte llenando a sus anchas los bolsillos y por otra apoderándose libremente de las mejores tierras.

La falta de sustancia explica el desinterés general por las negociaciones de  “paz”   en La Habana, nadie entiende  que las partes hayan convenido desde el principio que no se discuta sobre cambios estructurales al modelo socio-económico.  El  mismo presidente Santos da a entender por doquier que  no se   conversa  sobre nada que, lejanamente,  afecte los privilegios que, a sangre y fuego,  han venido acumulando los “privilegiados” (1% de la población).

El interés de la sociedad en las conversaciones de paz como los osos hiberna alrededor de una gélida Mesa de diálogos. Como van parece que la paz dormirá  para siempre en la fría caverna de la opinión ciudadana.  Para   que los diálogos entre guerrilla y Estado se calienten un poco  los encuentros entre militares de uno y otro bando tendrán que ser directamente proporcionales  a los resultados que se vayan dando en la mesa de conversaciones; por ejemplo, la atención subirá a lo más alto de la escala en el momento que los noticieros, incluyendo los  desinformativos  CNN, RCN y CARACOL, lancen la chiva que la discusión sobre educación superior  gratuita para todos sin importar estratos implica una docena de helicópteros artillados derribados.  Por ahora los padres de familia no duermen pensando que el futuro de sus hijos estará en el campo de batalla ya sea en un Frente de la guerrilla o al servicio de la causa de las elites en las filas  militares y paramilitares. Los únicos felices son los “padres” de la iglesia dueños de las universidades privadas y receptores de la mayoría de las diez mil becas para los mejores bachilleres.  Qué importan unas negociaciones de paz que dejan de lado el futuro educativo de las generaciones por venir.

Y el interés en La Habana estará en la cima cuando se sepa que el tire y afloje en la  Mesa sobre la estructura de tenencia de tierra se traduzca en épicas confrontaciones en el Putumayo, Arauca, Chocó y Catatumbo;   se espera que el ardor en la Mesa de  discusión  sea tan intenso como en el campo de batalla. Y es de esperar que los  terratenientes   furibundos    se  atrincheren en sus feudos para evitar que la tierra  sea  entregada a los que la trabajan;   el propio  Ex-extraditable  No. 82 y sus “doce apóstoles” estarán dispuestos hacerse romper el cuello por la Guacharaca y el Ubérrimo. Así la guerra y la paz tendrá sentido.

La gente alquilará balcones  para estar frente a los televisores cuando los comunicados de prensa informen que el Gobierno  está dispuesto a perder un centenar de soldados profesionales, para evitar cambio alguno al sistema de salud; y crecerá el fervor y la esperanza porque   la guerrilla    está dispuesta a ofrendar  la vida de una docena de sus mejores hombres tratando de  rescatar la salud de las garras de las EPS. El fragor de la guerra y la opinión general se intensificarán  cuando  las FARC-EP exijan   salud  gratuita y que todo el que requiera un servicio médico sea  atendido sin exigirle carnet alguno. Las vidas ofrendadas por los bandos en contienda darán como fruto una renta básica para todos los habitantes de Colombia y pensión para mujeres y hombres que lleguen a los sesenta años sin importar si han hecho o no  aporte alguno.  Así pase lo que pase en La Habana valdrá la pena la guerra.

Será de interés del mundo entero cuando la discusión se dé sobre soberanía nacional, incluyendo la descolonización, recuperación de los  recursos naturales, fin de las bases  militares gringas en suelo patrio y  anulación de los TLC´s firmados con los EEUU y la comunidad europea.  Desde luego que el precio a pagar será muy alto para ambas partes, pues cuando esto ocurra    las bombas de precisión de los drones gringos  caerán como granizo tanto sobre la Mesa como en la manigua buscando los campamentos de los guerrilleros.

Hasta ahora la percepción general es que como van las cosas da igual que se firme o no la llamada “paz santista”. No quita ni pone si la guerrilla deja las armas y entra al corrupto campo  de la política dentro de un modelo neoliberal social, económica y políticamente podrido hasta la médula. En las condiciones pactadas continuarán sin atenuante alguno los asesinatos de líderes sociales, la inequidad, el desplazamiento campesino, la muerte por hambre de los niños marginados, la entrega de recursos naturales al capital transnacional y la ley seguirá operando solamente para los de ruana. No obstante, lo magro de la paz en negociación, el grueso de pazólogos y opinólogos, con la ilusa tesis de que en el postconflicto vendrán todos los cambios sociales que la guerra no ha podido lograr,  claman por la firma de acuerdos sin importar el precio. 

viernes, 9 de enero de 2015

El terror en París: raíces profundas y lejanas

Por ATILIO A. BORON / 

jhj
ATILIO A. BORON – El atentado terrorista perpetrado en las oficinas de Charlie Hebdo debe ser condenado sin atenuantes. Es un acto brutal, criminal, que no tiene justificación alguna. Es la expresión contemporánea de un fanatismo religioso que -desde tiempos inmemoriales y en casi todas las religiones conocidas- ha plagado a la humanidad con muertes y sufrimientos indecibles. La barbarie perpetrada en París concitó el repudio universal. Pero parafraseando a un enorme intelectual judío del siglo XVII, Baruch Spinoza, ante tragedias como esta no basta con llorar, es preciso comprender. ¿Cómo dar cuenta de lo sucedido? 
La respuesta no puede ser simple porque son múltiples los factores que se amalgamaron para producir tan infame masacre. Descartemos de antemano la hipótesis de que fue la obra de un comando de fanáticos que, en un inexplicable rapto de locura religiosa, decidió aplicar un escarmiento ejemplar a un semanario que se permitía criticar ciertas manifestaciones del Islam y también de otras confesiones religiosas. Que son fanáticos no cabe ninguna duda. Creyentes ultraortodoxos abundan en muchas partes, sobre todo en Estados Unidos e Israel. Pero, ¿cómo llegaron los de París al extremo de cometer un acto tan execrable y cobarde como el que estamos comentando? Se impone distinguir los elementos que actuaron como precipitantes o desencadenantes –por ejemplo, las caricaturas publicadas por el Charlie Hebdo, blasfemas para la fe del Islam- de las causas estructurales o de larga duración que se encuentran en la base de una conducta tan aberrante. En otras palabras, es preciso ir más allá del acontecimiento, por doloroso que sea, y bucear en sus determinantes más profundos.
A partir de esta premisa metodológica hay un factor que merece especial consideración. Nuestra hipótesis es que lo sucedido es un lúgubre síntoma de lo que ha sido la política de Estados Unidos y sus aliados en Medio Oriente desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Es el resultado paradojal –pero previsible, para quienes están atentos al movimiento dialéctico de la historia- del apoyo que la Casa Blanca le brindó al radicalismo islámico desde el momento en que, producida la invasión soviética a Afganistán en Diciembre de 1979, la CIA determinó que la mejor manera de repelerla era combinar la guerra de guerrillas librada por los mujaidines con la estigmatización de la Unión Soviética por su ateísmo, convirtiéndola así en una sacrílega excrecencia que debía ser eliminada de la faz de la tierra. En términos concretos esto se tradujo en un apoyo militar, político y económico a los supuestos “combatientes por la libertad” y en la exaltación del fundamentalismo islamista del talibán que, entre otras cosas, veía la incorporación de las niñas a las escuelas afganas dispuesta por el gobierno prosoviético de Kabul como una intolerable apostasía. Al Qaeda y Osama bin Laden son hijos de esta política. En esos aciagos años de Reagan, Thatcher y Juan Pablo II, la CIA era dirigida por William Casey, un católico ultramontano, caballero de la Orden de Malta cuyo celo religioso y su visceral anticomunismo le hicieron creer que, aparte de las armas, el fomento de la religiosidad popular en Afganistán sería lo que acabaría con el sacrílego “imperio del mal” que desde Moscú extendía sus tentáculos sobre el Asia Central. Y la política seguida por Washington fue esa: potenciar el fervor islamista, sin medir sus predecibles consecuencias a mediano plazo.
Horrorizado por la monstruosidad del genio que se le escapó de la botella y produjo los confusos atentados del 11 de Septiembre (confusos porque las dudas acerca de la autoría del hecho son muchas más que las certidumbres) Washington proclamó una nueva doctrina de seguridad nacional: la “guerra infinita” o la “guerra contra el terrorismo”, que convirtió a las tres cuartas partes de la humanidad en una tenebrosa conspiración de terroristas (o cómplices de ellos) enloquecidos por su afán de destruir a Estados Unidos y el “modo americano de vida” y estimuló el surgimiento de una corriente mundial de la “islamofobia”. Tan vaga y laxa ha sido la definición oficial del terrorismo que en la práctica este y el Islam pasaron a ser sinónimos, y el sayo le cabe a quienquiera que sea un crítico del imperialismo norteamericano. Para calmar a la opinión pública, aterrorizada ante los atentados, los asesores de la Casa Blanca recurrieron al viejo método de buscar un chivo expiatorio, alguien a quien culpar, como a Lee Oswald, el inverosímil asesino de John F. Kennedy. George W. Bush lo encontró en la figura de un antiguo aliado, Saddam Hussein, que había sido encumbrado a la jefatura del estado en Irak para guerrear contra Irán luego del triunfo de la Revolución Islámica en 1979, privando a la Casa Blanca de uno de sus más valiosos peones regionales. Hussein, como Gadaffi años después, pensó que habiendo prestado sus servicios al imperio tendría las manos libres para actuar a voluntad en su entorno geográfico inmediato. Se equivocó al creer que Washington lo recompensaría tolerando la anexión de Kuwait a Irak, ignorando que tal cosa era inaceptable en función de los proyectos estadounidenses en la región. El castigo fue brutal: la primera Guerra del Golfo (Agosto 1990-Febrero 1991), un bloqueo de más de diez años que aniquiló a más de un millón de personas (la mayoría niños) y un país destrozado. Contando con la complicidad de la dirigencia política y la prensa “libre, objetiva e independiente” dentro y fuera de Estados Unidos la Casa Blanca montó una patraña ridícula e increíble por la cual se acusaba a Hussein de poseer armas de destrucción masiva y de haber forjado una alianza con su archienemigo, Osama bin Laden, para atacar a los Estados Unidos. Ni tenía esas armas, cosa que era archisabida; ni podía aliarse con un fanático sunita como el jefe de Al Qaeda, siendo él un ecléctico en cuestiones religiosas y jefe de un estado laico.
Impertérrito ante estas realidades, en Marzo del 2003 George W. Bush dio inicio a la campaña militar para escarmentar a Hussein: invade el país, destruye sus fabulosos tesoros culturales y lo poco que quedaba en pie luego de años de bloqueo, depone a sus autoridades, monta un simulacro de juicio donde a Hussein lo sentencian a la pena capital y muere en la horca. Pero la ocupación norteamericana, que dura ocho años, no logra estabilizar económica y políticamente al país, acosada por la tenaz resistencia de los patriotas iraquíes. Cuando las tropas de Estados Unidos se retiran se comprueba su humillante derrota: el gobierno queda en manos de los chiítas, aliados del enemigo público número uno de Washington en la región, Irán, e irreconciliablemente enfrentados con la otra principal rama del Islam, los sunitas. A los efectos de disimular el fracaso de la guerra y debilitar a una Bagdad si no enemiga por lo menos inamistosa -y, de paso, controlar el avispero iraquí- la Casa Blanca no tuvo mejor idea que replicar la política seguida en Afganistán en los años ochentas: fomentar el fundamentalismo sunita y atizar la hoguera de los clivajes religiosos y las guerras sectarias dentro del turbulento mundo del Islam. Para ello contó con la activa colaboración de las reaccionarias monarquías del Golfo, y muy especialmente de la troglodita teocracia de Arabia Saudita, enemiga mortal de los chiítas y, por lo tanto, de Irán, Siria y de los gobernantes chiítas de Irak.
Claro está que el objetivo global de la política estadounidense y, por extensión, de sus clientes europeos, no se limita tan sólo a Irak o Siria. Es de más largo aliento pues procura concretar el rediseño del mapa de Medio Oriente mediante la desmembración de los países artificialmente creados por las potencias triunfantes luego de las dos guerras mundiales. La balcanización de la región dejaría un archipiélago de sectas, milicias, tribus y clanes que, por su desunión y rivalidades mutuas no podrían ofrecer resistencia alguna al principal designio de “humanitario” Occidente: apoderarse de las riquezas petroleras de la región. El caso de Libia luego de la destrucción del régimen de Gadaffi lo prueba con elocuencia y anticipó la fragmentación territorial en curso en Siria e Irak, para nombrar los casos más importantes. Ese es el verdadero, casi único, objetivo: desmembrar a los países y quedarse con el petróleo de Medio Oriente. ¿Promoción de la democracia, los derechos humanos, la libertad, la tolerancia? Esos son cuentos de niños, o para consumo de los espíritus neocolonizados y de la prensa títere del imperio para disimular lo inconfesable: el saqueo petrolero.
El resto es historia conocida: reclutados, armados y apoyados diplomática y financieramente por Estados Unidos y sus aliados, a poco andar los fundamentalistas sunitas exaltados como “combatientes por la libertad” y utilizados como fuerzas mercenarias para desestabilizar a Siria hicieron lo que en su tiempo Maquiavelo profetizó que harían todos los mercenarios: independizarse de sus mandantes, como antes lo hicieran Al Qaeda y bin Laden, y dar vida a un proyecto propio: el Estado Islámico. Llevados a Siria para montar desde afuera una infame “guerra civil” urdida desde Washington para producir el anhelado “cambio de régimen” en ese país, los fanáticos terminaron ocupando parte del territorio sirio, se apropiaron de un sector de Irak, pusieron en funcionamiento los campos petroleros de esa zona y en connivencia con las multinacionales del sector y los bancos occidentales se dedican a vender el petróleo robado a precio vil y convertirse en la guerrilla más adinerada del planeta, con ingresos estimados de 2.000 millones de dólares anuales para financiar sus crímenes en cualquier país del mundo. Para dar muestras de su fervor religioso las milicias jihadistas degüellan, decapitan y asesinan infieles a diestra y siniestra, no importa si musulmanes de otra secta, cristianos, judíos o agnósticos, árabes o no, todo en abierta profanación de los valores del Islam. Al haber avivado las llamas del sectarismo religioso era cuestión de tiempo que la violencia desatada por esa estúpida y criminal política de Occidente tocara las puertas de Europa o Estados Unidos. Ahora fue en París, pero ya antes Madrid y Londres habían cosechado de manos de los ardientes islamistas lo que sus propios gobernantes habían sembrado inescrupulosamente.
De lo anterior se desprende con claridad cuál es la génesis oculta de la tragedia del Charlie Hebdo. Quienes fogonearon el radicalismo sectario mal podrían ahora sorprenderse y mucho menos proclamar su falta de responsabilidad por lo ocurrido, como si el asesinato de los periodistas parisinos no tuviera relación alguna con sus políticas. Sus pupilos de antaño responden con las armas y los argumentos que les fueron inescrupulosamente cedidos desde los años de Reagan hasta hoy. Más tarde, los horrores perpetrados durante la ocupación norteamericana en Irak los endurecieron e inflamaron su celo religioso. Otro tanto ocurrió con las diversas formas de “terrorismo de estado” que las democracias capitalistas practicaron, o condonaron, en el mundo árabe: las torturas, vejaciones y humillaciones cometidas en Abu Ghraib, Guantánamo y las cárceles secretas de la CIA; las matanzas consumadas en Libia y en Egipto; el indiscriminado asesinato que a diario cometen los drones estadounidenses en Pakistán y Afganistán, en donde sólo dos de cada cien víctimas alcanzadas por sus misiles son terroristas; el “ejemplarizador” linchamiento de Gadaffi (cuya noticia provocó la repugnante carcajada de Hillary Clinton); el interminable genocidio al que son periódicamente sometidos los palestinos por Israel, con la anuencia y la protección de Estados Unidos y los gobiernos europeos, crímenes, todos estos, de lesa humanidad que sin embargo no conmueven la supuesta conciencia democrática y humanista de Occidente. Repetimos: nada, absolutamente nada, justifica el crimen cometido contra el semanario parisino. Pero como recomendaba Spinoza hay que comprender las causas que hicieron que los jihadistas decidieran pagarle a Occidente con su misma sangrienta moneda. Nos provoca náuseas tener que narrar tanta inmoralidad e hipocresía de parte de los portavoces de gobiernos supuestamente democráticos que no son otra cosa que sórdidas plutocracias. Hubo quienes, en Estados Unidos y Europa, condenaron lo ocurrido con los colegas de Charlie Hebdo por ser, además, un atentado a la libertad de expresión. Efectivamente, una masacre como esa lo es, y en grado sumo. Pero carecen de autoridad moral quienes condenan lo ocurrido en París y nada dicen acerca de la absoluta falta de libertad de expresión en Arabia Saudita, en donde la prensa, la radio, la televisión, la Internet y cualquier medio de comunicación está sometido a una durísima censura. Hipocresía descarada también de quienes ahora se rasgan las vestiduras pero no hicieron absolutamente nada para detener el genocidio perpetrado por Israel hace pocos meses en Gaza. Claro, Israel es uno de los nuestros dirán entre sí y, además, dos mil palestinos, varios centenares de ellos niños, no valen lo mismo que la vida de doce franceses. La cara oculta de la hipocresía es el más desenfrenado racismo.
REBELION

Je ne suis pas Charlie (Yo no soy Charlie)

 |por José Antonio Gutiérrez D., 7-1-2015|

Parto aclarando antes que nada, que considero una atrocidad el ataque a las oficinas de la revista satírica Charlie Hebdo en París y que no creo que, en ninguna circunstancia, sea justificable convertir a un periodista, por dudosa que sea su calidad profesional, en un objetivo militar. Lo mismo es válido en Francia, como lo es en Colombia o en Palestina. Tampoco me identifico con ningún fundamentalismo, ni cristiano, ni judío, ni musulmán ni tampoco con el bobo-secularismo afrancesado, que erige a la sagrada “République” en una diosa. Hago estas aclaraciones necesarias pues, por más que insistan los gurús de la alta política que en Europa vivimos en una “democracia ejemplar” con “grandes libertades”, sabemos que el Gran Hermano nos vigila y que cualquier discurso que se salga del libreto es castigado duramente. Pero no creo que censurar el ataque en contra de Charlie Hebdo sea sinónimo de celebrar una revista que es, fundamentalmente, un monumento a la intolerancia, al racismo y a la arrogancia colonial.

Miles de personas, comprensiblemente afectadas por este atentado, han circulado mensajes en francés diciendo “Je suis Charlie” (Yo soy Charlie), como si este mensaje fuera el último grito en la defensa de la libertad. Pues bien, yo no soy Charlie. No me identifico con la representación degradante y “caricaturesca” que hace del mundo islámico, en plena época de la llamada “Guerra contra el Terrorismo”, con toda la carga racista y colonialista que esto conlleva. No puedo ver con buena cara esa constante agresión simbólica que tiene como contrapartida una agresión física y real, mediante los bombardeos y ocupaciones militares a países pertenecientes a este horizonte cultural. Tampoco puedo ver con buenos ojos estas caricaturas y sus textos ofensivos, cuando los árabes son uno de los sectores más marginados, empobrecidos y explotados de la sociedad francesa, que han recibido históricamente un trato brutal: no se me olvida que en el metro de París, a comienzos de los ‘60, la policía masacró a palos a 200 argelinos por demandar el fin de la ocupación francesa de su país, que ya había dejado un saldo estimado de un millón de “incivilizados” árabes muertos. No se trata de inocentes caricaturas hechas por libre pensadores, sino que se trata de mensajes, producidos desde los medios de comunicación de masas (si, aunque pose de alternativo Charlie Hebdo pertenece a los medios de masas), cargados de estereotipos y odios, que refuerzan un discurso que entiende a los árabes como bárbaros a los cuales hay que contener, desarraigar, controlar, reprimir, oprimir y exterminar. Mensajes cuyo propósito implícito es justificar las invasiones a países del Oriente Medio así como las múltiples intervenciones y bombardeos que desde Occidente se orquestan en la defensa del nuevo reparto imperial. El actor español Willy Toledo decía, en una declaración polémica -por apenas evidenciar lo obvio-, que “Occidente mata todos los días. Sin ruido”. Y eso es lo que Charlie y su humor negro ocultan bajo la forma de la sátira.

No me olvido de la carátula del N°1099 de Charlie Hebdo, en la cual se trivializaba la masacre de más de mil egipcios por una brutal dictadura militar, que tiene el beneplácito de Francia y de EEUU, mediante una portada que dice algo así como “Matanza en Egipto. El Corán es una mierda: no detiene las balas”. La caricatura era la de un hombre musulmán acribillado, mientras trataba de protegerse con el Corán. Habrá a quien le parezca esto gracioso. También, en su época, colonos ingleses en Tierra del Fuego creían que era gracioso posar en fotografías junto a los indígenas que habian "cazado", con amplias sonrisas, carabina en mano, y con el pie encima del cadáver sanguinolento aún caliente. En vez de graciosa, esa caricatura me parece violenta y colonial, un abuso de la tan ficticia como manoseada libertad de prensa occidental. ¿Qué ocurriría si yo hiciera ahora una revista cuya portada tuviera el siguiente lema: “Matanza en París. Charlie Hebdo es una mierda: no detiene las balas” e hiciera una caricatura del fallecido Jean Cabut acribillado con una copia de la revista en sus manos? Claro que sería un escándalo: la vida de un francés es sagrada. La de un egipcio (o la de un palestino, iraquí, sirio, etc.) es material “humorístico”. Por eso no soy Charlie, pues para mí la vida de cada uno de esos egipcios acribillados es tan sagrada como la de cualquiera de esos caricaturistas hoy asesinados.

Ya sabemos que viene de aquí para allá: habrá discursos de defender la libertad de prensa por parte de los mismos países que en 1999 dieron la bendición al bombardeo de la OTAN, en Belgrado, de la estación de TV pública serbia por llamarla “el ministerio de mentiras”; que callaron cuando Israel bombardeó en Beirut la estación de TV Al-Manar en el 2006; que callan los asesinatos de periodistas críticos colombianos y palestinos. Luego de la hermosa retórica pro-libertad, vendrá la acción liberticida: más macartismo dizque “anti-terrorismo”, más intervenciones coloniales, más restricciones a esas “garantías democráticas” en vías de extinción, y por supuesto, más racismo. Europa se consume en una espiral de odio xenófobo, de islamofobia, de anti-semitismo (los palestinos son semitas, de hecho) y este ambiente se hace cada vez más irrespirable. Los musulmanes ya son los judíos en la Europa del siglo XXI, y los partidos neo-nazis se están haciendo nuevamente respetables 80 años después gracias a este repugnante sentimiento. Por todo esto, pese a la repulsión que me causan los ataques de París, Je ne suis pas Charlie.

Otra visión del atentado en Charlie Hebdo


David Bollero
Ayer se cometió un terrible atentado en el medio satírico Charlie Hebdo. Un ataque que no tiene ninguna justificación, como sucede con absolutamente todos los actos violentos de esta naturaleza. No tardaron en aparecer las primeras muestras de solidaridad con el semanario francés, tanto off-line como on-line, multiplicándose las viñetas satirizando al profeta Mahoma, dibujando tinteros sangrantes, congregando a multitudes en las calles… y, sobre todo, clamando en defensa de la libertad de expresión.
Sin embargo, pienso que cometeríamos un tremendo error si nuestra reflexión se quedara ahí. Creo que caeríamos en un terrible reduccionismo, en una simplificación tan simplona que roza la necedad. Para ilustrar esta argumentación me ayudaré de un ejemplo:
Imaginen un colegio en el que los profesores abusan de su autoridad. Unos profesores que castigan sin motivo a los alumnos, que los llevan a cuartos oscuros y los someten a terribles torturas que, a posteriori, no tienen ningún pudor en describir pormenorizadamente. Imaginen que los padres no hacen absolutamente nada por remediar la dramática situación por la que atraviesan sus hijos; es más, algunos incluso colaboran, llevando ellos mismos a sus hijos al cuarto oscuro. Un buen día, los profesores publican un fanzine en el que ridiculizan y humillan a los niños y, entonces, uno de ellos ataca violentamente a los profesores. Pocos serían los que dirían que los niños no han respetado la libertad de expresión; más bien, los pensamientos irían a que aquella burla era la gota que había colmado el vaso.
Salvando mucho las distancias, eso es lo que sucedió ayer. Quienes han comparado los asesinatos de ayer con los atentados del 11-S de 2001 sinceramente creo que lo hacen malintencionadamente. Primo Levi decía que nunca es posible ponerse realmente en el lugar del otro, pero es que hay algunos que ni siquiera lo intentan. Antes de malinterpretar mi argumento y tacharme de estúpido, hagan el ejercicio de ponerse en el lugar de un islamista:
Para empezar, un islamista no nace, se hace y no es por ciencia infusa, sino por fuentes externas. ¿Qué factores influyen para que un musulmán se torne en islamista? Bueno, sería hipócrita no admitir que la política exterior de Estados Unidos es determinante. Desde Washington y con la complicidad europea se han inventado guerras preventivas dejando a Irak en peor situación que antes del conflicto; se han cometido violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos; se han realizado torturas, se han documentado y se ha tenido la desfachatez de no juzgar a sus autores; se han cometido miles de asesinatos con drones infringiendo el Derecho Internacional… ¿Cómo cree que puede vivir esto un musulmán? ¿De veras creen que en las condiciones de vida en que desarrollan su día a día muchos de ellos no son carne de cañón para caer en el integrismo islámico? ¿No es EEUU y la propia Europa la que contribuyen a alimentar este integrismo?
Willie_Toledo

Sigan con el ejercicio de ponerse en el lugar del otro. Piense en el fervor para unos, fanatismo para otros, con que se vive la religión. En esta coyuntura, cuando el islamista se siente humillando, impotente por el azote ilegal e impune de Occidente, van y se burlan de algo tan sagrado para ellos como es su profeta Mahoma. A más de un católico no le costará entender este fervor, sobre todo a los que llevaron a juicio a Javier Krahe por el vídeo de cómo cocinar un Cristo. Incluso a nuestro rey Felipe VI tampoco le costará entender lo que escuece la sátira, pues él mismo consiguió secuestrar una edición de El Jueves cuando era príncipe y, posteriormente, su padre ejercició las presiones necesarias para que en su abdicación la propia dirección del semanario se autocensurara.
Entre llevar a juicio o secuestrar una publicación y cometer un atentado hay un abismo, me dirán. Y estoy de acuerdo, pero es que no olviden que en ningún momento estoy justificando el atentado de ayer. Me parece que es una atrocidad, una salvajada injustificable. Lo que argumento aquí es que me da pena que cuando Obama publicó el ‘manual del buen torturador de la CIA’ no hubiera manifestaciones tan masivas en las calles como ayer, por ejemplo. Lo que lamento es que ayer mismo Willie Toledo fuera objeto de amenazas e insultos por venir a decir lo mismo que digo yo aquí, dándose incluso la paradoja de que quienes defendían la libertad de expresión de Charlie Hebdo no respetaban la de Willie, llegando a desearle una bala en su cabeza.
Bala_Cabeza

El atentando de ayer no es sólo una cuestión de libertad de expresión, esa que ahora defiende el retrógrado ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, olvidando premeditadamente que con su Ley Mordaza nos retrotrae a los años del Franquismo. El atentado de ayer tiene más que ver con la gota que colma el vaso y deberíamos ver más allá del Kalashnikov. Si no lo hacemos, seguiremos siendo cómplices de las atrocidades de EEUU que siembra más odio y destrucción que libertades y democracia.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Balance 2014


Libardo Sánchez Gómez

Colombia, como  neocolonia del capital transnacional encabezado por EEUU, produce pocas noticias de relevancia mundial, destacándose  solamente la misma crisis civilizatoria, financiera y económica que padece el imperialismo mundial.

Para entender los sucesos que, de una u otra manera, han incidido en el diario vivir de la sociedad colombiana  durante el 2014   es preciso pensar el “quien soy”, qué quiero y el cómo, colectivo.   Para iniciar digamos que la sociedad colombiana  es una colectividad fracturada en múltiples fragmentos   antagónicos,  la mayoría de los sectores populares se han sometido mansamente a las clases poderosas;  y   poco se sabe del puerto al que se navega.    El  poder lo viene ejerciendo  una clase al interior groseramente dominante y externamente incomprensiblemente sometida e, incluso, mendicante respecto del capital transnacional, y que ha convertido a Colombia en una neocolonia del imperio USA.  Es el imperio quien toma las decisiones de grueso calibre tanto  en materia política como económica.  Por otro lado difícilmente se mantiene  a flote una izquierda light  perfectamente adiestrada por la burguesía y los políticos electoreros; pero, afortunadamente,  existe un segmento que viene haciendo resistencia, incluso,  armada,  nutrido por amplios sectores urbanos y rurales, opuestos al sometimiento y entrega de los recursos naturales al capital transnacional. 


Un   hecho que merece ser destacado  durante el 2014, y que ha terminado polarizando la sociedad  colombiana, está representado por las conversaciones que mantienen la guerrilla de las FARC_EP y el Gobierno, con miras a ponerle fin al conflicto armado de más de medio siglo.  Dichas conversaciones nacieron dentro de los proyectos estratégicos de la clase dominante transnacional para seguir siendo clase dominante, de la  necesidad de poder  realizar sus actividades sin la zozobra a la que le somete diariamente los insurgentes armados y, al interior, fue ideada por el presidente Juan Manuel Santos para  apuntalar su reelección.   Las  partes pactaron    no  tocar  temas como la salud, la educación, la propiedad sobre latifundios, la estructura militar; en fin, las superestructuras aparejadas al modelo de producción capitalista dependiente, como la normatividad jurídica y política; nada que pueda afectar los privilegios de la clase dominante.  A   los insurgentes se les ofrece algunas  curules en el parlamento, no cárcel   y algo de dinero para mantener por cierto tiempo a los excombatientes. No obstante, lo insubstancial del ofrecimiento a la guerrilla un amplio sector  de la población, de corte mafioso, encabezado por el hoy senador y expresidente Álvaro Uribe Vélez, otrora signado como el extraditable No. 82 de la DEA, mantiene el discurso de la guerra, oponiéndose a cualquier acuerdo. Desde luego, si la guerrilla acepta las condiciones en que aceptó negociar, las que quiere e impone el imperio, así se oponga Uribe y sus huestes militaristas se firmará la mal llamada “paz”.

Algo que puede dar al traste con las pretensiones de sometimiento de las guerrillas a cambio de nada, es que Imperio  y gobierno iniciaron conversaciones, partiendo de un diagnóstico equivocado sobre la capacidad militar y política de Las FARC-EP, basados en ilusorios informes de inteligencia militar, la cual precisamente  ha demostrado ser poco inteligente, que sostienen que las FARC-EP están anémicas militar, financiera y políticamente.  Que sus partes de guerra no son más que “los últimos coletazos del monstruo” de que tanto habla el presidente.   Pero la guerrilla con el transcurrir del tiempo ha demostrado una fortaleza inusual. El mejor indicador   de la buena salud de la FARC-EP es la retención del “tintan” general Alzate, mostrando capacidad para retenerlo, así se hubiese  metido solo en la madriguera, y para mantenerlo a salvo.  El general salió  del cautiverio en la jungla chocoana en medio de una poderosa escolta guerrillera, demostrando su agradecimiento por haberlo protegido de las bombas de sus propias fuerzas con    un caluroso abrazo al  comandante Alape.

Mientras  en La Habana se busca hacer “la paz” en Colombia el régimen continúa haciendo pilatunas, que van en contravía de lo que se pretende. Como el vasallo más obediente del imperio firmó un acuerdo de cooperación con la OTAN, con ello los gringos quieren poner   su bota en el cuello de los gobiernos díscolos de América, comenzando por Venezuela.  Dentro del país se sigue fortaleciendo el paramilitarismo, asesinando líderes opositores. Y no para de  firmar asimétricos TLCs  a diestra y siniestra con los cuales sigue destruyendo importantes sectores productivos.

El pueblo, en general, no cree que de La Habana salga un   acuerdo que, mínimamente, cambie la situación de dominación, terrorismo de estado, desplazamiento campesino y robo de tierras, discriminación y pobreza ancestrales. Ante la reciente creación del Frente Amplio por la Paz, en apoyo a las conversaciones de La Habana, se anunció por parte del neoparamilitarismo (creación del propio Estado) que no se permitirá su presencia en departamentos como Cundinamarca.    Se supone que las reformas sociales y políticas,  que beneficie  las amplias mayorías, se llevarán a cabo después que se firme “la Paz”; es claro que si con la presión de las armas no se ha logrado mucho qué será sin ellas.    La misma insurgencia por todos los medios vienen diciendo que no se dejará meter los dedos a la boca y que no habrá firma de acuerdos definitivos hasta tanto no se produzcan cambios estructurales.  Todo indica que la paz con justicia social, reclamada por los sectores populares y la propia insurgencia, serán en adelante un nudo gordiano imposible de desatar en las conversaciones en La Habana. 


Lo cierto es que el pueblo debe seguir    movilizándose en carreteras y plazas para que, incluso,  en La Habana se logren  verdaderos acuerdos de paz, que impliquen   cambios sustanciales al modelo  de producción. Y si de La Habana no sale nada, lo más probable así haya desmovilización y dejación de armas por parte de la guerrilla, la resistencia debe intensificarse.  Habrá  que tener siempre en mente lo expresado por  Dick Emanuelsson,  ANNCOL. 2014,    “Las luchas por la tierra y por una reforma agraria han sido largas y sangrientas. El año pasado, cuando el pueblo se levantó en los paros agrarios de arroz, café y una múltiple variedad de huelgas y paros en diferentes gremios que reclamaron sus derechos, la respuesta del gobierno y de los grupos paramilitares, fue sangrienta”. 

martes, 23 de diciembre de 2014

EPE ESCOBAR / Integración eurasiática contra el Imperio del Caos


jjjytyuiopo
PEPE ESCOBAR / TOM DISPATCH – 18 de noviembre de 2014: es un día que debiera vivir para siempre en la historia. Ese día, en la ciudad de Yiwú en la provincia Zhejiang de China, a 300 km al sur de Shanghái, el primer tren transportando 82 contenedores con más de 1.000 toneladas de mercaderías de exportación abandonó un inmenso complejo de almacenamiento en dirección a Madrid. Llegó el 9 de diciembre.
Bienvenido al nuevo tren trans-Eurasia. Con más de 13.000 kilómetros, atravesará regularmente la ruta de carga ferroviaria más larga del mundo, 40% más lejos que el legendario Transiberiano. Su carga atravesará China de este a oeste, luego Kazajistán, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Alemania, Francia, y finalmente España.
Es posible que no tengáis la menor idea de dónde se encuentra Yiwú, pero los hombres de negocios que trabajan por toda Eurasia, especialmente del mundo árabe, ya están relacionados con la ciudad “¡donde sucede lo inaudito!” Hablamos del mayor centro de venta al por mayor para pequeños bienes de consumo –desde vestimenta a juguetes– posiblemente en todo el mundo.
La ruta Yiwú-Madrid a través de Eurasia representa el comienzo de un conjunto de eventos que cambian el panorama. Será un eficiente canal logístico de increíble longitud. Representará una geopolítica con un toque humano, que junta a pequeños comerciantes e inmensos mercados a través de una vasta masa continental. Ya es un ejemplo gráfico de integración eurasiática en camino. Y sobre todo, es la primera piedra de base en la “Nueva Ruta de la Seda” de China, concebiblemente el proyecto del nuevo siglo e indudablemente la más importante historia comercial en el mundo para la próxima década.
Viaja a Occidente, joven chino. Un día, si todo sucede según el plan (y según los sueños de los dirigentes de China), todo esto será para los jóvenes chinos – vía tren de alta velocidad, nada menos. El viaje de China a Europa durará dos días, no los 21 días de la actualidad. De hecho, mientras ese tren de carga partía de Yiwú, el tren bala D8602 salía de Urumqi en la provincia Sinkiang, en camino a Hami en el lejano oeste de China. Es el primer tren de alta velocidad construido en Sinkiang, y pronto otros semejantes recorrerán China a lo que probablemente será una velocidad vertiginosa.
En la actualidad, un 90% del comercio global en contenedores sigue viajando por mar, y es lo que Pekín quiere cambiar. Su embrionaria Nueva Ruta de la Seda, representa su primera innovación en lo que podrá ser una revolución en el comercio de contenedores transcontinental por tierra.
Y será acompañada por un conjunto de futuros acuerdos “win-win”, incluyendo menores costes de transporte, la aún mayor expansión hacia “estanes” centroasiáticos, así como hacia Europa, de compañías chinas de construcción, una manera más fácil y más rápida de transportar uranio y metales raros de Asia Central hacia otros sitios, y la apertura de una miríada de nuevos mercados, incluyendo a cientos de millones de personas.
Por lo tanto si Washington se propone “un giro hacia Asia”, China tiene su propio plan. Consideradlo una cabriola hacia Europa a través de Eurasia.
¿Flujo hacia el este?
La velocidad a la que todo esto sucede es asombrosa. El Presidente chino Xi Jinping lanzó el Nuevo Cinturón Económico de la Ruta de la Seda en Astana, Kazajistán, en septiembre de 2013. Un mes después, mientras estaba en la capital de Indonesia, Yakarta, anunció una Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI. Pekín define el concepto general tras sus planes como “una ruta y un cinturón”, en realidad piensa en una alucinante maraña de futuras carreteras, líneas de ferrocarril, rutas marítimas y cinturones.
Estamos hablando de una estrategia nacional que apunta a basarse en el aura histórica de la antigua Ruta de la Seda, que cruzaba y conectaba civilizaciones, este y oeste, mientras creaba la base para un vasto conjunto de zonas pan-eurasiáticas de cooperación económica entrelazadas. La dirigencia china ya ha dado luz verde a un fondo de 40.000 millones de dólares, supervisado por el Banco Chino de Desarrollo, para construir carreteras, líneas de trenes de alta velocidad, y conductos de energía en diversas provincias chinas. El fondo se expandirá más temprano que tarde para cubrir proyectos en el Sur de Asia, el Sudeste Asiático, Medio Oriente, y partes de Europa. Pero Asia Central es el objetivo crucial inmediato.
Compañías chinas invertirán en, y participarán en licitaciones para contratos en, docenas de países a lo largo de esas rutas de la seda planificadas. Después de tres décadas de desarrollo mientras absorbía inversiones extranjeras a una velocidad vertiginosa, la estrategia actual de China es hacer que su propio capital fluya hacia sus vecinos. Ya cerró contratos por 30.000 millones de dólares con Kazajistán y 15.000 millones de dólares con Uzbekistán. Ha suministrado a Turkmenistán 8.000 millones de dólares en préstamos y 1.000 millones más han ido a Tayikistán. En 2013, las relaciones con Kirguistán fueron actualizadas a lo que los chinos llaman “nivel estratégico”. China ya es el mayor socio comercial de todos ellos excepto Uzbekistán y aunque las antiguas repúblicas socialistas centroasiáticas de la Unión Soviéticas siguen vinculadas a la red de conductos energéticos de Rusia, China también trabaja en ese caso, creando su propia versión de Ductistán, incluyendo un nuevo gasoducto a Turkmenistán, al que seguirán más.
La competencia entre provincias chinas por gran parte de este negocio y la infraestructura que lo acompaña será feroz. Sinkiang ya está siendo reconfigurada por Pekín como un centro clave en su nueva red eurasiática. A principios de 2014, Guangdon –“la fábrica del mundo”– recibió la primera exposición internacional en la Ruta Marítima de la Seda y representantes de no menos de 42 países asistieron a la fiesta.
El propio presidente Xi promociona ahora entusiásticamente su provincia natal, Shaanxi, que otrora albergó el comienzo de la histórica Ruta de la Seda en Xian, como un centro de transporte del Siglo XXI. Hizo su presentación de la Nueva Ruta de la Seda a su favor a, entre otros, Tayikistán, las Maldivas, Sri Lanka, India, y Afganistán.
Exactamente como la Ruta de la Seda histórica, hay que ver la nueva en sentido plural. Imaginadla como un laberinto ramificador de carreteras, líneas ferroviarias, y conductos. Un trecho clave va a pasar por Asia Central, Irán, y Turquía, con Estambul como encrucijada. Irán y Asia Central ya están promoviendo activamente sus propias conexiones con ella.
Otro trecho clave seguirá el Transiberiano con Moscú como nodo crucial. Una vez que sea completado ese remix transiberiano de alta velocidad, el tiempo de viaje entre Pekín y Moscú descenderá de los actuales seis días y medio a solo 33 horas. Al final, Rotterdam, Duisburg, y Berlín podrían todas ser nodos en esta futura “autopista” y los ejecutivos de negocios alemanes se muestran entusiasmados por la perspectiva.
La Ruta Marítima de la Seda comenzará en la provincia Guangdong en ruta al Estrecho de Malaca, el Océano Índico, el Cuerno de África, el Mar Rojo y el Mediterráneo, terminando esencialmente en Venecia, lo que ciertamente sería una justicia poética. Pensad en ella como Marco Polo a la inversa.
La terminación de todo esto está prevista para 2025, suministrando a China el tipo de futuro “poder suave” que ahora carece gravemente. Cuando el presidente Xi saluda la iniciativa de “romper el cuello de botella de la conectividad” a través de Asia, también promete créditos chinos a una amplia gama de países.
Ahora bien, mezclad la estrategia de la Ruta de la Seda con el aumento de la cooperación entre los países de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), con una cooperación acelerada entre los miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO), con un papel chino más influyente en el Movimiento de No-Alineados (NAM) de 120 miembros – no es sorprendente que exista la percepción en el Sur Global de que, mientras EE.UU. sigue embrollado en sus interminables guerras, el mundo está fluyendo hacia el este.
Nuevos bancos y nuevos sueños
La reciente cumbre de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Pekín fue ciertamente una historia de éxito chino, pero la mayor noticia de la APEC pasó virtualmente inadvertida en EE.UU. Veintidós países asiáticos aprobaron la creación de un Banco Asiático de Inversión en la Infraestructura (AIIB) sólo un año después de la propuesta inicial de Xi. Esto será otro banco, como el Banco de Desarrollo BRICS, que ayudará a financiar proyectos en energía, telecomunicaciones, y transporte. Su capital inicial será de 50.000 millones de dólares y China e India serán sus principales accionistas.
Hay que considerar su establecimiento como una respuesta sino-india al Banco Asiático de Desarrollo (ADB), fundado en 1966 bajo el patrocinio del Banco Mundial y considerado por la mayor parte del mundo como un artilugio para el consenso de Washington. Cuando China e India insisten en que los préstamos del nuevo banco serán hechos sobre la base de “justicia, equidad, y transparencia”, quieren decir que estará en fuerte contraste con el ADB (que sigue siendo un asunto estadounidense-japonés en el cual esos dos países contribuyen un 31% del capital y poseen un 25% de su derecho de votación) – y una señal de la llegada de un nuevo orden en Asia. Además, a un nivel puramente práctico, el ADB no financiará las verdaderas necesidades del impulso de infraestructura asiática con el que sueña la dirigencia china, motivo por el cual el AIIB será tan útil.
Hay que recordar que China ya es el principal socio comercial de India, Pakistán, y Bangladesh. Está en segundo lugar cuando se trata de Sri Lanka y Nepal. Vuelve a ser número uno cuando se trata de virtualmente de todos los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), a pesar de recientes conflictos bien publicitados de China sobre quién controla aguas ricas en depósitos de energía en la región. Hablamos en este cao del apremiante sueño de una convergencia de 600 millones de personas en el Sudeste Asiático, 1.300 millones en China, y 1.500 millones en el subcontinente indio.
Solo tres miembros de APEC –fuera de EE.UU.– no votaron por aprobar el nuevo banco: Japón, Corea del Sur, y Australia, todos bajo intensa presión del gobierno de Obama. (Indonesia firmó unos pocos días después.) Y a Australia le es cada vez más difícil resistir el atractivo de lo que, en la actualidad, está siendo llamado “diplomacia del yuan”.
De hecho, cualquier cosa que la abrumadora mayoría de las naciones asiáticas sobre el “ascenso pacífico” descrito por la propia China, la mayoría ya está dando la espalda a un mundo comercial dominado por Washington y la OTAN y el conjunto de pactos –de la Asociación Transatlántica para el Comercio e Inversión (TTIP) para Europa y del Acuerdo de Cooperación Trans-Pacífico (TPP)– que lo acompaña.
Cuando el dragón abraza al oso
El Presidente ruso Vladimir Putin tuvo un fabuloso APEC. Después que su país y China llegaron a un masivo acuerdo sobre gas natural por 400.000 millones de dólares en mayo –en relación con el gasoducto Poder de Siberia, cuya construcción comenzó este año– agregaron un segundo acuerdo por 325.000 millones en relación con el gasoducto Altai que sale de Siberia occidental.
Esos dos acuerdos mega-energéticos no significan que Pakín va a depender de Moscú en lo que se refiere a energía, aunque se calcula que en 2020 suministrará un 17% de las necesidades de gas natural de China. (El gas, sin embargo, representa actualmente solo un 10% de la mezcla energética de China.) Pero esos acuerdos muestran hacia dónde sopla el viento en el corazón de Eurasia. Aunque los bancos chinos no pueden reemplazar los afectados por las sanciones por las sanciones de Washington y la UE contra Rusia, están ofreciendo a Moscú golpeado por la reciente caída de los precios del petróleo un cierto alivio en la forma de acceso a créditos chinos.
En el frente militar, Rusia y China están ahora comprometidos a ejercicios militares conjuntos en gran escala, mientras el avanzado sistema de defensa aérea contra misiles S-400 será pronto enviado a Pekín. Además, por primera vez en la era posterior a la Guerra Fría, Putin mencionó recientemente la antigua doctrina de la era soviética de la “seguridad colectiva” en Asia como un posible pilar para una nueva cooperación estratégica sino-rusa.
El Presidente chino, Xi tiende a llamar todo esto “el árbol perenne de la amistad sino-rusa – o se podría verlo como un “giro” estratégico de Putin hacia China. En ambos casos, Washington no está exactamente feliz al ver que Rusia y China comienzan a entrelazar sus fuerzas: La excelencia aeroespacial rusa, su tecnología en la defensa, en la fabricación de equipamiento de producción coincidente con la excelencia china en la agricultura, la industria ligera, y la tecnología informática.
También es un hecho evidente que, en toda Eurasia, prevalecerán los conductos rusos, no occidentales. La última espectacular ópera de Ductistán –la cancelación por Gazprom del eventual gasoducto South Stream que debía transportar aún más gas natural ruso a Europa– solo garantizará, finalmente, una aún mayor integración energética de Turquía y Rusia en la nueva Eurasia.
Despido de la era unipolar
Todos estos eventos interconectados sugieren un desplazamiento tectónico geopolítico en Eurasia que los medios de comunicación estadounidenses no han comenzado a comprender. Lo que no significa que nadie se dé cuenta de nada. Se puede oler el pánico incipiente en el establishment en Washington. El Consejo de Relaciones Exteriores ya ha comenzado a publicar lamentos sobre la posibilidad de que el momento Excepcionalista de la antigua única superpotencia se está “deshaciendo”. La Comisión de Estudio de Economía y Seguridad EE.UU.-China solo puede culpar a la dirigencia china por ser “desleal”, adversa a la “reforma”, y enemiga de la “liberalización” de su propia economía.
Los sospechosos habituales critican que la advenediza China está perturbando el “orden internacional”, condenará la “paz y prosperidad” en Asia para toda la eternidad, y podría estar creando una “nueva especie de Guerra Fría” en la región. Desde la perspectiva de Washington, una China en ascenso, por supuesto, sigue siendo la mayor “amenaza” en Asia, si no en el mundo, incluso mientras el Pentágono gasta gigantescas sumas para mantener intacto su esparcido imperio global de bases. Esas historias basadas en Washington sobre la nueva amenaza china en el Pacífico y el Sudeste Asiático, sin embargo, nunca mencionan que China sigue estando cercada por bases de EE.UU., mientras no tiene una sola base propia fuera de su territorio.
Por cierto, China enfrenta problemas titánicos, incluyendo las presiones aplicadas por la “única superpotencia” del globo. Entre otras cosas, Pekín teme amenazas a la seguridad de su suministro marítimo de energía dese el extranjero, lo que ayuda a explicar su masiva inversión en la ayuda a crear un Ductistán Eurasiático de Asia Central a Siberia. Temores por su futuro energético también explican su deseo ardiente de “escapar de Malaca” consiguiendo suministros de energía de África y Sudamérica, y su muy discutida ofensiva por conseguir áreas ricas en energía en los mares del Este y del Sur de China, que Pekín apuesta a que podría convertirse en un “segundo Golfo Pérsico”, que produzca finalmente 130.000 millones de barriles de petróleo.
En el frente interno, el presidente Xi ha descrito en detalle su visión de un camino “orientado hacia la obtención de resultados” durante la próxima década. Hablando de mapas de ruta la lista “por hacer” de reformas de China es realmente impresionante. Y preocupado por mantener la economía de China, que ya es la número uno del mundo por su tamaño, desarrollándose a un ritmo febril, Xi también acelera la lucha contra la corrupción, los sobornos, y el desperdicio, especialmente dentro del propio Partido Comunista.
La eficiencia económica es otro problema crucial. Las empresas chinas de propiedad estatal están invirtiendo asombrosos 2,3 billones [millones de millones] de dólares al año –43% de la inversión total del país– en infraestructura. Sin embargo, estudios en la Escuela de Administración de la Universidad Tsinghua han mostrado que una variedad de inversiones en instalaciones que van de acerías a fábricas de cemento solo han contribuido a la sobrecapacidad y por lo tanto reducen actualmente la productividad de China.
Xiaolu Wang y Yixiao Zhou, autores del trabajo académico “Profundizando la reforma para el crecimiento y desarrollo de China a largo plazo”, afirman que a China le será difícil dar el salto del estatus de ingresos medianos a altos – un requerimiento clave para una verdadera potencia global. Para esto, una avalancha de fondos gubernamentales adicionales tendría que ser destinada a áreas como la seguridad social/prestaciones de cesantía y de atención sanitaria, que actualmente ocupan 9,8% y 15,1% del presupuesto 2014 – alto para algunos países occidentales pero no suficientemente elevado para las necesidades de China.
A pesar de todo, cualquiera que haya seguido de cerca lo que China ha logrado durante los últimos tres decenios, sabe que no colapsará, sean cuales sean sus problemas, sean cuales sean las amenazas. Como medida de las ambiciones del país para una reconfiguración económica de los mapas comerciales y del poder del mundo, los dirigentes de China también piensan sobre cómo, en el futuro cercano, también las relaciones con Europa, podrían ser rediseñadas de maneras que serían históricas.
¿Qué pasa con esa “comunidad armoniosa”?
En el mismo momento en que China propone una nueva integración eurasiática, Washington ha optado por un “imperio del caos”, un sistema global disfuncional, que ahora alimenta el caos y el retroceso en todo el Gran Medio Oriente hacia África e incluso a las periferias de Europa.
En este contexto, una “nueva” paranoia de la “Guerra Fría” aumenta en EE.UU., Europa, y Rusia. El ex líder soviético Mikhail Gorbachov, que tiene una cierta experiencia con las Guerras Frías (habiendo terminado una), está extremadamente alarmado. Los planes de Washington de “aislar” y posiblemente inhabilitar a Rusia son peligrosos en última instancia, incluso si a largo plazo también podrían estar condenados al fracaso.
Por el momento, sean cuales sean sus debilidades, Moscú sigue siendo la única potencia capaz de negociar un equilibrio estratégico global con Washington y de poner algunos límites a su imperio del caos. Las naciones de la OTAN todavía siguen dócilmente la oleada de Washington y a China todavía le falta la autoridad estratégica.
Rusia, como China, apuesta a la integración eurasiática. Nadie, por supuesto, sabe cómo terminará todo esto. Hace solo cuatro años, Vladimir Putin propuso “una armoniosa comunidad económica que se extienda de Lisboa a Vladivostok”, involucrando un acuerdo de libre comercio transeurasiático. Sin embargo actualmente, con EE.UU., la OTAN y Rusia bloqueados en una batalla parecida a una Guerra Fría en la sombra por Ucrania, y con la Unión Europea incapaz de librarse de la OTAN, el nuevo paradigma más inmediato parece ser menos integración total que el que la histeria bélica y el temor a un futuro caos se extiendan a otras partes de Eurasia.
Sin embargo, no hay que excluir un cambio en la dinámica de la situación. A largo plazo, parece ser posible. Algún día, Alemania podría conducir a partes de Europa lejos de la “lógica” de la OTAN ya que los dirigentes empresariales e industrialistas alemanes piensan en el futuro potencialmente lucrativo en una nueva Eurasia. Por extraño que pueda parecer en medio de la actual guerra de palabras respecto a Ucrania, todavía es posible que el juego final involucre una alianza Berlín-Moscú-Pekín.
Hoy la alternativa entre los dos modelos disponibles en el planeta parece ciertamente sombría: Integración eurasiática o extensión del imperio del caos. China y Rusia saben lo que quieren, y parece que también lo sabe Washington. La pregunta es: ¿qué camino escogerán las otras partes en movimiento de Eurasia?
El último libro de Pepe Escobar es Empire of Chaos (Nimble Books). Síguelo en Facebook.
(Copyright 2014 Pepe Escobar)