Libardo
Sánchez Gómez
Lo que mal comienza mal termina, aceptar hablar de paz sin tocar a fondo el
modelo económico, que es en sí mismo
la causa de la problemática que obligó al pueblo campesino a empuñar las armas, tarde o temprano llevaría inevitablemente al
descontento y rebelión de las bases insurgentes. Cuando se
conocieron los temas de las “negociaciones de Paz” entre FARC y Gobierno”, que implicaban la
dejación de armas y reincorporación de la guerrilla a la vida civil, varios
analistas, entre ellos el reconocido sociólogo James Petras, advirtieron, que tal como estaba planteada la agenda no conduciría sino a la
desintegración sin pena ni gloria, como está ocurriendo, de las FARC. Decía
Petras, “Los acuerdos de paz que desarman a los insurgentes y mantienen a las
fuerzas armadas, que son el sostén de la élite económica y de su control sobre
los sectores estratégicos de la economía, dan como resultado una continuidad de
las políticas neoliberales y de las bases militares de EE.UU. y producen la
integración de los ex líderes guerrilleros en un sistema político corrupto y
reaccionario”. Desde entonces a quienes advertíamos la inconveniencia de la
orientación dada por la insurgencia a
las conversaciones de “paz” se nos tildó
de “ultra izquierdistas” y “enemigos de la paz”. Con razón muchos críticos dicen que, a su interior, la izquierda es profundamente
antidemocrática. Las discusiones deben darse intra, inter y extra. Así como al
interior se discute con los compañeros y en el exterior con el enemigo,
también, es preciso dialogar con los
afines, pero no solamente con los que están en todo de acuerdo sino con
aquellos que disienten. Las FARC tan sólo han venido escuchando a quienes les
aplauden cualquier paso que dan sin importar si es en falso o no, no advierten
que esos, aparentes, amigos no son más que falsos áulicos a quienes la existencia
y esencia de la guerrilla afecta su tibio acomodamiento en el seno del
Régimen.
En el 2013 James Petras se preguntaba,
“¿Es posible que los "acuerdos de
paz" generen justicia, paz y seguridad para el pueblo? Se esperaba que
las FARC fuesen totalmente incluyentes y que lo acordado fuera consultado con
la sociedad civil. Petras creía que “no
firmarían un acuerdo de paz sin ningún diálogo democrático
previo con los militantes, sin ninguna
consultación con los movimientos sociales de base” (Salvadorización de
los acuerdos en La Habana:http://libsangelviajeroysusombra.blogspot.com.co/search?q=salvadorizaci%C3%B3n+de+los+acuerdos+en+la+Habana.
Agosto 2013) Y en realidad en la medida de lo posible, dadas las
restricciones de movimiento, trataron de hacerlo. Realizaron foros en
universidades e invitaron a las víctimas de la guerra a un encuentro cara a
cara. Eso sí cuando intentaron hablar
directamente con el pueblo el Régimen no lo permitió, y en adelante tratará de
impedirlo a sangre y fuego. De la participación de la sociedad salieron insumos
muy importantes, como la de contar la historia, desde diferentes miradas, del largo conflicto colombiano, y la propuesta
de contar “la verdad” por parte de los actores directos e indirectos, la que
los principales instigadores y vividores de la guerra temen. No obstante, la realidad es que la sociedad
en su conjunto estuvo ausente, ¿para qué avanzar por un camino que no lleva a
ninguna parte? De antemano se sabía que se hablaría y se
acordaría de todo menos de lo que el pueblo quiere y necesita, la superación del
inmoral modelo económico y con éste de la pobreza y la inequidad, así que, al
final de la jornada, como era de esperar, todo siguió y seguirá, aún, peor. Dice
el analista Willian Ospina, “es inverosímil
una paz sin justicia social, que es peligrosa una paz edificada sobre la
discordia de los dirigentes, y que es incongruente una paz en la que el pueblo
sea un invitado de piedra”.
Hace tres años se advertía que si
las FARC no exigían transformaciones
sociales y políticas de fondo iría a
ocurrir lo que aconteció en El Salvador, al respecto James Petras anotaba que, “…si se
abandonan las demandas de desmantelar
las fuerzas armadas, de expropiar las principales empresas mineras,
comerciales, banqueras y financieras”, la “paz” podría ser un
desastre.
Es comprensible el cansancio de
la cúpula insurgente, la mayoría y a no está para “esos trotes”, pero llevar al precipicio a miles de sus compañeros de base es, por decir lo menos, injusto. Como está
acordada la “paz” no habrá oportunidades para todos. En el 2013, Refiriéndose a los reinsertados en El
Salvador, James Petras, también,
señalaba que “muchos fueron elegidos en puestos públicos, lo que les garantizó un
estándar de vida de clase media. Como congresistas, asesores políticos,
asistentes y alcaldes, la élite del FMLN recibió salarios sustanciales,
adquirieron viviendas en barrios de clase media y nuevos automóviles y
contrataron guardias privados para su protección”. Algo parecido ha ocurrido
en Colombia con los que en el pasado reciente han abandonado las armas.
Probablemente sucederá lo mismo con la cúpula de las FARC. En El Salvador la
bonanza tan sólo alcanzo para sesenta guerrilleros. Entonces,
a los guerreros rasos les tocará
roer huesos muy duros. Uno de ellos será la exclusión y el otro el exterminio. El mismo Willian Ospina dice que, “…Concentrarlos en unas veredas sólo parece
demostrar que se les teme mucho y que no se confía en ellos: muy mal comienzo
para una paz generosa. Saber que el país tiene muchas bandas criminales al
acecho, y decidir sin embargo que los guerrilleros sólo pueden salir de sus
campos transitorios de concentración vestidos de civil y sin armas, parece
brindarles pocas garantías de supervivencia, y causa extrañeza que los
guerrilleros rasos lo acepten” (La
paz son los cambios. El Espectador. 25 Junio 2016) Pero parece que no todos
los guerrilleros se lanzaran por el Taigeto. El Frente Armando Ríos hizo saber que no se desarmaría,
“El Frente Primero de las Farc ‘Armando
Ríos no se desmovilizará, por considerar que la política del Estado colombiano
y sus aliados sólo buscan el desarme y la desmovilización de las guerrillas (…)
Pretenden continuar gobernando con el mismo modelo económico”. En otro aparte agregan, “…hemos decidido no desmovilizarnos,
continuaremos la lucha por la toma del poder por el pueblo y para el pueblo;
independientemente de la decisión que tomen el resto de integrantes de la
organización guerrillera. Respetamos la decisión de quienes desistan de la
lucha armada, dejen las armas y se reincorporen a la vida civil, no los
consideramos nuestros enemigos”. Respecto de la concentración de los
guerrilleros dicen, “Las zonas de
concentración son para guerrillas derrotadas, el Frente Primero ‘Armando Ríos’
de las FARC jamás ha considerado una derrota militar. Cualquier colombiano del
común entenderá que la zona de concentración que nos están ofreciendo son
cárceles asilo abierto y de seguro nadie querría entrar en estas trampas”.
Corren rumores de que los frentes 5, 7, 58,
57 y 34 tampoco se desmovilizarán.
Se dice que es probable que el
frente 57 localizado en la frontera con Panamá donde hay
fuerte presencia del ELN se integre a
esta guerrilla. La columna Daniel Arana ubicada en Tumaco,
Nariño, también está en riesgo de deserción. Los frentes más fuertes tales como
el 32, asentado en Putumayo y Caquetá,
el 3, con sede en ese mismo departamento, y el 10, que combate en Arauca,
también, se quedarían por fuera de los acuerdos. Si continúa la oleada de deserciones un tsunami podría
romperle las patas a la Mesa de diálogos
en La Habana. De todas maneras sea de pocos
o muchos, la rebelión de las bases genera
enorme incertidumbre y plantea serios
interrogantes, ¿se suspenderán los diálogos? ¿Habrá replanteamiento de los
términos de las negociaciones, para tramitar una verdadera paz con justicia
social con trasformaciones sociales y políticas profundas? Asunto algo menos
que improbable, pues por un lado el águila imperial estará vigilante para
impedirlo, y por otro lado el afán de acelerar la firma final tal como está es tanto
del lado del Gobierno como de la cúpula guerrillera. Santos
quiere zafarse de encima la ladilla de Uribe y su Centro antidemocrático y la
cúpula guerrillera desea concentrar sus tropas antes que abandonen el barco.