Posted: 21 Nov 2016 10:44 PM PST
|Por Gearóid Ó Loingsigh (*)
Los grupos de derechos humanos y organizaciones sociales han expresado su consternación y preocupación por la reciente ola de asesinatos de dirigentes sociales en el país justo cuando parece ser que nos encontramos al final del proceso de paz con las FARC y a punto de comenzar con la implementación de los acuerdos.
Aunque los asesinatos son chocantes no es un fenómeno nuevo. Cuando las FARC comenzaron su proceso, la Marcha Patriótica sufrió una racha de asesinatos antes y después del comienzo de los diálogos con las FARC. El senador Iván Cepeda del Polo Democrático ha afirmado en declaraciones a la prensa “que desde 2012 han asesinado a 123 integrantes de ese movimiento político (énfasis es del original) y en lo corrido de este año a 16 (1)” y además hay que contabilizar los asesinatos de militantes de otros movimientos como el Congreso de los Pueblos y los sindicatos, organizaciones estudiantiles, opositores a la minería. En fin, el terrorismo de Estado no ha dado tregua durante todo este proceso.
En el departamento de Cauca hubo otra racha de asesinatos este año. En ese momento la prensa intentó presentar al ELN como los responsables de esos asesinatos, aún cuando ocurrieron en zonas donde ellos tienen su base social y no hay motivo aparente para el ELN. Es que no se puede endilgar al paramilitarismo. El discurso oficial es que estamos en paz y el futuro se ve resplandeciente y si hay actos de violencia deben ser acciones de la otra guerrilla con quien no se ha podido avanzar. En un acto de sectarismo político y servilismo a la causa del Estado, Carlos Lozano, el director del periódico del Partido Comunista, Voz, también acusó al ELN. Emitió una carta pública reclamándoles a los elenos por supuestos asesinatos de comunistas en el departamento de Arauca. El ELN lo negó. No hay espacio para entrar en detalles de las sindicaciones de Lozano, pero guardan más relación con la realidad las novelas de Harry Potter que los exabruptos del dirigente. Lozano goza de cierta credibilidad entre la izquierda y hasta la prensa burguesa, y pudo usar su posición para denunciar al paramilitarismo, pero prefirió ganar puntos contra el ELN, haciendo un flaco favor a sus amigos de las FARC. Valga la pena recordar al lector que Lozano no pasará a la historia no como opositor del Estado sino como el “comunista” quién declaró a favor de César Pérez, el paramilitar y autor intelectual de la masacre de 43 personas en Segovia, en el juicio adelantado en su contra donde Pérez fue condenado a 25 años (2).
Así, no obstante las declaraciones del amiguito de Pérez, hay que buscar a los responsables reales de esos asesinatos. La más reciente ola segó la vida al dirigente de la Marcha Patriótica, Erley Monroy en el departamento de Caquetá donde el ELN no tiene presencia. La prensa en vez de señalar a los paramilitares, ya que no hay elenos en la zona, habla de un misterio y que la policía está investigando. Valga recordar que cuando la guerrilla ataca al Ejército, en poco tiempo nos nombran hasta la unidad del frente que llevó a cabo la acción.
No quieren reconocer que el paramilitarismo nunca desapareció. No podemos esperar más de la prensa colombiana. Mientras tanto varios políticos de la izquierda no han dudado de la autoría de los paramilitares. El problema no es que señalen a los paras, sino, no nos hablan del porque. Para muchos, los asesinatos son un intento de entorpecer el proceso con las FARC en su última fase. Según esas versiones el paramilitarismo es el enemigo del proceso, lo cual puede ser cierto, y eso explica la violencia. Si fuera así, el argumento principal sería que hay que avanzar rápido con el proceso y que el ELN tiene que sumarse a lo ya acordado con las FARC en aras de poner fin a la violencia cuanto antes. Lastimosamente esa violencia no se puede explicar en esos términos y no llegará a su fin con la implementación del Acuerdo Final con las FARC ni con el proceso con el ELN.
Guatemala
Guatemala nos muestra claramente lo que podemos esperar del proceso de paz, en términos de la reducción o eliminación de la violencia contra los movimientos sociales. Este año Guatemala celebra 20 años de la firma de la paz con la guerrilla de la URNG. Igual que en Colombia, prometieron una tierra de leche y miel, el fin de la violencia y prosperidad. Existe una tendencia de ver la violencia en ese país y en El Salvador como parte de un proceso de descomposición social, y sin duda, la criminalidad, la pobreza y las drogas juegan su papel. Pero aquí queremos enfocarnos en la violencia política, el terrorismo de Estado (frase que ya no está de moda ni allá ni acá).
Según la Unidad de Protección a Defensoras y Defensores de Derechos Humanos – Guatemala (UDEFEGUA), entre 2000 y octubre 2016 hubo un total de 4.958 agresiones contra activistas en el país. De esos, 205 corresponden al año en curso, y el peor año fue 2014 cuando hubo 813 agresiones, entre ellas intimidaciones, acciones judiciales, allanamientos, intentos de asesinato y por supuesto asesinatos (3). Según la misma fuente, los ambientalistas son uno de blancos principales. Eso no es mera coincidencia, Guatemala es uno de los países más abiertos a la inversión extranjera, y por eso ha experimentado un aumento dramático en la construcción de hidroeléctricas y también en minería. La actual legislación minera en Guatemala es el resultado del proceso de paz y se aprobó en el primer gobierno del llamado posconflicto (Álvaro Arzú 1996-2000) y redujo las regalías de 6% a 1% (4). El resultante flujo de empresas mineras hacia el país aumentó los conflictos sociales, y los conflictos por el uso de la tierra y como consecuencia aumentaron los asesinatos de ambientalistas y dirigentes comunitarios en las zonas sujetas a la depredación minera (5). Un ejemplo de eso es la hidroeléctrica de Santa Rita, financiado por el Banco Mundial y la Unión Europea, ¡sí ellos, la misma UE que dice que quiere la paz en Colombia! Este proyecto no contó con el permiso ni fue consultado con la comunidad indígena y han matado a seis indígenas en un intento de intimidar a la comunidad. Dos de los muertos son niños, ambos sobrinos de un dirigente de la zona quien se reunía con el Relator de la CIDH en el momento de los asesinatos a manos de un empleado de la empresa (6).
Cuando preguntamos por las olas de asesinatos que se han presentado en Colombia desde los comienzos del proceso con las FARC, debemos mirar lo que pasa en esas regiones, cuales son los intereses en juego. Antes la Izquierda y las ONG de derechos humanos hacían eso, casi de forma automática, aplicando el viejo refrán de seguir el dinero. Ya no, matan a un dirigente y todos preguntan ¿por qué? Y a esa pregunta solo podemos responder con otra ¿No es obvio? Es por las mismas razones de ayer y el año pasado y por las mismas razones porque pronto matarán a otros. Los asesinatos no entran en contradicción con el proceso de paz, sino son una parte integral de ese proceso y el posconflicto. El capitalismo ganó y siente la necesidad de seguir eliminando a opositores, tal como lo siguen haciendo en Guatemala 20 años después de terminar el proceso con la URNG.
En este mismo mes de noviembre cuando las organizaciones sociales colombianas protestan los asesinatos recientes, en Guatemala protestan los asesinatos del sindicalista Eliseso Villatoro y el periodista Hamilton Hernández y su esposa (7). Y el 12 de noviembre el asistente de la Dirección General del Centro de Acción Legal-Ambiental y Social de Guatemala (CALAS) Jeremy Abraham Barrios Lima fue asesinado a tiros en la ciudad de Guatemala (8).
No nos engañemos, esos asesinatos seguirán, y los hinchas del proceso los olvidarán justo como ahora olvidan la racha de asesinatos con que comenzaron el proceso de paz. Debemos estar de luto por esos dirigentes, pero no podemos aceptar los asesinatos representan una torpeza para el proceso de paz. Los hinchas del proceso ya han demostrado que están dispuestos a firmar lo que les pongan debajo de las narices. Estos asesinatos son una parte integral del proceso y seguirán por muchos años después, porque el capitalismo triunfante necesita garantizar su estabilidad. Las organizaciones sociales no pueden bajar su guardia, ni ahora ni después de la implementación de los acuerdos y deban hacer caso omiso de los hinchas del proceso que prometen el fin del terrorismo de Estado. No está en sus manos poner fin a esa violencia.
(*) Contactos: goloing@gmail.com
NOTAS:
[2] El audio del testimonio de Lozano se encuentran disponible en https://www.youtube.com/
[4] Vandenbroucke, E. (2008) Environmental and Social Impacts of Mining in Guatemala: The Role of Local Communities and the Ecological Justice Movement, VUB.
[5] Sobre el tema de minería y derechos humanos en Guatemala, existen muchos informes, el lector puede comenzar con el informe de Amnistía Internacional AI (2014) Mining in Guatemala: Rights at Risk, amr 34/002/2014www.amnesty.org
[6] Artur Neslen (2015) ‘Green’ dam linked to killings of six indigenous people in Guatemala www.theguardian.com
[7] Véase http://udefegua.org
[8 Amnistia Internacional Acción Urgente AMR 34/5144/2016
Tomado: EL SALMON, https://mail.google.com/mail/u/0/#inbox/1588b0aa12599148
|
jueves, 24 de noviembre de 2016
La ola de asesinatos y la paz en Colombia
martes, 15 de noviembre de 2016
Negociación ELN-Gobierno, lo que no se puede permitir
Libardo Sánchez Gómez
El Ejército de liberación Nacional ELN ha dejado
en claro que será la sociedad quien
delineará los acuerdos, que podrán determinar el fin de su alzamiento en armas o, por el contrario,
obligarlos a continuar su lucha hasta “vencer o morir”. Para facilitar el
análisis de lo que será la participación ciudadana en las negociaciones hay que
tratar de desenmarañar la enrevesada madeja de la sociedad colombiana; más allá
de la clásica diferenciación marxista y, aún, Weberiana, ricos, medio ricos, pobres y paupérrimos, es
preciso aclarar que dentro de una misma clase social existen
varios subgrupos. Pero la expresión política se traslapa de una clase a
otra, por ejemplo, los pobres y paupérrimos, por lo general, están en sintonía
con las clases poderosas. En cuanto a las clases hegemónicas, aunque
desprecian a las demás, buscan tenerlas de su lado. En primer
lugar se pueden mencionar los sectores fascistas, representando la economía
atrasada de corte feudal, allí se inscribe la oligarquía terrateniente. A esta
se suman los empresarios agrícolas, principalmente el capital corporativo
transnacional y colonialista; son aportantes de recursos para mantener los
ejércitos mercenarios paramilitares, mejor conocidos como “autodefensas”, hoy
BACRIM, bautizadas así por su fundador
el extraditable No. 82 y ex presidente Álvaro Uribe Vélez. Este sector es el que cuenta con más respaldo de sectores pobres sobre todo de los
campesinos, esto es así por múltiples razones, que escapan a este análisis, pero
basta decir que son sectores conservadores, desinformados, ignorantes (no sólo
académicamente sino políticamente, pues se le suman profesionales ) es una
población emotiva y fácilmente manipulable. Se le ha hecho creer que
sus males son debidos a la existencia de las guerrillas. En segundo lugar está la oligarquía urbana, también, fascistoide,
para su existencia cuenta con el respaldo militar del Pentágono a cambio de la
entrega de la soberanía nacional y los
recursos naturales. Este sector burgués
económicamente es de corte corporativo y políticamente plutócrata y
centralista, realmente es quien maneja los hilos del poder, claramente define al mandatario
de turno. Existe un tercer grupo poblacional que actúa como un hijo y aliado de
la anterior, que se expresa como pequeña burguesía, pero de “izquierda”. Es el más variopinto de los
grupos sociales, arropa intelectuales, académicos
y chicos de la aristocracia, a veces, declarados en rebelión contra su clase; dada su
esencia de personas “pudientes” no
quieren que nada cambie. También hacen parte de la pequeña burguesía de izquierda, con algo de conciencia de clase,
ciertos líderes obreros y otros descendientes de viejos militantes revolucionarios; hacen oposición, pero,
tampoco, quieren cambiar el modelo capitalista, pues les permite llevar un modo
de vida confortable. Fuera de la pequeña burguesía de izquierda electorera, calculadora
y “vividora”, existen algunos sectores progresistas honestos, que anhelan
el capitalismo con rostro humano, pero que no se atreven a ir más allá debido a su debilidad intelectual y conceptual, se quedaron con el discurso que les vendió la burguesía acerca de que el socialismo fracasó
y que la lucha de clases no existe. No leen a Marx ni materialismo dialéctico
ni histórico, pero no creen en Marx y menos en el socialismo
científico. Y, finalmente, se puede
mencionar un sector revolucionario, con educación política y alta
conciencia de clase, que lucha por la construcción de la nueva sociedad, que
vaya más allá de cualquier expresión del capital, y que cree que para lograrlo
hay que desbancar a la oligarquía mediante la combinación de
todas las formas de lucha. Con esta
diversidad social deberá lidiar ELN, en su leal saber y entender escuchará y
escogerá las opiniones que considere más
adecuadas a sus intereses y a la sociedad que quiera ser representada por el
grupo insurgente. Las FARC escucharon a quienes creyeron que eran sus amigos, los
“pazólogos” en el interior y en el
exterior gobiernos a quienes la situación social de Colombia les importa un
pepino, amigos que por conveniencia propia les llevaron a una ignominiosa desaparición. Y de verdad da tristeza su desabrido final, derrotados
y dispuestos aceptar cualquier condición, así sea la horca, con tal de regresar a la “legalidad”.
Y, al final del final, quienes, con el mentiroso cuento de ampliar consensos,
terminaron dictando los acuerdos FARC-Gobierno fueron los sectores más fachistas de la
sociedad encabezados por el “Señor de las Sombras” Álvaro Uribe Vélez, el
retrasado mental ex presidente Andrés
Pastrana, la harpía ex ministra Marta Lucía Ramírez y el retrógrado ex
procurador Alejandro Ordoñez.
Los acuerdos FARC-Gobierno en
adelante dificultarán el accionar de las organizaciones sociales principalmente
de las agrarias y de las mismas negociaciones ELN-Gobierno, pues blindaron las
posibilidades de llevar a cabo reales transformaciones sociales, sobre todo las
referentes con la democratización del campo, por un lado con la Ley ZIDRES se asegura la concentración y
extranjerización de la tierra y, por
otro lado, acaban con la Ley de Reservas Campesinas, pues ya no habrá más
ampliación de estas. Políticamente las FARC se exponen a un desastre, dichos
acuerdos los dejan por fuera de la arena política, ¿con lo mostrado y acordado en La Habana, será que alguien podrá creerles
y apoyarles? Y sin una continua “gabela” de curules a dedo difícilmente
accederán al Congreso. Lo más probable es que la cúpula insurgente se
entremezcle en los diversos movimientos políticos, muchos de ellos en las
toldas del “gran colombiano” Álvaro Uribe. Su desaparición física, también,
está a la vuelta de la esquina, pues se acordó no tocar tamaño, estructura y
orientación, de las fuerzas militares, a
quienes se les perdonarán sus crímenes atroces declarándoles, en
palabras del presidente Santos, “nuestros héroes”; por principio los ex
guerrilleros serán considerados elementos
peligrosos para la “seguridad nacional”, peligro que deberá ser eliminado. Lo incomprensible de todo este enredo en que
se convirtió la negociación, que sí que no,
es que la mayoría de las bases
guerrilleras, sabiendo lo que les espera, se hayan “pre concentrado” junto a
los micos aulladores y araguatos lejos de los humanos a esperar el triste
final. La cúpula guerrillera es tan falta
de Norte que en vez de entregar los
recursos a quienes quedan en la selva defendiendo sus ideales, traicionados
para muchos, los entregarán al Estado, para reparar supuestas víctimas, ¿acaso
no estaban en guerra? En cualquier parte del mundo se toman como “daños y /o
efectos colaterales”.
Si bien se tiene claro que el salto
cualitativo del modo de producción capitalista al modelo socialista, único posible para
salvar la civilización humana, no es
factible mediante un pacto, sí se
deberán discutir los modos y los medios, para limitar los privilegios de las
castas dominantes de tal manera que
permitan que más gente tenga reales
oportunidades de acceso a la educación, salud y seguridad social e, incluso, al
manejo del Estado, asuntos que no ha permitido la oligarquía desde la
independencia del imperio español. Simplemente pasamos de colonia española a neocolonia
gringa. De no lograrse durante las negociaciones con el ELN sentar las bases
para una real paz con justicia social, que no fue posible con las FARC, será pura ilusión que, una vez desarmada la
insurgencia, se pueda iniciar la era de transformaciones aplazadas.
Para el Régimen cualquier medida
que contemple algo de bienestar para la
clase popular se constituye en
una línea roja, que aleja cualquier posibilidad de discutir en la mesa de negociación las
soluciones a favor del común. La “sociedad
civil”, más que el ELN, será quien
deberá no sólo establecer las líneas rojas a favor del pueblo sino borrar las
fatídicas líneas de la oligarquía. Antes que nada se deberá tener en cuenta que se negocia entre contendientes no vencidos
en batalla y en medio de la guerra, por tanto el Régimen deberá dejar de exigir
acciones unilaterales de la contraparte. También, habrá que dejar de lado la
discusión sobre la incorporación de los acuerdos, el Gobierno verá cómo lo
hace; el ELN no tiene porqué desgastarse pensando en plebiscitos, cabildos o
Constituyentes, dadas las circunstancias de hegemonía y manipulación por parte
de la oligarquía ya se sabe quién sale triunfando, ahí está el espejo de las
FARC. Tampoco las negociaciones se pueden enredar en el tipo de justicia que se
puede aplicar a los reinsertados, en cualquier parte del mundo cuando se
negocia la terminación de un conflicto interno, para ejercer la actividad
política sin armas, a nadie se le ocurre pensar que los rebeldes deban pagar
cárcel o cualquier tipo de acción punitiva, eso sólo lo permitieron las FARC. Y si la Corte Penal Internacional es un
estorbo, pues al diablo con ella, ¿acaso los gringos, amos directos de la
oligarquía, la acatan?
Habrá que borrar muchos aspectos de lo acordado con las FARC, como lo
referente a las fuerzas militares, básicamente en lo atinente a la venenosa doctrina,
que los condiciona hacia la eliminación de la oposición revolucionaria. Y si
durante las negociaciones se asesina o atenta contra cualquier líder social se
tendrá que hacer un paréntesis en las discusiones hasta tanto no se detenga a
los responsables. Se tendrá que borrar la Ley ZIDRES, eso deberá quedar
consignado en los acuerdos, y la plena aplicación de la Ley 160 de 1964 sobre
las Zonas de Reserva Campesinas. Se deberán borrar los TLCs con EEUU, que el nuevo presidente quiere
eliminar, y con la Unión Europea. Cómo aceptar que nuestros campesinos no puedan
sembrar sus propias semillas so pena de ir a la cárcel.
Se tendrá que hablar de educación
y democratización de las comunicaciones, pero algo fundamental que, prioritariamente, tendrá
que revisarse es el canceroso sistema de salud y seguridad
social actual, no más EPS ni AFP. Con las EPS y AFP se demostró que la salud en
manos particulares no es más que un floreciente negocio de la muerte. Si en los acuerdos no se logra, al menos, que sea El Estado quien administra directamente la salud y seguridad social nada
se habrá logrado con la desaparición de los actuales y principales actores
rebeldes, la emancipación quedará pospuesta.
viernes, 21 de octubre de 2016
ELN, última carta para lograr la paz en paz
Libardo
Sánchez Gómez
Finalizada
la negociación entre las FARC y el Gobierno en La Habana, con unos acuerdos básicamente referidos al
desarme y entrega de las FARC, aún, queda con el Ejército de
Liberación Nacional ELN una última oportunidad para sentar
las bases que, por un lado, permitan resolver el conflicto social entre una
oligarquía reticente a ceder privilegios
y un pueblo impaciente por superar décadas de privaciones, y por otro
lado la ocasión para lograr la anhelada paz con justicia social, insistencia permanente
de las FARC, pero que al final brilló por su ausencia en dichos acuerdos. Era previsible el desastre en que terminó el proceso
con las FARC, la guerrilla exhibió en la
Mesa de negociación una mezcla de subversión y sumisión, desde el principio aceptó
hablar de la solución negociada del conflicto, pero sin que se tocaran en sus
raíces las causas que les obligaron a recurrir a las armas. Así que las negociaciones se redujeron a un pacifismo ramplón en una
ruta de sometimiento propio de quien es vencido en el campo de batalla. Por eso
los acuerdos culminaron sin aportar nada
a la superación de las profundas contradicciones entre oligarcas y excluidos. Por el contrario, se tiene la impresión que se le dio carta
blanca al régimen para profundizar la desigualdad social. Al respecto se puede
mencionar la Ley ZIDRES, aprobada durante las conversaciones, la cual estimula
la acumulación de la tierra, leitmotiv de la guerra, y su extranjerización, pues no hay límite para
las transnacionales, que podrán adquirir lo que
les venga en gana. La desigualdad, también, se profundiza cada vez que se llevan
a cabo las temidas reformas tributarias. Se anuncia que vendrá la reforma
tributaria más regresiva de la historia
del país. Los impuestos permiten limar la
desigualdad social, cuando tributan los ricos. Pero eso no ocurre en
Colombia, los recursos se sacan de los
bolsillos de los pobres a través del IVA. Con el
IVA pagan más (porcentualmente) los pobres que los ricos; y se anuncia que no
sólo aumentará el monto del IVA sino que
se incluirán más productos muchos de la canasta familiar. ¿Lo correcto no sería
grabar la renta y la riqueza en vez de la pobreza? Desde luego que así opera el
capital a nivel global, para no afectar los niveles de acumulación a que está
acostumbrada tanto la banca como el resto
del capital corporativo. Pero como a la mayoría le gusta el modelo de
producción capitalista actual, entonces, de qué quejarse. Y si bien en la
iniciativa de reforma tributaria no tienen nada que ver las FARC el hecho de
darse durante la culminación de su reincorporación a la “legalidad” se
interpreta como un voto de confianza de la guerrilla al régimen. En todo caso
si la actitud sumisa de las FARC provocó
indiferencia, expresada en el plebiscito, en el futuro
esa lasitud se puede traducir en desprecio. Así que si las FARC no
desean salir por la puerta de atrás tendrán que aprovechar la oportunidad que
les ofrece el NO plebiscitario, para “desfacer los entuertos” de la quijotada
en que se convirtieron los acuerdos. ¿Lo mejor que podrían hacer sería establecer un
paréntesis en las negociaciones y volver
a sus territorios? Allí podrán reorganizarse mentalmente. Deberán tomar
atenta nota que un grupo dijo NO y que
quiere guerra, y que a la gran mayoría le importa un bledo lo acordado. Si continúan en La Habana en la misma tónica
van a terminar aceptando las propuestas del “gran colombiano” Álvaro Uribe, en la cárcel y sin una curul. Eso sí con la
expectativa de tener el próximo año otro
Nobel de paz.
La estructura económica capitalista dependiente ha venido
construyendo años tras año una
sociedad excluyente, desigual,
ignorante, desinformada, pobre y
violenta. Sistemáticamente la oligarquía
terrateniente roba y desplaza impunemente al campesino, con la anuencia
del estado. Precisamente la
resistencia armada nace en el campo, para defender la vida y las tierras. Se dice que la oligarquía colombiana es la más
sumisa de Latinoamérica ante el imperio, pero la más criminal a la hora de defender sus privilegios, así lo
demuestra el actual premio nobel de paz, máximo exponente de la oligarquía
criolla. Juan Manuel Santos es coautor
junto con el extraditable No 82. Álvaro Uribe de los conocidos como “falsos
positivos”, inocentes asesinados para hacerlos pasar como guerrilleros muertos
en combate. El flamante nobel, también, asesinó en estado de indefensión,
confesado por Él mismo, a Alfonso Cano, anterior comandante de las FARC, cuando trataba de entablar
conversaciones de paz. Bajo su actual mandato van asesinados en el primer
semestre del presente año 36 líderes sociales y en entre la firma del Acuerdo
en Cartagena y el día de la votación del plebiscito 17. Estos asesinatos
selectivos se explican debido a que en las
negociaciones FARC- Gobierno, tampoco, se tocó lo referente al paquidérmico
estamento militar en cuanto a tamaño y doctrina,
inspirada en el concepto de seguridad nacional y el enemigo interno. Hacer oposición política, por parte de la izquierda revolucionaria,
en Colombia es algo así como jugar con
la cola de un alacrán.
La
banalidad de los acuerdos Farc – Gobierno no son sólo responsabilidad de la
insurgencia sino de la sociedad en general, pero sobre todo de la pequeña
burguesía de izquierda. Desde el inicio de las conversaciones se anunció que no se tocaría el modelo económico, y a
todo el mundo le pareció lo más natural e incluso lo adecuado. Lo importante
era establecer una ruta para “despachar a las FARC”, y ahí están los
resultados. El sistema de salud es cruel y mortífero, las EPS matan más gente
que el cáncer; la gente muere en la puerta de los hospitales esperando una cita
para ser atendido. Y la solución no requiere cambios estructurales el mal se
soluciona simplemente arrebatando el servicio de las garras de las EPS, para
que lo maneje el sector público. En Colombia se pensionan, apenas, el 7% de los
ciudadanos (Congreso de la República. 2016) ¿Por
qué no se destinan los recursos del IVA, como por ejemplo se hace en Canadá,
para dar cobertura a todos los ciudadanos? Como se ve sí se podía tocar el
modelo sin que ocurriera un sismo.
Corresponderá
al ELN llevar a cabo lo que no se hizo con las FARC, pero cómo no tocarle
siquiera los pies a un modelo económico agotado,
que no soluciona los problemas de las mayorías.
Claro que más que al ELN es al
pueblo a quien le toca exigirle a la oligarquía que ceda un milímetro de sus
privilegios. El ELN asume los diálogos con el régimen con una posición seria, “no
habrá dejación de armas si no hay cambios estructurales al modelo
socioeconómico”, y manifiesta que tan solo aprobará aquellos puntos que la sociedad decida, ¿a
cambio de qué? Dicen que de nada, ni siquiera quieren curules, y tienen razón,
para qué cinco escaños en el Congreso en medio de cientos de bandidos, que por
una pócima de mermelada hacen y deshacen
al capricho del ejecutivo de turno.
Se
espera la participación activa de todos tanto de las derechas como de las
izquierdas. ¿De qué parte están las iglesias? ¿Las centrales obreras quieren cambios o más de lo
mismo? ¿Y los obreros, que no les gusta ser señalados como pertenecientes a la
clase proletaria, vivirán y morirán en la pobreza añorando la riqueza? Los
indígenas sí que tienen que aportar y exigir. El
movimiento estudiantil tendrá la oportunidad de despertar y asumir el
papel protagónico de otrora. Así mismo, se espera la participación activa de
los grupos minoritarios, y sobre todo del sector agrario, para que al menos las
salvedades concernientes al sector, que quedaron en ciernes en el proceso con
las FARC, se materialicen, y que por fin se haga realidad la democratización de
la tenencia de la tierra mediante la largamente anhelada reforma agraria. Eso sí, ojalá
la “izquierda” acomodada y electorera, se haga a un lado, pues su posición ambigua
hace mucho daño a los procesos verdaderamente revolucionarios. En la entrega sin ton ni son de las FARC tuvo
que ver mucho el afán de los “pazólogos” de profesión por ver sometida a
cualquier precio la guerrilla. El ELN inicia las conversaciones de paz en las
mismas condiciones que en que las iniciaron las FARC, a diario paramilitares y agentes del estado desplazan
campesinos y matan líderes sociales. A lo largo y ancho del país, también, a diario mueren niños pobres de física hambre, y los que no mueren no
pueden acceder a la salud y menos a la educación. ¿No se deberá hablar de esto durante unas
conversaciones de paz? Por otro lado el campo está devastado, la ruina la están
ocasionando los promocionados TLCs, ¿no será urgente su revisión antes que
maten de hambre a chicos y grandes? De igual manera, el parlamento convertido en un antro de
corrupción, como es obvio, legisla a favor de las clases hegemónicas y en
contra de los sectores populares, ¿no será perentoria su reestructuración en
cuanto a número y remuneración? La “locomotora minera” del Nobel Juan Manuel asesina
por doquier la naturaleza, dejando al
país futuro sin recursos no renovables, todo
para favorecer a las transnacionales. Según Coribell Nava, para la oligarquía financiera
es perentorio el desarme de la insurgencia, “La guerrilla debe salir de los territorios rurales ocupados donde está
ubicado el oro y el coltán. La oligarquía financiera necesita el control
político del Estado para poner fin al conflicto y “limpiar” las zonas de
explotación rápidamente, sin demasiado esfuerzo, acabando de una vez por todas
con las resistencias que pongan en riesgo el proyecto minero trasnacional” (El nuevo despojo Latinoamericano y el
acuerdo de paz en Colombia. 20- 10- 2016) ¿No será que habrá que hablar sobre
la necesidad de recuperar la soberanía sobre los recursos mineros y energéticos?
Si en
la Mesa de conversaciones sobre la Paz no se puede hablar de los problemas sociales y económicos y de las
medidas para solucionarlos, ¿entonces, habrá
que pensar que la oligarquía prefiere que
sean los fusiles los que tengan que
cambiar la historia?
viernes, 14 de octubre de 2016
COLOMBIA DESPUES DEL NO
Para sorpresa del mundo, el pueblo colombiano votó en contra de los acuerdos de paz. El análisis de la derrota, en palabras de una sobreviviente.
Por Dilia Nelma Forero Sánchez*
Para poder entender el triunfo del No en Colombia, el análisis no puede limitarse al evento plebiscitario. Con el 17% de analfabetismo, solo el 30% que termina la secundaria y menos del 10% que accede a la universidad, el pueblo colombiano, formado por el modelo educativo y los medios de comunicación para ser tradicionalista, suele limitarse a escuchar a sus líderes. Y tanto los líderes del Sí al acuerdo de paz como los del No, más que motivar, buscaron exaltar la emotividad.
En ese marco, la oligarquía terrateniente abanderó el No representado en la cabeza del ex presidente Álvaro Uribe, un tipo fanático y retrógrado, pero un mesías para el pueblo más conservador, que vota religiosamente. Para promocionarlo, se acudió a una arenga elemental, casi que infantil, en el que aseguraba que se le entregaba el país a las FARC, que Colombia sería tomada por el “castrochavismo” y terminaría como Venezuela, país al que los medios masivos muestran en caos. También se propaló que Colombia se volvería “homosexual y atea”, dado que el acuerdo introdujo el concepto de género y diversidad, y el carácter laico de la nación.
El discurso de los principales promotores del Sí fue triunfalista, prepotente y ambiguo. Dueños de la razón, creyeron que no había necesidad de explicar nada y miraron al contradictor como ignorante.Por su parte, los errores por parte del gobierno y de la izquierda que promocionó el Sí fueron muchos y muy graves.
En Colombia, el progresismo no se ha ganado el amor de su pueblo, y se han aprovechado las fallas de los gobiernos progresistas vecinos para hacer temer a los cambios. Todo esto redunda en que vastos sectores de la población crean que los alzados en armas son terroristas.
En esas circunstancias, mientras el presidente Juan Manuel Santos hablaba de la voluntad de paz de las FARC, las hacía ver como monstruos, porque si ganaba el No “la guerra sería urbana”. A los empresarios les aseguró crecimiento económico y mayor rentabilidad. A los pobres, que habría progreso. A los militares, les dijo que no se modificarían en nada las condiciones de la fuerza pública, mientras al pueblo le decía que el presupuesto de la guerra sería para la inversión social.
Los líderes de la izquierda light y electorera, egocéntricos por naturaleza, en su afán de que no se les estigmatizase como auxiliares de la guerrilla, no cuestionaron las falencias de los acuerdos.
Así, el discurso de los principales promotores del Sí fue triunfalista, prepotente y ambiguo. Dueños de la razón, creyeron que no había necesidad de explicar nada y miraron al contradictor como ignorante. Hasta hubo quienes promovieron el Sí para despachar a las FARC de la escena nacional, y enviaron un mensaje subliminal de odio hacia la guerrilla.
Las encuestas daban triunfador al Sí de lejos, y esa confianza hizo que se despreciara a sus propios votantes. Un grupo que apoyó a Santos en la reelección fue maltratado –el Movimiento Gaitanista, cabezado por la hija del líder popular Jorge Eliécer Gaitán–, y otros grupos como el Partido Socialista de los Trabajadores, la UP Bolivariana, Revolución Obrera y los trotskistas tampoco fueron escuchados, por lo que promovieron la anulación del voto. Lograron que se anularan más de 170 mil votos, los del No ganaron por mucho menos.
Un acuerdo endeble
Tradicionalmente el pueblo colombiano no asiste a las urnas. La abstención ronda siempre el 55%, esta vez fue del 63%. No se esperaba alta participación. El pueblo sabía que su lucha diaria no cambiaba con su sufragio, pues en los acuerdos no había nada que aliviara sus penurias.El acuerdo no contempló la eliminación de las causas objetivas que llevaron al alzamiento armado. Tampoco mencionó transformación estructural alguna al sistema que mejorase las terribles condiciones que padece la mayoría de la gente. Y las pocas propuestas como las de tierra y territorios, que podrían democratizar la tenencia de estos, fueron pateadas por el gobierno, que hizo aprobar una ley que es contraria a lo acordado.
La izquierda perdió toda posibilidad de llegar fuerte a las próximas elecciones: apostó a la desmovilización y entrega las FARC a cambio de nada. La oligarquía, por su parte, llega unida y fortalecida.Es claro que las FARC no derrotaron al estamento, pero tampoco fueron derrotadas. Lo mínimo que se esperaba era que la clase gobernante cediera algo de sus privilegios y permitiera reformas a favor de los excluidos. Asuntos como la nacionalización de las empresas dedicadas a la extracción de recursos mineros, la eliminación o reestructuración de los Tratados de Libre Comercio –a partir de la firma de estos, Colombia importa casi el 80% de los alimentos. Importamos el 80% del café para consumo interno; la fama de país cafetero es historia–, el negocio para pocos de la salud, y que Colombia no ofrezca educación superior gratuita, no fueron mencionados. Por eso también hubo abstencionismo activo, el que afirmaba que –como las FARC no exigieron ni una sola reivindicación y mucho menos cambios en la estructura económica– con el llamado a votar lo que se hacía era medir las fuerzas políticas con vista a las elecciones presidenciales de 2018.
El pueblo excluido espera que alguien lo defienda, que abogue por él, y la responsabilidad de representarlo en la mesa de diálogos era de las FARC y no del gobierno. Se trataba precisamente de demostrar con hechos concretos que las FARC –que cuentan con una base popular importante en los lugares donde tienen presencia, en los que finalmente ganó el Sí– no son las causantes de los males del pueblo y tampoco son el enemigo. Pero sus representantes no fueron suficientemente claros, aceptaron pasar de víctimas a victimarios, y quedó la impresión de que se enriquecieron con la guerra.
Cara y sello
La oligarquía no tenía nada que perder y tenía todo por ganar. Las monedas de Colombia tienen cara y sello, y el pueblo en su sabiduría dice que “con cara gana el rico y con sello pierde el pobre”. Con el Sí quedaba proscrita la lucha armada; y con el No, no se sabría la verdad.Las FARC, decididas a deponer las armas, ahora no saben si las pírricas concesiones que habían logrado plasmar en los acuerdos se mantendrán, porque los triunfadores están pidiendo que vayan directo a la cárcel y no obtengan ninguna curul en el Parlamento.
La izquierda perdió toda posibilidad de llegar fuerte a las próximas elecciones: apostó a la desmovilización y entrega las FARC a cambio de nada.
La oligarquía, por su parte, llega unida y fortalecida. “El No nos unió –dicen–. Si hubiera ganado el Sí, estaría medio país en contra de los acuerdos”.
No obstante, en la actualidad la única propuesta para salir de la violencia, exclusión y pobreza ejercida por la oligarquía sigue siendo la lucha armada. Por eso continúan en ella el Ejército de Liberación Nacional y cinco frentes disidentes de las FARC.
En lo que va del año, los paramilitares han asesinado a 36 líderes sociales en pleno proceso de paz, y la violencia estatal y el asesinato de dirigentes continuarán.
El camino es la movilización de las organizaciones sociales y la generación de conciencia de clase. Como respuesta, la combinación de las formas de lucha es la única opción cierta que le queda al pueblo para resistir y para cambiar su situación de pobreza, exclusión y sometimiento.
* Sobreviviente de la Unión Patriótica, partido víctima de un genocidio sistemático por parte de grupos paramilitares. Militante del Movimiento Dignidades Campesinas y docente universitaria.
Tomado de: http://lahilacha.com.ar/politica/colombia-despues-del-no/
martes, 4 de octubre de 2016
El SI y el NO, ¿y ahora qué?
Libardo Sánchez Gómez
Lo que ocurrió en Colombia fue asunto de
locos, personajes del mundo entero asistieron a la firma definitiva
de los acuerdos entre FARC y Gobierno, sin
pensar que de definitivo no tenían nada.
Lo lógico era que el show se reservase para después que el pueblo los
refrendase. De todas maneras, el NO triunfador era algo que nadie esperaba ni
siquiera los ganadores, y menos que el pueblo le diera la espalda al
plebiscito. En el fondo quienes
triunfaron, aún, no saben que ganaron. La abstención se
explica fácilmente porque casi nadie leyó los acuerdos, ya que no existe la cultura de la lectura, y quienes
lo leyeron encontraron que la normatividad vigente va en contravía de lo
acordado, por ejemplo, a la democratización de la tenencia de la tierra el
Régimen contestó recientemente haciendo
aprobar la Ley ZIDRES, que estimula la concentración de ésta. Así que no había una real motivación, en las 297 páginas de los Acuerdos FARC –
Gobierno no había una sola medida que alentara al pueblo víctima de la violencia y demás males propios
del sistema socioeconómico. Santos, en su afán de mostrar resultados
contundentes referentes al sometimiento de la guerrilla, no permitió la más
mínima reforma socioeconómica para aliviar dura situación, y las
FARC en su afán pacifista cedieron hasta su espíritu
guerrero.
Para tratar de entender lo ocurrido en las
urnas hay que analizar por separado las distintas posiciones adoptadas tanto
por los triunfadores como por los perdedores y los abstencionistas. Al NO
triunfador pertenecen
los sectores más retrógrados de la
sociedad, a la encabeza está el ex
presidente Álvaro Uribe, siniestro,
fanático y enfermo mental; y le secunda un primo
del presidente Juan Manuel, Francisco
Santos, mejor conocido entre sus seguidores como Pachito, este individuo adolece
de serias deficiencias en su cociente intelectual. En el NO participó una mezcla ecléctica de población perteneciente a los más diversos sectores sociales,
en primera línea la oligarquía
terrateniente, directamente interesada en que la guerra continúe, pues vive de
ella y es la que desplaza, usurpa y acumula la tierra robada. No obstante, la gran masa del
NO es gente perteneciente al
pueblo excluido, que carece de
conciencia de clase, con un común denominador: el odio y la irracionalidad,
pero no el odio entre clases sociales
sino odio intraclase. En cuanto
al SI perdedor, también, está nutrido por una variopinta gama de seguidores.
Hay que destacar los que propician la entrega de la guerrillas conocidos como
los “pazólogos”, entre ellos se encuentran intelectuales, académicos y políticos
de “izquierda”, que no quieren llevar
a las espaldas el INRI de seguidores de
la guerrilla. En el SI
había políticos como la senadora Claudia López y Antonio Navarro quienes
votaron afirmativamente, con el afán de eliminar
“por las buenas” a las FARC de la faz de la tierra. Desde luego que muchos votantes del SI creyeron
que era la manera correcta de buscar
soluciones.
Las FARC en
realidad no tenían plan B. Una vez más la cúpula queda sin brújula, así que “quien no sabe para dónde
va cualquier camino le servirá”. Cuando las tropas de los distintos Frentes ya avanzaban hacia los campos de concentración
ahora
no saben para dónde coger. Se especulan todo tipo de medidas a seguir en el
inmediato futuro. Quienes quieren la entrega
de la guerrilla a como dé lugar proponen
una Constituyente y en el mismo sentido están los que impulsaron la anulación
del voto. Lo que no se tiene en cuenta es que,
de antemano, se sabe que esta sería
dominada, entre otros, por Álvaro Uribe y el ex procurador quienes mandarían al país entero al medioevo. Otros dicen que se tramite en el Congreso su
aprobación, pero qué
clase de Paz podrá eclosionar
en este nido de criminalidad. Otros dicen que se renegocie lo acordado y se
borre lo poco que se le concedió a la insurgencia, nada de curules y que vayan derecho a la cárcel a purgar largas
penas. Por otra parte el Centro
Democrático, quien se siente con toda la autoridad para imponer condiciones, sostiene que no se trata de negociar ni
renegociar ningún acuerdo, pues según sus voceros en Colombia no hay ninguna guerra civil ni
conflicto alguno sino simplemente una agresión por parte de un puñado de “terroristas”;
desde esta visión lo correcto es exigirle a los “terroristas” que se sometan y punto. Estas dos últimas propuestas para muchos son algo menos que salidas
insensatas, pero dada la debilidad y ganas de entregar las armas mostrada por la cúpula negociadora de las FARC en la Mesa de “sometimiento” no es raro
que terminen aceptando.
Tanto las bases como la cúpula fariana deberán
hacer un examen de conciencia para ver qué
pasó, qué está fallando, porqué el pueblo no responde; en una profunda
reflexión estará el que se hundan o por
el contrario salgan airosas. En todo caso las FARC deberían dar un vuelco total e
inmediato a la orientación que han venido observando. Pero antes que nada tendrían
que remover o, por lo menos, recomponer
la dirección máxima y la cúpula negociadora. Timochenko podrá ser un excelente cardiólogo,
pero no tiene el corazón ni el cerebro para dirigir una guerrilla del nivel de
las FARC, muestra no estar convencido de la justeza de la guerra ni de las graves
causas que la motivaron y las profundas transformaciones sociales que se
requieren para superarla. Si así fuera
no estarían hablando de paz sin que se toquen las viejas estructuras económicas,
causantes de la tragedia humana que vive la mayoría de la gente. Al jefe máximo
se le ve más como un abuelo consentidor que un combatiente al frente de hombres
de hierro. Y en cuanto a los principales voceros se les nota el cansancio y las
ganas de dejar el monte. Esta situación ha sido percibida por el grueso de la
base, varios Frentes antes de ir al
plebiscito se apartaron de los acuerdos. Se dice que en el
momento de escribir esta nota muchos guerrilleros totalmente confundidos se están replegando hacia sus territorios, preparándose para reiniciar
la lucha. No creen en nadie y no tienen por qué hacerlo. Ahora que la
iniciativa la tiene Álvaro Uribe tendrán que estar preparados porque en
cualquier momento las fuerzas militares van a intentar aniquilarnos, para no tener que
renegociar.
Pero las FARC, con unos voceros renovados,
podrán convertir el revés del NO en una oportunidad para sacar adelante lo que por
el afán de complacer al Régimen quedó en
el tintero, las salvedades podrían ser
una línea roja que daría seriedad a los negociadores rebeldes. Exigir la reforma agraria integral, sería un hecho que
justificaría el haberse sentado a negociar la salida política al conflicto. Suficiente
haberse reconocido como victimarios, algo que nunca debió haberse aceptado,
como para ir a la cárcel como vulgares criminales. Ahora se les quiere pedir que dejen las armas sin posibilidad alguna, en
la práctica, de hacer política, pues
esta votación demostró que, dada la matriz mediática negativa, nunca llegarían al Congreso. En cuanto a la
Guerrillerada de base mientras se aclara el futuro inmediato tendrá conformar un mando colegiado entre representantes
tanto de los Frentes declarados “disidentes”
como de los que, previsiblemente, se les sumen.
miércoles, 28 de septiembre de 2016
Socialismo del Siglo XXI, Castro-chavismo, conciencia de clase y sentido común
Libardo Sánchez Gómez
Cuando se pensó que había llegado
el “fin de la historia”, es decir el
eterno reinado del capitalismo, y eso era todo lo que la humanidad en materia
de organización social había logrado,
el comandante Hugo Rafael Chávez
Frías, con una profunda conciencia de clase, echó
andar de nuevo las ruedas de la historia, poniendo en boca de todo el mundo la palabra
SOCIALISMO. Pero Chávez fue más ingenioso, asumió la concepción de socialismo expuesta
en 1996 por Heinz Dieterich Steffan llamada
“Socialismo del Siglo XXI (desde luego que tiempo atrás ya se había hablado del
mismo) la cual difiere del “Socialismo Real” aquel que llevó a la Unión
Soviética a la cúspide, pero que fue echado a pique por la ambición personal de
un puñado de burócratas, y el socialismo cierto, el científico, el dialéctico,
el encargado de hacer avanzar la historia hacia una nueva forma de organización
social sin dominadores ni dominados. El
Socialismo del Siglo XXI se identificó con la Revolución Bolivariana, y fue apropiado por el comandante presidente
Chávez, como una manera progresista de
direccionar recursos hacia la población más necesitada y, a su vez, para resistir la voracidad del imperio
norteamericano. De acuerdo a Marta Harnecker, “Chávez
concebía el socialismo como un sistema económico centrado en el ser humano y no
en la ganancia, con una cultura pluralista y anticonsumista en que el ser
tuviese primacía sobre el tener. Un socialismo provisto de una democracia
verdadera y profunda donde el pueblo asumiese el rol protagónico” (Venezuela:
¿Guerra económica o errores del Gobierno? 2016) Pero aunque Chávez promoviese el socialismo todo quedó en la
antesala: “consejos comunales (pequeños territorios autogestionados), los
consejos de trabajadores, los consejos estudiantiles, los consejos campesinos”,
pues en realidad nunca, aún después de
su asesinato, se dio un paso cierto
hacia la construcción de la sociedad socialista. La propiedad privada y la
concentración de la riqueza siguen en pocas personas. La saludad y bienestar social y
buena parte de los servicios públicos
son manejados por los particulares. El proletariado es dueño tan sólo de su fuerza de trabajo. Las
decisiones que afectan la vida de todos los asociados se toman de manera
totalmente vertical de tal manera que las comunidades son receptoras y poca
o ninguna oportunidad tienen para
opinar acerca de lo que quieren o necesitan.
Y dado que el modelo capitalista sigue intacto igualmente los males
inherentes al mismo siguen incólumes, la corrupción pública y privada campea a lo largo y ancho del país y la
violencia de todo tipo asoma en cada esquina.
El discurso socialista o, mejor,
la Revolución Bolivariana de corte antiimperialista, asustó al imperio; en palabras del propio
presidente Obama de una manera “inusual y extraordinaria” (www.bbc.com/mundo/ultimas_noticias/.../150309_ultnot_eeuu_venezuel)
Entonces, para contener al Chavismo, además, asociado con los hermanos Fidel y Raúl Castro, en lo que ese personaje siniestro Álvaro
Uribe Vélez ha dado en llamar “Castro-chavismo”, el imperio ha movilizado todo su arsenal
estratégico. A nivel interno cuenta con la burguesía nostálgica de poder, capaz
de todo con tal de hacerse de nuevo al mando del Estado, y en el exterior con
personajes como el ex presidente Uribe mejor conocido como el No 82, por haber
estado en la lista de extraditables de la DEA al lado de Pablo Escobar, número
79.
El pueblo venezolano junto al
aparato militar, que desde mucho tiempo atrás venía madurando su nivel de
conciencia social, en década y media, pudo
consolidar
la llamada “Revolución Bolivariana”.
Pero ante la inamovilidad social primero del mismo presidente Chávez y
luego de su sucesor Nicolás Maduro vino
el desgaste de ese alto nivel de
conciencia lo mismo que del sentido común del pueblo, y en un arrebato de
insensatez y nihilismo mandó al carajo las conquistas sociales, y en las urnas
le dijo No al Socialismo del Siglo XXI. Esa derrota del “Castro-chavismo” es un
signo de alerta, pues si no se avanza realmente en la transformación del modelo
capitalista muy pronto en Venezuela llegará para siempre el “fin de la
historia”. Sectores verdaderamente revolucionarios, entienden que
la revolución no se hace rezando y pregonando el bien, y saben que el
capital se defenderá combinando todas las formas de lucha, como la vieja burguesía apoyada por el imperio
lo viene haciendo. El pueblo unas veces
de manera tácita (las urnas) y
otras explícitamente (manifestaciones de calle) le viene pidiendo al Gobierno
socialismo verdadero, y si éste quiere sobrevivir no tiene otra alternativa que
dar los primeros pasos. Tendrá que entregar a los trabajadores el manejo
directo de las empresas, habrá que arrebatarle a la oligarquía el inmenso poder mediático, con el cual manipula la conciencia y la mente de la gente;
los servicios públicos y el sector financiero deberán ser manejadas por el
Estado. Y habrá que hacerlo así muera en el intento. Pero lo previsible es que el
Gobierno influenciado por los sectores conservadores dentro del mismo Estado
siga, a penas, quejándose
y profundizando el
asistencialismo. Mientras tanto el imperio y la burguesía acentuarán la
violencia, el acaparamiento, desabastecimiento y parálisis del aparato productivo.
El control de la hiperinflación será pieza fundamental para el futuro del modelo chavista. Una explicación al desborde de esta variable
económica está no
en el alto grado de gasto público e inversión social, sino por un lado en la paralización del aparato productivo y dependencia
de las importaciones y por otro en que dichas importaciones están manejadas por unas pocas firmas; Marta Harnecker
cita a Cursio quien sostiene que, “…de
hecho, existe una concentración de la producción, de las importaciones y de la
distribución de los bienes y servicios en pocas manos: 3% de las unidades
económicas registradas en el país controla las divisas para importaciones “. Dice Marta que este puñado de importadores “fijan oligopólicamente los precios de los
bienes que importan (bienes de primera necesidad, entre ellos los alimentos, y
los requeridos para la producción y el
transporte) asumiendo el tipo de cambio paralelo que es mucho mayor (14,5
veces) al valor real de los productos estimado en moneda nacional”. Y la
explicación a este manejo privilegiado no es otra que la incorregible corrupción burocrática. Así que la hiperinflación será el caballo de
Troya en cuyas entrañas cabalga la derrota de la Revolución Bolivariana, pues
ningún nivel de asistencialismo podrá competir con la pérdida de poder adquisitivo
del pueblo en su conjunto, el cual desesperanzado
creerá que la vieja burguesía tiene la razón y que “el
Socialismo del Siglo XXI” no es más que un cuento de hadas.
En Colombia la conciencia social
y sentido común merecen capítulo aparte, pues no están en los genes de las
mayorías. La autollamada “izquierda”
progresista es alérgica a los términos socialismo del Siglo XXI, Castro-chavismo y Revolución Bolivariana, el
sólo pronunciarlos les ampolla la lengua y la conciencia. No es socialista, vive de las prebendas y “mermelada” que mendiga
al Poder burgués de turno; además, las
banderas de las reivindicaciones sociales son utilizadas para su enriquecimiento
personal. El Partido Comunista Colombiano no es comunista sino socialdemócrata
y no cree en la combinación de las formas de lucha; precisamente, fue uno de
los artífices principales para convencer a las FARC de abandonar la lucha
armada. Por parte de la pobrería el sinsentido todavía es mayor, la gente que
muere de hambre y adolece de todo tipo de carencias en los llamados cinturones de miseria alrededor de las
grandes, medianas y, aún, pequeñas ciudades, se mueve en las urnas al lado de
la oligarquía. Lo mismo ocurre con los trabajadores y campesinos sin
tierra. Por eso la votación obtenida por
la izquierda electorera tradicionalmente
es marginal. Y en cuanto se refiere
a la FARC POLÍTICA es de esperar
que no sea diferente, y más temprano que
tarde terminará difuminada entre todos los movimientos y partidos del espectro
político existente. Por el lado de la oligarquía si bien la
conciencia y odio de clase social sí lo tiene desarrollado de manera superlativa en cuanto
al sentido común demuestra que éste no es tan común. Ante el ofrecimiento de
rendición y entrega de las armas por parte de la guerrilla de las FARC, nada
más ni nada menos que la oligarquía
terrateniente, esa que usurpa y acumula tierras, en
cabeza del pájaro mayor Álvaro Uribe Vélez se opone rotundamente a los acuerdos
entre insurgentes y Gobierno. Pero que no se afanen, pues tendrán que lidiar con cinco Frentes, unas dos mil unidades,
bien entrenadas y con alta conciencia y moral revolucionaria, quienes harán
frente a sus tropelías.
lunes, 26 de septiembre de 2016
EDICTO PÚBLICO ACCION DE GRUPO 2015-831 UNIÓN PATRIÓTICA
Abogado Francisco Basilio Arteaga Benavidez Sobreviviente al genocidio político en contra de la Unión Patriótica
invita adherirse a la ACCIÓN DE GRUPO 2015-831 que cursa en el
Tribunal Administrativo de Cundinamarca Sección Primera Sub-sección " A
", para exigir la reparación integral por el retiro injusto de la
Personería Jurídica del Partido Unión Patriótica"UP".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)