jueves, 31 de mayo de 2018

Recta final: entre el fascismo y la socialdemocracia



Libardo Sánchez Gómez*
La primera vuelta presidencial   se encuadró entre  posiciones de derecha, de ninguna manera  se puede decir que alguien representara una postura de izquierda y menos de extrema izquierda. Se vieron .dos posiciones de extrema derecha: la de Iván Duque y Germán Vargas Lleras, dos  de tipo  socialdemócrata: la de Humberto de La Calle  y Gustavo Petro y la acuosa de Sergio Fajardo, que no decía nada y no proponía nada, se supone que así es el “centro”; fincó su campaña en la educación, pero su propuesta educativa fue la más simplista e imprecisa de todas,  se supone que el sector productivo sería quien la financiaría, lo que se traduce en fabricar un ejército de técnicos, lo que nos mantendrá eternamente en el tercermundismo, pues un pueblo se desarrolla únicamente si se educa no solo para saber hacer sino para saber crear. En     esencia Fajardo, también,  es de corte neoliberal, como lo son sus mentores Claudia López y Mockus. Sergio, definitivamente, es un neoliberal posando de alternativo. La propuesta de Fajardo tuvo éxito porque como la música popular, que no tiene sino un par de notas, es fácil de entender por Raimundo y todo el mundo. Su posición para la segunda vuelta pone en evidencia su nihilismo político.
 Se habla que Gustavo Petro era la cara de la izquierda, pero Él fue enfático en manifestar que su posición política es fundamentalmente socialdemócrata, y así fue, pues jamás expuso querer llevar a cabo algún cambio estructural al sistema socioeconómico actual. El príncipe o, mejor, el Duque del ducado uribista, bajo la batuta de Álvaro Uribe velez el “señor de las sombras”, también, conocido  como el  extraditable No. 82, asunto confirmado por en el New York Times, según  archivos recientemente desclasificados, representó la caverna ideológica encabezada por monseñor Ordoñez y la vicepresidenta Marta Lucía Ramirez.  A  los seguidores  de Duque, léase de Uribe, como en  los tiempos del circo romano les encanta la sangre, Duque les sedujo a sus electores prometiendo que volverá añicos los “acuerdos de paz” alcanzados con los disidentes de las FARC,  pues  las   FARC-EP de siempre sigue en armas; “bala señores”  es y será para la segunda vuelta su lema de campaña. A sus seguidores poco les importa que su maléfico   rey  Álvaro Uribe   haya sido el   creador, entre muchos males, de la Ley 100, que entregó la salud y la seguridad social a la voracidad de los inversionistas privados, que hubiese acabado con las horas extras y que hubiera acabado con el campo con los famosos tratados de libre comercio TLCs.  El Duque de duques pregona que no hay lucha de clases, ocultando que   el fascismo es esencialmente clasista y racista, detesta a los débiles y cualquier grupo étnico minoritario. Su fuente filosófica se remonta al superhombre de Nietche en el que  los débiles no merecen atención alguna y por el contrario deben desaparecer. En el  neoliberalismo el principio rector es el “sálvese quien pueda” ya que el estado no está diseñado para dar ayudas de ningún tipo  a nadie.  Del mismo corte de Duque era la propuesta de Germán Vargas Lleras, otro Duque  proveniente  de la dinastía del Gallino Vargas, un terrateniente negrero del interior del país otrora dueño de la mayoría de las tierras de la Sabana de Bogotá. La diferencia entre Iván   y Germán se remonta a sus orígenes,  Vargas Lleras viene  en línea directa    de la más rancia oligarquía criolla santafereña,  nieto   del Ex presidente Carlos Lleras Restrepo, mientras que Iván es  un simple Oligarca montañero emergente. 
A Gustavo Petro se le acusa de ser extremo izquierdista por proponer la eliminación de las EPS, entes que más que prestadoras de servicios de salud son verdaderos agentes funerarios.  Petro propone que la salud sea un servicio prestado directamente por el estado. Duque, para no indisponer a su rey, dueño junto con su familia de algunas de ellas,  propone simplemente mejorarlas, es decir, cada vez que se quiebren, previo saneamiento con recursos públicos,   entregarlas a nuevos inversionistas privados, para que vuelvan hacer lo mismo.
Gustavo Petro, también, es extremo izquierdista ya que propone la extrema defensa del medio ambiente, pues privilegia las fuentes alternativas de energía sobre el uso del petróleo y el carbón. Para Duque, fiel a los intereses de las transnacionales, hay que aprovechar hasta el último barril de petróleo que quede bajo el subsuelo, así para obtenerlo haya que fracturar   hasta  el mismo centro de la tierra.
Gustavo Petro es de extrema izquierda porque quiere disminuir la inequidad social, no olvidar que Colombia es uno de los países más inequitativos del planeta, lo que ha llevado a que en Colombia apenas haya un puñado de ricos y millones de personas pobres, tanto que diariamente mueren de física hambre  por lo menos cinco niños. Y cómo lo logrará, pues haciendo que los impuestos sean destinados para que todos los hombres y mujeres  puedan estudiar gratuitamente desde el preescolar hasta la universidad. También hará equidad social haciendo que hombres y mujeres, hayan o no cotizado a la seguridad social, puedan    pensionarse  al cumplir los 62 años de edad.
Gustavo Petro es de extrema izquierda porque quiere hacer de Colombia un país de propietarios, construyendo una sociedad con la mayoría de su gente inscrita en la clase media. Eso no gusta al  Duque, léase Centro Democrático o mejor extrema derecha, pues no conciben una sociedad sin prole para explotar. Petro propone que los latifundios improductivos de más de mil hectáreas sean adquiridos por el estado, ojo adquiridos no expropiados, para ser incorporados al aparato productivo rural en manos de los campesinos sin tierra. Eso tampoco gusta al “extremo democrático”, pues para eso crearon la famosa Ley Zidres, según la cual    la tierra debe ser manejada  por los grandes capitales nacionales (terratenientes) y las transnacionales. 
En resumidas cuentas Gustavo Petro no es más que un progresista, economista Keynesiano que privilegia la intervención del estado para corregir los desequilibrios económicos, en otras palabras, un capitalista con rostro humano enmarcado en la Constitución del 91, de su misma autoría; por el contrario Iván Duque es la máxima expresión del capitalismo salvaje.
Por lo visto la  segunda vuelta presidencial será una carrera por el solio presidencial entre el fascismo y una tibia social democracia, así que los cambios estructurales socioeconómicos, que permitan la superación del nefasto modelo económico capitalista, que ha llevado a la exclusión social a millones de seres humanos no sólo en Colombia sino en el mundo entero, quedarán en veremos.
*Msc. Economía. Excatedrático universitario.