viernes, 27 de marzo de 2015

Manuel Marulanda Vélez, el estratega de la paz




Marulanda fue uno de los más destacados guerrilleros colombianos y latinoamericanos. Cuando muchos nombres de políticos mediocres sean olvidados, el de Marulanda será reconocido como uno de los más dignos y firmes luchadores por el bienestar de los campesinos, los trabajadores y los pobres de América Latina. FIDEL CASTRO RUZ

Hoy es el día del derecho universal de los pueblos del mundo a la rebelión, al alzamiento armado contra la opresión. Así lo instituyeron, hace seis años, numerosos movimientos políticos y sociales, partidos de izquierda, sindicatos, colectivos populares, muchos académicos y gente del común, en homenaje a Manuel Marulanda Vélez, rememorando la partida física del comandante el 26 de marzo de 2008. Cómo palpita vital y sonoro el internacionalismo en el inmenso pecho de la humanidad. Cuánta razón tenía el Che al definir la solidaridad como la ternura de los pueblos.
El recurso a la rebelión es un derecho natural e histórico. En el preámbulo mismo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la ONU en 1948, se consagra y legitima este derecho, impreso, además, de manera indeleble en la historia del constitucionalismo mundial, desde la Declaración de Filadelfia de independencia de los Estados Unidos.
Para recordar hoy a Manuel Marulanda Vélez en su asombrosa trayectoria de resistencia, permítannos referirnos a este derecho universal, a través de reflexiones del Libertador sobre la temática, hechas públicas en las páginas del Correo del Orinoco en 1821. Decía Bolívar que, “El hombre social puede conspirar contra toda ley positiva que tenga encorvada su cerviz, escudándose con la ley natural/ Sin duda –decía- es algo severa esta teoría, pero aun cuando sean alarmantes las consecuencias de la resistencia al poder, no es menos cierto que existe en la naturaleza del hombre social un derecho inalienable que legitima la insurrección”.
Y de manera pragmática nos recomienda, también, en los folios de ese documento que, “A fin de no embrollar la gramática de la razón, debe darse el nombre de insurrección a toda conjuración que tenga por objeto mejorar el hombre, la patria y el universo”.
Y de nuestra parte diríamos que Manuel Marulanda Vélez le insufló vida a aquel aserto bolivariano de que “La insurrección se anuncia con el espíritu de paz, se resiste contra el despotismo porque éste destruye la paz, y no toma las armas sino para obligar a sus enemigos a la paz”, con la formación del ejército del pueblo que moldeó con sus manos campesinas: las FARC-EP.
Por eso estamos aquí en la trinchera de La Habana, resueltos a alcanzar con el respaldo de la voluntad nacional, de la movilización social, con el concurso de nuestros jóvenes, de nuestras mujeres, de nuestros campesinos y pueblos indígenas, las comunidades afro, los raizales y la población urbana toda, la victoria de la paz y la reconciliación de Colombia, sobre bases de vida digna, democracia verdadera y soberanía patria.
El fin de la confrontación armada mediante el diálogo civilizado es una necesidad del momento, pero deben las castas oligárquicas que han maltratado y sometido a un pueblo desde hace 184 años de vida republicana, si se parte de 1830, alejarse de ese sentimiento mezquino y excluyente, de obtener para sí, una paz gratis. Los colombianos piden a gritos la “restauración moral” de la República sobre pilares solidarios y estructuras de humanidad, una paz que nos garantice pan, empleo, tierra, salarios justos, salud y educación gratuitas y de calidad, vivienda digna, transporte barato, servicios públicos, conectividad, buenas autopistas, el respeto a la biodiversidad y el medio ambiente, una democracia que tenga en cuenta al ciudadano de a pie, unas instituciones que sean el orgullo de todos por su probidad, y unas fuerzas armadas defensoras de la soberanía y las garantías sociales, todo ello como el nuevo estandarte que ha de distinguir a la Colombia del futuro, a la del post acuerdo de paz.
Queremos que nadie confunda las causas del conflicto con palabras demonizadoras para asustar, como comunismo, narcotráfico o terrorismo, utilizadas solo como comodines que permitan prolongar la guerra y justificar injerencias de potencias extranjeras en nuestro conflicto interno.
En este séptimo aniversario de la muerte de Manuel en su trinchera de la selva -mientras dirigía a sus guerrilleros que enfrentaban la asimetría militar del foráneo Plan Colombia-, queremos pedirle a todo el pueblo y a la gente pensante, que es una fuerza viva y poderosa, que se movilice resueltamente, en defensa de este proceso que ha de conducirnos a la reconciliación. Somos más, muchos más, los que anhelamos paz con justicia social, económica y política.
Invitamos a nuestra contraparte en la Mesa de Conversaciones, a que, recurriendo no a la ley obtusa, ni a caprichos ni ficciones, sino al sentido común, a retirar toda la maleza jurídica que han atravesado, como una mula muerta, en el camino de la paz.
Tengan en cuenta que el derecho a la rebelión es una respuesta a los abusos del poder y este presupuesto sugiere que hay un máximo responsable nítido a lo largo de la historia y que el alzamiento en armas es un derecho que asiste a todos los pueblos del mundo cuando se trata de resistir a los atropellos y desafueros del poder.
La paz es el bien superior; el derecho síntesis sin el cual los restantes derechos resultarían totalmente inaplicables. Queremos su advenimiento pronto, sin tantas dilaciones de quienes se creen maestros de los artilugios de negociar sin ceder. Creemos firmemente que la verdad tiene efectos sanadores y de justicia, que es necesario crear desde ya el Fondo Especial de Reparación Integral, y garantizar, que todos los responsables, pero absolutamente todos, los que sugieren, no solamente Gaviria, sino el trascendental informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, pidan perdón, y nos comprometamos, como una sola voluntad, hacia un irreversible NUNCA MÁS.
Gracias comandante Fidel Castro por sus sinceras y convincentes palabras estampadas en el prefacio de este pronunciamiento. Ciertamente, Manuel no era hombre de poses ni de alardes; era original y auténtico, un líder natural salido del pueblo, convertido en el más grande estratega de la guerra de guerrillas móviles en el continente. Esta insurgencia bolivariana surgida de Marulanda, cree en la posibilidad de la paz, en la fuerza irresistible de la unidad y la solidaridad de los pueblos para alcanzarla.
Concluimos esta intervención con un fragmento de un poema del poeta Luis Vidales, dedicado a nuestro viejo del alma, el siempre vivo Manuel Marulanda Vélez:
Manuel es el padre de la selva colombiana 
Es el pastor de la paz en el rebaño 
Manuel es hermano de los ríos y del viento 
Y allá donde es más libre la montaña 
Dulce patria hacia el cielo, allá lo siento.
Gloria eterna a nuestros fundadores, a nuestros compañeros caídos, y nuestra solidaridad con los heridos y lisiados en la confrontación contra el Estado, con nuestros prisioneros de guerra y civiles condenados por rebelión.

El conflicto Estados Unidos/Venezuela y la VII Cumbre de las Américas



América Latina y el Caribe, principalmente las naciones de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), y en particular, Venezuela, son el teatro de operaciones de un sordo juego geopolítico entre Estados Unidos y sus socios de la OTAN, contra China y Rusia, dos potencias emergentes que han venido desarrollando vínculos económicos y de cooperación técnico-militar con naciones situadas en lo que tradicionalmente Washington ha considerado su “espacio vital”.
Pocas veces, como hoy −tras la reciente orden presidencial de Barack Obama que ubicó a Venezuela como una “extraordinaria amenaza a la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos”−, cobran dimensión los conceptos esgrimidos por Nicholas J. Spykman en 1942, cuando al definir el “Mediterráneo Americano” (que abarcaba el litoral del golfo de México y el mar Caribe, México, América Central, Colombia, Venezuela y el cinturón de islas que se suceden desde Trinidad a la punta de la Florida, Cuba incluida), dijo que esa región debía quedar bajo la “exclusiva e indisputada tutoría” de Washington.
En su obra Estados Unidos frente al mundo, escrita tres años antes de que finalizara la Segunda Guerra Mundial, al exponer la doctrina geopolítica del imperialismo tal y como lo concebía la clase dirigente estadunidense, Spykman dijo con elocuente crudeza: “Eso implica para México, Colombia y Venezuela una situación de absoluta dependencia con respecto a Estados Unidos, de libertad meramente nominal…”
En 1973, el boicot de suministros de hidrocarburos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) a Estados Unidos, exhibió las vulnerabilidades del hegemón del capitalismo mundial. Desde entonces, los estrategas del complejo industrial-militar diseñaron y pusieron en práctica una serie de proyectos geopolíticos −o de conquista del espacio en su zona de influencia−, a expensas de naciones débiles o que ofrecen poca resistencia, que incluyeron la colonización, la anexión o la conquista.
Cuatro decenios después, Estados Unidos ha conformado América del Norte como un espacio geopolítico bajo el dominio económico-financiero de las corporaciones con casa matriz en su territorio y el control militar del Comando Norte del Pentágono. Y aunque en 2005 en Mar del Plata fracasó el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), la libertad de México y Colombia es hoy meramente nominal, como anunció Spykman en 1942, y sus territorios han sido militarizados por el imperio. Sólo escapan a ese designio Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Además de su importancia geopolítica para la defensa del territorio continental de Estados Unidos de cara a un eventual conflicto bélico con otra potencia, Venezuela es el país con la mayor cantidad de reservas probadas de hidrocarburos. Asimismo, bajo el liderazgo indiscutido de Hugo Chávez, Venezuela fue el impulsor del ALBA y potenció la UNASUR (Unión de Naciones Sudamericanas) y la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), obstaculizando los planes para una integración vertical del subcontinente, implementados por la Casa Blanca y el gobierno-sombra de las grandes corporaciones estadunidenses.
Washington y el golpismo continuado
Las consideraciones anteriores explican los sucesivos intentos encubiertos de Washington por llevar a cabo un “cambio de régimen” en Venezuela: desde el golpe de Estado cívico-militar-oligárquico de abril de 2002 (el primer golpe mediático del siglo XXI), y la Operación Septiembre Negro de finales de ese año y comienzos de 2003 –el llamado “golpe petrolero” que siguió los lineamientos del Dossier Confidencial No. 5, estrategia subversiva de los capitanes de industria, grandes latifundistas, ganaderos y la llamada nomenclatura gerencial de petróleos de Venezuela (Pdvsa), bajo la cobertura política e ideológica de las principales corporaciones multimedia de Venezuela y las Américas−, pasando por diversas operaciones clandestinas y diferentes modalidades de la guerra de espectro completo (“golpe suave”, guerra de baja intensidad, guerra asimétrica, de información o cuarta generación, guerra económica y terrorismo mediático), hasta el fracasado golpe del 11 y 12 de febrero de 2015.
Al respecto, cabe recordar que con eje en una estrategia de varios carriles, la escalada política-propagandística había iniciado en diciembre pasado, cuando al tiempo que anunciaba negociaciones para una próxima reanudación de relaciones diplomáticas con Cuba, el presidente Obama puso en vigor la “Ley para la defensa de los derechos humanos y la sociedad civil en Venezuela”, una medida injerencista violatoria del derecho internacional aprobada por el Congreso. La nueva ley extraterritorial, pieza central en la etapa para un cambio de régimen en Venezuela, es una réplica perfeccionada de lo que el propio Obama había dicho, siendo senador, que durante más de 50 años no había funcionado contra Cuba.
A partir de enero de este año, se incrementaron los planes tendientes a generar un nuevo clima de zozobra económica y violencia caótica desestabilizadora que confluyera con el primer aniversario de “las guarimbas” de febrero de 2014. ¿Objetivo? Derrocar a Nicolás Maduro, presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, a quien se le había venido fabricando una imagen de gobernante autoritario y violador de los derechos humanos.
Lubricada la oposición venezolana con millonarios fondos extraídos de los contribuyentes de Estados Unidos a través de agencias oficiales de Washington como la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) y fundaciones afines como la National Endowment for Democracy (NED) y Freedom House; posicionada la guerra económica con base en el desabastecimiento de productos de primera necesidad −en particular alimentos básicos, medicamentos y artículos higiénicos− para provocar ira y malestar en la población, la extensa red de medios corporativos privados del hemisferio occidental hicieron su labor como parte de la guerra psicológica y el terrorismo mediático. En lo interno, su misión principal era generar un clima de miedo y horror paralizante a través de herramientas habituales como el acaparamiento, el desabasto, el mercado negro, la inflación, la usura, campañas de rumores y la violencia callejera, y en lo externo, fomentar una correlación de fuerzas internacionales que avalara tácitamente el accionar golpista y, llegado el caso, una eventual intervención militar del Pentágono.
En rigor, se trataba de una segunda fase de la fracasada operación subversiva puesta en práctica a comienzos de 2014 para tirar a Maduro. “La salida” −como denominó entonces la ultraderecha venezolana al plan sedicioso para sacar al presidente legítimo de Venezuela del Palacio de Miraflores−, culminó con un saldo de 43 personas muertas y llevó a la cárcel a uno de los líderes de la asonada, Leopoldo López, dirigente del Partido Voluntad Popular.
Desde entonces, una de sus cómplices en la aventura conspirativa, la ex congresista desaforada María Corina Machado −firmante del Decreto Carmona durante el golpe de Estado de abril de 2002 −, había tomado las riendas de la nueva intentona con apoyo del embajador de Estados Unidos en Colombia, Kevin Witaker. “Contamos con una chequera más fuerte que la del régimen para romper los anillos de seguridad”, dijo Machado, quien desde hace años cultiva los favores de congresistas cubano-estadunidenses de Miami, como Marco Rubio, Iliana Ros Lethinen y Mario Díaz Balart, y los del alcalde de la ciudad Doral del sur de la Florida, Luigi Boria.
El factor Brownfield
En el caso venezolano, la génesis de la intervención estadunidense actual remite al Comité de los 40 (denominación tomada de la Decisión-Memorándum No. 40 del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos), reunido por el secretario de Estado Henry Kissinger en junio de 1970 para diseñar una estrategia de “bajo perfil” destinada a hacer abortar la “vía pacífica al socialismo” de Salvador Allende en Chile. El plan del Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de la época de Richard Nixon, incluía: 1) creación del caos económico; 2) acciones paramilitares; 3) ofensiva de propaganda; 4) financiamiento a sectores derechistas, y 5) infiltración y divisionismo dentro de la izquierda chilena.
Con base en esa estrategia −aplicada después con variantes contra Nicaragua sandinista, Granada y Panamá−, en agosto de 2004 Washington había enviado a Caracas al embajador William Brownfield. Adscrito a la Oficina de Iniciativas para la Transición en Venezuela (OIT), la principal misión de Brownfield era elaborar un plan de largo plazo para derrocar a Hugo Chávez. En un cable diplomático del 9 de noviembre de 2006, difundido en el portal de Wikileaks, el diplomático recordaba a sus jefes en el Departamento de Estado las directrices establecidas dos años antes en el denominado “Plan de cinco puntos contra el Gobierno Bolivariano”: 1) Fortalecer las instituciones democráticas; 2) Infiltrarse en la base política de Chávez; 3) Dividir al chavismo; 4) Proteger negocios vitales de Estados Unidos, y 5) Aislar a Chávez internacionalmente. La OIT para Venezuela fue cerrada en 2010, pero sus funciones fueron transferidas a la oficina para América Latina de la USAID, vieja pantalla de las acciones injerencistas y para la guerra psicológica de la CIA y el Pentágono.
Con base en esos antecedentes, la ambientación o “calentamiento” mediático de la nueva ofensiva desestabilizadora contra Venezuela contó, a mediados de enero pasado, con la presencia en Caracas de los ex presidentes de Colombia, Chile y México −Andrés Pastrana, Sebastián Piñera y Felipe Calderón, respectivamente−, invitados a un foro por María Corina Machado y el partido Voluntad Popular. Otro de los objetivos era visitar en la prisión a Leopoldo López, erigido por Washington como nuevo “combatiente de la libertad”, según la expresión acuñada por Ronald Reagan para los contras nicaragüenses y el saudí Osama bin Laden en los años 80.
La trama desestabilizadora se complementó, a finales de enero, con la deserción de Leamsy Salazar, capitán de corbeta de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. En calidad de “testigo protegido”, el desertor Salazar declaró ante un tribunal de Nueva York que el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, era el jefe de un presunto cartel de Los Soles. La “primicia” la obtuvo el diario neofranquista español ABC, que se basó en “fuentes cercanas a la investigación”, y fue convenientemente amplificada en México por los periódicos Excélsior La Razón que, curiosamente, no citaron como fuente a ninguna agencia noticiosa internacional, por lo que puede presumirse que en los tres casos se trató de desinformación sembrada con propósitos subversivos-propagandísticos.
Dentro del plan conspirativo en curso, no es un dato baladí que William Brownfield −el “diplomático” que en 2004 elaboró el Plan de los cinco puntos para derrocar a Chávez y quién se desempeñó luego como embajador en Colombia de 2007 a 2010−, validara la “consistencia” del reportaje de ABC, que involucra a Cuba y las FARC en la insólita trama. Tampoco lo es que Brownfield sea en la actualidad secretario de Estado adjunto de Estados Unidos para Narcóticos y Seguridad Internacional.
Los fondos para la subversión
Otro elemento clave del plan elaborado por Brownfield en 2004, es el financiamiento de ONGs, fundaciones, asociaciones y partidos opositores venezolanos, enmarcado dentro del rubro “defender y fortalecer prácticas democráticas, las instituciones y los valores que promueven los derechos humanos y la participación de la sociedad civil”. El presupuesto actual de Estados Unidos (octubre 2014 a octubre de 2015) incluye cinco millones de dólares, y la asignación prevista para el próximo año fiscal aumenta la cifra en 500 mil dólares más. Asimismo, Washington ha incorporado una nueva modalidad consistente en registrar a las ONGs venezolanas como corporaciones en Estados Unidos, lo que facilita el suministro de fondos y además pueden ser subcontratadas por compañías estadunidenses.
Entre las organizaciones receptoras de fondos de los contribuyentes de Estados Unidos figuran Nueva Conciencia Nacional; Fundación Futuro Presente; Humano y Libre, de Gustavo Tovar Arroyo, quien organizó en 2010 la denominada Fiesta Mexicana para adiestrar en métodos de desestabilización a dirigentes estudiantiles de la extrema derecha venezolana; Espacio Civil; Operación Libertad; Mujer y Ciudadanía; Ventana por la libertad; Súmate y Consorcio Desarrollo y Justicia, ambas ligadas a la golpista María Corina Machado.
La USAID, que en 2011 destinó más de nueve millones de dólares de los 20 millones aprobados ese año para la desestabilización de los países del ALBA, en 2013 canalizó cinco millones 786 mil dólares para programas subversivos en Venezuela, principalmente para la capacitación de nuevos líderes juveniles que sean capaces de resaltar en el enfrentamiento con el gobierno. El presupuesto destinado a 2014 no ha sido publicado, probablemente en un intento por sortear las dificultades que les ocasionaron las revelaciones y cuestionamientos de que fue objeto luego de las revelaciones de la agencia AP sobre el trabajo de la USAID contra Cuba.
Además, los programas de Estados Unidos para la subversión en Venezuela incluye a la National Endowment for Democracy (NED), que en 2014 destinó más de dos millones 300 mil dólares a organizaciones antibolivarinas, y a Freedom House, ampliamente denunciada por sus vínculos con la CIA, que mantiene su política de asesoramiento y financiamiento de la oposición venezolana, profundizando las estrategias de guerra psicológica y campañas mediáticas como parte de las técnicas de las “revoluciones de colores” y el “golpe suave” de Gene Sharp, Robert Helvey y Peter Ackerman.
En su reporte global anual sobre libertad de expresión, Freedom House ubica a Venezuela como uno de los países donde no existe libertad de prensa ni de expresión y donde se violan los derechos humanos; la agenda de Obama, pues. En contrate, cabe consignar que en ese país existe una hegemonía de los medios de comunicación privados. Según Luis Britto García, en 1998 la empresa privada era propietaria del 80% de las estaciones de televisión y del 97% de las radiodifusoras de FM, y no había medios comunitarios. Esos medios privados se caracterizaban por una alta concentración de la propiedad, tanto horizontal como vertical. En la actualidad operan en Venezuela 2,896 medios; 2,332 son de la empresa privada. El 65.18% sigue siendo privado y el 30.76% son comunitarios; apenas un 3.22% son de servicio público. El principal cambio consiste en la multiplicación de medios comunitarios, los cuales en su mayoría tiene poco alcance y tienden a durar un tiempo limitado.
En radiodifusión funcionan mil 598 emisoras privadas, 654 comunitarias y apenas 80 de servicio público. En televisión de señal abierta 55 canales son privados, 25 son comunitarios y ocho de servicio público. Casi todos los medios privados son opositores, con lo cual, pretender que el Estado esté ejerciendo una “hegemonía comunicacional” con los escasos medios de que dispone, como señala Freedom House, es un infundio que sólo puede ser interpretado como parte de una operación de guerra psicológica y propaganda negra para exacerbar el pánico, desestabilizar el país, generar ingobernabilidad y detonar violencias destinadas a derrocar por la vía del terror al gobierno bolivariano.
La debilidad de Obama y el riesgo intervencionista
En ese contexto, los días 11 y 12 de febrero el gobierno venezolano anunció haber desarticulado un “atentado golpista” que contaba con la participación de oficiales activos y retirados de la aviación militar y otros elementos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, y cuyo objetivo era bombardear desde un avión Tucano el Palacio de Miraflores y matar al presidente Nicolás Maduro. Otros blancos de la llamada Operación Jericó eran el Ministerio de Defensa y los estudios del canal de televisión Telesur, para sembrar caos y confusión.
Es previsible que ante el nuevo fracaso golpista, y dado el interés geopolítico en la estrategia subversiva de Washington hacia Venezuela, el presidente Obama y sus aliados de la ultraderecha regional intentarán enrarecer el clima de la próxima Cumbre de las Américas, prevista para la segunda semana de abril en Panamá. Con la “declaración de guerra” de Obama, queda claro que a Estados Unidos no le interesa la democracia ni los derechos humanos en Venezuela; lo que le importa es el petróleo y la posición geográfica del país sudamericano. El interés de la Casa Blanca es reafirmar su política de dominación regional, desafiada por China y Rusia; restaurar el tradicional control en su zona de influencia, hoy resistida como nunca antes por los países agrupados en la UNASUR, la CELAC y el ALBA.
En la coyuntura, las palabras de Obama al acusar a Venezuela como una “amenaza” a la seguridad nacional de Estados Unidos, además de ridículas, son una clara expresión de la evolución clásica de las políticas de agresión imperial, que van de la ruptura del orden constitucional, los golpes suaves y las revoluciones de colores a una eventual intervención militar directa del Pentágono. Como denunció el ex vicepresidente venezolano José Vicente Rangel, Washington dispone de mil 600 paramilitares listos en la frontera de Colombia, frente a los estados Zulia y Táchira, 800 en cada zona limítrofe. Ése es el verdadero peligro en la hora.
En ese contexto, la guerra mediática y económica y la imposición de sanciones de Estados Unidos al gobierno venezolano sólo debilitan la imagen de Obama de cara a la VII Cumbre de las Américas organizada por la OEA (Organización de Estados Americanos). Nicolás Maduro llegará a la cita con el apoyo y el respaldo internacional, y queda claro que al defender a Venezuela, los presidentes de los países del área están defendiendo la soberanía y la unidad de Nuestra América martiana y bolivariana.

lunes, 16 de marzo de 2015

Por qué el ascenso del fascismo es de nuevo el tema

El Correo

El reciente 70 aniversario de la liberación de Auschwitz fue un recordatorio del gran crimen del fascismo, cuya iconografía nazi está incrustada en nuestra conciencia. El fascismo se conserva como historia, como el parpadeo en imágenes de camisas negras desfilando a paso de ganso, su criminalidad terrible y clara. Sin embargo, en las mismas sociedades liberales, cuyas élites toman decisiones bélicas, nos instan a no olvidar nunca, el peligro acelerado de una especie moderna del fascismo; esto es, su fascismo.
«Iniciar una guerra de agresión...», dijeron los jueces del Tribunal de Nuremberg en 1946, «no es sólo un crimen internacional, es el crimen internacional supremo, que sólo difiere de otros crímenes de guerra en que contiene en sí el mal acumulado en totalidad».
De no haber los nazis invadido Europa, Auschwitz y el Holocausto no hubieran sucedido. De no haber iniciado los Estados Unidos y sus satélites su guerra de agresión en Irak en 2003, casi un millón de personas estarían vivas hoy en día; y el Estado islámico, o ISIS, no nos habría sometido a su salvajismo. Ellos son la progenie del fascismo moderno, destetados por las bombas, baños de sangre y mentiras que son el teatro surrealista conocido como noticias.
Al igual que el fascismo de los años 1930 y 1940, grandes mentiras se entregan con la precisión de un metrónomo: gracias a omnipresentes, medios (de comunicación) repetitivos y censurados con virulencia por omisión. Considere la catástrofe en Libia.
En 2011, la OTAN lanzó 9700 «incursiones de ataque» contra Libia, de los cuales más de un tercio estaban dirigidas a objetivos civiles. Se utilizaron ojivas de uranio; las ciudades de Misurata y Sirte fueron tapizadas con bombas. La Cruz Roja identificó fosas comunes, y Unicef informó que «la mayoría [de los niños asesinados] estaban por debajo de los diez años».
El sodomizar públicamente al presidente libio Muammar Gaddafi con una bayoneta «rebelde» fue recibido por la entonces Secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, con las palabras: «Vinimos, vimos, y él murió». Su asesinato, como la destrucción de su país, se justificó con una gran mentira ya familiar; que estaba planeando un «genocidio» contra su propio pueblo. «Sabíamos que... si esperábamos un sólo día más», dijo el Presidente Obama, «Benghazi, una ciudad del tamaño de Charlotte, podría sufrir una masacre que hubiera resonado en toda la región y manchado la conciencia del mundo».
Esta fue la fabricación de las milicias islamistas derrotadas por las fuerzas gubernamentales libias. Le dijeron a Reuters que sería «un verdadero baño de sangre, una masacre como la que vimos en Ruanda». Reportado el 14 de marzo de 2011, la mentira ocasionó la primera chispa para el infierno de la OTAN, descrito por David Cameron como una «intervención humanitaria».
Secretamente aprovisionados y entrenados por el SAS de Gran Bretaña, muchos de los «rebeldes» se convertiría al ISIS, cuya oferta de vídeo más reciente muestra la decapitación de 21 trabajadores cristianos coptos capturados en Sirte, la ciudad destruida en su nombre por los bombarderos de la OTAN.
Para Obama, David Cameron y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, el verdadero crimen de Gadafi era la independencia económica de Libia y su declarada intención de dejar de vender las mayores reservas de petróleo de África en dólares estadounidenses. El petrodólar es un pilar del poder imperial estadounidense. Gaddafi audazmente planeaba suscribir una moneda africana común respaldada por oro, establecer un banco para toda África y promover la unión económica entre los países pobres con recursos preciados. Sea o no que esto pasara, la idea misma era intolerable para los EE.UU., mientras se preparaba para «entrar» en África y sobornar a los gobiernos africanos «asociados» con militares.
Tras el ataque de la OTAN al amparo de una resolución del Consejo de Seguridad, «Obama, escribió Garikai Chengu, confiscó 30 billones de dólares del Banco Central de Libia, que Gadafi había destinado para la creación de un Banco Central Africano y el oro de respaldado de la moneda africana dinar».
La «guerra humanitaria» contra Libia se basó en un modelo cercano a los corazones liberales occidentales, especialmente en los medios de comunicación. En 1999, Bill Clinton y Tony Blair enviaron la OTAN a bombardear Serbia, porque, mintieron, los serbios estaban cometiendo «genocidio» contra la etnia albanesa en la provincia secesionista de Kosovo. David Scheffer, embajador en misión especial para crímenes de guerra [sic], afirmó que como «225.000 hombres de etnia albanesa de edades comprendidas entre 14 y 59» podrían haber sido asesinados. Tanto Clinton y Blair evocaron el Holocausto y «el espíritu de la Segunda Guerra Mundial». Aliados heroicos de Occidente eran el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), cuyos antecedentes penales fueron dejados de lado. El ministro de Exteriores británico, Robin Cook, les dijo que lo llamaran a cualquier hora a su teléfono móvil.
Con el bombardeo de la OTAN, y gran parte de la infraestructura de Serbia en ruinas, junto con las escuelas, los hospitales, monasterios y la estación de televisión nacional, los equipos forenses internacionales descendieron sobre Kosovo para exhumar evidencia del «holocausto». El FBI no encontró una sola fosa común y se fue a casa. El equipo forense español hizo lo mismo, su líder airadamente denunció «una pirueta semántica de las máquinas de propaganda de guerra». Un año más tarde, un tribunal de las Naciones Unidas sobre Yugoslavia anunció el recuento final de los muertos en Kosovo: 2788. Esto incluyó combatientes de ambos bandos y serbios y gitanos asesinados por el ELK. No hubo genocidio. El «holocausto» era una mentira. El ataque de la OTAN había sido fraudulento.
Detrás de la mentira, había un propósito serio. Yugoslavia era una federación única independiente, multi-étnica que se había destacado como un puente político y económico en la Guerra Fría. La mayor parte de sus utilidades y mayores fábricas era de propiedad pública. Esto no era aceptable para la Comunidad Europea en expansión, sobre todo para la recién unida Alemania, que había comenzado a manejar el este y capturar su «mercado natural» en las provincias yugoslavas de Croacia y Eslovenia. En el momento en que los europeos se reunieron en Maastricht en 1991 para proponer sus planes para la desastrosa zona euro, había sido logrado un acuerdo secreto; Alemania reconocería a Croacia. Yugoslavia estaba condenada.
En Washington, los EE.UU. vieron que la esforzada economía yugoslava estaba rechazando préstamos del Banco Mundial. La OTAN, entonces una reliquia de la Guerra Fría casi extinta, se reinventó como ejecutor imperial. En una conferencia de 1999 sobre Kosovo «por la paz» en Rambouillet, en Francia, los serbios fueron sometidos a tácticas arteras del ejecutor. El acuerdo de Rambouillet incluyó un Anexo B secreto, que la delegación de Estados Unidos insertó el último día. Esto exigió la ocupación militar de la totalidad de Yugoslavia -un país con recuerdos amargos de la ocupación nazi- y la puesta en práctica de una «economía de libre mercado» y la privatización de todos los activos del gobierno. Ningún estado soberano podría firmar esto. El castigo siguió rápidamente; bombas de la OTAN cayeron en un país indefenso. Fue el precursor de las catástrofes en Afganistán e Irak, Siria, Libia, y Ucrania.
Desde 1945, más de un tercio de los miembros de las Naciones Unidas -69 países- han sufrido algunos o todos los siguientes abusos a manos del fascismo moderno de América. Ellos han sido invadidos, sus gobiernos derrocados, sus movimientos populares reprimidos, sus elecciones subvertidas, sus pueblos bombardeados y sus economías despojadas de toda protección, sus sociedades sometidas a un asedio paralizante conocido como «sanciones». El historiador británico Mark Curtis estima que el número de muertos es de millones. En todos los casos, una gran mentira fue desplegada.
«Esta noche, por primera vez desde el 9/11, nuestra misión de combate en Afganistán ha terminado». Estas fueron las palabras de apertura en 2015 de Obama en la Unión. De hecho, unos 10 000 soldados y 20 000 contratados militares (mercenarios) permanecen en Afganistán en una misión indefinida. «La guerra más larga en la historia de Estados Unidos está llegando a una conclusión responsable», dijo Obama. De hecho, más civiles murieron en Afganistán en 2014 que en cualquier año desde que la ONU tomó registros. La mayoría han sido asesinados -civiles y militares- en la época de Obama como presidente.
La tragedia de Afganistán rivaliza con el crimen épico en Indochina. En su alabado y ampliamente citado libro «El Gran Tablero de Ajedrez: Primacía Americana y su imperativos geoestratégicos», Zbigniew Brzezinski, el padrino de la política de Estados Unidos desde Afganistán hasta la actualidad, escribe que si Estados Unidos han de controlar Eurasia y dominar el mundo, no puede sostener una democracia popular, ya que «la búsqueda del poder no es un objetivo que despierte la pasión popular... La democracia es enemiga de la movilización imperial». Está en lo cierto. Como WikiLeaks y Edward Snowden han revelado, un estado de vigilancia y policíaco está usurpando la democracia. En 1976, Brzezinski, entonces Consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter, demostró su punto de asestar un golpe mortal a la primera y única democracia de Afganistán. ¿Quién conoce esta historia vital?
En la década de 1960, una revolución popular barrió Afganistán, el país más pobre en la tierra, eventualmente derrocó los vestigios del régimen aristocrático en 1978. El Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA) formó un gobierno y anunció un programa de reformas que incluía la abolición del feudalismo, la libertad de todas las religiones, derechos igualitarios para las mujeres y justicia social para las minorías étnicas. Más de 13 000 presos políticos fueron liberados y los archivos de la policía quemados públicamente.
El nuevo gobierno introdujo la atención médica gratuita para los más pobres; la servidumbre se abolió, se puso en marcha un programa de alfabetización masiva. Para las mujeres, las ganancias eran desconocidas. A fines de 1980, la mitad de los estudiantes universitarios eran mujeres, y las mujeres representaban casi la mitad de los médicos de Afganistán, una tercera parte de los funcionarios públicos y la mayoría de los docentes. «Todas las niñas», recordó Saira Noorani, una mujer cirujana, «podría ir a la escuela secundaria y a la universidad. Podríamos ir a donde queríamos y usar la ropa que nos gustaba. Solíamos ir a los cafés y al cine a ver la última película de la India en un viernes y escuchar la música más actual. Todo empezó a ir mal cuando los muyahidines comenzaron a ganar. Solían matar a maestros y quemar escuelas. Estábamos aterrorizados. Fue irónico y triste pensar que estas fueron las personas que Occidente apoyó».
El gobierno del PDPA estaba respaldado por la Unión Soviética, a pesar de que, como más tarde admitió el ex secretario de Estado Cyrus Vance, «no había evidencia de cualquier complicidad soviética [en la revolución]». Alarmado por la creciente confianza de los movimientos de liberación en todo el mundo, Brzezinski decidió que si lo de Afganistán fue para tener éxito en el marco del PDPA, su independencia y el progreso se ofrecen como «la amenaza de un ejemplo prometedor».
El 3 de julio de 1979, la Casa Blanca autorizó secretamente apoyo a los grupos tribales "fundamentalistas" conocidos como los muyahidines, un programa que creció a más de 500 millones de dólares US al año en armas estadounidenses y otro tipo de asistencia. El objetivo era el derrocamiento del primer gobierno secular, reformista de Afganistán. En agosto de 1979, la embajada de Estados Unidos en Kabul informó que «los intereses más grandes de los Estados Unidos... serían servidos por la desaparición de [el gobierno LOPD], a pesar de cualquier contratiempo que esto podría significar para las futuras reformas sociales y económicas en Afganistán». Las cursivas son mías.
Los muyahidines fueron los antepasados de al-Qaeda y el Estado islámico. Incluyeron Gulbuddin Hekmatyar, que recibió decenas de millones de dólares en efectivo de la CIA. La especialidad de Hekmatyar fue el tráfico de opio y arrojar ácido en los rostros de las mujeres que se negaban a llevar el velo. Invitado a Londres, fue alabado por la primera ministra Thatcher como un «luchador por la libertad».
Tales fanáticos podrían haber permanecido en su mundo tribal si Brzezinski no hubiera lanzado un movimiento internacional para promover el fundamentalismo islámico en Asia Central y así socavar la liberación política secular y «desestabilizar» a la Unión Soviética, su creación, como escribió en su autobiografía, «unos pocos agitaron a los musulmanes». Su gran plan coincidió con las ambiciones del dictador paquistaní, el general Zia ul-Haq, de dominar la región. En 1986, la CIA y la agencia de inteligencia de Pakistán, el ISI, comenzaron a reclutar personas de todo el mundo y unirse a la yihad afgana. El multimillonario saudí Osama bin Laden era uno de ellos. Los operadores que eventualmente se unirían a los talibanes y al-Qaeda, fueron reclutados en una universidad islámica en Brooklyn, Nueva York, y se les dio entrenamiento paramilitar en un campamento de la CIA en Virginia. Esto se llamó «Operación Ciclón». Su éxito se celebró en 1996, cuando el último presidente PDPA de Afganistán, Mohammed Najibullah que había ido antes a la Asamblea General de la ONU para pedir ayuda -fue colgado de un farol por los talibanes.
El «retroceso» de la Operación Ciclón y sus «pocos que alborotaron a los musulmanes» fue el 11 de septiembre de 2001. Operación Ciclón se convirtió en la «Guerra al terror», en el que innumerables hombres, mujeres y niños perderían sus vidas en todo el mundo musulmán, desde Afganistán a Irak, Yemen, Somalia y Siria. El mensaje del ejecutor era y sigue siendo: «Tú estás con nosotros o contra nosotros».
El hilo común en el fascismo, el pasado y el presente, es el asesinato en masa. La invasión estadounidense de Vietnam tuvo sus «zonas libre de fuego», «conteo de cuerpos» y «daños colaterales». En la provincia de Quang Ngai, donde informé de muchos miles de civiles («gooks») que fueron asesinados por los EE.UU.; sin embargo, sólo la masacre de My Lai, es recordada. En Laos y Camboya, el mayor bombardeo aéreo en la historia produjo una época de terror marcado hoy por el espectáculo de cráteres de bombas unidas que, desde el aire, parecen collares monstruosos. El bombardeo dio a Camboya su propio ISIS, liderado por Pol Pot.
Hoy en día, la más grande campaña individual del mundo de terror exige la ejecución de familias enteras, invitados a las bodas, los asistentes a los funerales. Estos son víctimas de Obama. Según el New York Times, Obama hace su selección a partir de una «lista de muerte» de la CIA que se le presenta todos los martes en la Sala de Situación de la Casa Blanca. Decide entonces, sin una pizca de justificación legal, quién vivirá y quién morirá. Su arma ejecutora es el misil Hellfire (fuego infernal) trasportado por un avión no tripulado conocido como «drone»; estos asan a sus víctimas y adornan la zona con sus restos. Cada «éxito» está registrado en una pantalla de la consola lejana como un «BugSplat».
«Para escalonar gansos», escribió el historiador Norman Pollock, «sustituir la militarización aparentemente más inocua de la cultura total. Y para el líder grandilocuente, tenemos el reformador, alegremente trabajando planificando y ejecutando asesinatos, sonriendo todo el tiempo».
Uniendo el fascismo viejo y lo nuevo está el culto a la superioridad. «Creo en el excepcionalismo americano con cada fibra de mi ser», dijo Obama, evocando las declaraciones de fetichismo nacional de la década de 1930. Como el historiador Alfred W. McCoy ha señalado, fue el devoto de Hitler, Carl Schmitt, quien dijo: «El soberano es el que decide la excepción». Esto resume el americanismo, la ideología dominante en el mundo. Que permanezca sin ser reconocida como una ideología depredadora es el logro de un lavado de cerebro igualmente reconocido. Insidiosa, no declarada, presentada ingeniosamente como la iluminación en la marcha, su vanidad insinúa cultura occidental. Crecí en una dieta cinematográfica de la gloria americana, casi toda ella una distorsión. No tenía ni idea de que era el Ejército Rojo que había destruido la mayor parte de la maquinaria de guerra nazi, a un costo de más 13 millones de soldados. Por el contrario, las pérdidas estadounidenses, incluyendo en el Pacífico, fueron 400 000. Hollywood invirtió esto.
La diferencia ahora es que se invita a los espectadores en las salas a exprimir sus manos en la «tragedia» de los psicópatas estadounidenses que tienen que matar a personas en lugares distantes - al igual que el propio Presidente los mata. La forma de realización de la violencia de Hollywood, el actor y director Clint Eastwood, fue nominado a un Oscar este año por su película, «American Sniper», que es sobre un asesino con licencia y chiflado. El New York Times lo describió como un «cuadro patriótico, pro-familia, que rompió todos los récords de asistencia en sus días de estreno».
No hay películas heroicas acerca del abrazo de los Estados Unidos con el fascismo. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos (y Gran Bretaña) fueron a la guerra contra los griegos que habían luchado heroicamente contra el nazismo y se resistían al avance del fascismo griego. En 1967, la CIA ayudó a llevar al poder a una junta militar fascista en Atenas -como lo hizo en Brasil y la mayor parte de América Latina. A alemanes y europeos del este que habían actuado en connivencia con la agresión nazi y los crímenes contra la humanidad se les dio refugio en los EE.UU.; muchos fueron mimados y sus talentos recompensados. Wernher von Braun fue el «padre», tanto de la V-2 bomba terror nazi y el programa espacial de Estados Unidos.
En la década de 1990, tanto algunas ex repúblicas soviéticas, Europa del Este y los Balcanes se convirtieron en puestos militares de la OTAN, a herederos de un movimiento nazi en Ucrania se les dio su oportunidad. Responsable de la muerte de miles de judíos, polacos y rusos durante la invasión nazi de la Unión Soviética, el fascismo ucraniano fue rehabilitado y su "nueva ola" aclamada por el ejecutor como «nacionalistas».
Esto llegó a su apogeo en 2014, cuando el gobierno de Obama gastó 5 billones de dólares en un golpe de Estado contra el gobierno electo. Las tropas de choque eran neonazis conocidos como el Sector Derecho y Svoboda. Sus líderes incluyen a Oleh Tyahnybok, quien ha pedido una purga de la «mafia judía de Moscú» y «otra escoria», como son los gays, las feministas y los de la izquierda política.
Estos fascistas están ahora integrados en el gobierno golpista de Kiev. El primer vicepresidente del Parlamento de Ucrania, Andriy Parubiy, líder del partido de gobierno, es cofundador de Svoboda. El 14 de febrero, Parubiy anunció que estaba volando a Washington a conseguir «que EE.UU. nos dé armas modernas de alta precisión». Si tiene éxito, será visto como un acto de guerra por parte de Rusia.
Ningún líder occidental ha hablado sobre el resurgimiento del fascismo en el corazón de Europa -con la excepción de Vladimir Putin, cuyo pueblo perdió 22 millones por una invasión nazi que llegó a través de la frontera de Ucrania. En la reciente Conferencia de Seguridad de Munich, la Subsecretaria de Obama de Estado de Asuntos Europeos y de Eurasia, Victoria Nuland, despotricó sobre los líderes europeos por oponerse al armamento estadounidense del régimen de Kiev. Se refirió a la ministra de Defensa alemana como «el ministro del derrotismo». Fue Nuland que planeó el golpe de Estado en Kiev. La esposa de Robert D. Kagan, una luminaria líder «neocon» y co-fundador del Proyecto de extrema derecha para un Nuevo Siglo Americano, fue asesora de política exterior de Dick Cheney.
El golpe de Nuland no se ajustó al plan. A la OTAN se le impidió apoderarse de la histórica y legítima base naval rusa, de aguas cálidas en Crimea. La población mayoritariamente rusa de Crimea – anexada ilegalmente a Ucrania por Nikita Kruschev en 1954 -votó abrumadoramente volver a Rusia, como lo habían hecho en la década de 1990. El referéndum fue voluntario, popular y observado a nivel internacional. No hubo invasión.
Al mismo tiempo, el régimen de Kiev se convirtió en la población de etnia rusa en el este con ferocidad por la limpieza étnica. Implementaron las milicias neonazis a la manera de las Waffen-SS, bombardearon y pusieron asedio a las ciudades y pueblos. Utilizaron una hambruna masiva como arma, cortando la electricidad, congelando las cuentas bancarias, deteniendo la seguridad social y las pensiones. Más de un millón de refugiados huyeron a través de la frontera con Rusia. En los medios de comunicación occidentales, se convirtieron en una población escapando de «la violencia» causada por la «invasión rusa». El comandante de la OTAN, el general Breedlove -cuyo nombre y acciones podrían haber sido inspirados por Stanley Kubrick en Dr. Strangelove- anunció que 40 000 soldados rusos se estaban «concentrando». En la evidencia forense satelital, no pudo mostrar ninguno.
Estas personas de habla rusa y bilingües de Ucrania -un tercio de la población- han buscado durante mucho tiempo una federación que refleje la diversidad étnica del país y sea a la vez autónoma e independiente de Moscú. La mayoría no son «separatistas», sino ciudadanos que quieren vivir con seguridad en su patria y se oponen a la toma de poder en Kiev. Su rebelión y el establecimiento de «estados» autónomos son una reacción a los ataques de Kiev sobre ellos. Poco de esto se ha explicado al público occidental.
El 2 de mayo de 2014, en Odessa, 41 rusos étnicos fueron quemados vivos en la sede sindical con la policía sin hacer nada. El líder del Sector Derecho Dmytro Yarosh elogió la masacre como «otro día brillante de nuestra historia nacional». En los medios de comunicación estadounidenses y británicos, esto fue reportado como una «tragedia turbia» resultante de «enfrentamientos» entre «nacionalistas» (neo-nazis) y «separatistas» (gente recogiendo firmas para un referéndum sobre una Ucrania federal).
The New York Times enterró la historia, después de haberla despedido como avisos de propaganda rusos sobre las políticas fascistas y antisemitas de los nuevos clientes de Washington. The Wall Street Journal condenó las víctimas -«Las muertes en Ucrania por fuego fueron probablemente desatadas por los rebeldes, dice el gobierno». Obama felicitó a la Junta por su «moderación».
Si Putin puede ser provocado para que viniera en su ayuda, su papel de «paria» preordenado en Occidente justificaría la mentira de que Rusia está invadiendo Ucrania. El 29 de enero, el máximo comandante militar de Ucrania, el general Viktor Muzhemko, casi sin darse cuenta desestimó la teoría misma de los Estados Unidos y las sanciones de la UE sobre Rusia cuando dijo enfáticamente en una conferencia de prensa: «El ejército ucraniano no está luchando con las unidades regulares del Ejército ruso ». Había «ciudadanos» que eran miembros de «grupos armados ilegales», pero no hubo invasión rusa. Esto no fue noticia. Vadym Prystaiko, viceministro de Relaciones Exteriores de Kiev, ha llamado a la «guerra a gran escala» con Rusia con armas nucleares.
El 21 de febrero, el senador estadounidense James Inhofe, republicano de Oklahoma, presentó un proyecto de ley que autorizaría armas americanas para el régimen de Kiev. En su presentación al Senado, Inhofe utiliza fotografías que alegaba eran de las tropas rusas que cruzaban Ucrania, que durante mucho tiempo han sido expuestas como falsas. Era una reminiscencia de fotos falsas de Ronald Reagan de una instalación soviética en Nicaragua, y pruebas falsas de Colin Powell ante la ONU de armas de destrucción masiva en Irak.
La intensidad de la campaña de desprestigio en contra de Rusia y la representación de su presidente como un villano de pantomima es diferente a todo lo que he conocido como reportero. Robert Parry, uno de los periodistas de investigación más destacados de Estados Unidos, que reveló el escándalo Irán-Contra, escribió recientemente: «Ningún gobierno europeo, desde la Alemania de Adolf Hitler, ha tenido a bien enviar tropas de asalto nazis para hacer la guerra en una población nacional, pero el régimen de Kiev lo hizo y lo ha hecho a sabiendas. Sin embargo, a través de medios de comunicación / espectro político de Occidente, ha habido un esfuerzo estudiado de encubrir esta realidad hasta el punto de ignorar los hechos que han sido bien establecidos... Si usted se pregunta cómo el mundo podría tropezar en la tercera guerra mundial -tanto como lo hizo en la guerra mundial hace un siglo- todo lo que necesita hacer es mirar la locura sobre Ucrania que ha demostrado ser impermeable a los hechos o la razón».
En 1946, dijo el fiscal del Tribunal de Nuremberg de los medios alemanes: «El uso que los conspiradores nazis hicieron de la guerra psicológica es bien conocido. Antes de cada gran agresión, con algunas pocas excepciones basadas en la conveniencia, iniciaron una campaña de prensa calculada para debilitar a sus víctimas y preparar al pueblo alemán psicológicamente para el ataque... En el sistema de propaganda de Hitler el estado en que estaba la prensa diaria y la radio eran las armas más importantes ». En The Guardian el 2 de febrero, Timothy Garton-Ash llama, en efecto, a una guerra mundial. «Putin debe ser detenido», dijo el titular. «Y a veces sólo las armas pueden parar a las armas». Reconoció que la amenaza de la guerra podría «nutrir una paranoia rusa de cerco»; pero que estaba bien. El comprobó el equipo militar necesario para el trabajo y aconsejó a sus lectores que "Estados Unidos tiene el mejor kit".
En 2003, Garton-Ash, profesor de Oxford, repite la propaganda que llevó a la masacre en Irak. Saddam Hussein, escribió, «tiene, como [Colin] Powell ha documentado, almacenado grandes cantidades de armas químicas y biológicas, y oculta lo que queda de ellas. Él todavía está tratando de conseguir las armas nucleares». Alabó a Blair como «intervencionista liberal cristiano gladstoniano». En 2006, escribió: «Ahora nos enfrentamos a la próxima gran prueba de Occidente después de Irak: Irán».
Los estallidos -o como prefiere Garton-Ash, su «torturada ambivalencia liberal»- no son las típicas de los de la élite liberal transatlántica que han llegado a un acuerdo fáustico. El Blair criminal de guerra es su líder perdido. The Guardian, en el que la pieza de Garton-Ash apareció, publicó un anuncio de página completa para un bombardero us Sigilo. En una imagen amenazadora del monstruo Lockheed Martin fueron las palabras: «El F-35. Bueno para Gran Bretaña». Este «kit» usamericano costará a los contribuyentes británicos 1,3 billones de libras esterlinas, sus predecesores modelo-F han masacrado por todo el mundo. En sintonía con su publicista, un editorial de The Guardian ha exigido un aumento en el gasto militar.
Una vez más, hay un propósito serio. Los gobernantes del mundo quieren Ucrania no sólo como una base de misiles; quieren su economía. El nuevo ministro de Finanzas de Kiev, Nataliwe Jaresko, es un ex alto funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos a cargo de «inversión» en el extranjero. Se le dio a toda prisa la ciudadanía ucraniana. Quieren a Ucrania por su abundante gas; el hijo del vicepresidente Joe Biden está en la junta de la mayor compañía de petróleo, gas y fracking de Ucrania. Los fabricantes de semillas transgénicas, empresas como el infame Monsanto, quieren el rico suelo agrícola de Ucrania.
Por encima de todo, quieren al poderoso vecino de Ucrania, Rusia. Quieren balcanizar o desmembrar Rusia y explotar la mayor fuente de gas natural en la tierra. Como se derrite el hielo del Ártico, quieren el control del Océano Ártico y sus riquezas energéticas y la larga frontera terrestre ártica de Rusia. Su hombre en Moscú solía ser Boris Yeltsin, un borracho, que entregó la economía de su país a Occidente. Su sucesor, Putin, ha restablecido Rusia como nación soberana; ese es su crimen.
La responsabilidad del resto de nosotros es clara. Es identificar y exponer las mentiras imprudentes de los belicistas y nunca en connivencia con ellos. Es volver a despertar a los grandes movimientos populares que provocaron fragilidad a los estados imperiales modernos. Lo más importante, es para evitar la conquista de nosotros mismos: nuestra mente, nuestra humanidad, nuestro propio respeto. Si permanecemos en silencio, la victoria sobre nosotros está asegurada, y un holocausto hace señas.
John Pilger es periodista, guionista y director cinematográfico australiano. Fue corresponsal de guerra en Viêt-nam, Camboya, Egipto, India, Bangladesh y Biafra. Pilger obtuvo numerosos premios de periodismo y asociaciones de los derechos humanos (Precio Sofía en 2003), también obtuvo dos veces, el premio británico del «Journalist of the Year». Este periodista antiguerra no cesa de recordar la responsabilidad de los que saben, los «intelectuales», sobre las miserias y las violencias del mundo. Además, John Pilger posee su propio sitio Web donde comunica sus ideas y sus temores. Consultarjohnpilger.com. twitter @johnpilger
Fuente: «Why the rise of fascism is again the issue»

domingo, 15 de marzo de 2015

“La protesta, para que sea tal, siempre supone una interrupción de la rutina y de la vida cotidiana de los otros”, Edwin Cruz

Por: Fernanda Sánchez Jaramillo, Prensa Reiniciar.

Publicado el 15 de marzo de 2015.

unnamedEntrevista a Edwin Cruz, politólogo y candidato a Doctor en estudios políicos de la Universidad Nacional, e integrante del equipo editorial de Palabras al Margen.

La criminalización de la protesta social se debe, en parte, a que la fuerza pública y las élites se estancaron en la Guerra Fría y esto sataniza cualquier expresión de descontento.

  1. ¿Si la ley ciudadana prohíbe parar el tráfico, cuál espacio le queda a la comunidad para construir y mostrar sus repertorios de  acción colectiva? ¿No es la calle el escenario exclusivo para la expresión y despliegue de éstos?

EC: El problema de fondo es el concepto de protesta al que nos referimos. El gobierno nacional parece tener una concepción propia de la “psicología de masas”, una tendencia teórica de fines del siglo XIX que aún hoy se enseña a los agentes del ESMAD, y que homologa las protestas con “disturbios”, “motines” y “desórdenes”. Los medios de comunicación generalmente hacen eco de esa concepción negativa y conservadora, para la que la protesta social es una patología social y no la expresión de un derecho. La protesta, para que sea tal, siempre supone una interrupción de la rutina y de la vida cotidiana de los otros. En nuestra cultura política, por diversas razones, el bloqueo del tráfico es una forma de protesta privilegiada, sobre todo porque es eficaz en llamar la atención. Generalmente, antes de implementar este repertorio quienes protestan han recurrido a todas las formas posibles para hacerse oír por las autoridades públicas sin conseguir resultados.
Los repertorios de protesta son tipos de acción con un significado compartido, es decir, cuando alguien bloquea una vía tanto el que bloquea como las y los afectadas saben que se trata de una “protesta”. Así, si bien potencialmente existen otras formas protestar, éstas se desarrollan en la “larga duración”, no se pueden cambiar de un día para otro porque están acendradas en la cultura política.Por ejemplo, un manifestante puede hacer algo fuera de lo normal como forma de protesta, pero si no genera algo de incomodidad no tendrá la misma efectividad porque no será interpretado por los demás como protestaCon todo, universalmente es aceptado el bloqueo de vías públicas como un repertorio de protesta. De forma que lo que está detrás de ese tipo de legislación es una prohibición tácita de la misma.

  1. Las vías de hecho son diferentes de los abrazatones y a las besatones, pero también son repertorios de acción colectiva. ¿Por qué satanizarlos si los bloqueos pueden ser pacíficos, pues aunque generan incomodidad, no hay violencia sino cuando éstos son reprimidos por el Gobierno y los manifestantes responden?

EC: La represión y criminalización de la protesta, particularmente de las “vías de hecho”, se explica por llamarlo de algún modo por unas “constantes” que tienen que ver, por ejemplo, con el hecho de que en la mentalidad de nuestras élites y de la fuerza pública nuestro país no ha salido de la Guerra Fría, lo que termina por satanizar cualquier expresión de descontento como algo proclive a la subversión armada, cuando no manipulada por ella.
Sin embargo, también hay factores variables en la represión. Durante las protestas estudiantiles de 2011, las organizaciones de estudiantes llegaron a ciertos acuerdos con la entonces alcaldesa encargada, Clara López, para evitar la represión.
Aunque hubo represión, ésta se presentó más en universidades de las regiones donde tales hechos no tenían tanta visibilidad, en un país centralista como Colombia y en el cual los medios de comunicación presentan todo lo que sucede en Bogotá como lo “nacional”. Otra fue la situación del paro cafetero y del paro agrario en 2013: parajes solitarios se prestan para distintas formas de represión de los bloqueos. En todo esto tienen que ver mucho los medios de comunicación, pues actúan como lo hacen cuando informan sobre la situación venezolana. Aquí parece que la verdad fuera revelada por los funcionarios de turno, muy pocas veces se les pregunta a los manifestantes; allá la verdad les es revelada por la denominada oposición.

  1. ¿Durante los años de gobierno de Santos, has estudiado nuevos repertorios de acción, surgidos precisamente a raíz de la represión de la protesta social y como una forma de suprimirla?

EC: Realmente no se trata de nuevos repertorios. Los abrazatones o los besatones han sido prácticas de vieja data en el movimiento estudiantil y del movimiento LGBTI. La popularidad y el impacto de ese tipo de repertorios obedecen a que se encontró a la opinión pública desprevenida. Me atrevo a pensar que si hubiesen sabido las consecuencias de hacerlo, muchos medios de comunicación no habrían publicitado tanto la fotografía del estudiante abrazando al policía en noviembre de 2011.
El punto es que en este momento esas prácticas son reconocidas como repertorios de protesta. La próxima vez que un estudiante intente abrazar al policía, las fuerzas de contención de la protesta (policía, medios de comunicación, etc.) ya sabrán que se trata de una protesta, que puede tener significado político y actuarán en consecuencia, no necesariamente reprimiendo pero sí evitando que tenga impacto público. Por tanto, en mi opinión, en adelante esas formas de protesta no llamarán tanto la atención. No obstante,todo eso deja una enseñanza: innovar en los repertorios de acción, ya sea para evitar la represión o para tener mayor impacto público, le da ventajas a los manifestantes.

  1. El gobierno de Santos ha utilizado dos formas para manejar estos escenarios: negarse a escuchar y esperar que las protestas sea insostenibles, y esperar el desgaste de los manifestantes. ¿Cuáles son los costos políticos y sociales de esas estrategias?

EC: El costo político es un déficit de democracia y de legitimidad del sistema político. Cuando los canales institucionales (partidos, representantes, elecciones, etc.) no funcionan adecuadamente para que la ciudadanía tramite sus demandas ante el Estado, ese vacío es llenado por los movimientos sociales. Pero si estos no son escuchados, son reprimidos o se incumplen los acuerdos que el gobierno adquiere con ellos, el Estado pierde sensibilidad frente a las necesidades de la gente, con lo que se vuelve cada vez más ineficaz y la ciudadanía, a su vez, termina por dejar de creer en la política.

  1. ¿Qué beneficios le generan la represión y criminalización de la protesta al Estado?
EC: Para el Estado cero, como acabamos de decir. Pero para las élites o actores que temporalmente ocupan el lugar del poder puede ser ganancioso según las circunstancias, dejar de escuchar las demandas de un grupo para dedicarse a responder las de su clientela política.

  1. ¿Qué impacto tiene la represión en la construcción de las identidades colectivas de quienes protestan. Por ejemplo, los cocaleros, en los 90, los campesinos y los jóvenes estudiantes?

EC: Yo diría que el impacto es grande. En nuestro país, a diferencia de los países “desarrollados” la mayoría de las personas no ven al Estado y, más en general, lo público, como algo que importa y que pertenece todos, sino como algo que pertenece a una oligarquía. Para los movimientos sociales en nuestro país, desarrollar una identidad colectiva ha requerido, entre otras cosas, producir un antagonismo, que prácticamente siempre se expresa contra esa oligarquía. La represión, entonces, parece verificar empíricamente la lectura que muchos movimientos hacen de su realidad política.

  1. ¿Qué papel ocupan la MIA y la Cumbre Agraria en los procesos organizativos?

EC: Son procesos organizativos relevantes pero quizás las principales organizaciones del movimiento social hoy, por razones de cohesión, de plataforma discursiva, entre otros aspectos son El Congreso de Los Pueblos y La Marcha Patriótica. Me parece que la MIA y la Cumbre son esfuerzos de articulación e interlocución entre organizaciones del movimiento social.

  1. ¿Además de los marcos de acción que identificó en un estudio suyo[i] previo, como las dignidades han surgido los defensores y defensoras de derechos humanos, los objetores de conciencia y los agrodescendientes. ¿Qué importancia tienen para una sociedad y para un Estado Social de Derecho, como el nuestro, el nacimiento de estos marcos de acción y sus respectivos discursos?
EC: Es muy importante, sobre todo pensando en el contexto de negociaciones de paz y eventual “posconflicto”, que las y los ciudadanos organizados generen plataformas discursivas las cuales les permitan articularse y actuar colectivamente, y que resignifiquen -de acuerdo a sus intereses- conceptos como el de los derechos. Entre otras cosas, eso ha permitido de alguna manera hacer frente a lo que en algún momento se denominó la “crisis” de los idearios de izquierda y, en general, del campo popular.
[i] http://www.desdeabajo.info/blogs/item/23033-la-protesta-social-protagonista-del-gobierno-santos-agosto-2010-agosto-2013.html



sábado, 14 de marzo de 2015

La paz de Colombia y la desafortunada rueda de prensa de Kofi Annan en La Habana

El comandante de las FARC, Jesús Santrich. 
HABANA / 2015-02-27 / El ex Secretario General de la ONU, el señor Koffi Annan apareció en La Habana el día jueves 26 de febrero y se reunió con la delegación de la insurgencia de las FARC y con la delegación del gobierno de Juan Manuel Santos. Hoy, viernes se realizó una rueda de prensa en donde opinó sobre los temas de la Mesa del Diálogo, opiniones que no han caído muy bien en el lado de la guerrilla de las FARC.
ANNCOL conversó con el comandante guerrillero Jesús Santrich, sobre sus reflexiones de las declaraciones del señor Annan.

Comandante Jesús Santrich, acaba de culminar la rueda de prensa de cierre de la visita a la Mesa de Conversaciones de Paz, por parte del ex Secretario General de la ONU, el señor KOFFI ANNAN. ¿Cuáles son sus impresiones sobre este suceso, cree que el intercambio con él podrá aportar al desenvolvimiento de los diálogos?
 

JESÚS SANTRICH (JS): Cualquier respaldo sensato al proceso de paz debe traducirse en acciones y opiniones que ayuden a mediar posiciones, no en expresiones que entrena a reforzar los puntos de vista que den base para el sostenimiento de posiciones unilaterales.  
 
¿Qué nos quiere decir con esta opinión, hay alguna inconformidad con el visitante?
 
JS: Me explico, si existen divergencias, debates en desarrollo, sobre aspectos sobre los que aún no hay acuerdo, mal se hace, entonces, en aprovechar escenarios de acercamiento para sentar argumentos concluyentes que van en contra vía  de lo que piensa alguna de las partes. Si un personaje como KOFI ANNAN,  tiene la decisión de hacer públicas posturas propias, personales, lo mejor es que busque otro tipo de estrados, no aquellos donde gobierno y guerrilla le acompañan en gesto de aproximación y concordia, sin posibilidad de controvertir.
 
¿Crea acaso que el señor ANNAN no cumplió con esta condición?
 
JS: Bueno, no se trata de una condición, cada quien actúa según lo que le indique su conciencia, pero es de sentido común que si alguien va a ayudar no puede perder imparcialidad, y lo cierto es que en la rueda de prensa del Hotel Nacional el ex Secretario General de Naciones Unidas no tomó en cuenta esto, hizo todo lo contrario sin referirse siquiera a que sus respuestas no cuentan con el beneplácito de la insurgencia.

Parte de la Delegación de Paz de las FARC se reune con Koffi Annan.


¿Nos podría detallar un poco más está situación?
 
JS: Las FARC, de manera muy respetuosa le explicaron minuciosamente al señor ANNAN su visón sobre el proceso y el futuro del país, argumentándole con suficiencia que no compartíamos la imposición que el gobierno pretendía de un Marco jurídico para La Paz y de una legislación de justicia transicional en la que el Estado se pretende juez y parte, y esto sencillamente porque de los informes mismos de la Comisión histórica del conflicto, mayoritariamente, se desprende, como también lo muestra la realidad, que el Estado es la máxima instancia de imputación, es el victimario por excelencia. Y se le dijo que tampoco compartimos la intervención de la Corte Penal Internacional, por razones diversas que van desde el hecho de que además de tratarse de un mecanismo subsidiario, este se ha utilizado solamente para actuar respecto a situaciones de países del tercer mundo, sin que para nada se toqué casos de criminalidad que están en cabeza  de potencias como Estados Unidos, aparte que hay decenas de acusaciones contra el régimen colombiano que están engavetadas  sin que sus altos funcionarios se interesen por fallar; y entonces resulta que ahora quieren poner la lupa, no sobre los responsables del conflicto en nuestro país, sino sobre la guerrilla atendiendo a los expedientes amañados que se fabrican desde la corrompida institucionalidad colombiana. Nosotros hemos dicho que no estamos dispuestos a admitir estás asimetrías y despropósitos.
 
¿Las FARC consideran acaso que no se debe hablar de justicia para las víctimas del conflicto?
 
JS: No, todo lo contrario, nosotros hablamos desde la orilla de las víctimas, lo que pasa es que creemos que el concepto de justicia no se puede plegar a la mentalidad punitiva de jurisdicciones que pretenden aplicarnos el derecho penal del enemigo. Consideramos que el concepto justicia debe reivindicar la solución de los problemas sociales para apuntar a acabar con las causas de desigualdad y miseria que generaron la confrontación. Esa es la mejor manera de resarcir a las víctimas y al conjunto del pueblo colombiano que cada día sufre la exclusión, la pobreza y la carencia de democracia que ha impuesto el Bloque de Poder Dominante.
 
¿Entonces el problema está en el sentido que debe tener la justicia?
 
JS: Hay mucho sesgo y distorsión acompañados de campañas mediáticas en las que de manera maniqueísta se colocan los problemas en blanco y negro, presentando a las FARC como las malas de una película en la que ahora hasta el Estado aparece como víctima angelical habiendo sido el generador de esta tragedia de desangre que sufre Colombia. A las FARC le preocupa la permanencia de la Doctrina del enemigo interno, la Doctrina de la Seguridad Nacional, el paramilitarismo con toda su carga de muerte que sigue pesando sobre los dirigentes cívicos y populares; les preocupa que el gobierno persista en mantener el fuego haciendo caso omiso a la necesidad de desescalar el conflicto  con medidas prácticas que eviten más dolor y muerte a las comunidades que están en el centro de la confrontación y así se lo han hecho saber al señor ANNAN, quien parece no haber tomado nota de estas inquietudes y por eso destinó su intervención ante los medios solamente para posicionar algunos argumentos claramente alinderados con el gobierno, los cuales apuntas al desarme de la insurgencia y a que la dirigencia guerrillera vaya a la cárcel, con el cuento de que hay parámetros internacionales que cumplir y jueces que deben definir esto. Pero, ¿cuales parámetros, cuales jueces?  ¿Acaso, los que le convienen al entramado global del poder capitalista, para que los gobernantes, grandes empresarios y transnacionales, entre otros, que han ideado y auspiciado la política de sangre y fuego en función de su acumulación violenta basada en el despojo, no sean tocados?
 
Entonces, dentro de este orden de ideas, es desafortunada la intervención del señor KOFI ANNAN ante los medios. Con seguridad no ayuda en nada para que el proceso de paz avance, lo que hace es confundir y colocar más obstáculos. Por eso, al respecto de todo lo que dijo, al parecer siguiendo un librero de cuya elaboración la insurgencia no hizo parte, lo que nos queda es reiterar nuestro desacuerdo y repetir que quienes ejercemos el derecho a al rebelión contra un régimen de terror no estamos dispuestos a pagar un solo  día de de cárcel. A la Habana no vinimos a asistir a un proceso de sometimiento ni de rendición, sino a buscar salidas a los graves problemas políticos, económicos y sociales que tiene Colombia.
 
¿Las FARC hicieron alguna reflexión sobre las recientes declaraciones del ex Presidente Cesar Gaviria referidas al tema de justicia transicional?
 
JS: Sobre eso también hicimos nuestras reflexiones y sentamos puntos de vista, porque es un hecho que esas declaraciones avaladas por el Comisionado del gobierno Sergio Jaramillo, y por el mismo Presidente Santos, lo que hacen es corroborar afirmaciones graves sobre hechos que si bien se han denunciado siempre, solamente hasta ahora son asumidos por altos dignatarios de Estado, como eso de que más allá de los combatientes hay otro espectro de responsables civiles, institucionales unos y otros no institucionales, empresarios, industriales, ganaderos, gente del clero, jueces, etc. que deben responder por el conflicto. Dijimos que Gaviria lo que ha soltado era una noticia criminal que el Estado debe investigar oficiosamente si quiere posara de ser un Estado de Derecho. ¿Entonces cual es el afán de negar nuestra condición de  de rebeldes y de paso borrar las conexidades del delito político? Pareciera que se quiere aplicar la política del chivo expiatorio para mandar a la cárcel a algunos militares y a la dirigencia insurgente exonerando de sus responsabilidades a la dirigencia política y en general al Bloque de poder Dominante, que es el que ha impuesto la guerra.
 
¿No hay nada positivo que se le pueda rescatar a la visita de KOFI ANNAN?
 
JS: Es algo  difícil, porque personalidades de esta dimensión, que han tenido responsabilidades tan grandes y delicadas son muy escuchadas por la opinión mundial, entonces sus desaciertos se reproducen y eso no ayuda mucho, no obstante, me atrevería a agregar que de todas maneras sí compartimos con KOFI ANNAN, un par de ideas que presentó antes en el sentido de que "La justicia no puede ser un impedimento para la paz", sino que “es un socio absolutamente esencial para ella". Pero no la justicia transicional de nuestros interlocutores en la Mesa de conversaciones, sino la que se apegue a la idea de justicia social con las medidas de normalización que se deriven del único Marco jurídico que admitimos que es el Acuerdo General de la Habana, el de agosto de 2012.
 
Y no es que estemos cerrados en nuestras opiniones, pues de hecho hemos propuesto  la organización y la realización de un debate nacional acerca de la justicia aplicable, y que sean sus resultados los que conduzcan a los diseños normativos correspondientes, pues nuestra realidad no es la de otros lugares del mundo y por tanto debemos buscar nuestras propias maneras de resolver el conflicto. Por lo demás, en la Agenda de La Habana, la cual hemos asumido como inmodificable en sus partes sustanciales, en ninguna parte está escrito que hablaríamos de justicia transicional; lo pactado es hablar de justicia en su sentido más inclusivo que es el de la justicia social.