viernes, 27 de marzo de 2015

Manuel Marulanda Vélez, el estratega de la paz




Marulanda fue uno de los más destacados guerrilleros colombianos y latinoamericanos. Cuando muchos nombres de políticos mediocres sean olvidados, el de Marulanda será reconocido como uno de los más dignos y firmes luchadores por el bienestar de los campesinos, los trabajadores y los pobres de América Latina. FIDEL CASTRO RUZ

Hoy es el día del derecho universal de los pueblos del mundo a la rebelión, al alzamiento armado contra la opresión. Así lo instituyeron, hace seis años, numerosos movimientos políticos y sociales, partidos de izquierda, sindicatos, colectivos populares, muchos académicos y gente del común, en homenaje a Manuel Marulanda Vélez, rememorando la partida física del comandante el 26 de marzo de 2008. Cómo palpita vital y sonoro el internacionalismo en el inmenso pecho de la humanidad. Cuánta razón tenía el Che al definir la solidaridad como la ternura de los pueblos.
El recurso a la rebelión es un derecho natural e histórico. En el preámbulo mismo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la ONU en 1948, se consagra y legitima este derecho, impreso, además, de manera indeleble en la historia del constitucionalismo mundial, desde la Declaración de Filadelfia de independencia de los Estados Unidos.
Para recordar hoy a Manuel Marulanda Vélez en su asombrosa trayectoria de resistencia, permítannos referirnos a este derecho universal, a través de reflexiones del Libertador sobre la temática, hechas públicas en las páginas del Correo del Orinoco en 1821. Decía Bolívar que, “El hombre social puede conspirar contra toda ley positiva que tenga encorvada su cerviz, escudándose con la ley natural/ Sin duda –decía- es algo severa esta teoría, pero aun cuando sean alarmantes las consecuencias de la resistencia al poder, no es menos cierto que existe en la naturaleza del hombre social un derecho inalienable que legitima la insurrección”.
Y de manera pragmática nos recomienda, también, en los folios de ese documento que, “A fin de no embrollar la gramática de la razón, debe darse el nombre de insurrección a toda conjuración que tenga por objeto mejorar el hombre, la patria y el universo”.
Y de nuestra parte diríamos que Manuel Marulanda Vélez le insufló vida a aquel aserto bolivariano de que “La insurrección se anuncia con el espíritu de paz, se resiste contra el despotismo porque éste destruye la paz, y no toma las armas sino para obligar a sus enemigos a la paz”, con la formación del ejército del pueblo que moldeó con sus manos campesinas: las FARC-EP.
Por eso estamos aquí en la trinchera de La Habana, resueltos a alcanzar con el respaldo de la voluntad nacional, de la movilización social, con el concurso de nuestros jóvenes, de nuestras mujeres, de nuestros campesinos y pueblos indígenas, las comunidades afro, los raizales y la población urbana toda, la victoria de la paz y la reconciliación de Colombia, sobre bases de vida digna, democracia verdadera y soberanía patria.
El fin de la confrontación armada mediante el diálogo civilizado es una necesidad del momento, pero deben las castas oligárquicas que han maltratado y sometido a un pueblo desde hace 184 años de vida republicana, si se parte de 1830, alejarse de ese sentimiento mezquino y excluyente, de obtener para sí, una paz gratis. Los colombianos piden a gritos la “restauración moral” de la República sobre pilares solidarios y estructuras de humanidad, una paz que nos garantice pan, empleo, tierra, salarios justos, salud y educación gratuitas y de calidad, vivienda digna, transporte barato, servicios públicos, conectividad, buenas autopistas, el respeto a la biodiversidad y el medio ambiente, una democracia que tenga en cuenta al ciudadano de a pie, unas instituciones que sean el orgullo de todos por su probidad, y unas fuerzas armadas defensoras de la soberanía y las garantías sociales, todo ello como el nuevo estandarte que ha de distinguir a la Colombia del futuro, a la del post acuerdo de paz.
Queremos que nadie confunda las causas del conflicto con palabras demonizadoras para asustar, como comunismo, narcotráfico o terrorismo, utilizadas solo como comodines que permitan prolongar la guerra y justificar injerencias de potencias extranjeras en nuestro conflicto interno.
En este séptimo aniversario de la muerte de Manuel en su trinchera de la selva -mientras dirigía a sus guerrilleros que enfrentaban la asimetría militar del foráneo Plan Colombia-, queremos pedirle a todo el pueblo y a la gente pensante, que es una fuerza viva y poderosa, que se movilice resueltamente, en defensa de este proceso que ha de conducirnos a la reconciliación. Somos más, muchos más, los que anhelamos paz con justicia social, económica y política.
Invitamos a nuestra contraparte en la Mesa de Conversaciones, a que, recurriendo no a la ley obtusa, ni a caprichos ni ficciones, sino al sentido común, a retirar toda la maleza jurídica que han atravesado, como una mula muerta, en el camino de la paz.
Tengan en cuenta que el derecho a la rebelión es una respuesta a los abusos del poder y este presupuesto sugiere que hay un máximo responsable nítido a lo largo de la historia y que el alzamiento en armas es un derecho que asiste a todos los pueblos del mundo cuando se trata de resistir a los atropellos y desafueros del poder.
La paz es el bien superior; el derecho síntesis sin el cual los restantes derechos resultarían totalmente inaplicables. Queremos su advenimiento pronto, sin tantas dilaciones de quienes se creen maestros de los artilugios de negociar sin ceder. Creemos firmemente que la verdad tiene efectos sanadores y de justicia, que es necesario crear desde ya el Fondo Especial de Reparación Integral, y garantizar, que todos los responsables, pero absolutamente todos, los que sugieren, no solamente Gaviria, sino el trascendental informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, pidan perdón, y nos comprometamos, como una sola voluntad, hacia un irreversible NUNCA MÁS.
Gracias comandante Fidel Castro por sus sinceras y convincentes palabras estampadas en el prefacio de este pronunciamiento. Ciertamente, Manuel no era hombre de poses ni de alardes; era original y auténtico, un líder natural salido del pueblo, convertido en el más grande estratega de la guerra de guerrillas móviles en el continente. Esta insurgencia bolivariana surgida de Marulanda, cree en la posibilidad de la paz, en la fuerza irresistible de la unidad y la solidaridad de los pueblos para alcanzarla.
Concluimos esta intervención con un fragmento de un poema del poeta Luis Vidales, dedicado a nuestro viejo del alma, el siempre vivo Manuel Marulanda Vélez:
Manuel es el padre de la selva colombiana 
Es el pastor de la paz en el rebaño 
Manuel es hermano de los ríos y del viento 
Y allá donde es más libre la montaña 
Dulce patria hacia el cielo, allá lo siento.
Gloria eterna a nuestros fundadores, a nuestros compañeros caídos, y nuestra solidaridad con los heridos y lisiados en la confrontación contra el Estado, con nuestros prisioneros de guerra y civiles condenados por rebelión.

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