*Libardo Sánchez Gómez
¿Estaban las FARC suficientemente preparadas
estratégicamente, para enfrentar con éxito los
términos de una negociación sobre
paz con justicia social (remoción de los desequilibrios sociales y políticos que
condujeron a su alzamiento en armas) y, de paso, para terminar
la prolongada guerra civil? Sectores
populares, sobre todo aquellos en los que la guerra ha zumbado sobre
sus moradas, han percibido cierta
debilidad de las FARC a la hora de plantear líneas
rojas, como lo hace el régimen, en la
Mesa de conversaciones en la Habana. Lo que los voceros insurgentes llaman
gestos de paz, como el cese de fuego unilateral y el desminado, son vistos
tanto por sus aliados como por la contraparte como mensajes de debilidad. ¿Locura o debilidad renunciar, sin haber
terminado la guerra, a la protección que otorga el minado? Como van las cosas existe el
pleno convencimiento de que, al final de
la negociación, el
sufrimiento de quienes han llevado en sus hombros el fardo de la guerra será,
aún, mayor, pues los verdugos de siempre tendrán la vía despejada para ejecutar sus habituales prácticas de
horror.
Es claro que en una Mesa de diálogos, y más
en el exterior, no se puede pactar el salto cualitativo de un medio de
producción, así sea nefasto no sólo para los colombianos sino para toda la
humanidad, como es el capitalismo hacia el socialismo, pues eso lo tiene que
hacer la sociedad en su conjunto; pero aceptar
no dialogar sobre transformaciones sociales y políticas, dentro del propio modelo, que permitan, entre otros, democratizar la tenencia de la tierra y el
acceso universal a la educación, salud y seguridad social, convierte en estériles los términos de
cualquier negociación. Sólo deja traslucir un desmedido afán por parte de los insurgentes por dejar las
armas. Los halcones negociadores del régimen santista desde el principio de los diálogos percibieron
tal afán y, además, palparon el “corazón de pollito” del
cardiólogo Timochenco por lo que han aprovechado al máximo tal situación para imponer
a su antojo los términos (líneas rojas) en los que deben claudicar los guerreros.
La actitud de la comandancia actual no se corresponde con
la sagacidad histórica y capacidad estratégica de la agrupación, demostradas
por más de cincuenta años a la hora de enfrentar militar y políticamente al
régimen. Cómo hacen falta el comandante
Marulanda y el inigualable Jacobo
Arenas. Estos talentosos insurgentes no contemplarían
entregar, como ahora se avizora, el
movimiento por un plato de lentejas. ¿Su
desaparición conllevó la pérdida del Norte de la agrupación armada? ¿Sus
sucesores no han tenido la estatura, que se requiere para dirigir una guerra
asimétrica contra un enemigo tan poderoso, dirigido por el propio ejército imperial? La búsqueda desaforada e imprudente del
comandante Alfonso Cano de una salida negociada del conflicto, pensando ilusoriamente en que la oligarquía estaría dispuesta a negociar
algo de sus privilegios, le costó la vida. Ahora es el comandante Timochenco quien lanza la tropa tras un ilusorio acuerdo que los saque de la selva y los lleve a la
ciudad cerca de las puertas del Palacio de Nariño; da la impresión que el
máximo comandante lanza la soga de la paz con las ansias que la lanzaría aquel
que se está ahogando.
No hay que
olvidar que la oligarquía accede a dialogar sobre salidas negociadas al
conflicto interno, solamente si los diálogos le sirven como un paréntesis
estratégico para mejorar su posición dentro del desarrollo de la guerra. En el caso
del Caguán Pastrana llamó a Manuel Marulanda a negociar porque la guerrilla en
aquel entonces tenía acorraladas a las tropas regulares. El Plan Colombia les permitió
apuntalar la reingeniería militar, terminada
ésta dieron por finiquitadas dichas conversaciones. ¿Qué pretende el régimen de Santos ahora? El Plan
Colombia ya cumplió su cometido, y aunque no logró la derrota militar de los
insurgentes por lo menos los tiene conversando, eso dice el régimen, en un estéril
diálogo de sordos en la Habana. El ajedrecista Santos, probablemente, con su
jugada maestra intenta darle jaque mate
a las FARC sin necesidad de echarles tiros, para ello junto con el imperio han hecho virar el Plan Colombia hacia
el “novedoso” Plan Paz Colombia. ¿Qué se busca? Simplemente que las guerrillas bajen el tono muscular para
ir copando los espacios con su ejército de mercenarios. Diversos informes advierten que los paramilitares matan y desplazan
campesinos, sin contención alguna, en los territorios donde antes las FARC estaban activas. Para nadie es un secreto que el
fortalecimiento del paramilitarismo es un hecho. La captura de algunos de sus elementos no son
más que pantomimas de Santos.
Tampoco hay
que dejar de lado que la concepción del “enemigo interno” es una pauta impuesta
por el imperio a la vasalla oligarquía criolla. A las FARC armada se le aplica
el Plan Colombia y a las FARC sin armas se le aplicará el Plan Paz Colombia. Así
que una vez comience el eufemísticamente llamado “postconflicto” la hecatombe
de las FARC será un hecho; y lo que le
ocurrió a la Unión Patriótica será apenas un pálido reflejo de lo que les espera
a los guerrilleros desarmados.
Claro que no
hay que adelantarnos a los hechos, pues probablemente el punto final de las
conversaciones entre el pueblo en armas y la oligarquía no se coloque al final de la presagiada hecatombe. La FARC se han convencido
plenamente de que la oligarquía no tiene una mínima vocación de paz, la
propuesta de buscar una salida negociada al conflicto no fue más que una
ventolera reeleccionista de Santos. También saben que tanto al imperio como a la
oligarquía vasalla sólo les interesa la claudicación incondicional de las
guerrillas. Los últimos hechos de guerra
parecen anticipar una excusa para una abrupta terminación de los diálogos.
Santos por un lado anunció que cualquier
acto de guerra contra un elemento de la oligarquía y, por otro, las FARC advirtieron que con el asesinato de
uno de sus guerreros se dará punto final
a las conversaciones sobre la tan anhelada paz. Amanecerá
y veremos.
*DMV. U Nacional de Colombia. MSc. Economía. PU. Javeriana. Esp. NAS. Profesor universitario.
*DMV. U Nacional de Colombia. MSc. Economía. PU. Javeriana. Esp. NAS. Profesor universitario.
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