miércoles, 15 de julio de 2020

La sociedad capitalista bajo la pandemia


*Libardo Sánchez Gómez
El covid 19 ha    dejado ver a nivel global como en las  sociedades  cuya actividad económica corresponde al libre mercado o modo de producción capitalista, la mayoría de  humanos  se han convertido en seres malvivientes.   Tomemos como ejemplo Colombia, millones de personas deambulan por campos y ciudades demostrando que los milagros existen, las personas sobreviven en medio del hambre y todo tipo carencias tanto materiales como psicológicas. Se adolece de valores, de higiene mental y de conciencia social. El  acceso a un techo digno es privilegio de pocos, la generalidad habita en   construcciones precarias, y millones viven a la intemperie a estos se les conoce como habitantes de calle. El   acceso a los alimentos es limitado. La educación superior y salud de calidad es   un privilegio de   pocos. La pandemia ha dejado en claro que la explotación del hombre por el hombre no ha pasado de moda y que el odio y la lucha de clases sigue vivita y coleando, desde luego que hoy en día es de una sola vía, es decir, el odio y desprecio fluye de los poderosos (oligarquía) hacia los trabajadores y demás excluidos. Y el  odio de clase en el sector  popular no se expresa hacia la oligarquía debido a que esta ha logrado hacer desaparecer en la pobrería la conciencia de clase.
Hasta las  superestructuras (religión, política, etc.) afines a la social democracia globalizada, también, han sido colonizadas por el coronavirus, el temor al contagio alejó de las iglesias a los feligreses, el miedo al ubicuo y todopoderoso germen es superior al amor al supremo. En realidad la fe en sí no se ha visto afectada la gente de todas las religiones sigue dando gracias a sus dioses, los afectados han sido  quienes han hecho un negocio de esta. Y el sacrosanto  templo  de la “democracia” o sea el parlamento, apenas,   sirve de mansión a  las ratas, ratas.
Dos meses de cuarentena hizo temblar las estructuras del modelo, queda claro que las inversiones privadas no se pueden mantener en pie sin el  apoyo estatal. Empleadores y empleados  deben ser sostenidos por el estado; entonces, cabe preguntar, ¿es justo, legal  y ético que los recursos de todos deban ser dispersados para salvaguardar los intereses de los particulares? No será hora de mirar hacia la potencialidad del colectivismo, en vista de lo que está pasando lo lógico   es que los medios de producción  pasen a manos del estado, para que éste pueda proveer una renta básica a todos y cada uno de los ciudadanos.
Una vez más el sistema de producción capitalista entra en coma, pero tampoco será su fin, un pinche germen como el covid  jamás podrá hacer el trabajo que tiene que hacer el hombre; además,   los ricos no están al alcance del virus, y mientras sobreviva  el 1%     dueño de la riqueza global,     tendrán la capacidad financiera para ponerlo a flote. Se prevé que el capitalismo post pandemia regresará más agresivo.   Lo cierto es que nada     funciona   sin el apoyo estatal.   Algunos  aprovechan la ocasión para engordar sus arcas, caso del sistema financiero, quien recibe inyecciones diarias de capital público.       El  sistema productivo  está cuadripléjico, con pronóstico reservado, esperando respiración boca a boca gubernamental.      El área de servicios distinto al de la banca está en coma inducido con mal pronóstico, la hotelería y turismo, así como el transporte aéreo y terrestre, hace días tiraron la toalla o mejor el trapo rojo. Y quedó en evidencia que, tanto en tiempos normales como bajo pandemia, “el tal empleo no existe”,   más del 90 por ciento de hombres y mujeres    sobreviven del rebusque, y rebusque significa una variopinta de posibilidades de subsistencia, como la venta  callejera de comida, cachivaches y drogas psicoactivas, significa vivir del raponeo y el atraco callejero, del robo a residencias y   de la prostitución. Por otro lado,  en el vientre   del  sistema   crece el tumor de la corrupción, lacra propia del modo de producción capitalista.  El alimento del cáncer de la corrupción es la acumulación,  el individuo vale por lo que tenga; así mismo,  la incertidumbre, también, sirve como carburador de la corrupción, pues produce  temor  no tener a futuro nada asegurado, así que   a la primera oportunidad cualquier  funcionario de cualquier nivel   se apropia  de los recursos que pongan a su alcance.  Esto quedó demostrado con los recursos destinados a atender los estragos que provoca  la pandemia. No importa si el funcionario tiene que ir a la cárcel, cosa poco probable ya que, como esencia del modelo,   la impunidad es   la norma.   La corrupción ha dejado ver su rostro  desde la presidencia de la república hasta   la más remota alcaldía. Iniciada la cuarentena, con el objeto de  mejorar la  alicaída imagen del “Duque” en la presidencia, el gobierno firmó un contrato con sus compinches  por más de cuatro mil millones.  El maquillaje de la imagen presidencial ha contado con una exitosa estrategia de márquetin político de tal manera que con cada intervención vespertina la imagen presidencial mejora día a día. La estrategia principal se finca por un lado en alabar cualquier medida, así sea una idiotez,  haciéndola ver como la más genial del orbe, y por otro lado se basa en expedir medidas groseramente populistas. Entre otras medidas, se idearon el llamado Ingreso solidario, el cual no se sabe a ciencia cierta a quien le llega, y  de solidario tiene tanto como el Agro-ingreso de Uribito.  También, pusieron a funcionar “la devolución del IVA”.  La demagógica “devolución del IVA” es la que más ha dado réditos, el cinismo no tiene límites, en vez de suprimir o siquiera mitigar a nivel general este impuesto regresivo, se determinó entregar miserables $75.000 a un puñado de personas, como a los viejos que ya venían siendo engañados con una mezquina mesada de   $80.000 bimensuales.  Por otro lado, el mismo presidente en una de sus insoportables apariciones diarias en la TV dijo que, para atender la pandemia, el gobierno había destinado la suma de diez y siete billones de pesos, a “ojos de buen cubero” eso significa que a cada uno de los 50 millones de habitantes, de todas las edades y todos los estratos, le tocaría la  suma de 12 millones de pesos, ¿Cuándo nos girarán? ¿Será que, también, como el ingreso solidario, quedarán en el bolsillo  de no se sabe quién?  En todo caso,  para dar a conocer dichas medidas el presidente Duque cuenta con una corte de funcionarios inexpertos, pero eso sí con el don de la palabra de “los culebreros” paisas.
Queda claro, una vez más, que el capitalismo no sirve para resolver los problemas de la mayoría de los humanos, y que, además, es enemigo de todos los seres vivos así como de la naturaleza en general. Y, también, queda al descubierto que el coronavirus no es nada al pie de la pobreza, pues esta es la verdadera pandemia,  en Colombia  el hambre mata más gente, sobre todo niños,  que el covid 19.
Y, en la cima del modelo, más de uno queda boquiabierto con lo extenso de   la llamada “pobreza oculta”, aquella relacionada con los estratos altos,  es decir con la mal denominada clase media, cuando se creía que dicha clase  tenía un pie en el escalón de la riqueza resulta que anda hundida hasta el cuello en la temida  pobreza. Como todos los asalariados para subsistir los clase media depende  de un trabajo, hay que aclarar que a estos no les gusta que se les diga trabajadores sino empleados, lo cierto es que  muchos individuos clase media gracias  a la cuarentena perdieron el puesto de trabajo, y, como cualquier proleto del estrato uno, les ha tocado izar en las lujosas ventanas el trapo rojo implorando caridad. 
Otro aspecto que el covid ha dejado en evidencia es lo inútil e innecesario del parlamento, hasta el momento sólo ha servido para agravar la problemática de las mayorías; generalmente se legisla para defender los privilegios de los grupos poderosos.   Por ejemplo, el  parlamento es responsable de haber creado el nefasto sistema privado de salud  basado en las desastrosas EPS, lucrativo negocio en manos de unos pocos. De  lejos, las EPS matan más colombianos que el mismo covid 19.  Lo mismo ocurre con la seguridad privada, una ínfima porción de individuos logran pensionarse; los dueños de los  fondos privados, invierten  en el sistema financiero internacional la plata  de los cotizantes,   cuando   las cosas salen mal    los únicos que pierden son los aportantes. Y el parlamento es responsable de la aprobación de los nefastos TLCs, que han acabado con el aparato productivo nacional, beneficiando tan sólo un grupúsculo de industriales. Pequeños agricultores y ganaderos han quedado en la ruina.
La   reclusión obligatoria conocida como cuarentena  se   decretó con el fin plausible de tratar de contener la expansión de la pandemia, “para proteger a los más vulnerables”, asunto difícil de creer, pues el fascismo en el poder es esencialmente clasista y racista, detesta a los débiles y cualquier grupo étnico minoritario; en realidad buscaba ganar tiempo para mejorar la pésima dotación hospitalaria. En todo caso el confinamiento duró lo que el estómago vacío le permitió a las personas evadir al covid, la exigua canasta alimentaria,   donada a una que otra familia,    no  alcanzó ni siquiera para alejar el hambre más allá de una semana. Primero  las personas    manifestaron el hambre izando un trapo rojo en las ventanas, y al no haber respuesta tanto del gobierno nacional como del local la gente se lanzó a las calles a buscar comida, como siempre lo había  hecho o sea mediante el rebusque.   No  valieron amenazas de arresto ni onerosos comparendos,    el hambre no conoce ni acata multa alguna. Y el hambre reprimida   multiplicó de manera exponencial de forma incontenible los robos y atracos a  residencias, negocios y personas. La policía es apenas un cuerpo   decorativo. Ese es el modelo,  si atrapan a miles, miles saldrán a buscar sustento.
En economía se habla de la “equivalencia ricardiana” la cual dice que “hágase lo que se haga al final da lo mismo”. De qué sirvió la cuarentena si en lo más álgido de la jornada el gobierno en cabeza de un neoliberal como Duque, del mismo corte de Trump y Jair Bolsonaro, iba a liberar de manera grosera y apresurada los distintos sectores económicos.  El mismo presidente Duque dijo que había pedido asesoría al presidente Bolsonaro, con la secreta esperanza que éste le suministre la vacuna producida por la U de Oxford la cual se fabricará en Brasil, olvidando que Trump ya adquirió la producción total.        Desde el inicio las medidas han sido cuando no erradas erráticas. Por ejemplo, el Ministro de salud y los epidemiólogos al inicio unas veces recomendaban el uso de tapabocas y otras lo desaprobaban. Las medidas preventivas se iniciaron cerrando la frontera con Venezuela, única segura, pues dadas las restricciones de vuelos, desde antes de declararse la pandemia, es el país latinoamericano con menos casos de covid, y es la nación que más ha realizado pruebas, a la fecha ha realizado más de diez millones de test, donados por China. Cuando se cerraron las otras fronteras el coronavirus ya se había dispersado en todo el país. Otra medida torpe fue el manejo  tardío y cierre del aeropuerto El Dorado, los migrantes provenientes de Europa, China y EEUU, entraron  como Pedro por su casa. Y qué tal la idiotez, decretar un día sin IVA cuando se estaba coronando el vértice de la pandemia. Y en el colmo de la estupidez la alcaldesa de Bogotá Claudia López, para ayudar al presidente Duque en su pulso contra los mayores de 70 años, decretó cuarentena en varios sectores de la capital, pero no donde hay el mayor número de contagios sino donde hay mayoría de viejos, precisamente quienes mejor saben cuidarse, mientras los más jóvenes e indisciplinados siguen dispersando el patógeno.
Las  cosas están como el primer día,   incluso la deteriorada imagen del presidente Duque ha vuelto a caer a los niveles de siempre. En todo caso, La  guerra ha sido declarada, pero con esos ineptos generales al frente de batalla  el desastre  está asegurado, así que ¡sálvese   quien pueda!
  • DMV. Msc. Economía. Ex catedrático universitario.

No hay comentarios: