*Libardo
Sánchez Gómez
El covid 19 ha dejado ver a nivel global como en las sociedades
cuya actividad económica corresponde al libre mercado o modo de
producción capitalista, la mayoría de humanos se han convertido en seres malvivientes. Tomemos como ejemplo Colombia, millones de
personas deambulan por campos y ciudades demostrando que los milagros existen, las
personas sobreviven en medio del hambre y todo tipo carencias tanto materiales como
psicológicas. Se adolece de valores, de higiene mental y de conciencia social. El
acceso a un techo digno es privilegio de
pocos, la generalidad habita en construcciones precarias, y millones viven a
la intemperie a estos se les conoce como habitantes de calle. El acceso a los alimentos es limitado. La
educación superior y salud de calidad es
un privilegio de pocos. La pandemia ha dejado en claro que la
explotación del hombre por el hombre no ha pasado de moda y que el odio y la
lucha de clases sigue vivita y coleando, desde luego que hoy en día es de una
sola vía, es decir, el odio y desprecio fluye de los poderosos (oligarquía)
hacia los trabajadores y demás excluidos. Y el odio de clase en el sector popular no se expresa hacia la oligarquía debido
a que esta ha logrado hacer desaparecer en la pobrería la conciencia de clase.
Hasta las superestructuras (religión, política, etc.)
afines a la social democracia globalizada, también, han sido colonizadas por el
coronavirus, el temor al contagio alejó de las iglesias a los feligreses, el miedo
al ubicuo y todopoderoso germen es superior al amor al supremo. En realidad la
fe en sí no se ha visto afectada la gente de todas las religiones sigue dando
gracias a sus dioses, los afectados han sido
quienes han hecho un negocio de esta. Y el sacrosanto templo
de la “democracia” o sea el parlamento, apenas, sirve
de mansión a las ratas, ratas.
Dos meses de cuarentena hizo temblar las
estructuras del modelo, queda claro que las inversiones privadas no se pueden
mantener en pie sin el apoyo estatal. Empleadores
y empleados deben ser sostenidos por el
estado; entonces, cabe preguntar, ¿es justo, legal y ético que los recursos de todos deban ser
dispersados para salvaguardar los intereses de los particulares? No será hora
de mirar hacia la potencialidad del colectivismo, en vista de lo que está
pasando lo lógico es que los medios de producción pasen a manos del estado, para que éste pueda
proveer una renta básica a todos y cada uno de los ciudadanos.
Una vez más el sistema de producción
capitalista entra en coma, pero tampoco será su fin, un pinche germen como el
covid jamás podrá hacer el trabajo que
tiene que hacer el hombre; además, los ricos no están al alcance del virus, y mientras
sobreviva el 1% dueño de la riqueza global, tendrán
la capacidad financiera para ponerlo a flote. Se prevé que el capitalismo post
pandemia regresará más agresivo. Lo cierto es que nada funciona sin el
apoyo estatal. Algunos aprovechan la ocasión para engordar sus arcas,
caso del sistema financiero, quien recibe inyecciones diarias de capital
público. El sistema
productivo está cuadripléjico, con
pronóstico reservado, esperando respiración boca a boca gubernamental. El
área de servicios distinto al de la banca está en coma inducido con mal
pronóstico, la hotelería y turismo, así como el transporte aéreo y terrestre,
hace días tiraron la toalla o mejor el trapo rojo. Y quedó en evidencia que, tanto
en tiempos normales como bajo pandemia, “el tal empleo no existe”, más del
90 por ciento de hombres y mujeres sobreviven
del rebusque, y rebusque significa una variopinta de posibilidades de
subsistencia, como la venta callejera de
comida, cachivaches y drogas psicoactivas, significa vivir del raponeo y el
atraco callejero, del robo a residencias y
de la prostitución. Por otro
lado, en el vientre del sistema
crece el tumor de la corrupción, lacra
propia del modo de producción capitalista. El alimento del cáncer de la corrupción es la
acumulación, el individuo vale por lo
que tenga; así mismo, la incertidumbre, también,
sirve como carburador de la corrupción, pues produce temor no
tener a futuro nada asegurado, así que a la primera oportunidad cualquier funcionario de cualquier nivel se apropia de los recursos que pongan a su alcance. Esto quedó demostrado con los recursos
destinados a atender los estragos que provoca la pandemia. No importa si el funcionario tiene
que ir a la cárcel, cosa poco probable ya que, como esencia del modelo, la
impunidad es la norma. La
corrupción ha dejado ver su rostro desde
la presidencia de la república hasta la más remota alcaldía. Iniciada la cuarentena,
con el objeto de mejorar la alicaída imagen del “Duque” en la
presidencia, el gobierno firmó un contrato con sus compinches por más de cuatro mil millones. El maquillaje de la imagen presidencial ha
contado con una exitosa estrategia de márquetin político de tal manera que con
cada intervención vespertina la imagen presidencial mejora día a día. La
estrategia principal se finca por un lado en alabar cualquier medida, así sea
una idiotez, haciéndola ver como la más
genial del orbe, y por otro lado se basa en expedir medidas groseramente
populistas. Entre otras medidas, se idearon el llamado Ingreso solidario, el
cual no se sabe a ciencia cierta a quien le llega, y de solidario tiene tanto como el Agro-ingreso
de Uribito. También, pusieron a
funcionar “la devolución del IVA”. La
demagógica “devolución del IVA” es la que más ha dado réditos, el cinismo no
tiene límites, en vez de suprimir o siquiera mitigar a nivel general este
impuesto regresivo, se determinó entregar miserables $75.000 a un puñado de
personas, como a los viejos que ya venían siendo engañados con una mezquina
mesada de $80.000 bimensuales. Por otro lado, el mismo presidente en una de
sus insoportables apariciones diarias en la TV dijo que, para atender la
pandemia, el gobierno había destinado la suma de diez y siete billones de
pesos, a “ojos de buen cubero” eso significa que a cada uno de los 50 millones
de habitantes, de todas las edades y todos los estratos, le tocaría la suma de 12 millones de pesos, ¿Cuándo nos
girarán? ¿Será que, también, como el ingreso solidario, quedarán en el
bolsillo de no se sabe quién? En todo caso,
para dar a conocer dichas medidas el presidente Duque cuenta con una
corte de funcionarios inexpertos, pero eso sí con el don de la palabra de “los
culebreros” paisas.
Queda claro, una vez más, que el
capitalismo no sirve para resolver los problemas de la mayoría de los humanos, y
que, además, es enemigo de todos los seres vivos así como de la naturaleza en
general. Y, también, queda al descubierto que el coronavirus no es nada al pie
de la pobreza, pues esta es la verdadera pandemia, en Colombia el hambre mata más gente, sobre todo niños, que el covid 19.
Y, en la cima del modelo, más de uno
queda boquiabierto con lo extenso de la llamada “pobreza oculta”, aquella
relacionada con los estratos altos, es
decir con la mal denominada clase media, cuando se creía que dicha clase tenía un pie en el escalón de la riqueza
resulta que anda hundida hasta el cuello en la temida pobreza. Como todos los asalariados para
subsistir los clase media depende de un trabajo,
hay que aclarar que a estos no les gusta que se les diga trabajadores sino
empleados, lo cierto es que muchos
individuos clase media gracias a la
cuarentena perdieron el puesto de trabajo, y, como cualquier proleto del
estrato uno, les ha tocado izar en las lujosas ventanas el trapo rojo implorando
caridad.
Otro aspecto que el covid ha dejado en
evidencia es lo inútil e innecesario del parlamento, hasta el momento sólo ha
servido para agravar la problemática de las mayorías; generalmente se legisla
para defender los privilegios de los grupos poderosos. Por
ejemplo, el parlamento es responsable de
haber creado el nefasto sistema privado de salud basado en las desastrosas EPS, lucrativo
negocio en manos de unos pocos. De lejos, las EPS matan más colombianos que el
mismo covid 19. Lo mismo ocurre con la
seguridad privada, una ínfima porción de individuos logran pensionarse; los
dueños de los fondos privados, invierten
en el sistema financiero internacional la
plata de los cotizantes, cuando
las cosas salen mal los
únicos que pierden son los aportantes. Y el parlamento es responsable de la
aprobación de los nefastos TLCs, que han acabado con el aparato productivo nacional,
beneficiando tan sólo un grupúsculo de industriales. Pequeños agricultores y
ganaderos han quedado en la ruina.
La reclusión obligatoria conocida como cuarentena
se decretó con el fin plausible de tratar de
contener la expansión de la pandemia, “para proteger a los más vulnerables”, asunto
difícil de creer, pues el fascismo en el poder es esencialmente clasista y
racista, detesta a los débiles y cualquier grupo étnico minoritario; en
realidad buscaba ganar tiempo para mejorar la pésima dotación hospitalaria. En
todo caso el confinamiento duró lo que el estómago vacío le permitió a las
personas evadir al covid, la exigua canasta alimentaria, donada
a una que otra familia, no alcanzó ni siquiera para alejar el hambre más
allá de una semana. Primero las
personas manifestaron el hambre izando
un trapo rojo en las ventanas, y al no haber respuesta tanto del gobierno
nacional como del local la gente se lanzó a las calles a buscar comida, como
siempre lo había hecho o sea mediante el
rebusque. No valieron amenazas de arresto ni onerosos comparendos,
el hambre no conoce ni acata multa alguna. Y
el hambre reprimida multiplicó de manera exponencial de forma
incontenible los robos y atracos a
residencias, negocios y personas. La policía es apenas un cuerpo decorativo. Ese es el modelo, si atrapan a miles, miles saldrán a buscar
sustento.
En economía se habla de la “equivalencia ricardiana” la cual dice
que “hágase lo que se haga al final da lo
mismo”. De qué sirvió la cuarentena si en lo más álgido de la jornada el
gobierno en cabeza de un neoliberal como Duque, del mismo corte de Trump y Jair
Bolsonaro, iba a liberar de manera grosera y apresurada los distintos sectores
económicos. El mismo presidente Duque
dijo que había pedido asesoría al presidente Bolsonaro, con la secreta
esperanza que éste le suministre la vacuna producida por la U de Oxford la cual
se fabricará en Brasil, olvidando que Trump ya adquirió la producción
total. Desde el inicio las medidas han sido cuando no
erradas erráticas. Por ejemplo, el Ministro de salud y los epidemiólogos al
inicio unas veces recomendaban el uso de tapabocas y otras lo desaprobaban. Las
medidas preventivas se iniciaron cerrando la frontera con Venezuela, única
segura, pues dadas las restricciones de vuelos, desde antes de declararse la
pandemia, es el país latinoamericano con menos casos de covid, y es la nación
que más ha realizado pruebas, a la fecha ha realizado más de diez millones de
test, donados por China. Cuando se cerraron las otras fronteras el coronavirus
ya se había dispersado en todo el país. Otra medida torpe fue el manejo tardío y cierre del aeropuerto El Dorado, los
migrantes provenientes de Europa, China y EEUU, entraron como Pedro por su casa. Y qué tal la idiotez,
decretar un día sin IVA cuando se estaba coronando el vértice de la pandemia. Y
en el colmo de la estupidez la alcaldesa de Bogotá Claudia López, para ayudar
al presidente Duque en su pulso contra los mayores de 70 años, decretó
cuarentena en varios sectores de la capital, pero no donde hay el mayor número
de contagios sino donde hay mayoría de viejos, precisamente quienes mejor saben
cuidarse, mientras los más jóvenes e indisciplinados siguen dispersando el
patógeno.
Las cosas están como el primer día, incluso la deteriorada imagen del presidente
Duque ha vuelto a caer a los niveles de siempre. En todo caso, La guerra ha sido declarada, pero con esos ineptos
generales al frente de batalla el
desastre está asegurado, así que ¡sálvese
quien pueda!
- DMV. Msc. Economía. Ex catedrático universitario.
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