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¿Desencadenará un tornado político en Europa el batir de alas de Syriza? Cualquiera que sea la evolución, la lista de efectos que en pocos días ha producido la clara victoria de la organización conducida por Alexis Tsipras asombra.
En Grecia el bipartidismo político cimentado en la aplicación del liberalismo ha explotado. Es el primero en Europa. La socialdemocracia (Pasok), cómplice destruido de la derecha en su aplicación de la hoja de ruta la austeridad, se ha empequeñecido electoralmente en favor de la nueva fuerza de izquierda, Syriza (1). Las posiciones del movimiento europeo antiausteridad se han visto fortalecidas y las fuerzas políticas que la reclaman aumentan su influencia en los países de la periferia continental (Grecia, España. Irlanda).
En toda Europa –y hasta en Estados Unidos– muchos debates entre las élites económicas, políticas y mediáticas sobre qué conviene hacer se posicionan a favor del acontecimiento Syriza; ¿Son sostenibles y legítimas las deudas soberanas de los Estados? ¿Realmente son necesarias las políticas rigurosas o no lo son, como parece que desea el presidente Barack Obama en la actualidad cuando afirma “no es posible seguir presionando a los países que se hallan en plena depresión” y llama a una “estrategia de crecimiento”? ¿Qué hacer con el euro y con la Unión Europea?
Es imposible no imaginar el alivio del pueblo griego, ultrajado durante cinco largos años de superausteridad, luego del anuncio de las primeras medidas sociales –“humanitarias”– tomadas por el nuevo Gobierno: aumento del salario mínimo, revaloración de las jubilaciones y supresión de las disposiciones referentes a la edad jubilatoria, reconsideración de las medidas de austeridad en materia de salud pública (derecho de asistencia en los hospitales y pago de recetas médicas), reincorporación de miles de empleados y personal técnico que habían sido despedidos, detención de las privatizaciones y puesta en marcha de nuevo de los marcos legales de las negociaciones colectivas de trabajo (2).
Al decidir razonablemente oponerse a las nuevas sanciones de la UE contra Rusia en el expediente ucraniano, el gobierno de Tsipras se muestra al mismo tiempo como un país voluntarioso independientemente de su peso económico, político y militar y puede introducir tensiones en todo el edificio institucional de la UE. En todos los campos en los que la toma de decisiones europea reina la unanimidad Grecia tiene un enorme poder. Puede bloquear e imponer una inédita relación de fuerzas sobre los temas que le interesan, como acaba de demostrar en las negociaciones del Tratado Transatlántico (3). Fue famosa la frase “lo que quiero, señor Palmer (nombre del periodista del The Guardian, John Palmer), es muy sencillo: quiero que me devuelvan mi dinero” (I want my money back) de Margaret Thatcher en 1979. Hoy la Grecia de Alexis Tsipras podría decir al periodista del The Guardian: “lo que quiero, señor Palmer, es muy simple: quiero que me devuelvan mi soberanía democrática” (I want my democracy back).
Las perspectivas que se abren ante esta nueva situación histórica son numerosas. Pero en estemos momentos nadie puede garantizar a una Grecia antiausteridad, democrática y rebelde que tendrá éxito.
En el plano externo el pulso con Alemania apenas ha comenzado. Syriza apuesta por la aplicación de su programa dentro de un euro que impone a los Estados miembros drásticas obligaciones en materia presupuestaria y fiscal. El partido de Tsipras pretende en cambio obtener, en estas condiciones, una reestructuración sustancial (incluso una anulación) de la deuda pública griega, estimada en más de 320.000 millones de euros (175% del PBI) y una eliminación de los programas de austeridad. Por su parte Alemania, sintiéndose acorralada por esta estrategia tan osada como incierta, no parece dispuesta a aceptar una medida que se convertiría, más allá del impacto sobre ella misma, en una eventual absorción financiera de la cesación de pagos de Grecia, o sea, abrir una caja de Pandora de la que inmediatamente surgirían España, Irlanda, Italia y Portugal para exigir también una reestructuración y especialmente el final de la austeridad y del dogma monetarista.
Tsipras y su Gobierno saben que su estrategia conlleva un importante riesgo político. En efecto, si quiere alcanzar los objetivos anunciados no puede aceptar ninguna concesión frente a la troika, con la que el nuevo ministro de finanzas Yanis Varufakis ha declarado que no quiere volver a negociar. Porque sabe que Syriza quemaría sus naves en esa batalla. No existe una estrategia intermedia. Un retroceso en el asunto de la deuda o en la eliminación del programa de austeridad y el Gobierno de Syriza será triturado por la finanza internacional y rechazado por quienes lo han elegido ampliamente para resolver una aguda crisis económica, política y social.
En Alemania, por su parte, que Angela Merkel mantenga su intransigencia –nada de borrar la deuda griega– y para Atenas el espectro de una forzosa salida del euro volverá a resurgir. Las consecuencias para Grecia serían muy graves, pero también para la propia supervivencia de la Eurozona. ¿Realmente es lo que interesa a Alemania?
Syriza está jugando fuerte y deberá enfrentar internamente numerosos obstáculos. Como nos enseña la historia de las experiencias de la izquierda en el poder, conquistar el poder del Estado –el Gobierno, el Parlamento, los gobiernos locales- es esencial… pero no es suficiente. Las fuerzas de izquierda sufren un handicap cuando acceden al poder en períodos de graves crisis económicas y sociales (parcialmente) del poder del Estado. En el Gobierno sufren la acción radical de las fuerzas del sistema que siguen disponiendo de mucho poder en el Estado y en la sociedad. Las fuerzas interiores dominantes son capaces por inercia o según sus históricas configuraciones por la activa hostilidad de la administración estatal, del sistema mediático, del sector privado y bancario, de debilitar y hasta de desestabilizar –como sucede en América Latina (Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela)– el Gobierno transformador elegido y sus propuestas programáticas para imponerle un compromiso favorable al mantenimiento del anterior orden social y político (4).
Para que Syriza pueda tener la oportunidad de poner en marcha su proyecto y abrir de ese modo un nuevo camino a Europa, va a necesitar el apoyo solidario de todas las fuerzas políticas, sociales y ciudadanas progresistas del continente. Estas últimas, por ejemplo, podrían tomar la iniciativa de convocar una gran reunión ciudadana europea, incluso internacional, dedicada al tema de la deuda y de la recuperación democrática. Pero en lo inmediato, se trata de desarrollar en Grecia un poderoso movimiento del que necesitará Syriza para ayudarla a enfrentar las reiteraciones de la troika y de las clases dominantes europeas derrotadas en las urnas el 25 de enero.
Notas
(1) Leer el análisis de Fabien Escalona « En Grèce, l’agonie du Pasok et la victoire historique de la gauche radicale», Mémoire des luttes.
( 2) Conviene agregar a este primer tramo de medidas económicas y sociales las decisiones anunciadas en materia de inmigración. Para el nuevo gobierno se tratará de actuar “facilitando la naturalización de los inmigrantes y especialmente de sus hijos” nacidos en territorio griego.
(3) El nuevo ministro del sector público y del área administrativa, Georgios Katrougkalos, ha declarado: “Les puedo asegurar que un Parlamento en el que Syriza detenta la mayoría no ratificará jamás el acuerdo de libre comercio. Es un gran favor que se hace no solo al pueblo griego, sino también al pueblo europeo en su conjunto”. Leer «Le gouvernement de Syriza veut faire sombrer le TTIP», Euractiv, 3 de febrero de 2015.
4) Ventura, Christophe: «Considérations et réflexions sur la crise de “la gauche” et sur les nouveaux mouvements sociaux et citoyens internationaux», Mémoire des luttes.
Traducido del francés para Rebelión por Susana Merino
Fuente: http://www.medelu.org/L-effet-Syrisa
En Grecia el bipartidismo político cimentado en la aplicación del liberalismo ha explotado. Es el primero en Europa. La socialdemocracia (Pasok), cómplice destruido de la derecha en su aplicación de la hoja de ruta la austeridad, se ha empequeñecido electoralmente en favor de la nueva fuerza de izquierda, Syriza (1). Las posiciones del movimiento europeo antiausteridad se han visto fortalecidas y las fuerzas políticas que la reclaman aumentan su influencia en los países de la periferia continental (Grecia, España. Irlanda).
En toda Europa –y hasta en Estados Unidos– muchos debates entre las élites económicas, políticas y mediáticas sobre qué conviene hacer se posicionan a favor del acontecimiento Syriza; ¿Son sostenibles y legítimas las deudas soberanas de los Estados? ¿Realmente son necesarias las políticas rigurosas o no lo son, como parece que desea el presidente Barack Obama en la actualidad cuando afirma “no es posible seguir presionando a los países que se hallan en plena depresión” y llama a una “estrategia de crecimiento”? ¿Qué hacer con el euro y con la Unión Europea?
Es imposible no imaginar el alivio del pueblo griego, ultrajado durante cinco largos años de superausteridad, luego del anuncio de las primeras medidas sociales –“humanitarias”– tomadas por el nuevo Gobierno: aumento del salario mínimo, revaloración de las jubilaciones y supresión de las disposiciones referentes a la edad jubilatoria, reconsideración de las medidas de austeridad en materia de salud pública (derecho de asistencia en los hospitales y pago de recetas médicas), reincorporación de miles de empleados y personal técnico que habían sido despedidos, detención de las privatizaciones y puesta en marcha de nuevo de los marcos legales de las negociaciones colectivas de trabajo (2).
Al decidir razonablemente oponerse a las nuevas sanciones de la UE contra Rusia en el expediente ucraniano, el gobierno de Tsipras se muestra al mismo tiempo como un país voluntarioso independientemente de su peso económico, político y militar y puede introducir tensiones en todo el edificio institucional de la UE. En todos los campos en los que la toma de decisiones europea reina la unanimidad Grecia tiene un enorme poder. Puede bloquear e imponer una inédita relación de fuerzas sobre los temas que le interesan, como acaba de demostrar en las negociaciones del Tratado Transatlántico (3). Fue famosa la frase “lo que quiero, señor Palmer (nombre del periodista del The Guardian, John Palmer), es muy sencillo: quiero que me devuelvan mi dinero” (I want my money back) de Margaret Thatcher en 1979. Hoy la Grecia de Alexis Tsipras podría decir al periodista del The Guardian: “lo que quiero, señor Palmer, es muy simple: quiero que me devuelvan mi soberanía democrática” (I want my democracy back).
Las perspectivas que se abren ante esta nueva situación histórica son numerosas. Pero en estemos momentos nadie puede garantizar a una Grecia antiausteridad, democrática y rebelde que tendrá éxito.
En el plano externo el pulso con Alemania apenas ha comenzado. Syriza apuesta por la aplicación de su programa dentro de un euro que impone a los Estados miembros drásticas obligaciones en materia presupuestaria y fiscal. El partido de Tsipras pretende en cambio obtener, en estas condiciones, una reestructuración sustancial (incluso una anulación) de la deuda pública griega, estimada en más de 320.000 millones de euros (175% del PBI) y una eliminación de los programas de austeridad. Por su parte Alemania, sintiéndose acorralada por esta estrategia tan osada como incierta, no parece dispuesta a aceptar una medida que se convertiría, más allá del impacto sobre ella misma, en una eventual absorción financiera de la cesación de pagos de Grecia, o sea, abrir una caja de Pandora de la que inmediatamente surgirían España, Irlanda, Italia y Portugal para exigir también una reestructuración y especialmente el final de la austeridad y del dogma monetarista.
Tsipras y su Gobierno saben que su estrategia conlleva un importante riesgo político. En efecto, si quiere alcanzar los objetivos anunciados no puede aceptar ninguna concesión frente a la troika, con la que el nuevo ministro de finanzas Yanis Varufakis ha declarado que no quiere volver a negociar. Porque sabe que Syriza quemaría sus naves en esa batalla. No existe una estrategia intermedia. Un retroceso en el asunto de la deuda o en la eliminación del programa de austeridad y el Gobierno de Syriza será triturado por la finanza internacional y rechazado por quienes lo han elegido ampliamente para resolver una aguda crisis económica, política y social.
En Alemania, por su parte, que Angela Merkel mantenga su intransigencia –nada de borrar la deuda griega– y para Atenas el espectro de una forzosa salida del euro volverá a resurgir. Las consecuencias para Grecia serían muy graves, pero también para la propia supervivencia de la Eurozona. ¿Realmente es lo que interesa a Alemania?
Syriza está jugando fuerte y deberá enfrentar internamente numerosos obstáculos. Como nos enseña la historia de las experiencias de la izquierda en el poder, conquistar el poder del Estado –el Gobierno, el Parlamento, los gobiernos locales- es esencial… pero no es suficiente. Las fuerzas de izquierda sufren un handicap cuando acceden al poder en períodos de graves crisis económicas y sociales (parcialmente) del poder del Estado. En el Gobierno sufren la acción radical de las fuerzas del sistema que siguen disponiendo de mucho poder en el Estado y en la sociedad. Las fuerzas interiores dominantes son capaces por inercia o según sus históricas configuraciones por la activa hostilidad de la administración estatal, del sistema mediático, del sector privado y bancario, de debilitar y hasta de desestabilizar –como sucede en América Latina (Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela)– el Gobierno transformador elegido y sus propuestas programáticas para imponerle un compromiso favorable al mantenimiento del anterior orden social y político (4).
Para que Syriza pueda tener la oportunidad de poner en marcha su proyecto y abrir de ese modo un nuevo camino a Europa, va a necesitar el apoyo solidario de todas las fuerzas políticas, sociales y ciudadanas progresistas del continente. Estas últimas, por ejemplo, podrían tomar la iniciativa de convocar una gran reunión ciudadana europea, incluso internacional, dedicada al tema de la deuda y de la recuperación democrática. Pero en lo inmediato, se trata de desarrollar en Grecia un poderoso movimiento del que necesitará Syriza para ayudarla a enfrentar las reiteraciones de la troika y de las clases dominantes europeas derrotadas en las urnas el 25 de enero.
Notas
(1) Leer el análisis de Fabien Escalona « En Grèce, l’agonie du Pasok et la victoire historique de la gauche radicale», Mémoire des luttes.
( 2) Conviene agregar a este primer tramo de medidas económicas y sociales las decisiones anunciadas en materia de inmigración. Para el nuevo gobierno se tratará de actuar “facilitando la naturalización de los inmigrantes y especialmente de sus hijos” nacidos en territorio griego.
(3) El nuevo ministro del sector público y del área administrativa, Georgios Katrougkalos, ha declarado: “Les puedo asegurar que un Parlamento en el que Syriza detenta la mayoría no ratificará jamás el acuerdo de libre comercio. Es un gran favor que se hace no solo al pueblo griego, sino también al pueblo europeo en su conjunto”. Leer «Le gouvernement de Syriza veut faire sombrer le TTIP», Euractiv, 3 de febrero de 2015.
4) Ventura, Christophe: «Considérations et réflexions sur la crise de “la gauche” et sur les nouveaux mouvements sociaux et citoyens internationaux», Mémoire des luttes.
Traducido del francés para Rebelión por Susana Merino
Fuente: http://www.medelu.org/L-effet-Syrisa
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