Libardo Sánchez Gómez
Parece mentira que se organice una
guerra, y que dure sesenta años, con la idea central de tener un espacio
político; pues no se trata de un chiste sino de una parte de nuestra realidad
macondiana, esa que le permitió al nobel Gabriel García Márquez escribir Cien años de Soledad y “El Coronel no tiene
quien le escriba”. Las FARC-EP nacieron y crecieron (¿morirán en el intento?) con
la idea de hacer política, de ser “políticos exitosos”. Durante el largo periodo activo de la confrontación armada la respectiva
comandancia, el mayor tiempo en cabeza de su fundador Manuel Marulanda,
intentaba entablar diálogos con el Gobierno de turno con miras a deponer las
armas, pero la oligarquía por un lado desconfiaba
de las intenciones de los rebeldes y por otro pensaba
que tendrían que negociar y ceder sus privilegios; entonces, cuando accedían a dialogar lo hacían para
tomar ventaja militar, con la idea fija de derrotarlos militarmente.
Pero por fin se cumplió el anhelo,
Juan Manuel Santos les abrió la puerta al
hermoso mundo de la política donde, en
palabras del mandatario, podrán “disparar
votos en vez de balas”. Pero, como era
de esperar, las intenciones de éste
vocero de la oligarquía no son las mejores, recientemente ridiculizó las aspiraciones de
los futuros políticos, decía en su mejor tono irónico: “pues vayan a ver que van hacer en elecciones, ¿van vender marxismo-leninismo?
Eso… es algo trasnochado; ¿Socialismo del Siglo XXI? Ja ja, miren a Venezuela, que es el ejemplo
de eso…” la oligarquía sabe de antemano que difícilmente podrán desenvolverse
en la arena política, y si lo logran no los dejarán medrar. Un sector
mayoritario de rebeldes ha aceptado hacer de la política su forma de vida. Se les augura éxitos en esa actividad que, al decir de muchos, es
sinónimo de criminalidad. Ojalá puedan demostrar lo contrario. En Colombia, como en la mayor parte del mundo
capitalista, la política no se ejerce para buscar soluciones generales sino
para satisfacer ambiciones personales. Se busca llegar al parlamento y/o a la
dirección del Estado, en sus distintos niveles, para legislar y actuar a favor no sólo de la
clase dominante sino de intereses y
privilegios muy particulares. Tradicionalmente los intereses de las distintas
corrientes políticas ya sean progresistas o retardatarias, por lo general, terminan amalgamadas en un mismo
crisol; y, salvo contadas excepciones, los
representantes de los sectores populares
actúan abiertamente en la misma
dirección de la burguesía, mendigando mendrugos de pan y mermelada.
Aún no está clara la futura línea
política de las FARC, como nunca lo estuvo durante los sesenta años de guerra. Algunas
veces se declararon revolucionarios marxistas leninistas, otras veces lo negaron; eso sí dejaron
en claro que la guerra no era por el poder, ¿ahora como políticos tampoco
lo buscarán? No obstante, con miras al futuro, las FARC deben tener en
cuenta que quienes les apoyaron, principalmente los campesinos, creyeron que la guerra
apuntaba a
cambiar el mundo de violencia, inequidad
y pobreza desde una posición
revolucionaria. Hace unos días, se desconoce cuáles eran sus
intenciones, Iván Márquez en un tuiter
escribió, “no duden que somos socialistas”. Ojalá no sea un nudo más en
el enredo ideológico por el que han trasegado durante la vida guerrillera. ¿Se mantendrá esa
línea? En todo caso, sea esta su brújula ideológica o no el camino
político a futuro de las FARC será extremadamente tortuoso. Para tirios y troyanos, los guerrilleros
siempre guerrilleros serán, así en la realidad su intención no haya sido ni sea la de
amenazar seriamente
los privilegios de la clase hegemónica. Si quieren seguir por el sendero de los
partidos tradicionales liberal y conservador, su cauda política se puede
esfumar antes de comenzar. Por el lado
de los políticos de “izquierda”, pazólogos de profesión y potenciales
aliados, estos no creen en el socialismo, les gusta el capitalismo
“con rostro humano”, y no les van a admitir
muy cerca de sus toldas construidas a la
sombra de los campamentos de la derecha.
Mientras en el mundo entero, incluido los EEUU, se pone en primera línea el
socialismo, como única posibilidad que
tienen las formas vivas incluido el hombre para sobrevivir, en Colombia la izquierda prefiere
el capitalismo depredador. En este
sentido Manuel E. Yepe (Elecciones en
EE.UU. son distracción masiva. 2016)
Opina: “Así como la angustia y
desesperación se va haciendo cada vez más presionante para las masas de
desposeídos en el mundo y presagian una inevitable insurrección popular a
escala global, en el seno de Estados Unidos se hace más aguda la contradicción
entre el 1% que lo domina todo y el 99% que no puede seguir engañado con mitos
y trucos de la democracia representativa bajo control de los ricos”.
Probablemente las FARC quieran
acomodarse en la socialdemocracia al
lado del Partido Comunista Colombiano (partido liberal chiquito) pero esta puede ser
una alianza peligrosa, los jerarcas
desde siempre han gustado establecer alianzas con las clases en el poder. Por ejemplo,
en el siglo pasado, lo hicieron con el retrógrado Gabriel Turbay en vez de hacerlo
con el progresista JORGE Eliécer Gaitán.
Lozano, actual director del
Semanario VOZ y máximo jerarca del Partido, enciende una vela a
dios y otra al diablo al mismo tiempo. En alguna oportunidad fue testigo estrella
a favor de Cesar Pérez, condenado como
determinador de la masacre de miembros de la UP en Segovia. En aquella época,
tratando de defender a Parez, dejó entrever
que había sido el ELN. Luego funge como artífice
de la entrega de las FARC; y, ahora, través de VOZ se presta para hacerle el juego a
la oligarquía, acusa al ELN de asesinar un miembro del
Partido, creando una matriz mediática en contra del ELN, para hacer que éste grupo
insurgente, también, abandone la lucha
armada. Pero el ELN ha dejado en claro que no abandonará las armas hasta tanto
no se lleven a cabo las transformaciones que remuevan las causas que les
obligaron a tomarlas.
Pero la
competencia política dura de las FARC la tendrá con los partidos de la “izquierda light”, como el Verde, variopinta amalgama de políticos francamente reaccionarios. Entre
los progresistas, que abrevan en fuentes izquierdistas, están Antonio Navarro y
Claudia López, esta última declarada enemiga de las FARC. Por el lado del POLO,
partido con una línea política difusa, sobresale Jorge Robledo habilidoso senador
de
corte pequeño burgués defensor de los gremios y por ende del modo de producción capitalista. Otro político
sobresaliente del POLO, quien anda en este partido porque no hay más en el
espectro de la “izquierda”, es Iván
Cepeda, honesto
y muy comprometido con las causas populares.
Pero dada su soledad en el parlamento
es una voz opositora inofensiva, por eso
la oligarquía lo cuida con esmero, pues lo necesita para darle al Régimen un viso de
democracia. En cuanto a la UP, este Movimiento murió
en manos de una señora totalmente desorientada, quien admite que le “gusta
el capitalismo” y, además, se mueve a la
sombra de Lozano. En el “progresismo” será imposible prosperar, pues es un Movimiento
político construido por Gustavo Petro
exclusivamente para Gustavo Petro. Con
quien sí podrán contar Las FARC, como aliado confiable, es con la liberal Piedad
Córdoba más revolucionaria y comunista que todos los “izquierdistas” y
comunistas juntos, a quien recientemente la Corte Suprema de Justicia
restableció sus derechos políticos alevemente cercenados por el ex procurador
Ordoñez.
Las FARC tienen la posibilidad de perdurar como
agrupación política cohesionada por lo
menos durante un par de años, es decir,
durante el tiempo que el gobierno les ayude a sobrevivir económicamente. Si la
FARC POLÍTICA no logra interpretar los anhelos de la base popular, es
decir, de la izquierda de los
sectores revolucionarios, aquellos que quieren tomarse el poder a nombre del pueblo excluido,
para abolir el sistema capitalista e instaurar el socialismo, antes de lo
esperado va a terminar atomizada y refundida entre los diversos movimientos y
partidos políticos, incluido el Centro Democrático, como aconteció con ciertos
miembros del M-19.
Hasta ahora se ha hablado de la
FARC POLÍTICA, nombre que una vez
entreguen las armas debe ser cambiado, pues ya no serán más fuerzas armadas
revolucionarias. El nombre lo deberán conservar
quienes perseveren en la lucha armada, tras
la toma del PODER para poder efectuar las transformaciones que la
sociedad colombiana requiere. Se espera
que quienes abandonen la causa tengan la
gallardía de respetar la decisión de sus compañeros y compañeras y omitan las
descalificaciones injuriosas. Los guerrilleros en armas, por el contrario, han dicho de manera gallarda que respetan la
decisión de los compañeros que se desmovilicen y les auguran éxitos en su
actividad política. Parece que se trata
de un número respetable que se acerca a las dos mil unidades. En todo caso, es
preferible un combatiente a plena luz que mil en la oscuridad. No le hacen bien a la causa libertaria quienes no están convencidos de lo que hacen,
por eso el pueblo colombiano debe votar
masivamente por el SI al plebiscito, en el frente de combate seguramente quedará únicamente gente que sabe lo que quiere.
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