Libardo Sánchez Gómez
Cuando se pensó que había llegado
el “fin de la historia”, es decir el
eterno reinado del capitalismo, y eso era todo lo que la humanidad en materia
de organización social había logrado,
el comandante Hugo Rafael Chávez
Frías, con una profunda conciencia de clase, echó
andar de nuevo las ruedas de la historia, poniendo en boca de todo el mundo la palabra
SOCIALISMO. Pero Chávez fue más ingenioso, asumió la concepción de socialismo expuesta
en 1996 por Heinz Dieterich Steffan llamada
“Socialismo del Siglo XXI (desde luego que tiempo atrás ya se había hablado del
mismo) la cual difiere del “Socialismo Real” aquel que llevó a la Unión
Soviética a la cúspide, pero que fue echado a pique por la ambición personal de
un puñado de burócratas, y el socialismo cierto, el científico, el dialéctico,
el encargado de hacer avanzar la historia hacia una nueva forma de organización
social sin dominadores ni dominados. El
Socialismo del Siglo XXI se identificó con la Revolución Bolivariana, y fue apropiado por el comandante presidente
Chávez, como una manera progresista de
direccionar recursos hacia la población más necesitada y, a su vez, para resistir la voracidad del imperio
norteamericano. De acuerdo a Marta Harnecker, “Chávez
concebía el socialismo como un sistema económico centrado en el ser humano y no
en la ganancia, con una cultura pluralista y anticonsumista en que el ser
tuviese primacía sobre el tener. Un socialismo provisto de una democracia
verdadera y profunda donde el pueblo asumiese el rol protagónico” (Venezuela:
¿Guerra económica o errores del Gobierno? 2016) Pero aunque Chávez promoviese el socialismo todo quedó en la
antesala: “consejos comunales (pequeños territorios autogestionados), los
consejos de trabajadores, los consejos estudiantiles, los consejos campesinos”,
pues en realidad nunca, aún después de
su asesinato, se dio un paso cierto
hacia la construcción de la sociedad socialista. La propiedad privada y la
concentración de la riqueza siguen en pocas personas. La saludad y bienestar social y
buena parte de los servicios públicos
son manejados por los particulares. El proletariado es dueño tan sólo de su fuerza de trabajo. Las
decisiones que afectan la vida de todos los asociados se toman de manera
totalmente vertical de tal manera que las comunidades son receptoras y poca
o ninguna oportunidad tienen para
opinar acerca de lo que quieren o necesitan.
Y dado que el modelo capitalista sigue intacto igualmente los males
inherentes al mismo siguen incólumes, la corrupción pública y privada campea a lo largo y ancho del país y la
violencia de todo tipo asoma en cada esquina.
El discurso socialista o, mejor,
la Revolución Bolivariana de corte antiimperialista, asustó al imperio; en palabras del propio
presidente Obama de una manera “inusual y extraordinaria” (www.bbc.com/mundo/ultimas_noticias/.../150309_ultnot_eeuu_venezuel)
Entonces, para contener al Chavismo, además, asociado con los hermanos Fidel y Raúl Castro, en lo que ese personaje siniestro Álvaro
Uribe Vélez ha dado en llamar “Castro-chavismo”, el imperio ha movilizado todo su arsenal
estratégico. A nivel interno cuenta con la burguesía nostálgica de poder, capaz
de todo con tal de hacerse de nuevo al mando del Estado, y en el exterior con
personajes como el ex presidente Uribe mejor conocido como el No 82, por haber
estado en la lista de extraditables de la DEA al lado de Pablo Escobar, número
79.
El pueblo venezolano junto al
aparato militar, que desde mucho tiempo atrás venía madurando su nivel de
conciencia social, en década y media, pudo
consolidar
la llamada “Revolución Bolivariana”.
Pero ante la inamovilidad social primero del mismo presidente Chávez y
luego de su sucesor Nicolás Maduro vino
el desgaste de ese alto nivel de
conciencia lo mismo que del sentido común del pueblo, y en un arrebato de
insensatez y nihilismo mandó al carajo las conquistas sociales, y en las urnas
le dijo No al Socialismo del Siglo XXI. Esa derrota del “Castro-chavismo” es un
signo de alerta, pues si no se avanza realmente en la transformación del modelo
capitalista muy pronto en Venezuela llegará para siempre el “fin de la
historia”. Sectores verdaderamente revolucionarios, entienden que
la revolución no se hace rezando y pregonando el bien, y saben que el
capital se defenderá combinando todas las formas de lucha, como la vieja burguesía apoyada por el imperio
lo viene haciendo. El pueblo unas veces
de manera tácita (las urnas) y
otras explícitamente (manifestaciones de calle) le viene pidiendo al Gobierno
socialismo verdadero, y si éste quiere sobrevivir no tiene otra alternativa que
dar los primeros pasos. Tendrá que entregar a los trabajadores el manejo
directo de las empresas, habrá que arrebatarle a la oligarquía el inmenso poder mediático, con el cual manipula la conciencia y la mente de la gente;
los servicios públicos y el sector financiero deberán ser manejadas por el
Estado. Y habrá que hacerlo así muera en el intento. Pero lo previsible es que el
Gobierno influenciado por los sectores conservadores dentro del mismo Estado
siga, a penas, quejándose
y profundizando el
asistencialismo. Mientras tanto el imperio y la burguesía acentuarán la
violencia, el acaparamiento, desabastecimiento y parálisis del aparato productivo.
El control de la hiperinflación será pieza fundamental para el futuro del modelo chavista. Una explicación al desborde de esta variable
económica está no
en el alto grado de gasto público e inversión social, sino por un lado en la paralización del aparato productivo y dependencia
de las importaciones y por otro en que dichas importaciones están manejadas por unas pocas firmas; Marta Harnecker
cita a Cursio quien sostiene que, “…de
hecho, existe una concentración de la producción, de las importaciones y de la
distribución de los bienes y servicios en pocas manos: 3% de las unidades
económicas registradas en el país controla las divisas para importaciones “. Dice Marta que este puñado de importadores “fijan oligopólicamente los precios de los
bienes que importan (bienes de primera necesidad, entre ellos los alimentos, y
los requeridos para la producción y el
transporte) asumiendo el tipo de cambio paralelo que es mucho mayor (14,5
veces) al valor real de los productos estimado en moneda nacional”. Y la
explicación a este manejo privilegiado no es otra que la incorregible corrupción burocrática. Así que la hiperinflación será el caballo de
Troya en cuyas entrañas cabalga la derrota de la Revolución Bolivariana, pues
ningún nivel de asistencialismo podrá competir con la pérdida de poder adquisitivo
del pueblo en su conjunto, el cual desesperanzado
creerá que la vieja burguesía tiene la razón y que “el
Socialismo del Siglo XXI” no es más que un cuento de hadas.
En Colombia la conciencia social
y sentido común merecen capítulo aparte, pues no están en los genes de las
mayorías. La autollamada “izquierda”
progresista es alérgica a los términos socialismo del Siglo XXI, Castro-chavismo y Revolución Bolivariana, el
sólo pronunciarlos les ampolla la lengua y la conciencia. No es socialista, vive de las prebendas y “mermelada” que mendiga
al Poder burgués de turno; además, las
banderas de las reivindicaciones sociales son utilizadas para su enriquecimiento
personal. El Partido Comunista Colombiano no es comunista sino socialdemócrata
y no cree en la combinación de las formas de lucha; precisamente, fue uno de
los artífices principales para convencer a las FARC de abandonar la lucha
armada. Por parte de la pobrería el sinsentido todavía es mayor, la gente que
muere de hambre y adolece de todo tipo de carencias en los llamados cinturones de miseria alrededor de las
grandes, medianas y, aún, pequeñas ciudades, se mueve en las urnas al lado de
la oligarquía. Lo mismo ocurre con los trabajadores y campesinos sin
tierra. Por eso la votación obtenida por
la izquierda electorera tradicionalmente
es marginal. Y en cuanto se refiere
a la FARC POLÍTICA es de esperar
que no sea diferente, y más temprano que
tarde terminará difuminada entre todos los movimientos y partidos del espectro
político existente. Por el lado de la oligarquía si bien la
conciencia y odio de clase social sí lo tiene desarrollado de manera superlativa en cuanto
al sentido común demuestra que éste no es tan común. Ante el ofrecimiento de
rendición y entrega de las armas por parte de la guerrilla de las FARC, nada
más ni nada menos que la oligarquía
terrateniente, esa que usurpa y acumula tierras, en
cabeza del pájaro mayor Álvaro Uribe Vélez se opone rotundamente a los acuerdos
entre insurgentes y Gobierno. Pero que no se afanen, pues tendrán que lidiar con cinco Frentes, unas dos mil unidades,
bien entrenadas y con alta conciencia y moral revolucionaria, quienes harán
frente a sus tropelías.
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