Libardo Sánchez Gómez
El Ejército de liberación Nacional ELN ha dejado
en claro que será la sociedad quien
delineará los acuerdos, que podrán determinar el fin de su alzamiento en armas o, por el contrario,
obligarlos a continuar su lucha hasta “vencer o morir”. Para facilitar el
análisis de lo que será la participación ciudadana en las negociaciones hay que
tratar de desenmarañar la enrevesada madeja de la sociedad colombiana; más allá
de la clásica diferenciación marxista y, aún, Weberiana, ricos, medio ricos, pobres y paupérrimos, es
preciso aclarar que dentro de una misma clase social existen
varios subgrupos. Pero la expresión política se traslapa de una clase a
otra, por ejemplo, los pobres y paupérrimos, por lo general, están en sintonía
con las clases poderosas. En cuanto a las clases hegemónicas, aunque
desprecian a las demás, buscan tenerlas de su lado. En primer
lugar se pueden mencionar los sectores fascistas, representando la economía
atrasada de corte feudal, allí se inscribe la oligarquía terrateniente. A esta
se suman los empresarios agrícolas, principalmente el capital corporativo
transnacional y colonialista; son aportantes de recursos para mantener los
ejércitos mercenarios paramilitares, mejor conocidos como “autodefensas”, hoy
BACRIM, bautizadas así por su fundador
el extraditable No. 82 y ex presidente Álvaro Uribe Vélez. Este sector es el que cuenta con más respaldo de sectores pobres sobre todo de los
campesinos, esto es así por múltiples razones, que escapan a este análisis, pero
basta decir que son sectores conservadores, desinformados, ignorantes (no sólo
académicamente sino políticamente, pues se le suman profesionales ) es una
población emotiva y fácilmente manipulable. Se le ha hecho creer que
sus males son debidos a la existencia de las guerrillas. En segundo lugar está la oligarquía urbana, también, fascistoide,
para su existencia cuenta con el respaldo militar del Pentágono a cambio de la
entrega de la soberanía nacional y los
recursos naturales. Este sector burgués
económicamente es de corte corporativo y políticamente plutócrata y
centralista, realmente es quien maneja los hilos del poder, claramente define al mandatario
de turno. Existe un tercer grupo poblacional que actúa como un hijo y aliado de
la anterior, que se expresa como pequeña burguesía, pero de “izquierda”. Es el más variopinto de los
grupos sociales, arropa intelectuales, académicos
y chicos de la aristocracia, a veces, declarados en rebelión contra su clase; dada su
esencia de personas “pudientes” no
quieren que nada cambie. También hacen parte de la pequeña burguesía de izquierda, con algo de conciencia de clase,
ciertos líderes obreros y otros descendientes de viejos militantes revolucionarios; hacen oposición, pero,
tampoco, quieren cambiar el modelo capitalista, pues les permite llevar un modo
de vida confortable. Fuera de la pequeña burguesía de izquierda electorera, calculadora
y “vividora”, existen algunos sectores progresistas honestos, que anhelan
el capitalismo con rostro humano, pero que no se atreven a ir más allá debido a su debilidad intelectual y conceptual, se quedaron con el discurso que les vendió la burguesía acerca de que el socialismo fracasó
y que la lucha de clases no existe. No leen a Marx ni materialismo dialéctico
ni histórico, pero no creen en Marx y menos en el socialismo
científico. Y, finalmente, se puede
mencionar un sector revolucionario, con educación política y alta
conciencia de clase, que lucha por la construcción de la nueva sociedad, que
vaya más allá de cualquier expresión del capital, y que cree que para lograrlo
hay que desbancar a la oligarquía mediante la combinación de
todas las formas de lucha. Con esta
diversidad social deberá lidiar ELN, en su leal saber y entender escuchará y
escogerá las opiniones que considere más
adecuadas a sus intereses y a la sociedad que quiera ser representada por el
grupo insurgente. Las FARC escucharon a quienes creyeron que eran sus amigos, los
“pazólogos” en el interior y en el
exterior gobiernos a quienes la situación social de Colombia les importa un
pepino, amigos que por conveniencia propia les llevaron a una ignominiosa desaparición. Y de verdad da tristeza su desabrido final, derrotados
y dispuestos aceptar cualquier condición, así sea la horca, con tal de regresar a la “legalidad”.
Y, al final del final, quienes, con el mentiroso cuento de ampliar consensos,
terminaron dictando los acuerdos FARC-Gobierno fueron los sectores más fachistas de la
sociedad encabezados por el “Señor de las Sombras” Álvaro Uribe Vélez, el
retrasado mental ex presidente Andrés
Pastrana, la harpía ex ministra Marta Lucía Ramírez y el retrógrado ex
procurador Alejandro Ordoñez.
Los acuerdos FARC-Gobierno en
adelante dificultarán el accionar de las organizaciones sociales principalmente
de las agrarias y de las mismas negociaciones ELN-Gobierno, pues blindaron las
posibilidades de llevar a cabo reales transformaciones sociales, sobre todo las
referentes con la democratización del campo, por un lado con la Ley ZIDRES se asegura la concentración y
extranjerización de la tierra y, por
otro lado, acaban con la Ley de Reservas Campesinas, pues ya no habrá más
ampliación de estas. Políticamente las FARC se exponen a un desastre, dichos
acuerdos los dejan por fuera de la arena política, ¿con lo mostrado y acordado en La Habana, será que alguien podrá creerles
y apoyarles? Y sin una continua “gabela” de curules a dedo difícilmente
accederán al Congreso. Lo más probable es que la cúpula insurgente se
entremezcle en los diversos movimientos políticos, muchos de ellos en las
toldas del “gran colombiano” Álvaro Uribe. Su desaparición física, también,
está a la vuelta de la esquina, pues se acordó no tocar tamaño, estructura y
orientación, de las fuerzas militares, a
quienes se les perdonarán sus crímenes atroces declarándoles, en
palabras del presidente Santos, “nuestros héroes”; por principio los ex
guerrilleros serán considerados elementos
peligrosos para la “seguridad nacional”, peligro que deberá ser eliminado. Lo incomprensible de todo este enredo en que
se convirtió la negociación, que sí que no,
es que la mayoría de las bases
guerrilleras, sabiendo lo que les espera, se hayan “pre concentrado” junto a
los micos aulladores y araguatos lejos de los humanos a esperar el triste
final. La cúpula guerrillera es tan falta
de Norte que en vez de entregar los
recursos a quienes quedan en la selva defendiendo sus ideales, traicionados
para muchos, los entregarán al Estado, para reparar supuestas víctimas, ¿acaso
no estaban en guerra? En cualquier parte del mundo se toman como “daños y /o
efectos colaterales”.
Si bien se tiene claro que el salto
cualitativo del modo de producción capitalista al modelo socialista, único posible para
salvar la civilización humana, no es
factible mediante un pacto, sí se
deberán discutir los modos y los medios, para limitar los privilegios de las
castas dominantes de tal manera que
permitan que más gente tenga reales
oportunidades de acceso a la educación, salud y seguridad social e, incluso, al
manejo del Estado, asuntos que no ha permitido la oligarquía desde la
independencia del imperio español. Simplemente pasamos de colonia española a neocolonia
gringa. De no lograrse durante las negociaciones con el ELN sentar las bases
para una real paz con justicia social, que no fue posible con las FARC, será pura ilusión que, una vez desarmada la
insurgencia, se pueda iniciar la era de transformaciones aplazadas.
Para el Régimen cualquier medida
que contemple algo de bienestar para la
clase popular se constituye en
una línea roja, que aleja cualquier posibilidad de discutir en la mesa de negociación las
soluciones a favor del común. La “sociedad
civil”, más que el ELN, será quien
deberá no sólo establecer las líneas rojas a favor del pueblo sino borrar las
fatídicas líneas de la oligarquía. Antes que nada se deberá tener en cuenta que se negocia entre contendientes no vencidos
en batalla y en medio de la guerra, por tanto el Régimen deberá dejar de exigir
acciones unilaterales de la contraparte. También, habrá que dejar de lado la
discusión sobre la incorporación de los acuerdos, el Gobierno verá cómo lo
hace; el ELN no tiene porqué desgastarse pensando en plebiscitos, cabildos o
Constituyentes, dadas las circunstancias de hegemonía y manipulación por parte
de la oligarquía ya se sabe quién sale triunfando, ahí está el espejo de las
FARC. Tampoco las negociaciones se pueden enredar en el tipo de justicia que se
puede aplicar a los reinsertados, en cualquier parte del mundo cuando se
negocia la terminación de un conflicto interno, para ejercer la actividad
política sin armas, a nadie se le ocurre pensar que los rebeldes deban pagar
cárcel o cualquier tipo de acción punitiva, eso sólo lo permitieron las FARC. Y si la Corte Penal Internacional es un
estorbo, pues al diablo con ella, ¿acaso los gringos, amos directos de la
oligarquía, la acatan?
Habrá que borrar muchos aspectos de lo acordado con las FARC, como lo
referente a las fuerzas militares, básicamente en lo atinente a la venenosa doctrina,
que los condiciona hacia la eliminación de la oposición revolucionaria. Y si
durante las negociaciones se asesina o atenta contra cualquier líder social se
tendrá que hacer un paréntesis en las discusiones hasta tanto no se detenga a
los responsables. Se tendrá que borrar la Ley ZIDRES, eso deberá quedar
consignado en los acuerdos, y la plena aplicación de la Ley 160 de 1964 sobre
las Zonas de Reserva Campesinas. Se deberán borrar los TLCs con EEUU, que el nuevo presidente quiere
eliminar, y con la Unión Europea. Cómo aceptar que nuestros campesinos no puedan
sembrar sus propias semillas so pena de ir a la cárcel.
Se tendrá que hablar de educación
y democratización de las comunicaciones, pero algo fundamental que, prioritariamente, tendrá
que revisarse es el canceroso sistema de salud y seguridad
social actual, no más EPS ni AFP. Con las EPS y AFP se demostró que la salud en
manos particulares no es más que un floreciente negocio de la muerte. Si en los acuerdos no se logra, al menos, que sea El Estado quien administra directamente la salud y seguridad social nada
se habrá logrado con la desaparición de los actuales y principales actores
rebeldes, la emancipación quedará pospuesta.
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