Libardo
Sánchez Gómez*
Boquiabiertos dejó a más de uno el
estelar video donde “la banda de los cuatro” integrada por Iván Márquez, Jesús
Santrich, el Paisa y Romaña anuncian que retornan las armas. Pero los más
sorprendidos fueron quienes, para torpedear los acuerdos Santos – Timochenco,
también, habían ideado videos, no menos estelares; mediante burdos montajes, se hacía aparecer a Santrich
negociando varias toneladas de cocaína. Videos
con los que, además, pretendían enlodar
a Iván Márquez. Entre los autores de los montajes destaca el ex fiscal Néstor Humberto Martínez, quien según Gustavo
Petro es “el hombre más corrupto de Colombia”. El acoso era
tal que Iván y Santrich no tuvieron otra salida,
la cuestión era regresar a las montañas o viajar extraditados a los EEUU. Y qué
esperaban que avanzaran como mansos corderos al matadero. Pero porqué le
tiembla la barbilla a la oligarquía si según el ministro de guerra “se trata apenas
de un puñado de bandidos”. Acaso no tienen el poder militar gringo, para
lanzarles bombas de alta precisión, y la
comparsa de payasos integrada por la famosa Alianza de Lima encabezada por el
autoproclamado presidente Juan Guaidó, a quien el presidente Duque le pidió
expresamente su ayuda, y quien se comprometió a echar de tierra venezolana a
todos los guerrilleros.
Ha sido abundante la lluvia de análisis
y opiniones de políticos, politólogos y pazólogos. Pero,
como decía mi abuelo, todos a cual más “cogen
el rastro al revés”, según ellos la FARC
es el más grande cártel del tráfico de narcóticos, y eso
hace que los perros de cacería nunca atrapen a la presa y que las bombas de
precisión vayan a dar contra las casas de los campesinos desarmados. Torticeramente
no tienen en cuenta que si bien los alzados en armas viven en territorios productores de hoja de coca, de
cultivos de amapola y marihuana, no por ello
son narcotraficantes, y que por
otro lado estos no son los encargados de
combatir a cultivadores y procesadores
de alcaloides, y como de alguna manera tienen que sufragar los gastos de la
guerra es más sano cobrar peaje a
los narcotraficantes, que vacunar y
secuestrar ganaderos y empresarios. Ese señalamiento hará que en adelante la
lucha contra el narcotráfico deje de lado al Clan del Golfo y al cártel de
Sinaloa, para concentrar esfuerzos contra
el ciego Santrich, el más peligroso de todos, quien ciego y todo con su
Ak-47 hace temblar a más de un héroe de la patria. Para los analistas de marras
las causas objetivas, que hace décadas llevaron, eso sí, a un puñado de
campesinos a tomar las armas en defensa de sus tierras y cuya superación no se
tocó en los acuerdos, no tienen que ver en la continuación de la cruenta y larga guerra interna. En La
Habana se firmaron unos acuerdos, que
para los sectores retardatarios colombianos significaron la “entrega de
Colombia a las FARC”, y para amplios sectores populares no fue más que la
claudicación de la causa revolucionaria a cambio de ilusorias promesas. Lo
cierto es que, precisamente, la banda de los cuatro no estuvo del todo de
acuerdo con lo firmado ni de la manera como se llevó a cabo, por lo menos se
opusieron a que se entregaran las armas antes de haberse cumplido lo
pactado. Esa actitud causó gran malestar
no sólo dentro de la cúpula negociadora de la insurgencia, principalmente de
Timochenco quien siempre mostró desmedido afán por firmar a como diera
lugar, sino en el alto gobierno, en los gringos (quienes
definían que se firmaba) y en la tropa. La
amplia gama de “opinadores”, también, deja
de lado que la actuación de la Fiscalía y la DEA terminó obligando a “la banda de los cuatro” a
abandonar el mal llamado “proceso de paz”, para dedicarse según los analistas al
narcotráfico, a la extorsión y a la minería ilegal, la legal es la concesionada
a las transnacionales igualmente destructora
del medio ambiente, solo que estas compañías se roban los recursos de
manera legal.
No se conoce como será en adelante la
dinámica de la guerra de posiciones, no obstante, el llamado de los renovados guerreros a la
unión con el ELN seguramente será un factor que dinamizará la lucha armada
revolucionaria, asegurando la
efectividad de su accionar rebelde y de
paso no sólo su supervivencia
sino su crecimiento cualitativo y cuantitativo.
Dicen los pazólogos y demás áulicos de
la oligarquía, que la lucha armada con fines sociopolíticos
es obsoleta; tal vez, para sus intereses de acomodamiento, y puede
ser cierto en otras partes del mundo, pero no en Colombia. En países que no han
tenido la larga experiencia de la guerra guerrillas de Colombia, probablemente,
las grandes mayorías tendrán que padecer la exclusión, el hambre y la pobreza
eternamente, pues es casi imposible
resistir los embates de las fuerzas armadas al servicio de las oligarquías
locales, apoyados por la letalidad militar gringa. Pero esto no es cierto en Colombia
donde la experiencia armada de más de 60 años ha permitido crear retaguardias protegidas y llevar
a cabo acciones ofensivas exitosas.
Pero si no es mediante las armas acaso
será posible a través del parlamento llevar a cabo reformas estructurales a la
enferma socialdemocracia. Está demostrado a lo largo y ancho que dada la
composición de los integrantes de los parlamentos es imposible cambiar el statu
quo, allí llegan, por lo general, los
políticos más venales a defender sus
intereses de clase. Los sectores populares cuentan con pírricas
representaciones, y muchos terminan plegándose a los poderosos. ¿Será que
mediante la acción política se puede llevar la reforma agraria, almendra del
conflicto armado colombiano? ¿Latifundistas
como el hoy senador Álvaro Uribe Vélez estarán dispuestos a ceder por las
buenas un metro de sus millones de hectáreas? ¿El parlamento podrá disolver las
criminales EPS, invento del mismo parlamentario, que día a día matan más
personas que cualquier conflicto armado?
¿El parlamento podrá acabar la corrupción,
ligada de manera estructural al modo de producción capitalista? Ya el
congreso mostró que por sus recintos no pasan iniciativas tan devastadoras para
sus intereses, como las aprobadas en el “plebiscito anticorrupción”. ¿Mediante iniciativas políticas se podrá
superar el modo de producción capitalista, que mantiene a la mayoría de los
seres humanos en la exclusión y la pobreza? Las respuestas son obvias, el parlamento no le sirve a los intereses de
las mayorías, y menos para para transformar la sociedad. Se menciona como ejemplo de acción política
popular el bono de cuarenta y cinco mil pesos
otorgado a las llamadas eufemísticamente “personas de la tercera edad”, solo
que para cobrarlo los ancianos tienen que invertir en gastos de desplazamiento
el doble de lo otorgado, ¿acaso esta
vejación contra la vejez no justifica por sí sola el alzamiento en armas del pueblo
colombiano?
¿Se podrá considerar un villano a
quien ofrenda la vida en aras de mejorar
la situación de sus congéneres? ¿Quién es más bandolero el ladrón de cuello
blanco enquistado en el parlamento o un guerrillero que lucha por superar la
inequidad social? ¿Quién es el verdadero
héroe el que defiende los intereses de las clases hegemónicas ladronas o el que batalla por desmontar sus
privilegios?
Al margen de la pertinencia de la lucha
armada en Colombia es bueno echar un vistazo a cómo será
la renovación de la FARC- EP en su nueva etapa guerrera. En un nuevo video anuncian la creación del
movimiento político: “Movimiento Bolivariano por la nueva Colombia”, probablemente
recogerán el apoyo popular que los reinsertados no han logrado obtener con su
“FARC Rosa”. Según
los rearmados, disidentes son quienes vendieron la causa, y por
tanto deberán cuanto antes de dejar de usurpar el nombre, porque las FARC de
siempre seguirán aceitando los fusiles.
Se anuncia en el primer video que,
de ahora en adelante, no habrá retenciones con fines económicos, que
adelantarán conversaciones “amistosas” con los empresarios y ganaderos, así que
los aportes serán voluntarios, pero cabe preguntar, ¿y si estos se niegan a colaborar qué va a
pasar? Entonces, es fácil pensar que si no se les retiene se tendrá que
aplicarles algún castigo, ¿un tirón de orejas o un tiro de gracia? En todo caso si quieren
el apoyo y simpatía del pueblo las nuevas FARC no podrán cometer los errores
del pasado, deberán interpretar los anhelos de los campesinos, ganaderos, empresarios,
obreros, estudiantes y de todos los excluidos del régimen. No más imposiciones,
por ejemplo, los trabajos comunitarios asociados con las vías rurales y obras
de beneficio común tendrán que ser coordinadas con las comunidades no impuestas
según el capricho de los comandantes. No más vacunas a los pequeños campesinos
y empresarios. Cae muy bien cuando dicen que no atacarán a policías y soldados
rasos y que su accionar será defensivo.
¿Eso implica que los blancos militares directos serán los oligarcas y altos
mandos militares? Si eso es así, se entiende porqué les debe temblar barbilla a
la burguesía y a los generales. También, dicen los guerreros que dejan una
puerta abierta al diálogo con el régimen, pero como era de esperar el
presidente Duque, dada su prepotencia influenciada por su mentor el “paraco”
Uribe Vélez, desestimó el ofrecimiento, así que habrá que esperar otros
cincuenta años para iniciar nuevos diálogos entre alzados en armas y oligarquía.
Por otro lado existe gran inquietud en
el pueblo profundo, ese que quiere que la sociedad cambie por las buenas o por
las malas, acerca de la línea política y orientación conceptual e ideológica de la
nueva FARC. Algunos sostienen que se
trata de un grupo revisionista, que no se sustenta en conceptos basados en la
dialéctica materialista, por tanto no son marxistas o sea que de socialistas
tienen tanto como el gobierno venezolano, a quien se le acusa tendenciosamente
de ser su tutor. Se espera que los motivos para embarcarse de nuevo en la
guerra sea una profunda convicción revolucionaria, que tenga como objetivo la
abolición del fatídico modelo capitalista para instaurar una sociedad socialista.
Es claro que si se trata de ser y actuar
como la antigua guerrilla comandada por
un individuo como Timochenco, con limitada formación política y por tanto
limitada conciencia de clase, es mejor que depongan las armas y eviten las
muertes y dolor que conlleva la guerra. Si
lo hacen por el acoso al que los sometió el régimen es mejor que se
vayan con el resto de ex combatientes a
lo más profundo de la selva a producir miel de avispas.
*Mvz. Un.
Msc Economía. UPJ. Excatedrático universitario.
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