lunes, 9 de septiembre de 2019

Vuelven y juegan las FARC-EP


Libardo Sánchez Gómez*
Boquiabiertos dejó a más de uno el estelar video donde “la banda de los cuatro” integrada por Iván Márquez, Jesús Santrich, el Paisa y Romaña anuncian que retornan las armas. Pero los más sorprendidos fueron quienes, para torpedear los acuerdos Santos – Timochenco, también, habían ideado videos, no menos estelares; mediante  burdos montajes, se hacía aparecer a Santrich negociando varias toneladas de cocaína.  Videos  con los que, además, pretendían enlodar a Iván Márquez. Entre los autores de los montajes destaca el ex fiscal  Néstor Humberto Martínez, quien según Gustavo Petro es “el hombre más corrupto de Colombia”. El acoso  era  tal   que Iván y Santrich no tuvieron otra salida, la cuestión era regresar a las montañas o viajar extraditados a los EEUU.    Y qué esperaban que avanzaran como mansos corderos al matadero. Pero porqué le tiembla la barbilla a la oligarquía si según el ministro de guerra “se  trata apenas   de un puñado de bandidos”.  Acaso  no tienen el poder militar gringo, para lanzarles bombas de alta precisión, y  la comparsa de payasos integrada por la famosa Alianza de Lima encabezada por el autoproclamado presidente Juan Guaidó, a quien el presidente Duque le pidió expresamente su ayuda, y quien se comprometió a echar de tierra venezolana a todos los guerrilleros.
Ha sido abundante la lluvia de análisis y opiniones   de políticos, politólogos y pazólogos. Pero, como decía mi abuelo, todos  a cual más “cogen el rastro al revés”, según ellos  la FARC es el más grande cártel del tráfico de narcóticos,   y eso hace que los perros de cacería nunca atrapen a la presa y que las bombas de precisión vayan a dar contra las casas de los campesinos desarmados. Torticeramente no tienen en cuenta que si bien los alzados en armas viven en   territorios productores de hoja de coca, de cultivos de amapola y marihuana, no por ello   son  narcotraficantes, y que por otro lado estos no son  los encargados de combatir a cultivadores y   procesadores de alcaloides, y como de alguna manera tienen que sufragar los gastos de la guerra es más sano cobrar  peaje a los  narcotraficantes, que vacunar y secuestrar  ganaderos y empresarios.  Ese señalamiento hará que en adelante la lucha contra el narcotráfico deje de lado al Clan del Golfo y al cártel de Sinaloa, para concentrar esfuerzos contra  el ciego Santrich, el más peligroso de todos, quien ciego y todo con su Ak-47 hace temblar a más de un héroe de la patria. Para los analistas de marras las causas objetivas, que hace décadas llevaron, eso sí, a un puñado de campesinos a tomar las armas en defensa de sus tierras y cuya superación no se tocó en los acuerdos, no tienen que ver en la continuación  de la cruenta y larga guerra interna. En La Habana se firmaron unos  acuerdos, que para los sectores retardatarios colombianos significaron la “entrega de Colombia a las FARC”, y para amplios sectores populares no fue más que la claudicación de la causa revolucionaria a cambio de ilusorias promesas. Lo cierto es que, precisamente, la banda de los cuatro no estuvo del todo de acuerdo con lo firmado ni de la manera como se llevó a cabo, por lo menos se opusieron a que se entregaran las armas antes de haberse cumplido lo pactado.  Esa actitud causó gran malestar no sólo dentro de la cúpula negociadora de la insurgencia, principalmente de Timochenco quien siempre mostró desmedido afán por firmar a como diera lugar,  sino  en el alto gobierno, en los gringos (quienes definían que se firmaba)  y en la tropa. La amplia gama de “opinadores”, también,  deja de lado que la actuación de la Fiscalía y   la DEA  terminó obligando a “la banda de los cuatro” a abandonar el mal llamado “proceso de paz”, para dedicarse según los analistas al narcotráfico, a la extorsión y a la minería ilegal, la legal es la concesionada a las transnacionales igualmente destructora  del medio ambiente, solo que estas compañías se roban los recursos de manera legal.
No se conoce como será en adelante la dinámica de la guerra de posiciones, no obstante,  el llamado de los renovados guerreros a la unión con el ELN seguramente será un factor que dinamizará la lucha armada revolucionaria, asegurando la  efectividad de su accionar rebelde y de  paso no sólo  su supervivencia sino  su crecimiento cualitativo y cuantitativo. Dicen los pazólogos y demás  áulicos de la oligarquía,  que  la lucha armada con fines sociopolíticos es  obsoleta; tal vez,  para sus intereses de acomodamiento, y puede ser cierto en otras partes del mundo, pero no en Colombia. En países que no han tenido la larga experiencia de la guerra guerrillas de Colombia, probablemente, las grandes mayorías tendrán que padecer la exclusión, el hambre y la pobreza eternamente,    pues es casi imposible resistir los embates de las fuerzas armadas al servicio de las oligarquías locales, apoyados por la letalidad militar gringa. Pero esto no es cierto en Colombia donde la experiencia armada de más de 60 años ha permitido  crear retaguardias protegidas y   llevar a cabo acciones ofensivas exitosas.  
Pero si no es mediante las armas acaso será posible a través del parlamento llevar a cabo reformas estructurales a la enferma socialdemocracia. Está demostrado a lo largo y ancho que dada la composición de los integrantes de los parlamentos es imposible cambiar el statu quo, allí llegan, por lo general,  los políticos  más venales a defender sus intereses de clase. Los sectores populares cuentan con pírricas representaciones, y muchos terminan plegándose a los poderosos. ¿Será que mediante la acción política se puede llevar la reforma agraria, almendra del conflicto armado colombiano?  ¿Latifundistas como el hoy senador Álvaro Uribe Vélez estarán dispuestos a ceder por las buenas un metro de sus millones de hectáreas? ¿El parlamento podrá disolver las criminales EPS, invento del mismo parlamentario, que día a día matan más personas que  cualquier conflicto armado? ¿El parlamento podrá acabar la corrupción,  ligada de manera estructural al modo de producción capitalista? Ya el congreso mostró que por sus recintos no pasan iniciativas tan devastadoras para sus intereses, como las aprobadas en el “plebiscito anticorrupción”.  ¿Mediante iniciativas políticas se podrá superar el modo de producción capitalista, que mantiene a la mayoría de los seres humanos en la exclusión y la pobreza? Las respuestas son obvias,  el parlamento no le sirve a los intereses de las mayorías, y menos para    para transformar la sociedad.     Se  menciona como ejemplo de acción política popular    el bono de cuarenta y cinco mil pesos otorgado a las llamadas eufemísticamente “personas de la tercera edad”, solo que para cobrarlo los ancianos tienen que invertir en gastos de desplazamiento el doble de lo otorgado, ¿acaso  esta vejación contra la vejez no justifica por sí sola el alzamiento en armas del pueblo colombiano?
¿Se podrá considerar un villano a quien  ofrenda la vida en aras de mejorar la situación de sus congéneres? ¿Quién es más bandolero el ladrón de cuello blanco enquistado en el parlamento o un guerrillero que lucha por superar la inequidad social? ¿Quién es el  verdadero héroe el que defiende los intereses de las clases hegemónicas ladronas  o el que batalla por desmontar sus privilegios?
Al margen de la pertinencia de la lucha armada en Colombia es bueno echar un vistazo a cómo  será   la renovación de la FARC- EP en su nueva etapa guerrera.  En un nuevo video anuncian la creación del movimiento político: “Movimiento Bolivariano por la nueva Colombia”, probablemente recogerán el apoyo popular que los reinsertados no han logrado obtener con su “FARC Rosa”.      Según  los rearmados,   disidentes son quienes vendieron la causa, y por tanto deberán cuanto antes de dejar de usurpar el nombre, porque las FARC de siempre seguirán  aceitando  los fusiles.  Se anuncia en el primer  video que, de ahora en adelante, no habrá retenciones con fines económicos, que adelantarán conversaciones “amistosas” con los empresarios y ganaderos, así que los aportes serán voluntarios, pero cabe preguntar,  ¿y si estos se niegan a colaborar qué va a pasar? Entonces, es fácil pensar que si no se les retiene  se tendrá que  aplicarles algún castigo, ¿un tirón de orejas  o un tiro de gracia? En todo caso si quieren el apoyo y simpatía del pueblo   las nuevas FARC no podrán cometer los errores del pasado, deberán interpretar los anhelos de  los campesinos, ganaderos, empresarios, obreros, estudiantes y de todos los excluidos del régimen. No más imposiciones, por ejemplo, los trabajos comunitarios asociados con las vías rurales y obras de beneficio común tendrán que ser coordinadas con las comunidades no impuestas según el capricho de los comandantes. No más vacunas a los pequeños campesinos y empresarios. Cae muy bien cuando dicen que no atacarán a policías y soldados rasos y que  su accionar será defensivo. ¿Eso implica que los blancos militares directos serán los oligarcas y altos mandos militares? Si eso es así, se entiende porqué les debe temblar barbilla a la burguesía y a los generales. También, dicen los guerreros que dejan una puerta abierta al diálogo con el régimen, pero como era de esperar el presidente Duque, dada su prepotencia influenciada por su mentor el “paraco” Uribe Vélez, desestimó el ofrecimiento, así que habrá que esperar otros cincuenta años para iniciar nuevos diálogos entre  alzados en armas y oligarquía.
Por otro lado existe gran inquietud en el pueblo profundo, ese que quiere que la sociedad cambie por las buenas o por las malas,   acerca de la línea política y  orientación conceptual e ideológica de la nueva FARC.  Algunos sostienen que se trata de un grupo revisionista, que no se sustenta en conceptos basados en la dialéctica materialista, por tanto no son marxistas o sea que de socialistas tienen tanto como el gobierno venezolano, a quien se le acusa tendenciosamente de ser su tutor. Se espera que los motivos para embarcarse de nuevo en la guerra sea una profunda convicción revolucionaria, que tenga como objetivo la abolición del fatídico modelo capitalista para instaurar una sociedad socialista.  Es claro que si se trata de ser y actuar como la antigua  guerrilla comandada por un individuo como Timochenco, con limitada formación política y por tanto limitada conciencia de clase, es mejor que depongan las armas y eviten las muertes y dolor que conlleva la guerra. Si  lo hacen por el acoso al que los sometió el régimen es mejor que se vayan con el resto de  ex combatientes a lo más profundo de la selva    a producir miel de avispas.
*Mvz. Un. Msc Economía. UPJ. Excatedrático universitario.

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