*Libardo Sánchez Gómez
SEGUNDA
PARTE. Primera Marquetalia.
“La guerrilla
necesita una orientación política permanente que la capacite para comprender y
percatarse de los cambios que se producen en la situación política regional y
nacional, de manera que esté en concordancia con el desarrollo de los
acontecimientos políticos de la nación. Eso evitará errores tanto en lo
político como en lo militar”
(Jacobo Arenas. Diario de la Resistencia de Marquetalia. Tercera Edición. Mayo
del 2000) Palabras escritas por el comandante Manuel Marulanda Vélez en 1964 a
petición de Jacobo Arenas, con motivo de
la preparación del libro acerca de la “Organización de Cuerpos Guerrilleros Armados”. Respecto
de la comandancia escribió: “El
comandante debe ser el compañero más capaz y el de mejores conocimientos
políticos y militares. Y agrega, “… el comandante de una guerrilla no puede ser
cualquier persona, sino el individuo que tenga comprensión exacta del
significado y del papel del movimiento guerrillero”. Estas ideas fueron
concebidas como lecciones aprendidas en el ataque militar a las denominadas “Repúblicas
independientes”. Pedro Antonio Marín mejor conocido por su nombre de guerrero
como Manuel Marulanda Vélez, nombre que escogió como honor a un sindicalista
asesinado por la oligarquía a manos de sus esbirros militares, tenía 35 años,
casado, cinco hijos. Campesino hijo de campesinos, obligado a transformarse en
guerrillero, luego en comandante de guerrillas y luego en jefe del movimiento
guerrillero del Bloque Sur y líder de las masas del Nudo de la Cordillera
Central.
Manuel Marulanda siempre llevó a la
práctica lo que Él pensaba, traducido en lucha exitosa contra la barbarie
gubernamental. Cada acción era premeditada por eso los errores eran mínimos,
pero por mínimos que fuesen en el seno de la guerrilla eran muy dolorosos. Tiempo
después de la desaparición del
comandante Manuel, la guerrillerada no hizo caso de las calidades que debe
tener el comandante, y nombró a “cualquier persona sin conocimientos
políticos y militares”, un individuo que, precisamente, “no tenía
comprensión exacta del significado y del papel del movimiento
guerrillero”, como lo recomendaba el
viejo comandante, se habla de Timochenco, un guerrillero mediocre quien llevó a
las FARC por el despeñadero.
Para entender mejor el accionar
guerrillero bajo la comandancia de Marulanda volvamos a los hechos históricos.
Los días siguientes a la explosión de “Anastasia” se intensificaron los
bombardeos y ametrallamiento, preparando el desembarco de más tropas. El 22 de
junio el ejército se tomó “el paraje conocido como las Juntas, consumándose la
ocupación total de la región por el enemigo”.
No obstante, la toma de la zona significó para guerrilla un salto
cualitativo de la lucha guerrillera. Dice Jacobo Arenas, “la guerra pasaba de
la primera a la segunda fase, de la resistencia a la guerra guerrillera
auténtica”. Desde ese momento el ejército pierde contacto con los guerrilleros,
eran avispas que aguijonean sin saber de dónde salen.
Pero la dicha nunca es completa, del
cielo les cayó la “viruela negra”, varios guerrilleros
amanecieron enfermos. El ejército abre
un paréntesis en los bombardeos, esperando que la letalidad de los gérmenes
hiciese lo que ellos no eran capaces de hacer con sus poderosas máquinas
voladoras.
Simpatizantes del interior enviaron vacunas y medicinas por lo
que la guerrilla y su gente logran sortear exitosamente el ataque viral. Por
su parte los militares al no ver los
resultados esperados el 12 de julio reinician los bombardeos. El comandante Marulanda comentaba
jocosamente, “no se puede cocinar de día, pero tampoco de noche”, entonces
ordenó prender múltiples fogatas en varios lugares simultáneamente. La
intensificación de los bombardeos fue un
motivo de distracción para los guerrilleros, lo tomaron como inofensivos
fuegos artificiales.
Pero cuando se pensaba que habían
logrado perder el contacto con el enemigo, éste estaba llevando a cabo ametrallamientos con
precisión. Resulta que días antes se
había colado un informador, espía que llevó al ejército un informe preciso de
la ubicación y posibles vías de escape de la guerrilla. Ese error le costó la
vida a la guerrillera Georgina de Ortiz, quien no logró refugiarse
oportunamente y fue perforada por una bala punto 50. De inmediato vino el
desquite guerrillero, el 8 de agosto, bajo la táctica de guerra de guerrilla
móvil, “en varios frentes y sin frente determinado”, sale un destacamento
guerrillero en busca de los asesinos, el 10 logran el objetivo, producen
numerosas bajas al ejército y recuperan cuatro fusiles M1 y cuatrocientos
cartuchos punto 30. Este golpe tuvo repercusiones no imaginadas, pues implicó
la desmoralización de las tropas gubernamentales. Con la moral en alto la
guerrilla asesta sucesivos golpes exitosos, el 24 asaltan el puesto de San Miguel;
el 25 hostigan a las tropas “a tiro largo”. El 3 de septiembre asaltan a los
invasores en Peñarica, causándoles varias bajas y recuperando dos fusiles
automáticos. Según Jacobo Arenas, “con la nueva táctica nos crecimos, con ella estábamos dando golpes
sensibles a un enemigo que no podía equipararnos en movilidad, audacia e
iniciativa”.
“La industria del guerrillero es la
revolución”, así la concebía la comandancia guerrillera. Siempre en
movimiento, al ritmo de la marcha
guerrillera, “golpean aquí y allá”. Van instalando tiendas en un lugar luego en
otro hasta hundirse en las profundidades de la selva. Marchaban “…siempre peleando, estudiando, escribiendo,
leyendo, como unos sabios anónimos”. (Jacobo Arenas)
Luego de una prolongada marcha a través del inmenso mar de selva marquetaliana arribaron
a la casa de Rufino Mondragón. Lo que primero hizo Jacobo Arenas fue instalar
su escritorio de campaña, se trataba de una vieja mesa de tres patas la cual,
además, “servía de comedor, banco de
picar huesos y, de vez en cuando, de cama para viajeros de ocasión”. La
casa de madera tenía dos pisos, el segundo era un zarzo que servía de bodega. Normalmente
se duerme a nivel del piso, perfectamente vestidos, “con el arma al alcance de
la mano y el equipo como almohada”; siempre hay que esperar lo peor, por eso antes de acostarse hay que precisar la
dirección del escape. “A las tres de la mañana el guerrillero está nuevamente
en pie”. “Los asaltos de los enemigos se
producen, por lo común, de esta hora hasta el amanecer”. Solamente
una vez, para burlar un poco a
las pulgas, más insidiosas que las mismas tropas, Jacobo burló la disciplina,
pernoctando en el zarzo.
La estadía en el corazón de la selva
sirvió a los guerrilleros para reflexionar y organizar cierta actividad
política. El nuevo tipo de guerra les obligaba a reorganizarse “…de tal manera
que se impida la penetración del enemigo”.
Los organismos pequeños son más
ágiles y audaces, capaces de realizar “atrevidas tareas”, manteniendo
“el contacto cotidiano con las masas”. Se vio la necesidad de efectuar
reuniones celulares y de masas. Se tenía que “agitar, propagar ideas, explicar
la línea política del partido”. “El guerrillero necesita comprender el curso
del proceso revolucionario y sus perspectivas, a escala nacional e
internacional” (Jacobo Arenas) Algo memorable fue la realización de la
asamblea de mujeres, llevada a cabo en el sitio denominado el “pueblo de las
seis caletas”, destacaban los nombres de las “tres Marías, las Secundinas, doña
Josefa, doña Julia y sus hijas, doña
Clela, Anita, Leonor y la presidenta Myriam Narváez. A la reunión faltaron ocho
féminas, no pudieron asistir porque estaban preparando la carne de la semana,
habían sacrificado una vaca cebú, y querían saber si la carne todavía “sabía a
lo mismo”, pues llevaban bastante tiempo sin probarla. La discusión se centró
en la resistencia de algunos hombres a este tipo de eventos, temían perder a
sus mujeres y a sus hijas, pues se volvían “respondonas y hacían valer sus
derechos”. El machismo es algo difícil de vencer.
Otro aspecto que se analizó en el
“retiro selvático” fue el asalto al casino y al caleterío llevado a cabo por
parte del ejército el 7 de julio. Se suponía que eso no podía suceder ahora que
habían adoptado la movilidad guerrillera total.
La explicación era que, por un lado, tercamente habían dejado de lado la
táctica de movilidad total, por la táctica de avanzadas, una versión de la
guerra de posiciones; y por otro lado,
la tropa empleó lo impensable, “vaquianos indígenas”, conocedores como ninguno
de la selva, y para visualizarlos en la
oscuridad usaron snippers y rayos infrarrojos. En el casino estaban Clementina,
Adela y tres guerrilleros; en el caleterío pernoctaban Jacobo arenas, Carmona,
Isauro, Luis, Alfonso, Gerogina, Roberto, Ulpiano, Feliciano, Parménides,
Judith y Virgilio de apenas ocho años. Lo mejor de todo fue que ninguno sufrió
percance alguno, gracias a que el guerrillero Darío accidentalmente se encontró con la tropa en la trocha que conducía del casino al caleterío. Cuando
le gritaron alto éste saltó monte abajo hacia la quebrada, logrando huir. Los
disparos contra Darío alertaron a la guerrillerada. Desde ese día no más guerra
de posiciones sino movilidad total.
En su relato Jacobo Arenas, anota que
“En la selva es más corto el día que la noche”. Largas noches de insomnio.
Viruela negra, fiebre alta, sueños de enfermo, todo bajo el ruido de los
aviones yanquis. En el frío de la selva “…traba
la dentadura el hijo de Dios”, le dijo entre ronquidos un guerrillero
delirante a Jacobo Arenas. Y otro
guerrillero le susurra, -“Las bacterias, hermano. Me están tragando. Tengo
fiebre. Dame una pasta de plaquinol”. –Tranquilo –le dijo Jacobo- Estamos vacunados “contra todo eso que han e lanzado los gringos desde los aviones”. CONTINUARÁ…
*Libardo Sánchez Gómez. Ex
catedrático universitario. DMV. Msc. Economía.
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