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C. Marx
BOLÍVAR Y PONTE
(1858)
BOLÍVAR Y PONTE, Simón, el "Libertador" de Colombia,
nació el 24 de julio de 1783 en Caracas y murió en San Pedro, cerca de
Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830. Descendía de una de las
familias mantuanas, que en la época de la dominación española
constituían la nobleza criolla en Venezuela. Con arreglo a la costumbre
de los americanos acaudalados de la época, se le envió Europa a la
temprana edad de 14 años. De España pasó Francia y residió por espacio
de algunos años en París. En 1802 se casó en Madrid y regresó a
Venezuela, donde su esposa falleció repentinamente de fiebre amarilla.
Luego de este suceso se trasladó por segunda vez a Europa y asistió en
1804 a la coronación de Napoleón como empe rador, hallándose presente,
asimismo, cuando Bonaparte se ciñó la corona de hierro de Lombardía. En
1809 volvió a su patria y, pese a las instancias de su primo José Félix
Ribas, rehusó adherirse a la revolución que estalló en Caracas el 19 de
abril de 1810. Pero, con posterioridad a ese acontecimiento, aceptó la
misión de ir a Londres para comprar armas y gestionar la protección del
gobierno británico. El marqués de Wellesley, a la sazón ministro de
relaciones exteriores, en apariencia le dio buena acogida. pero Bolívar
no obtuvo más que la autorización de exportar armas abonándolas al
contado y pagando fuertes derechos. A su regreso de Londres se retiró a
la vida privada, nuevarnente, hasta que en setiembre de 1811 el general
Miranda, por entonces comandante en jefe de las fuerzas rectas de mar y
tierra, lo persuadió de que aceptara el rango de teniente coronel en el
estado mayor y el mando de Puerto Cabello, la principal plaza fuerte de
Venezuela.
Cuando los prisioneros de guerra españoles, que Miranda enviaba
regularmente a Puerto Cabello para mantenerlos encerrados en la
ciudadela, lograron atacar por sorpresa la guardia y la dominaron,
apoderándose de la ciudadela, Bolívar, aunque los españoles estaban
desarmados, mientras que él disponía de una fuerte guarnición y de un
gran arsenal, se embarcó precipitadamente por la noche con ocho de sus
oficiales, sin poner al tanto de lo ocurría ni a sus propias tropas,
arribó al amanecer a Guaira y se retiró a su hacienda de San Mateo.
Cuando la guarnición se enteró de la huida de su comandante, abandonó en
buen orden la plaza, a la que ocupade inmediato los españoles al mando
de Monteverde. Este acontecimiento inclinó la balanza a favor de España y
forzó a Miranda a suscribir, el 26 de julio de 1812, por encargo del
congreso, el tratado de La Victoria, que sometió nuevamente a Venezuela
al dominio español. El 30 de julio llegó Miranda a La Guaira, con la
intención embarcarse en una nave inglesa. Mientras visitaba al coronel
Manuel María Casas, comandante de la plaza, se encontró con un grupo
numeroso, en el que se contaban don Miguel Peña y Simón Bolívar, que lo
convencieron de que se quedara, por lo menos úna noche, en la residencia
de Casas. A las dos de la madrugada, encontrándose Miranda
profundamente dormido, Casas, Peña y Bolívar se introdujeron en su
habitación con cuatro soldados armados, se apoderaron precavidamente de
su espada y su pistola, lo despertaron y con rudeza le ordenaron que se
levantara y vistiera, tras lo cual lo engrillaron y entregaron a
Monteverde. El jefe español lo remitió a Cádiz, donde Miranda,
encadenado, murió después de varios años de cautiverio. Ese acto, para
cuya justificación se recurrió al pretexto de que Miranda había
traicionado a su país la capitulación de La Victoria, valió a Bolívar el
especial favor de Monteverde, a tal punto que cuando el primero le
solicitó su pasaporte, el jefe español declaró: "Debe satisfacerse el
pedido del coronel Bolívar, como recompensa al servicio prestado al rey
de España con laentrega de Miranda".
Se autorizó así a Bolívar a que se embarcara con destino a Curazao,
donde permaneció seis semanas. En cornpañía de su primo Ribas se
trasladó luego a la pequeña república de Cartagena. Ya antes de su
arribo habían huido a Cartagena gran cantidad de soldados, ex
combatientes a las órdenes del general Miranda. Ribas les propuso
emprender una expedición contra los españoles en Venezuela y reconocer a
Bolívar como comandante en jefe. La primera propuesta recibió una
acogida entusiasta; la segunda fue resistida, aunque finalmente
accedieron, a condición de que Ribas fuera el lugarteniente de Bolívar.
Manuel Rodríguez Torices, el presidente de la república de Cartagena,
agregó a los 300 soldados así reclutados para Bolívar otros 500 hombres
al mando de su primo Manuel Castillo. La expedición partió a comienzos
de enero de 1813. Habiéndose producido rozamientos entre Bolívar y
Castillo respecto a quién tenía el mando supremo, el segundo se retiró
súbitamente con sus granaderos. Bolívar, por su parte, propuso seguir el
ejemplo de Castillo y regresar a Cartagena, pero al final Ribas pudo
persuadirlo de que al menos prosiguiera en su ruta hasta Bogotá, en
donde a la sazón tenía su sede el Congreso de Nueva Granada. Fueron allí
muy bien acogidos, se les apoyó de mil maneras y el congreso los
ascendió al rango de generales. Luego de dividir su pequeño ejército en
dos columnas, marcharon por distintos caminos hacia Caracas. Cuanto más
avanzaban, tanto más refuerzos recibían; los crueles excesos de los
españoles hacían las veces, en todas partes, de reclutadores para el
ejército independentista. La capacidad de resistencia de los españoles
estaba quebrantada, de un lado porque las tres cuartas partes de su
ejército se componían de nativos, que en cada encuentro se pasaban al
enemigo; del otro debido a la cobardía de generales tales como Tízcar,
Cajigal y Fierro, que a la menor oportunidad abandonaban a sus propias
tropas. De tal suerte ocurrió que Santiago Mariño, un joven sin
formación, logró expulsar de las provincias de Cumaná y Barcelona a los
españoles, al mismo tiempo que Bolívar ganaba terreno en las provincias
occidentales. La única sistencia seria la opusieron los españoles a la
columna de Ribas, quien no obstante derrotó al general Monteverde en Los
Taguanes y lo obligó a encerrarse en Puerto Cabello el resto de sus
tropas.
Cuando el gobernador de Caracas, general Fierro, tuvo noticias de que
se acercaba Bolívar, le envió parlamentarios para ofrecerle una
capitulación, la que se firmó en La Victoria. Pero Fierro, invadido por
un pánico repentino y sin aguardar el regreso de sus propios emisarios,
huyó secretamente por la noche y dejó a más de 1.500 españoles librados a
la merced del enemigo. A Bolívar se le tributó entonces una entrada
apoteótica. De pie, en un carro de triunfo, al que arrastraban doce
damiselas vestidas de blanco y ataviadas con los colores nacionales,
elegidas todas ellas entre las mejores familias caraqueñas, Bolívar, la
cabeza descubierta y agitando un bastoncillo en la man, fue llevado en
una media hora desde la entrada la ciudad hasta su residencia. Se
proclamó "Dictador y Libertador de las Provincias Occidentales de
Venezuela" --Mariño había adoptado el título de "Dictador de las
Provincias Orientales"--, creó la "Orden del Libertador", formó un
cuerpo de tropas escogidas a las que denominó guardia de corps y se
rodeó de la pompa propia de una corte. Pero, como la mayoría de sus
compatriotas, era incapaz de todo esfuerzo de largo aliento y su
dictadura degeneró pronto en una anarquía militar, en la cual asuntos
más importantes quedaban en manos de favoritos que arruinaban las
finanzas públicas y luego recurrían a medios odiosos para
reorganizarlas. De este modo el novel entusiasmo popular se transformó
en descontento, y las dispersas fuerzas del enemigo dispusieron de
tiempo para rehacerse. Mientras que a comienzos de agosto de 1813
Monteverde estaba encerrado en la fortalede Puerto Cabello y al ejército
español sólo le quedaba una angosta faja de tierra en el noroeste de
Venezuela, apenas tres meses después el Libertador había perdido su
prestigio y Caracas se hallaba amenazada por la súbita aparición en sus
cercanías de los españoles victoriosos, al mando de Boves. Para
fortalecer su poder tambaleante Bolívar reunió, el 1de enero de 1814,
una junta constituida por los vecinos caraqueños más influyentes y les
manifestó que no deseaba soportar más tiempo el fardo de la dictadura.
Hurtado de Mendoza, por su parte, fundamentó en un prolongado discurso
"la necesidad de que el poder supremo se mantuviese en las manos del
general Bolívar hasta que el Congreso de Nueva Granada pudiera reunirse y
Venezuela unificarse bajo un solo gobierno". Se aprobó esta propuesta
y, de tal modo, la dictadura recibió una sanción legal.
Durante algún tiempo se prosiguió la guerra contra los españoles,
bajo la forma de escaramuzas, sin que ninguno de los contrincantes
obtuviera ventajas decisivas. En junio de 1814 Boves, tras concentrar
sus tropas, marchó de Calabozo hasta La Puerta, donde los dos
dictadores, Bolívar y Mariño, habían combinado sus fuerzas. Boves las
encontró allí y ordenó a sus unidades que las atacaran sin dilación.
Tras una breve resistencia, Bolívar huyó a Caracas, mientras que Mariño
se escabullía hacia Cumaná. Puerto Cabello y Valencia cayeron en las
manos de Boves, que destacó dos columnas (una de ellas al mando del
coronel González) rumbo a Caracas, por distintas rutas. Ribas intentó en
vano contener el avance de González. Luego de la rendición de Caracas a
este jefe, Bolívar evacuó a La Guaira, ordenó a los barcos surtos en el
puerto que zarparan para Cumaná y se retiró con el resto de sus tropas
hacia Barcelona. Tras la derrota que Boves infligió a los insurrectos en
Arguita, el 8 de agosto de 1814, Bolívar abandonó furtivamente a sus
tropas, esa misma noche, para dirigirse apresuradamente y por atajos
hacia Cumaná, donde pese a las airadas protestas de Ribas se embarcó de
inmediato en el "Bianchi", junto con Mariño y otros oficiales. Si Ribas,
Páez y los demás generales hubieran seguido a los dictadores en su
fuga, todo se habría perdido. Tratados como desertores a su arribo a
Juan Griego, isla Margarita, por el general Arismendi, quien les exigió
que partieran, levaron anclas nuevamente hacia Carúpano, donde,
habiéndolos recibido de manera análoga el coronel Bermúdez, se hicieron a
la mar rumbo a Cartagena. Allí a fin de cohonestar su huida, publicaron
una memoria de justificación, henchida de frases altisonantes.
Habiéndose sumado Bolívar a una conspiración para derrocar al
gobierno de Cartagena, tuvo que abandonar esa pequeña república y seguir
viaje hacia Tunja, donde etaba reunido el Congreso de la República
Federal de Nueva Granada. La provincia de Cundinamarca, en ese entonces,
estaba a la cabeza de las provincias independientes que se negaban a
suscribir el acuerdo federal neogranadino, mientras que Quito, Pasto,
Santa Marta y otras provincias todavía se hallaban en manos de los
españoles. Bolívar, que llegó el 22 de noviembre de 1814 a Tunja,
designado por el congreso comandante en jefe de las fuerzas armadas
federales y recibió la doble misión de obligar al presidente de la
provincia de Cundinamarca a reconociera la autoridad del congreso y de
marchar luego sobre Santa Marta, el único puerto de mar fortificado
granadino aún en manos de los españoles. No presentó dificultades el
cumplimiento del primer cometido, puesto que Bogotá, la capital de la
provincia desafecta, carecía de fortificaciones. Aunque la ciudad había
capitulado, Bolívar permitió a sus soldados que durante 48 horas la
saquearan. En Santa Marta el general español Montalvo, disponía tan sólo
de una débil guarnición de 200 hombres y de una plaza fuerte en pésimas
condiciones defensivas, tenía apalabrado ya un barco francés para
asegurar su propia huida; los vecinos, por su parte, enviaron un mensaje
a Bolívar participándole que, no bien apareciera, abrirían las puertas
de la ciudad y expulsarían a la guarnición. Pero en vez de marchar
contra los españoles de Santa Marta, tal como se lo había ordenado el
congreso, Bolívar se dejó arrastrar por su encono contra Castillo, el
comandante de Cartagena, y actuando por su propia cuenta condujo sus
tropas contra esta última ciudad, parte integral de la República
Federal. Rechazado, acampó en Popa, un cerro situado aproximadamente a
tiro de cañon de Cartagena. Por toda batería emplazó un pequeño cañón,
contra una fortaleza artillada con unas 80 piezas. Pasó luego del asedio
al bloqueo, que duró hasta comienzos de mayo, sin más resultado que la
disminución de sus efectivos, por deserción o enfermedad, de 2.400 a 700
hombres. En el ínterin una gran expedición española comandada por el
general Morillo y procedente de Cádiz había arribado a la isla
Margarita, el 25 de marzo de 1815. Morillo destacó de inmediato
poderosos refuerzos a Santa Marta y poco después sus fuerzas se
adueñaron de Cartagena. Previamente, empero, el 10 de mayo 1815, Bolívar
se había embarcado con una docena de oficiales en un bergantín
artillado, de bandera británica, rumbo a Jamaica. Una vez llegado a este
punto de refugio publicó una nueva proclama, en la que se presentaba
como la víctima de alguna facción o enemigo secreto y defendía su fuga
ante los españoles como si se tratara una renuncia al mando, efectuada
en aras de la paz pública.
Durante su estada de ocho meses en Kingston, los genrales que había
dejado en Venezuela y el general Arismendi en la isla Margarita
presentaron una tenaz resistencia las armas españolas. Pero después que
Ribas, a quién Bolívar debía su renombre, cayera fusilado por los
españoles tras la toma de Maturín, ocupó su lugar un hombre de
condiciones militares aun más relevantes. No pudiendo desempeñar, por su
calidad de extranjero, un papel autónomo en la revolución sudamericana,
este hombre decidió entrar al servicio de Bolívar. Se trataba de Luis
Brion. Para prestar auxilios a los revolucionarios se había hecho a la
mar en Londres, rumbo a Cartagena, con una corbeta de 24 cañones,
equipada en gran parte a sus propias expensas y cargada con 14.000
fusiles y una gran cantidad de otros pertrechos. Habiendo llegado
demasiado tarde y no pudiendo ser útil a los rebeldes, puso proa hacia
Cayos, en Haití, adonde muchos emigrados patriotas habían huido tras la
capitulación de Cartagena. Entretanto Bolívar se había trasladado
también a Puerto Príncipe donde, a cambio de su promesa de liberar a los
esclavos, el presidente haitiano Pétion le ofreció un cuantioso apoyo
material para una nueva expedición contra los españoles de Venezuela. En
Los Cayos se encontró con Brion y los otros emigrados y en una junta
general se propuso a sí mismo como jefe de la nueva expedición, bajo la
condición de que, hasta la convocatoria de un cóngreso general, él
reuniría en sus manos los poderes civil y militar. Habiendo aceptado la
mayoría esa condición, los expedicionarios se hicieron a la mar el 16 de
abril de 1816 con Bolívar como comandante y Brion en calidad de
almirante. En Margarita, Bolívar logró ganar para su causa a Arismendi,
el comandante de la isla, quien había rechazado a los españoles a tal
punto que a éstos sólo les restaba un único punto de apoyo, Pampatar.
Con la formal promesa de Bolívar de convocar un congreso nacional en
Venezuela no bien se hubiera hecho dueño del país, Arismendi hizo reunir
una junta en la catedral de Villa del Norte y proclamó públicamente a
Bolívar jefe supremo de las repúblicas de Venezuela y Nueva Granada. El
31 de mayo de 1816 desembarcó Bolívar en Carúpano, pero no se atrevió a
impedir que Mariño y Piar se apartaran de él y efectuaran, por su propia
cuenta, una campaña contra Cumaná. Debilitado por esta separación y
siguiendo los consejos de Brion se hizo a la vela rumbo a Ocumare [de la
Costa], adonde arribó el 3 de julio de 1816 con 13 barcos, de los
cuales sólo 7 estaban artillados. Su ejército se componía tan sólo de
650 hombres, que aumentaron a 800 por el reclutamiento de negros, cuya
liberación había proclamado. En Ocumare difundió un nuevo manifiesto, en
el que prometía "exterminar a los tiranos" y "convocar al pueblo para
que designe sus diputados al congreso. Al avanzar en dirección a
Valencia, se topó, no lejos de Ocumare, con el general español Morales, a
la cabeza de unos 200 soldados y 100 milicianos. Cuando los cazadores
de Morales dispersaron la vanguardia de Bolívar, éste, según un testigo
ocular, perdió "toda presencia de ánimo y sin pronunciar palabra, en un
santiamén volvió grupas y huyó a rienda suelta hacia Ocumare, atravesó
el pueblo a toda carrera, llegó a la bahía cercana, saltó del caballo,
se introdujo en un bote y subió a bordo del « Diana», dando orden a toda
la escuadra de que lo siguiera a la pequeña isla de Bonaire y dejando a
todos sus compañeros privados del menor auxilio". Los reproches y
exhortaciones de Brion lo indujeron a reunirse a los demás jefes en la
costa de Cumaná; no obstante, como lo recibieron inamistosamente y Piar
lo amenazó con someterlo a un consejo de guerra por deserción y
cobardía, sin tardanza volvió a partir rumbo a Los Cayos. Tras meses y
meses de esfuerzos, Brion logró finalmente persuadir a la mayoría de los
jefes militares venezolanos -que sentían la necesidad de que hubiera un
centro, aunque simplemente fuese nominal- de que llamaran una vez más a
Bolívar como comandante en jefe, bajo la condición expresa de que
convocaría al congreso y no se inmiscuiría en la administración civil.
El 31 de diciembre de 1816 Bolívar arribó a Barcelona con las armas,
municiones y pertrechos proporcionados por Pétion. El 2 de enero de 1817
se le sumó Arismendi, y el día 4 Bolívar proclamó la ley marcial y
anunció que todos los poderes estaban en sus manos. Pero 5 días después
Arismendi sufrió un descalabro en una emboscada que le tendieran los
españoles, y el dictador huyó a Barcelona. Las tropas se concentraron
nuevamente en esa localidad, adonde Brion le envió tanto armas como
nuevos refuerzos, de tal suerte que pronto Bolívar dispuso de una nueva
fuerza de 1.100 hombres. El 5 de abril los españoles tomaron la ciudad
de Barcelona, y las tropas de los patriotas se replegaron hacia la Casa
de la Misericordia, un edificio sito en las afueras. Por orden de
Bolívar se cavaron algunas trincheras, pero de manera inapropiada para
defender contra un ataque serio una guarnición de 1.000 hombres. Bolívar
abandonó la posición en la noche del 5 de abril, tras comunicar al
coronel Freites, en quien delegó el mando, que buscaría tropas de
refresco y volvería a la brevedad. Freites rechazó un ofrecimiento de
capitulación, confiado en la promesa, y después del asalto fue degollado
por los españoles, al igual que toda la guarnición.
Piar, un hombre de color, originario de Curazao, concibió y puso en
práctica la conquista de la Guayana, a cuyo efecto el almirante Brion lo
apoyó con sus cañoneras. El 20 de julio, ya liberado de los españoles
todo el territorio, Piar, Brion, Zea, Mariño, Arismendi y otros
convocaron en Angostura un congreso de las provincias y pusieron al
frente del Ejecutivo un triunvirato; Brion, que detestaba a Piar y se
interesaba profundamente por Bolívar, ya que en el éxito del mismo había
puesto en juego su gran fortuna personal, logró que se designase al
último como miembro del triunvirato, pese a que no se hallaba presente.
Al enterarse de ello Bolívar, abandonó su refugio y se presentó en
Angostura, donde, alentado por Brion, disolvió el congreso y el
triunvirato y los remplazó por un "Consejo Supremo de la Nación", del
que se nombró jefe, mientras que Brion y Francisco Antonio Zea quedaron
al frente, el primero de la sección militar y el segundo de la sección
política. Sin embargo Piar, el conquistador de Guayana, que otrora había
amenazado con someter a Bolívar ante un consejo de guerra por
deserción, no escatimaba sarcasmos contra el "Napoleón de las
retiradas", y Bolívar aprobó por ello un plan para eliminarlo. Bajo las
falsas imputaciones de haber conspirado contra los blancos, atentado
contra la vida de Bolívar y aspirado al poder supremo, Piar fue llevado
ante un consejo de guerra presidido por Brion y, condenado a muerte, se
le fusiló el 16 de octubre de 1817. Su muerte llenó a Mariño de pavor.
Plenamente consciente de su propia insignificancia al hallarse privado
del concurso de Piar, Mariño, en una carta abyectísima, calumnió
públicamente a su amigo victimado, se dolió de su propia rivalidad con
el Libertador y apeló a la inagotable magnanimidad de Bolívar.
La conquista de la Guayana por Piar había dado un vuelco total a la
situación, en favor de los patriotas, pues esta provincia sola les
proporcionaba más recursos que las otras siete provincias venezolanas
juntas. De ahí que todo el mundo confiara en que la nueva campaña
anunciada por Bolívar en una flamante proclama conduciría a la expulsión
définitiva de los españoles. Ese primer boletín, según el cual unas
pequeñas partidas españolas que forrajeaban al retirarse de Calabozo
eran "ejércitos que huían ante núestras tropas victoriosas", no tenía
por objetivo disipar tales esperanzas. Para hacer frente a 4.000
españoles, que Morillo aún no había podido concentrar, disponía Bolívar
de más de 9.000 hombres, bien armados y equipados, abundantemente
provistos con todo lo necesario para la guerra. No obstante, a fines de
mayo de 1818 Bolívar había perdido unas doce batallas y todas las
provincias situadas al norte del Orinoco. Como dispersaba sus fuerzas,
numéricamente superiores, éstas siempre eran batidas por separado.
Bolívar dejó la dirección de la guerra en manos de Páez y sus demás
subordinados y se retiró a Angostura. A una defección seguía la otra, y
todo parecía encaminarse a un descalabro total. En ese momento
extremadamente crítico, una conjunción de sucesos afortunados modificó
nuevamente el curso de las cosas. En Angostura Bolívar encontró a
Santander, natural de Nueva Granada, quien le solicitó elementos para
una invasión a ese territorio, ya que la población local estaba pronta
para alzarse en masa contra los españoles. Bolívar satisfizo hasta
cierto punto esa petición. En el ínterin, llegó de Inglaterra una fuerte
ayuda bajo la forma de hombres, buques y municiones, y oficiales
ingleses, franceses, alemanes y polacos afluyeron de todas partes a
Angostura. Finalmente, el doctor [Juan] Germán Roscio, consternado por
la estrella declinante de la revolución sudamericana, hizo su entrada en
escena, logró el valimiento de Bolívar y lo indujo a convocar, para el
15 de febrero de 1819, un congreso nacional, cuya sola mención demostró
ser suficientemente poderosa para poner en pie un nuevo ejército de
aproxi madamente 14.000 hombres, con lo cual Bolívar pudo pasar
nuevamente a la ofensiva.
Los oficiales extranjeros le aconsejaron diera a entender que
proyectaba un ataque contra Caracas para liberar a Venezuela del yugo
español, induciendo así a Morillo a retirar sus fuerzas de Nueva Granada
y concentrarlas para la defensa de aquel país, tras lo cual Bolívar
debía volverse súbitamente hacia el oeste, unirse a las guerrillas de
Santander y marchar sobre Bogotá. Para ejecutar ese plan, Bolívar salió
el 24 de febrero de 1819 de Angostura, después de designar a Zea
presidente del congreso y vicepresidente de la república durante su
ausencia. Gracias a las maniobras de Páez, los revolucionarios batieron a
Morillo y La Torre en Achaguas, y los habrían aniquilado completamente
si Bolívar hubiese sumado sus tropas a las de Páez y Mariño. De todos
modos, las victorias de Páez dieron por resultado la ocupación de la
provincia de Barinas, quedando expedita así la ruta hacia Nueva Granada.
Como aquí todo estaba preparado por Santander, las tropas extranjeras,
compuestas fundamentalmente por ingleses, decidieron el destino de Nueva
Granada merced a las victorias sucesivas alcanzadas el 1 y 23 de julio y
el 7 de agosto en la provincia de Tunja. El 12 de agosto Bolívar entró
triunfalmente a Bogotá, mientras que los españoles, contra los cuales se
habían sublevado todas las provincias de Nueva Granada, se
atrincheraban en la ciudad fortificada de Mompós.
Luego de dejar en funciones al congreso granadino y al general
Santander como comandante en jefe Bolívar marchó hacia Pamplona, donde
paso mas de dos meses en festejos y saraos. El 3 de noviembre llego a
Mantecal, Venezuela, punto que había fijado a los jefes patriotas para
que se le reunieran con sus tropas Con un tesoro de unos 2.000.000 de
dólares, obtenidos de los habitantes de Nueva Granada mediante
contribuciones forzosas, y disponiendo de una fuerza de aproximadamente
9.000 hombres, un tercio de los cuales eran ingleses, irlandeses,
hanoverianos y otros extranjeros bien disciplinados, Bolívar debía hacer
frente a un enemigo privado de toda clase de recursos, cuyos efectivos
se reducían a 4.500 hombres, las dos terceras partes de los cuales,
además, eran nativos y mal podían, por ende, inspirar confianza a los
españoles. Habiéndose retirado Morillo de San Fernando de Apure en
dirección a San Carlos, Bolívar lo persiguió hasta Calabozo, de modo que
ambos estados mayores, enemigos se encontraban apenas a dos días de
marcha el uno del otro. Si Bolívar hubiese avanzado con resolución, sus
solas tropas europeas habrían bastado para aniquilar a los españoles.
Pero prefirió prolongar la guerra cinco años más.
En octubre de 1819 el congreso de Angostura había forzado a renunciar
a Zea, designado por Bolívar, y elegido en su lugar a Arismendi. No
bien recibió esta noticia, Bolívar marchó con su legión extranjera sobre
Angostura, tomó desprevenido a Arismendi, cuya fuerza se reducia a 600
nativos, lo deportó a la isla Margarita e invistió nuevamente a Zea en
su cargo y dignidades. El doctor Roscio, que había fascinado a Bolívar
con las perspectivas de un poder central, lo persuadió de que proclamara
a Nueva Granada y Venezuela como "República de Colombia", promulgase
una constitución para el nuevo estado --redactada por Roscio-- y
permitiera la instalación de un congreso común para ambos países. El 20
de enero de 1820 Bolívar se encontraba de regreso en San Fernando de
Apure. El súbito retiro de su legión extranjera, más temida por los
españoles que un número diez veces mayor de colombianos, brindó a
Morillo una nueva oportunidad de concentrar refuerzos. Por otra parte,
la noticia de que una poderosa expedición a las órdenes de O'Donnell
estaba a punto de partir de la Península, levantó los decaídos ánimos
del partido español. A pesar de que disponía de fuerzas holgadamente
superiores, Bolívar se las arregló para no conseguir nada durante la
campaña de 1820. Entretanto llegó de Europa la noticia de que la
revolución en la isla de León había puesto violento fin a la programada
expedición de O'Donnell. En Nueva Granada, 15 de las 22 provincias se
habían adherido al gobierno de Colombia, y a los españoles sólo les
restaban la fortaleza de Cartagena y el istmo de Panamá. En Venezuela, 6
de las 8 provincias se sometieron a las leyes colombianas. Tal era el
estado de cosas cuando Bolívar se dejó seducir por Morillo y entró con
él en tratativas que tuvieron por resultado, el 25 de noviembre de 1820,
la concertación del convenio de Trujillo, por el que se establecía una
tregua de seis meses. En el acuerdo de armisticio no figuraba una sola
mención siquiera a la Republica de Colombia, pese a que el congreso
había prohibido, a texto expreso, la conclusión de ningún acuerdo con el
jefe español si éste no reconocía previamente la independencia de la
república.
El 17 de diciembre, Morillo, ansioso de desempeñar un papel en
España, se embarcó en Puerto Cabello y delegó el mando supremo en Miguel
de Latorre; el 10 de marzo de 1821 Bolívar escribió a Latorre
participándole que las hostilidades se reiniciarían al término de un
plazo de 30 días. Los españoles ocupaban una sólida posición en
Carabobo, una aldea situada aproximadamente a mitad de camino entre San
Carlos y Valencia; pero en vez de reunir allí todas sus fuerzas, Latorre
sólo había concentrado su primera división, 2.500 infantes y unos 1.500
jinetes, mientras que Bolívar disponía aproximadamente de 6.000
infantes, entre ellos la legión británica, integrada por 1.100 hombres, y
3.000 llaneros a caballo bajo el mando de Páez. La posición del enemigo
le pareció tan imponente a Bolívar, que propuso a su consejo de guerra
la concertación de una nueva tregua, idea que, sin embargo, rechazaron
sus subalternos. A la cabeza de una columna constituida fundamentalmente
por la legión británica, Páez, siguiendo un atajo, envolvió el ala
derecha del enemigo; ante la airosa ejecución de esa maniobra, Latorre
fúe el primero de los españoles en huir a rienda suelta, no deteniéndose
hasta llegar a Puerto Cabello, donde se encerró con el resto de sus
tropas. Un rápido avance del ejército victorioso hubiera producido,
inevitablemente, la rendición de Puerto Cabello, pero Bolívar perdió su
tiempo haciéndose homenajear en Valencia y Caracas. El 21 de setiembre
de 1821 la gran fortaleza de Cartagena capituló ante Santander. Los
últimos hechos de armas en Venezuela --el combate naval de Maracaibo en
agosto de 1823 y la forzada rendición de Puerto Cabello en julio de
1824-- fueron ambos la obra de Padilla. La revolución en la isla de
León, que volvió imposible la partida de la expediúión de O'Donnell, y
el concurso de la legión británica, habían volcado, evidentemente, la
situación a favor de los colombianos.
El Congreso de Colombia inauguró sus sesiones en enero de 1821 en
Cúcuta; el 30 de agosto promulgó la nueva constitución y, habiendo
amenazado Bolívar una vez mas con renunciar, prorrogó los plenos poderes
del Libertador. Una vez que éste hubo firmado la nueva carta
constitucional, el congreso lo autorizó a emprender la campaña de Quito
(1822), adonde se habían retirado los españoles tras ser desalojados del
istmo de Panamá por un levantamiento general de la población. Esta
campaña, que finalizó con la incorporación de Quito, Pasto y Guayaquil a
Colombia, se efectuó bajo la dirección nominal de Bolívar y el general
Sucre, pero los pocos éxitos alcanzados por el cuerpo de ejército se
debieron íntegramente a los oficiales británicos, y en particular al
coronel Sands. Durante las campañas contra los españoles en el Bajo y el
Alto Peru --1823-1824-- Bolívar ya no consideró necesario representar
el papel de comandante en jefe, sino que delegó en el general Sucre la
conducción de la cosa militar y restringio sus actividades a las
entradas triunfales, los manifiestos y la proclamación de
constituciones. Mediante su guardia de corps colombiana manipuló las
decisiones del Congreso de Lima, que el 10 de febrero de 1823 le
encomendó la dictadura; gracias a un nuevo simulacro de renuncia,
Bolívar se aseguró la reelección como presidente de Colombia. Mientras
tanto su posición se había fortalecido, en parte con el reconocimiento
oficial del nuevo estado por Inglaterra, en parte por la conquista de
las provincias altoperuanas por Sucre, quién unificó a las últimas en
una república independiente, la de Bolivia. En este país, sometido a las
bayonetas de Sucre, Bolívar dio curso libre a sus tendencias al
despotismo y proclamó el Código Boliviano, remedo del Code Napoleón.
Proyectaba trasplantar ese código de Bolivia al Perú, y de éste a
Colombia, y mantener a raya a los dos primeros estados por medio de
tropas colombianas, y al último mediante la legión extranjera y soldados
peruanos. Valiéndose de la violencia, pero también de la intriga, de
hecho logró imponer, aunque tan sólo por unas pocas semanas, su código
al Perú. Como presidente y libertador de Colombia, protector y dictador
del Perú y padrino de Bolivia, había alcanzado la cúspide de su gloria.
Pero en Colombia había surgido un serio antagonismo entre los
centralistas, o bolivistas, y los federalistas, denominación esta última
bajo la cual los enemigos de la anarquía militar se habían asociado a
los rivales militares de Bolívar. Cuando el Congreso dé Colombia, a
instancias de Bolívar, formuló una acusación contra Páez, vicepresidente
de Venezuela, el último respondió con una revuelta abierta, la que
contaba secretamente con el apoyo y aliento del propio Bolívar; éste, en
efecto, necesitaba sublevaciones como pretexto para abolir la
constitución y reimplantar la dictadura. A su regreso del Perú, Bolívar
trajo además de su guardia de corps 1.800 soldados peruanos,
presuntamente para combatir a los federalistas alzados. Pero al
encontrarse con Páez en Puerto Cabello no sólo lo confirmó como máxima
autoridad en Venezuela, no sólo proclamó la amnistía para los rebeldes,
sino que tomó partido abiertamente por ellos y vituperó a los defensores
de la constitución; el decreto del 23 de noviembre de 1826, promulgado
en Bogotá, le concedió poderes dictatoriales.
En el año 1826, cuando su poder comenzaba a declinar, logro reunir un
congreso en Panamá, con el objeto aparente de aprobar un nuevo código
democrático internacional. Llegaron plenipotenciarios de Colombia,
Brasil, La Plata, Bolivia, México, Guatemala, etc. La intención real de
Bolívar era unificar a toda América del Sur en una república federal,
cuyo dictador quería ser él mismo. Mientras daba así amplio vuelo a sus
sueños de ligar medio mundo a su nombre, el poder efectivo se le
escurría rápidamente de las manos. Las tropas colombiams destacadas en
el Perú, al tener noticia de los preparativos que efectuaba Bolívar para
introducir el Código Boliviano, desencadenaron una violenta
insurrección. Los pruanos eligieron al general Lamar presidente de su
república, ayudaron a los bolivianos a expulsar del país las tropas
colombianas y emprendieron incluso una victoriosa guerra contra
Colombia, finalizada por un tratado que redujo a este país a sus límites
primitivos, estableció la igualdad de ambos países y separó las deudas
públicas de uno y otro. La Convención de Ocaña, convocada por Bolívar
para reformar la constitución de modo que su poder no encontrara trabas,
se inauguró el 2 de marzo de 1828 con la lectura de un mensaje
cuidadosamente redactado, en el que se realzaba la necesidad de otorgar
nuevos poderes al ejecutivo. Habiéndose evidenciado, sin embargo, que el
proyecto de reforma constitucional diferiría esencialmente del previsto
en un principio, los amigos de Bolívar abandonaron la convención
dejándola sin quórum, con lo cual las actividades de la asamblea tocaron
a su fin. Bolívar, desde una casa de campo situada a algunas millas de
Ocaña, publicó un nuevo manifiesto en el que pretendía estar irritado
con los pasos dados por sus partidarios, pero al mismo tiempo atacaba al
congreso, exhortaba a las provincias a que adoptaran medidas
extraordinarias y se declaraba dispuesto a tomar sobre sí la carga del
poder si ésta recaía en sus hombros. Bajo la presión de sus bayonetas,
cabildos abiertos reunidos en Caracas, Cartagena y Bogotá, adonde se
había trasladado Bolívar, lo invisteron nuevamente con los poderes
dictatoriales. Una intentona de asesinarlo en su propio dormitorio en
Bogotá, de la cual se salvó sólo porque saltó de un balcón en plena
noche y permaneció agazapado bajo un puente, le permitió ejercer durante
algún tiempo una especie de terror militar. Bolívar, sin embargo, se
guardó de poner la mano sobre Santander, pese a que éste había
participado en la conjura, mientras que hizo matar al general Padilla,
cuya culpabilidad no había sido demostrada en absoluto, pero que por ser
hombre de color no podía ofrecer resu tencia alguna.
En 1829, la encarnizada lucha de las facciones desgarra ba a la
república y Bolívar, en un nuevo llamado a la ciudadanía, la exhortó a
expresar sin cortapisas sus deseos en lo tocante a posibles
modificaciones de la constitución. Como respuesta a ese manifiesto, una
asamblea de notables reunida en Caracas le reprochó públicamente su
ambiciones, puso al descubierto las deficiencias de gobierno, proclamó
la separación de Venezuela con respecto a Colombia y colocó al frente de
la primera al general Páez. El Senado de Colombia respaldó a Bolivar,
pero nuevas insurrecciones estallaron en diversos lugares. Tra haber
dimitido por quinta vez, en enero de 1830 Bolívar aceptó de nuevo la
presidencia y abandonó a Bogotá para guerrear contra Páez en nombre del
congreso colombiano. A fines de marzo de 1830 avanzó a la cabeza de
8.000 hombres, tomó Caracuta, que se había sublevado, y se dirigió hacia
la provincia de Maracaibo, donde Páez lo esperaba con 12.000 hombres en
una fuerte posición. No bien Bolívar se enteró de que Páez proyectaba
combatir seriamente, flaqueó su valor. Por un instante, incluso, pensó
someterse a Páez y pronunciarse contra el congreso. Pero decreció el
ascendiente de sus partidarios en ese cuerpo y Bolívar se vio obligado a
presentar su dimision ya que se le dio a entender que esta vez tendría
que atenerse a su palabra y que, a condición de que se retirara al
extranjero, se le concedería una pensión anual. El 27 de abril de 1830,
por consiguiente, presentó su renuncia ante el congreso. Con la
esperanza, sin embargo, de recuperar el poder gracias a la influencia de
sus adeptos, y debido a que se había iniciado un movimiento de reacción
contra Joaquín. Mosquera, el nuevo presidente de Colombia, Bolívar fue
postergando su partida de Bogotá y se las ingenió para prolongar su
estada en San Pedro hasta fines de 1830, momento en que falleció
repentinamente.
Ducoudray-Holstein nos ha dejado de Bolívar el siguiente retrato:
"Simón Bolívar mide cinco pies y cuatro pulgadas de estatura, su rostro
es enjunto, de mejilla hundidas, y su tez pardusca y lívida; los ojos,
ni grandes ni pequeños, se hunden profundamente en las órbitas; su
cabello es ralo. El bigote le da un aspecto sombrío y feroz,
particularmente cuando se irrita. Todo su cuerpo es flaco y descarnado.
Su aspecto es el de un hombre de 65 años Al caminar agita incesantemente
los brazos. No puede andar mucho a pie y se fatiga pronto. Le agrada
tenderse o sentarse en la hamaca. Tiene frecuentes y súbitos arrebatos
de ira, y entonces se pone como loco, se arroja en la hamaca y se desata
en improperios y maldiciones contra cuantos le rodean. Le gusta
proferir sarcasmos contra los ausentes, no lee más que literatura
francesa de carácter liviano, es un jinete consumado y baila valses con
pasión. Le agrada oírse hablar, y pronunciar brindis le deleita. En la
adversidad, y cuando está privado de ayuda exterior, resulta
completamente exento de pasioness y arranques temperamentales. Entonces
se vuelve apacible, paciente, afable y hasta humilde. Oculta
magistralmente sus defectos bajo la urbanidad de un hombre educado en el
llamado beau monde, posee un talento casi asiatico para el disimulo y
conoce mucho mejor a los hombres que la mayor parte de sus
compatriotas."
Por un decreto del Congreso de Nueva Granada los restos mortales de
Bolívar fueron trasladados en 1842 a Caracas, donde se erigió un
monumento a su memoria.
Véase: Histoire de Bolivar par Gén. Ducoudray-Holstein, continuée jusqu'á sa mort par Alphonse Viollet (Paris, 1831); Memoirs of Gen. John Miller (in the service of the Republic of Peru; Col. Hippisley's Account of his Journey to the Orinoco (London, 1819).
Artículo publicado en el tomo III de The New American Cyclopedia.
Escrito en enero de 1858. Apareció en la edición alemana de MEW, t.
XIV, pp. 217-231. Digitalizado para MIA-Sección en Español por Juan R.
Fajardo, y transcrito a HTML por Juan R. Fajardo, febrero de 1999.
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