viernes, 14 de noviembre de 2014

Recuperando conciencia y dignidad

 Libardo Sánchez Gómez

La  dominación plutocrática global se solidificó gracias a   que las elites han logrado borrar en el grueso de la población la noción del quién soy, lo que “antes” se conocía como conciencia clase; y fue fácil lograrlo gracias, entre otros, a la ignorancia política planetaria, incluida la de muchos de los que acceden a la educación superior.  Hábilmente los dominadores impusieron la idea de la existencia de una neblinosa armonía entre los dueños de la riqueza y los que trabajan toda la vida sin lograrla. Incluso la palabra proletario fue proscrita; hoy, un obrero o un empleado “de poca o mucha monta” se sienten ofendidos al incluirlos dentro del mundo del proletariado. Unos y otros, incluyendo gerentes, producen mansa y gustosamente riqueza para los amos sempiternos; los anima la secreta esperanza en  un golpe de suerte que los convierta en nuevos señores. De esta manera, los  vándalos en el poder, manipulando mente y conciencia,  han asegurado  su dominación eterna.   Pero no sólo obreros y empleados han perdido la noción del quien soy, pueblos nativos enteros han sucumbido al lavado de conciencia.  Muchos  jefes indígenas (mamas, caciques)  vienen entregando su bastón de mando (conciencia) a sus ancestrales despojadores, y con una pretendida neutralidad territorial se alinean a su favor. No de otra manera se explica el juzgamiento exprés de los indígenas involucrados en los hechos donde murieron dos jefes; la realidad es que los agredidos fueron los milicianos de su comunidad, pues los jefes no sólo quisieron derribar las vallas alusivas al comandante Cano sino que pretendieron arrebatarles sus armas, un imposible para un guerrero.   Y  ni siquiera purgarán las insólitas largas penas dentro de su territorio sino que, además,  serán entregados a sus enemigos, para que durante 60 años se les trate como bestias    en las mazmorras del Régimen.

Por  todos los medios se hace creer que el capitalismo es la puerta de entrada al paraíso, sólo que los miles de millones de estómagos que amanecen y anochecen vacíos demuestran que el bendito modelo es, apenas, un tortuoso sendero al infierno.  Mostrando, a su vez, que la humanidad necesita un sistema de organización social más amigable con el hombre y la naturaleza; un modelo, llámese como se llame,  que ponga freno a la avaricia y haga posible que los hombres puedan acceder a todo lo de todos.

Mientras los ricos se hacen más ricos, se ha hecho esquivo el acceso a los bienes terrenales, al bienestar, a la justicia y a la equidad por parte de los sectores anónimos. El  grueso de la población es conducido ciegamente hacia la nada entre una maraña de normas y leyes diseñadas a su acomodo por los dominadores.  El  interés  de capas medias y bajas (proletarios aunque suene feo) terminó  reducido a un tibio forcejeo  por ponerle rostro humano al capitalismo salvaje, en tanto  el interés de los usurpadores, en palabras de Raúl Zibechi, está en “(…) mover de lugar o hacer desaparecer lo que limita sus poderes. Básicamente, los sectores populares, indígenas, negros y mestizos en nuestro continente” (Cómo piensa la clase dominante. La Jornada. 2014)

Así mismo, los usurpadores han ideado ingeniosas maneras para hacerse a la riqueza de todos; una es mediante la   acumulación de capital por reproducción ampliada, ésta les ha permitido apropiarse  del 90% de los ingresos; otra forma de hacer más fortuna es la acumulación por desposesión o despojo (David Harvey) llegando a robarse el 99% de la riqueza de todos. Pero no contentos con lo anterior, también, vienen acumulando mediante el “robo legal”, es decir, quedándose con buena parte de los ahorros y bienes de la gente. Al respecto dice el mismo Raúl Zibechi que “Es probable que estemos ingresando en un sistema peor aún que el capitalismo, una suerte de economía de robo, más parecida a la forma como funcionan las mafias del narcotráfico que a los modos empresariales que conocimos en la mayor parte del siglo XX”.  

Para   mantener la dominación global, el capital corporativo,  que tiene su corazón en Washington,  traza todo tipo de estrategias: la guerra abierta, los golpes de estado y la invasión y, hoy día,  “la guerra permanente”, con ésta atizan los conflictos sociales internos hasta lograr asfixiar a los gobiernos no afectos al imperio. E internamente los vándalos en el poder, “cachorros” del imperio, sofocan los problemas y protestas sociales con bayonetas.

¿Qué hacer? ¿Aceptar  como una fatalidad el que unos pocos se apropien de las posibilidades de bienestar y felicidad   del hombre?   La racionalidad, la ética y la dignidad  indican que hombres y mujeres no pueden    permitirlo. Es preciso    canalizar esfuerzos para recuperar la dignidad, oponiéndose al neoliberalismo y a la dominación del mundo por el capital y por toda forma de imperialismo.  El quid está en el cómo hacer para marchitar el roble de la dominación plutocrática; unos piensan que la vía  parlamentaria es la única posible, no obstante la experiencia parlamentaria, también a nivel global, ha demostrado que el parlamento es un medio inútil para lograr las transformaciones sociales que las mayorías necesitan, por el contrario éste es una vía llana para que avancen las locomotoras de la desposesión y dominación. ¿Qué nos queda más allá de la desesperanza?    Hay  quienes piensan que es preciso  que los agredidos usen en defensa propia  todos los medios a su alcance.


Finalmente, otro asunto que hay que tener en cuenta, ahora que se ventila la posibilidad de pactar acuerdos en La Habana entre Guerrillas y Gobierno, con miras a terminar la confrontación armada y al reintegro a la mal llamada civilidad (corrupción, paramilitarismo, neocolonialismo) por parte de los insurgentes, es que las clases dominadores bajo ningún presupuesto están dispuestas a compartir privilegios. Para dilucidar esta idea es preciso traer a colación lo  recientemente dicho por Atilio Borón, “Una de las lecciones más ilustrativas es la ratificación de la verdad contenida en las enseñanzas de Maquiavelo cuando decía que por más que se le hagan concesiones los ricos y poderosos jamás dejarán de pensar que el gobernante es un intruso que ilegítimamente se inmiscuye en sus negocios y en el disfrute de sus bienes. Son, decía el florentino, insaciables, eternamente inconformistas y siempre propensos a la conspiración y la sedición”.

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