domingo, 1 de noviembre de 2015

¿Soluciones de esquina ante el hegemonismo de la burguesía?


Libardo Sánchez Gómez

La participación de los sectores  de oposición  popular   en las pasadas elecciones   dejaron a nivel general un mal sabor,   quedó flotando en el ambiente un efluvio derrotista y la certeza de que  el pueblo excluido no tiene   posibilidad alguna de participar, activamente, en el manejo de la cosa pública, y menos para acceder vía las urnas al poder. Las  clases dominantes  se han blindado con   armas, el respaldo del Pentágono         y con las variadas herramientas   de la guerra psicológica, de tal manera que no es posible que alguien pueda disputarles sus privilegios. Por eso seguros de su blindaje, proponen acuerdos de paz que pongan fin al alzamiento armado, eso sí, dejándoles en claro a los rebeldes que para   volver al “juego democrático” tendrán que aceptar el statu quo.    

El problema para los sectores populares, hoy, es aún mayor, pues no existe una brújula ideológica que indique el camino a seguir en pos de las transformaciones sociales y económicas, que permitan dignificar su negada existencia.  El poder mediático y la educación, para el sometimiento, han convertido a la sociedad en su conjunto en un conglomerado cataléptico. Nada hace reaccionar a las viejas ni a las nuevas generaciones. Sólo importa hacer dinero y consumir.    Da lo mismo si es el estado el que maneja las empresas públicas, en función de las mayorías, o si son los particulares los que se apropian de la plusvalía. Importa un pepino la lucha a muerte de aquellos que escogieron la vía de las armas para defender sus intereses.  La  izquierda, o lo que otrora se conocía como izquierda, fue asimilada por la  socialdemocracia. A la de ahora le asusta la palabra revolución, la han cambiado por evolución, entonces, ya no es una izquierda revolucionaria sino una “moderna democrática  y reformadora”. El discurso revolucionario lo asumió la derecha: Movimiento Revolucionario Liberal, Revolución en marcha, Cambio radical. Ya no se   exigen  transformaciones sociales que lleven un mínimo bienestar a las mayorías; si acaso, se  piden   oportunidades  para usufructuar uno que otro privilegio. Son suficientes los   retoques al ordenamiento burgués, los que nunca tendrán efectos ciertos sobre la realidad que vive el hombre del común.  Por lo general, los “representantes del pueblo” una vez acomodados a la izquierda de los factores de poder aúllan pero no muerden. Para colmo de males,  la “oposición  de izquierda” al entrar, sin tener preparada ninguna táctica ni estrategia, a jugar en el campo político electorero,  con las mismas reglas diseñadas por la burguesía, obtiene las goleadas de siempre. Yahir Contreras, en ¿Por qué perdió la izquierda en Bogotá. 29-10-2015? Afirma de manera acertada: ¿Pero qué esperaban las organizaciones de izquierda: que la oligarquía se porte democrática y permita el juego de las ideas sin recurrir a todos sus mecanismos de dominación?

El caso Gustavo Petro y los resultados electorales en Bogotá son   prototipo de la manera como las clases dominantes manejan los hilos del poder. No sólo no permiten compartir privilegios sino que no admiten que alguien, que no sea de su propia cuerda, les administre lo que, “por naturaleza”, les pertenece. El manejo administrativo de lo público está normativizado de tal manera que cualquiera que asuma las riendas de la administración, llámese de derecha o de izquierda,  tenga que tocar bajo la misma batuta.  Por eso a la gente del común le da lo mismo quién lleva las riendas de la administración, eso no sólo ocurre en la gran capital sino en todo el país. Además, existe  la percepción generalizada de que quien “sube  al poder” va   a robarse el erario público, para llenar sus bolsillos. Y eso, desafortunadamente, es absolutamente cierto, casi que decirlo es una perogrullada. 

Petro, dado su “progresismo”,  tuvo la pésima idea de ladear las cargas hacia el sector público, y dónde mejor para hacerlo que  en el sector de las basuras, donde subsisten miles de personas reciclando residuos. Para un político con buen olfato eso es un mundo de votos; así que el alcalde “izquierdoso”, arrebató, aunque de manera parcial,  el manejo de las basuras  a un grupúsculo  de inversionistas privados, entre ellos a familiares del extraditable No. 82. También, tuvo la brillante idea de querer juntar el estrato seis con el uno,  y ahí fue Troya, qué va a querer el vice Vargas Lleras que su mujer se la pase tomando tinto con una de las vecinas “chimoltrufias” del frente.  La burguesía bogotana, combinando todas las artimañas a su  haber, descargó sobre  el burgomaestre el conocido arsenal usado en su lucha contra las clases populares; el procurador  Ordoñez actuó como punta de lanza, ya había demostrado de qué es capaz, inhabilitando políticamente de por vida a la senadora Piedad Córdoba. Ordoñez lo ató de todas cuatro de tal manera que buena parte del cuatrienio se la pasó intentando soltarse las lazadas acusatorias que, de cuando en cuando, le lanzaba. El poder mediático, también,  demostró  su poder omnímodo,  hábilmente convirtió al doctor en economía en un ignorante  y pésimo administrador.  Desde el mismo día que Petro ganó las elecciones pidieron su revocatoria, por ser un alcalde    improvisador e incompetente. Las condecoraciones otorgadas por prestigiosas entidades nacionales e internacionales, que lo distinguían como uno de los mejores alcaldes del mundo, no fueron más que medallitas de cuero. Le endilgaron los malos manejos de las administraciones anteriores, por ser, supuestamente, de izquierda. Lucho, obrero renegado y furibundo anticomunista y Samuel Moreno, un burgués medrando a la sombra de la izquierda; éste último no fue cuidadoso, como sus antecesores, al esconder las cochinadas, y se dejó enredar en la madeja del llamado” carrusel de la contratación”.

Si  las clases dominantes excluyen al  pueblo  de la participación política, como un  juego democrático para acceder al poder, es apropiado preguntarse, ¿qué le tocará hacer para reivindicar ese derecho, acudir a  soluciones de esquina (guerra o paz)? ¿Aceptar resignadamente la humillación  y dominación  como designios de la vida cruel o, como hace la burguesía,   combinar todas las formas de lucha?  Por ahora no se sabe quién tiene la respuesta  ni quién   le pondrá el cascabel al gato. No  obstante, allende el mar   los colombianos   tenemos una tenue posibilidad de que se puedan sentar las bases para darle un giro al destino. La responsabilidad está en las manos de las FARC y del ELN, el futuro dependerá de lo que acuerden  antes de entregar las armas. Si  no se logra nada a los hijos de nuestros hijos les tocara, dentro de no se sabe cuántas décadas, optar por la solución de esquina de la guerra, para ganar en el campo de batalla lo que en una mesa de conversaciones no se pudo.
  

Luis Alfonso Mena S, en ¿Qué pasó el 25 de octubre? Prensa Rural, dice con toda razón   que en “…Colombia urge una reforma estructural de su sistema electoral, hoy profundamente inequitativo y excluyente para las fuerzas políticas independientes, alternativas y muchas de izquierda, que no poseen el músculo económico, ni el soporte en las burocracias municipales o departamentales, ni la influencia en los medios masivos de comunicación para hacerse oír y darse a conocer: esta será una tarea, una de las más importantes, de la etapa de los pos acuerdos de La Habana”. Claro  que   sería mejor que las  reformas estructurales aludidas  se concretaran antes de la firma de los acuerdos, pues en estado de  indefensión sí que va hacer difícil. Esperemos que los rebeldes en la Habana, antes del punto final (¿fatal?) logren que la oligarquía y sus amos del Norte  permitan  al  pueblo excluido  ser actor activo en la formulación de  políticas públicas que favorezcan   sus propios intereses.  

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