Libardo
Sánchez Gómez
La
participación de los sectores de oposición
popular en las
pasadas elecciones dejaron a nivel
general un mal sabor, quedó flotando en el ambiente un efluvio
derrotista y la certeza de que el pueblo
excluido no tiene posibilidad alguna de participar, activamente,
en el manejo de la cosa pública, y menos para acceder vía las urnas al poder.
Las clases dominantes se han blindado con armas,
el respaldo del Pentágono y con
las variadas herramientas de la guerra psicológica, de tal manera que no es
posible que alguien pueda disputarles sus privilegios. Por eso seguros de su
blindaje, proponen acuerdos de paz que pongan fin al alzamiento armado, eso sí,
dejándoles en claro a los rebeldes que para volver al “juego democrático” tendrán que
aceptar el statu quo.
El
problema para los sectores populares, hoy, es aún mayor, pues no existe una
brújula ideológica que indique el camino a seguir en pos de las transformaciones
sociales y económicas, que permitan dignificar su negada existencia. El poder mediático y la educación, para el
sometimiento, han convertido a la sociedad en su conjunto en un conglomerado
cataléptico. Nada hace reaccionar a las viejas ni a las nuevas generaciones. Sólo
importa hacer dinero y consumir. Da lo mismo si es el estado el que maneja las
empresas públicas, en función de las mayorías, o si son los particulares los
que se apropian de la plusvalía. Importa un pepino la lucha a muerte de
aquellos que escogieron la vía de las armas para defender sus intereses. La izquierda, o lo que otrora se conocía como
izquierda, fue asimilada por la socialdemocracia. A la de ahora le asusta la
palabra revolución, la han cambiado
por evolución, entonces, ya no es una izquierda revolucionaria sino una “moderna
democrática y reformadora”. El discurso
revolucionario lo asumió la derecha: Movimiento Revolucionario Liberal, Revolución
en marcha, Cambio radical. Ya no se exigen
transformaciones sociales que lleven un
mínimo bienestar a las mayorías; si acaso, se
piden oportunidades para usufructuar uno que otro privilegio. Son
suficientes los retoques al ordenamiento burgués, los que nunca
tendrán efectos ciertos sobre la realidad que vive el hombre del común. Por lo general, los “representantes del
pueblo” una vez acomodados a la izquierda de los factores de poder aúllan pero
no muerden. Para colmo de males, la “oposición
de izquierda” al entrar, sin tener
preparada ninguna táctica ni estrategia, a jugar en el campo político
electorero, con las mismas reglas
diseñadas por la burguesía, obtiene las goleadas de siempre. Yahir Contreras,
en ¿Por qué perdió la izquierda en Bogotá. 29-10-2015? Afirma de manera
acertada: ¿Pero qué esperaban las
organizaciones de izquierda: que la oligarquía se porte democrática y permita
el juego de las ideas sin recurrir a todos sus mecanismos de dominación?
El
caso Gustavo Petro y los resultados electorales en Bogotá son prototipo de la manera como las clases
dominantes manejan los hilos del poder. No sólo no permiten compartir
privilegios sino que no admiten que alguien, que no sea de su propia cuerda,
les administre lo que, “por naturaleza”, les pertenece. El manejo
administrativo de lo público está normativizado de tal manera que cualquiera
que asuma las riendas de la administración, llámese de derecha o de
izquierda, tenga que tocar bajo la misma
batuta. Por eso a la gente del común le
da lo mismo quién lleva las riendas de la administración, eso no sólo ocurre en
la gran capital sino en todo el país. Además, existe la percepción generalizada de que quien “sube al poder” va a
robarse el erario público, para llenar sus bolsillos. Y eso, desafortunadamente,
es absolutamente cierto, casi que decirlo es una perogrullada.
Petro, dado su “progresismo”, tuvo la pésima idea de ladear las cargas
hacia el sector público, y dónde mejor para hacerlo que en el sector de las basuras, donde subsisten
miles de personas reciclando residuos. Para un político con buen olfato eso es
un mundo de votos; así que el alcalde “izquierdoso”, arrebató, aunque de manera
parcial, el manejo de las basuras a un grupúsculo de inversionistas privados, entre ellos a familiares
del extraditable No. 82. También, tuvo la brillante idea de querer juntar el
estrato seis con el uno, y ahí fue Troya,
qué va a querer el vice Vargas Lleras que su mujer se la pase tomando tinto con
una de las vecinas “chimoltrufias” del frente. La burguesía bogotana, combinando todas las artimañas
a su haber, descargó sobre el burgomaestre el conocido arsenal usado en su
lucha contra las clases populares; el procurador Ordoñez actuó como punta de lanza, ya había
demostrado de qué es capaz, inhabilitando políticamente de por vida a la
senadora Piedad Córdoba. Ordoñez lo ató de todas cuatro de tal manera que buena
parte del cuatrienio se la pasó intentando soltarse las lazadas acusatorias que,
de cuando en cuando, le lanzaba. El poder mediático, también, demostró su poder omnímodo, hábilmente convirtió al doctor en economía en
un ignorante y pésimo administrador. Desde el mismo día que Petro ganó las
elecciones pidieron su revocatoria, por ser un alcalde improvisador e incompetente. Las
condecoraciones otorgadas por prestigiosas entidades nacionales e
internacionales, que lo distinguían como uno de los mejores alcaldes del mundo,
no fueron más que medallitas de cuero. Le endilgaron los malos manejos de las
administraciones anteriores, por ser, supuestamente, de izquierda. Lucho, obrero
renegado y furibundo anticomunista y Samuel Moreno, un burgués medrando a la
sombra de la izquierda; éste último no fue cuidadoso, como sus antecesores, al
esconder las cochinadas, y se dejó enredar en la madeja del llamado” carrusel de
la contratación”.
Si
las clases dominantes excluyen al pueblo de la participación política, como un juego democrático para acceder al poder, es
apropiado preguntarse, ¿qué le tocará hacer para reivindicar ese derecho, acudir
a soluciones de esquina (guerra o paz)? ¿Aceptar
resignadamente la humillación y
dominación como designios de la vida
cruel o, como hace la burguesía, combinar todas las formas de lucha? Por ahora no se sabe quién tiene la respuesta ni quién
le pondrá el cascabel al gato. No obstante, allende el mar los colombianos tenemos
una tenue posibilidad de que se puedan sentar las bases para darle un giro al destino. La responsabilidad
está en las manos de las FARC y del ELN, el futuro dependerá de lo que acuerden
antes de entregar las armas. Si no se logra nada a los hijos de nuestros hijos
les tocara, dentro de no se sabe cuántas décadas, optar por la solución de
esquina de la guerra, para ganar en el campo de batalla lo que en una mesa de
conversaciones no se pudo.
Luis Alfonso Mena S, en ¿Qué
pasó el 25 de octubre? Prensa Rural,
dice con toda razón que en “…Colombia urge una reforma estructural de su
sistema electoral, hoy profundamente inequitativo y excluyente para las fuerzas
políticas independientes, alternativas y muchas de izquierda, que no poseen el
músculo económico, ni el soporte en las burocracias municipales o
departamentales, ni la influencia en los medios masivos de comunicación para
hacerse oír y darse a conocer: esta será una tarea, una de las más importantes,
de la etapa de los pos acuerdos de La Habana”. Claro que
sería mejor que las reformas
estructurales aludidas se concretaran
antes de la firma de los acuerdos, pues en estado de
indefensión sí que va hacer difícil. Esperemos que los rebeldes en la Habana, antes del punto final
(¿fatal?) logren que
la oligarquía y sus amos del Norte permitan
al pueblo excluido ser actor activo en la formulación de políticas públicas que favorezcan sus
propios intereses.
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