miércoles, 22 de enero de 2014

¿En qué quedamos? ¿Las FARC-EP van ganando o perdiendo?

Análisis riguroso hecho por Antonio Gutiérrez sobre la capacidad militar y política actual de las FARC EP. Si las conversaciones no conducen a acuerdos, como las actuaciones del gobierno lo indican, la guerrilla está en capacidad de resistir (a la ofensiva) durante, por lo menos, otro medio siglo o hasta cuando la oligarquía entienda que es negociando como solucionamos el problema estructural socioeconómico que afronta nuestra sociedad.




Dos versiones totalmente contradictorias, al menos en apariencia, circulan respecto a la situación militar de las FARC-EP en Colombia. Por una parte, el santismo y sus patrones en Washington plantean que, debido a los bombardeos aéreos, la guerrilla campesina está diezmada, desarticulada, patas para arriba (como diría el artículo reciente del Washington Post); en pocas palabras, derrotada [1] . Politólogos que posan de expertos del conflicto, pero que son en realidad propagandistas de oficio del ejército, repiten continuamente el libreto escrito por los generales. Por el contrario, el sector uribista plantea que esa era la situación hasta el 2010: desde entonces el movimiento guerrillero se habría recuperado “milagrosamente” de su embestida casi mortal debido a la pusilanimidad de Santos y que hoy estaría, en palabras del delirante Rafael Guarín, "ganando la guerra" [2] . Todos los días manosean estadísticas que demostrarían la capacidad de los insurgentes de golpear duramente al ejército: desde hace algunos años el ejército termina con unas 2.500 bajas anuales y el número de ataques, acciones ofensivas y ataques a infraestructura van también en alza sistemática. Y mientras durante el gobierno de Uribe Vélez los cadáveres de guerrilleros eran exhibidos con placer sádico en los medios, ahora a través de las redes sociales comparten las imágenes de soldados y policías mutilados en medio de acciones bélicas.
¿En qué quedamos entonces? ¿Las FARC van ganando o perdiendo? El problema, realmente, está en la misma manera de plantear la pregunta, que refleja una visión errónea del conflicto, como si fuera un enfrentamiento entre ejércitos, dejando de lado la compleja dimensión social de éste, así como su naturaleza irregular. Ambas visiones, aparentemente opuestas, están también íntimamente unidas al derivar más de un afán propagandístico que de un análisis objetivo de los hechos. Pese a la obsesión colombiana por el pensamiento maniqueísta, polarizante, la realidad del conflicto es bastante más compleja como para ser reducida en la fórmula simplista de “ganar o perder”.

Algunas precisiones sobre el estado del conflicto hoy  
Primero que nada, el conflicto colombiano no se resuelve en lo militar: es de carácter político, profundamente arraigado en cuestiones económicas, sociales, estructurales de la realidad colombiana. Por lo mismo, su solución no pasa por el campo de lo militar como un fenómeno aislado, sino por procesos sociales, de cambios estructurales, que alteren las raíces de la violencia política. Eso es, en resumen, la solución política. Ahí se equivocan de medio a medio los uribistas cuando creen que la cifra de policías o soldados muertos, por sí solas, acercarían a las FARC-EP al triunfo en sus propios términos.
Segundo, porque el nuevo cambio de tendencia en la guerra se comenzó a experimentar desde el segundo semestre del 2008 en adelante, es decir, a mitad del segundo período de Uribe Vélez. Desde entonces las acciones militares de la insurgencia vienen en alza y son cada vez más letales sobre las fuerzas armadas, con un efecto devastador sobre ellas en muchas partes, desmoralizándolas, exasperándolas, frustrándolas e impulsándolas a la retaliación ciega contra la población civil. El cambio de tácticas ha incluido francotiradores y una auténtica revolución en los explosivos mediante la creación de unidades tácticas de combate, comandos de élite como los “pisa suaves” y una mayor flexibilidad organizativa [3] . El Estado puede golpear a los insurgentes sólo desde miles de metros de altura, mediante bombardeos aéreos, que reciben una impresionante cobertura mediática, a diferencia de la situación muchísimo menos favorable de los soldados de a pie.
La ineptitud de los analistas para entender la nueva realidad del conflicto se refleja claramente cuando el cambio de táctica lo entienden como una "muestra de debilidad" y no como una adaptación exitosa a la nueva realidad del combate, particularmente, al enorme poderío aéreo desarrollado en Colombia gracias a la injerencia y la “inteligencia militar” de los EEUU. En entrevista concedida a la revista Semana, Camilo Echandía, personaje muy vinculado al gobierno de Uribe Vélez, por ejemplo, plantea que con los atentados explosivos, los guerrilleros farianos “no están atacando a la policía por medio de incursiones a una población, con destacamentos de hombres que tengan capacidad de destruir el puesto y resistir la acción de la fuerza pública por un tiempo, como lo hicieron las FARC en muchas ocasiones en el pasado. Son acciones explosivas que ponen al descubierto la carencia de capacidad de acción militar y de control territorial [4] (opinión de la cual se hace eco el editorial del Espectador del 19 de enero) [5] . Precisamente el poderío aéreo y los modernos sistemas de inteligencia y satelitales de que dispone el Estado colombiano no permiten a los insurgentes grandes movilizaciones de tropas ni tomas guerrilleras de larga duración. Pero eso en una guerra irregular como ésta es irrelevante, pues la eficacia de la estrategia militar insurgente no se mide mediante ninguna de esas dos variables, sino por su capacidad de responder y golpear exitosamente al Estado y su patrocinador de Washington con sus propios medios artesanales.
La ilusión de la derrota militar de la insurgencia se cae por sí sola ante el peso de la evidencia, aún cuando las cifras oficiales estén claramente infladas –según el gobierno, habrían capturado más de 3.700 insurgentes en 2013, cifra a todas luces fantasiosa [6] . Como botón de muestra de la capacidad de golear de las FARC-EP, está la vergüenza que hicieron pasar a Santos en el norte del Cauca el 11 de Julio del 2012, al dejar en evidencia que no tiene el control de todo el territorio colombiano: tuvo que llegar a Toribío en helicóptero, pues todas las carreteras estaban tomadas por el 6º Frente de las FARC-EP, y dirigirse al país mientras silbaban balas por todas partes [7] . Tal vez esto no es exactamente una toma guerrillera, al estilo de Mitú, pero tampoco “fue el típico hostigamiento de dos o tres milicianos de civil que disparan un tiro o lanzan una pipeta y se camuflan en una casa. Fue un ataque protagonizado por grupos de guerrilleros uniformados que la fuerza pública no pudo repeler por tres días, ‘con 15 puntos de fuego’ contra el pueblo desde los cerros cercanos, según lo describió un oficial. Al menos uno de esos grupos, según los pobladores del lugar y varios militares que lo combatieron, tenía 30 integrantes.” [8] Este fue el contexto en el cual se dio paso, en unos meses, a las negociaciones de paz en La Habana.
El Estado, por el contrario, que ha buscado consolidarse militarmente en los territorios cuyo control ha arrebatado a la insurgencia, no consolida, es visto con recelo, desde hace un tiempo viene incluso perdiendo terreno ante el movimiento guerrillero que está hostigando constantemente. Es que en una guerra irregular como esta, la variable población/territorio, en relación a la cuestión del “control”, no es lineal.
Tercero, que pese a lo que plantean algunos analistas (que se basan exclusivamente en fuentes oficiales), las FARC-EP no está “patas para arriba” y descabezadas, como lo demuestra el reciente cese al fuego UNILATERAL decretado por los insurgentes por Navidad con el cual demostraron disciplina y control. El cese al fuego fue acatado a cabalidad, salvo algunas escaramuzas, pocas y sin mayor importancia, en su mayoría defensivas ante la demencial ofensiva militar [9] . Que lo hayan logrado mantener por un mes, con todo el rigor de la estrategia contrainsurgente colombiana redoblada, es algo asombroso. ¡Solamente León Valencia, funcionario oficioso al servicio del establecimiento, puede salir con el despropósito de recomendar a la insurgencia que decrete un cese al fuego (otra vez unilateral) todo este primer semestre de elecciones! [10] Una locura, si se toma en consideración la manera en que el gobierno reacciona a estos ceses al fuego. Para la insurgencia, hoy, abandonar la ofensiva militar donde la tienen y abandonar los hostigamientos donde no la tienen, sería una locura, sería pedirles que se dejen matar y bombardear de brazos cruzados. Valencia haría mejor, si realmente le importase la desgracia humana del conflicto con la cual se lucra como analista, en recomendar al gobierno de su amigo Santos negociar un cese al fuego bilateral.

Entonces, ¿en qué quedamos?  
  • Primero, en que las FARC-EP no sólo no están derrotadas sino que han absorbido las lecciones de casi 15 años de Plan Colombia, y han adaptado exitosamente su estrategia al nuevo escenario de guerra. Las negociaciones con las FARC-EP, contrariamente a lo que plantea el mismo Santos, no son muestra de debilidad sino todo lo contrario. Nadie negocia con una guerrilla derrotada militar o políticamente. Si no, ¿por qué el Estado ignora negociar con el EPL? Ese movimiento guerrillero sí que está diezmado aunque en el Catatumbo ha constituido un importante bastión. Si el gobierno negociara con guerrillas debilitadas, habría partido negociando con ellos.
  • Segundo, que el conflicto no es sólo militar, sino social y armado. Por lo mismo, la apuesta revolucionaria de las FARC-EP va mucho más allá de lo que ocurre en el campo de batalla y el conflicto mismo es mucho más dinámico y complejo que las insurgencias alzadas en armas (FARC-EP, ELN, EPL). No puede analizarse de manera unidimensional el éxito de la insurgencia, como si una derrota militar fuera, mecánicamente, una derrota política o viceversa. El actual momento demuestra que las FARC-EP no han sido derrotadas ni en lo militar ni en lo político, y que ambos componentes deben ser entendidos dialécticamente. Mientras el gobierno se limita a rechazar las propuestas del movimiento guerrillero en la mesa de negociaciones, son los supuestos "narco-terroristas", los "bandidos sin ideología" los que han desarrollado toda una serie de propuestas que demuestran que tienen una visión de una Colombia alternativa y una capacidad importante para hablar al país. Lo que buscan es que el otro país, el que vive más allá de las comunidades, resguardos, zonas de colonización, del mundo rural, los escuche. Nada de esto se resuelve con las armas.

La pregunta de si las FARC-EP ganan o pierden en lo militar está, de entrada, mal formulada. Solamente tiene sentido desde la perspectiva de aquéllos que, sin nunca haber puesto a uno de los suyos en la línea de combate, se lucran del conflicto y se benefician con una guerra sucia declarada contra el conjunto del pueblo.


NOTAS:
[4] http://www.semana.com/nacion/articulo/atentado-de-las-farc-en-pradera/371046-3 Esta entrevista es a raíz del atentado de Pradera, atribuido, sin pruebas a las FARC-EP. Sobre el particular, puede revisarse un artículo previo en el que se cuestiona la adjudicación inequívoca al movimiento guerrillero de este atentado en base a las amenazas paramilitares sobre personas de la comunidad esa misma semana, http://anarkismo.net/article/26636
[5] Insistiendo (sin pruebas ni investigaciones periodísticas) que el atentado de Pradera fue obra de las FARC-EP, repiten las opiniones de Echandía, insistiendo en “la falta de capacidad de la guerrilla para acometer las acciones que antes hacía con más facilidad: invadir pueblos, tomárselos a la brava, ganarle en número y en capacidad militar a la fuerza del Estado. No es así hoy: ponen una bomba cerca de una estación de Policía a ver qué pasa. Sí, es claro, las Farc están disminuidas en número y potencia.” http://www.elespectador.com/opinion/editorial/claridad-articulo-469432
[10] http://www.semana.com/opinion/articulo/leon-valencia-de-la-guerra-la-tregua-los-atentados/371162-3


(*) José Antonio Gutiérrez D. es militante libertario residente en Irlanda, donde participa en los movimientos de solidaridad con América Latina y Colombia, colaborador de la revista CEPA (Colombia) y El Ciudadano (Chile), así como del sitio web internacional www.anarkismo.net. Autor de "Problemas e Possibilidades do Anarquismo" (en portugués, Faisca ed., 2011) y coordinador del libro "Orígenes Libertarios del Primero de Mayo en América Latina" (Quimantú ed. 2010).

martes, 14 de enero de 2014

“Es en Washington donde se decide si Bogotá adelanta y firma un tratado de paz”

Entrevista al escritor colombiano y colaborador de Le Monde Diplomatique



Por Patricia Rivas para Rebelion.org

Hernando Calvo Ospina es un reconocido periodista de investigación, colaborador de Le Monde diplomatique, refugiado político en Francia. Su último libro Calla y respira, es un relato autobiográfico que en un año ha sido editado en cinco idiomas. Conversamos con Hernando sobre algunos de los interrogantes que planean sobre el conflicto social y armado colombiano y la posibilidad de paz, las conversaciones de La Habana entre el gobierno y las FARC y algún que otro “chisme”...
FOTO: U.ARANZADI
Patricia Rivas. Llama la atención el nulo peso de la Unión Europea en las negociaciones de paz de la Habana...
Hernando Calvo Ospina. Dos importantes funcionarios de dos países europeos me dijeron lo mismo: América Latina es territorio de Estados Unidos. Nosotros podríamos acompañar, pero es Estados Unidos quien decide allá. Si fuera en África o Medio Oriente, quizás podríamos tener peso en una negociación.
Lo que sí hacen los países de la Unión Europea es seguir los designios de Estados Unidos. Por tanto le colaboran en lo que puedan, principalmente entregándole buena parte de la información que logran sus servicios de inteligencia. Además de vigilar a los residentes colombianos que viven en estos países, opositores al gobierno colombiano, bajo el pretexto de ser militantes o simpatizantes de una organización “terrorista”. Y si el país europeo tiene vínculos económicos con Colombia, pues mucho más.
PR. ¿Qué papel está teniendo Washington en las negociaciones de paz?
HC. En febrero del 2012 fui contactado por un alto responsable del Departamento de Estado, con el que ya me había reunido antes... Si, ¡aunque desde el 2009 me tienen en la lista de personas “peligrosas” para la seguridad de su nación! Me dijo que me llamaba a nombre de su oficina y del presidente Santos. La mezcla no se me hizo para nada extraña. Ante mi pregunta, me precisó que quería charlar sobre la paz en Colombia.
Entre vino y vino, fui concluyendo que las FARC y el gobierno colombiano estaban preparando negociaciones en la total reserva, algo que se hizo público en septiembre, luego de que el ex presidente Álvaro Uribe lo “denunciara”. Yo solo vine a tocar el tema once meses después (1).
PR. ¿De qué hablaron en esa reunión, si se puede saber?
HCO. La mitad fue sobre Colombia y el resto sobre Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia. ¿Es curioso que le interesaran estos últimos cuatro países? Pues no. Ellos, a ojos de Washington, son la cabeza de rebeldes en el continente. En las cuatro ocasiones que me encontré con funcionarios del Departamento de Estado siempre encaminaron la charla hacia estos países. Y casualidad: los dos funcionarios europeos que mencioné antes, también quisieron charlar sobre ellos.
Ahora, el estadounidense quería saber lo que yo opinaba sobre una negociación con las guerrillas. Ellos conocen, como lo saben mis lectores y el gato del vecino, que por mi trabajo periodístico conozco a varios mandos de las FARC y del ELN. Y a unos desde hace 30 años. Fue una conversación que puede parecer anodina, pero que al ser con ellos no lo es: siempre tienen un objetivo muy determinado.
Casi al final me preguntó si yo quería enviarle un mensaje al presidente Santos. Le respondí que no, pero sí quería hacerle llegar una pregunta: ¿por qué cuando fue ministro de Defensa dijo en un coctel, donde habían varios ciudadanos franceses, que él quería mi cabeza? Debió ser cosa de los tragos. Puede ser que se le olvidó que yo tengo protección del gobierno francés, de Naciones Unidas, pero, sobre todo, el cariño y reconocimiento de muchas personas en el mundo.
PR. ¿Qué quiere decir que el ministro de Defensa pidió su cabeza? ¿Cree que querían asesinarle?
Lo que sé, por fuentes de absoluta confianza, es que ese gobierno intentó pedir mi extradición basado en los famosos computadores de Raúl Reyes. Sí, en ellos se me menciona como cinco veces. Pero en cada una de ellas se me trata de “periodista”, y con nombre propio (2). Es que yo iba con un equipo de la televisión francesa para entrevistar a Reyes. La cita iba a ser el 2 de marzo 2008. Pero un día antes asesinaron al dirigente guerrillero en un bombardeo sobre territorio ecuatoriano. Creo que con ese intento de pedir mi extradición, hicieron quedar en ridículo a la justicia colombiana.
A pesar de ello quisiera entrevistar al presidente Santos sobre este tema. Pero, en especial, para que cuente hasta dónde es honesto con el proceso de paz, y qué planes tiene para sacar de la pobreza a la mayoría de colombianos.
Al funcionario estadounidense sí le di un mensaje a llevar, pero no a Santos sino al presidente Obama: Que ordene detener la guerra y el terrorismo de Estado contra el pueblo colombiano.
Porque, siendo realista y pragmático, es en Washington donde se decide si el gobierno en Bogotá adelanta y firma un tratado de paz. Si le conviene a sus intereses económicos y geoestratégicos, lo ordenará a Bogotá.
Este funcionario estadounidense también me contó que con Santos tenían muchas más afinidades políticas y de intereses que con Uribe. Ante lo que respondí: “¡Entonces ahora ustedes andarán desnudos por la casa presidencial, pues con Uribe se paseaban en chores!”
PR. No parece usted muy optimista sobre las conversaciones de paz...
HCO. Hasta el momento yo no veo que los gobiernos de Washington y Bogotá estén decididos a que llegue una paz a Colombia con justicia social. Quieren un proceso como se hizo en El Salvador, donde se detuvo la guerra política, se silenciaron los fusiles, pero la guerra social que llegó ha producido el doble de muertes y hambre, porque las estructuras de la desigualdad económica no cambiaron. Después de 20 años siguen intactas. Claro, se pudo participar en política sin el temor de ser asesinado por ser opositor de izquierda.
PR. ¿Qué pasos por parte de Washington harían que la apuesta por la paz fuera seria?
HCO. Para mí dos signos deben existir para que yo crea que el gobierno estadounidense, y el de Colombia, sí desean la paz. Uno, que se detenga la estigmatización política contra la oposición. La intransigencia política es el principal enemigo de la paz en Colombia. Y no sólo de la paz: del desarrollo efectivo de la nación.
Es mi punto de vista como observador que ve a Colombia desde fuera. Que escucha y lee lo que se dice de ella. Que, como muchas personas, me asombro de la intransigencia de esa oligarquía, caso exclusivo en el mundo. Una oligarquía enferma por el poder.
Y dos, que se envíe al ex presidente Álvaro Uribe a las cortes para que responda por crímenes de Lesa Humanidad, genocidio, paramilitarismo y narcotráfico. Lo del ex presidente Uribe es un caso extremo de impunidad, como muy pocos en este universo.
Pero claro, en Washington existen fuertes intereses que se oponen a la paz, como son las empresas de armamento y de tecnología para la guerra. Y Uribe regaló tanto de la soberanía a Estados Unidos, que de alguna manera tienen que agradecerle. Aunque Uribe debería tener cuidado porque Washington no tiene amigos, tiene intereses.
PR. ¿Hasta qué punto Washington está presente en la Mesa de La Habana?
HCO. Es de suponer que los negociadores de las FARC lo saben. Si yo lo sé es porque lo saben muchos. Varios de los negociadores del gobierno llevan relojes, bolígrafos, maletines u otros instrumentos para filmar y grabar todo lo que se conversa en la mesa de negociaciones en La Habana. Esa información, que no debería salir de ahí en esa forma, parte hacia bases estadounidenses para ser procesada. Después se comparte con el equipo especial en Bogotá que sigue las negociaciones.
No sólo se analiza cada frase y palabra de los negociadores de las FARC, sino cada timbre de voz, actitudes del rostro y sus manos. Después llega el asesoramiento de cómo negociar o dirigirse a cada miembro del equipo guerrillero para desestabilizarlo o acercarlo.
PR. Como sea, las conversaciones de paz han logrado avances significativos...
HCO. Me parece que la tecnología y los asesores no le han servido mucho al gobierno colombiano y a su delegación, visto lo obtenido por los guerrilleros.
Los guerrilleros han demostrado capacidad para negociar. Bueno, es que, ante todo, tienen la razón de su parte.
Por eso sería de admirar a los negociadores del gobierno, pues deben parecer malabaristas al defender lo indefendible. Ellos defienden, sin ser oligarcas, los intereses de la oligarquía colombiana y de las transnacionales estadounidenses. Esa es su realidad. Sus argumentos deben ser muy limitados.
PR. En apenas un año, van 25 miembros de Marcha Patriótica y 26 sindicalistas de la CUT asesinados, además de los más de 9.500 presos políticos en las cárceles colombianas, cuyo número no deja de aumentar...
HCO. Se pueden firmar todos los acuerdos que quieran sobre la reforma agraria, la educación, la salud, la participación política. Todo lo que quieran. Pero mientras la oligarquía colombiana no detenga su intransigencia política, ningún acuerdo servirá. La paz del sepulcro no le sirve al campesino que reciba un título de propiedad. Tampoco al pueblo donde construya un centro médico en medio de discursos de paz, si al otro día van los paramilitares y acaban con los habitantes. ¿De qué servirá lo firmado si los negociadores serán asesinados cuando quieran hacer política legal y publica?
En la mesa de negociaciones ya se llegó a un acuerdo sobre participación política, y, ¿qué ha pasado desde entonces? Los hechos demuestran que el gobierno, las FFAA y sus paramilitares no se han dado cuenta. Lea las cifras de asesinados que usted acaba de dar. La represión a la protesta popular no se detiene un milímetro. Entonces ¿cómo se van a implementar los acuerdos sociales y económicos que se logren en la mesa de negociaciones?
PR. ¿Por qué esa violencia política en Colombia de tantas décadas? ¿Por qué las peores dictaduras en el mundo han dado paso a ciertos espacios democráticos, y en Colombia no?
HCO. Mi respuesta siempre es la misma: estoy buscando qué tipo de genes tiene incubados esa oligarquía. No conozco ninguna otra tan violenta. Han sabido esconder que el Estado colombiano es una dictadura “democrática”. Porque en Colombia se instauró la Doctrina de la Seguridad Nacional como en ninguna dictadura en América Latina, dictada por Estados Unidos en 1962 para combatir al “enemigo interno. Las dictaduras se fueron, llegaron gobiernos que dieron cierta amplitud democrática, y en Colombia nada varió. Todo lo contrario. Estados Unidos tiene muchísima responsabilidad en ello, porque ha impulsado, alcahueteado y asesorado la criminalidad estatal. La historia no miente. Solo hay que conocerla (3).
PR. ¿Por qué cree que hasta el momento no se ha incorporado al ELN de una forma seria a las negociaciones?
HCO. Quizás se deba a dos cosas. Una, porque jugaron a dividir y confrontar al ELN con las FARC. Creyeron que las FARC asumiría una posición prepotente ante el ELN. Ha resultado todo lo contrario, y la unidad entre esas dos organizaciones va en aumento. El encuentro a mediados del año pasado de los dos máximos comandantes del ELN y las FARC, Nicolás Rodríguez (Gabino) con Timoleón Jiménez; el freno a enfrentamientos que a veces se daba entre ellas; los posteriores comunicados y operativos militares conjuntos, es una demostración de la unidad.
Y dos, porque el gobierno quiere hacer creer que el ELN no es contrincante ni militar ni políticamente. Quiere esconder que esta guerrilla tiene una importante presencia en regiones de gran estrategia política y económica.
No quiero dejar de mencionar que la reunión de Gabino y Timoleón debió ser un duro golpe al orgullo de los servicios de inteligencia colombianos. Aunque fundamentalmente lo debió ser para la CIA estadounidense por ser la que maneja las principales técnicas e instrumentos de espionaje, y coordina a los servicios colombianos (con el apoyo del MOSSAD israelí). Debe darles vergüenza que se engullan tantos miles de millones de dólares, y no hayan detectado el movimiento de estos dos hombres tan buscados. Y supongo que ambos tuvieron que moverse muchos kilómetros para encontrarse (4).
PR. ¿Qué pasó tras la desmovilización del M-19? ¿Por qué no se dieron cambios socioeconómicos  y la represión continuó rampante?
HCO. Aquí vale la pena recordar algunos “detalles”. Los dirigentes del M-19 no negociaron su desmovilización: la regalaron y ellos se vendieron al sistema. Esto sucedió en Panamá. Ellos, Navarro Wolf, Petro, y Evert Bustamante, por ejemplo, saben de qué hablo. A ninguno de esos dirigentes le importó la suerte de sus bases.
Los dirigentes del M-19 son el caso más conocido de entreguismo y abandono a sus bases e ideales altruistas. Pero existen otros. Tenemos al EPL. La mayoría de los dirigentes del Ejército Popular de Liberación, que al entregarse se transformaron en Esperanza, Paz y Libertad, se fueron directamente a trabajar para las Fuerzas Armadas o sus grupos narco-paramilitares.
¿En qué quedó la desmovilización y entrega de armas del Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT; del grupo indígena Quintín Lame; del sector que rompió con el ELN? En nada para sus bases, que fueron las que pusieron los muertos, desaparecidos y torturados. Claro, para la mayoría de sus dirigentes la vida cambió al venderse por una moneda de cobre al sistema: Casi todos tienen de qué vivir, no pocos tienen ONGs para “analizar” el conflicto o para “ayudar” a los reinsertados. O cualquier otro invento para vivir bien.
¿Qué trabajo organizativo popular hacen esos dirigentes hoy? Ninguno que sea alternativo y de beneficio real para las mayorías. Son politiqueros, clientelistas.
PR. ¿Cómo evitar que pase con unas FARC o el ELN desmovilizadas, como pasó con las anteriores? 
HCO. Creo que eso le tocará responderlo a la conciencia social y revolucionaria de las dirigencias cuando llegue el momento. Será ahí que se sabrá si fueron verdad los ideales que tienen hoy por una Nueva Colombia para todos, en particular para los pobres.
Notas:
  1. “Conversando con las FARC en La Habana.” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=161897
  2. El gobierno colombiano, por intermedio de una organización inglesa, hizo públicos los archivos presuntamente contenidos en esos computadores.
  3. Hernando Calvo Ospina. Colombia, laboratorio de embrujos. Democracia y terrorismo de Estado. Ed. Foca. Madrid, 2008.
  4. Ver el reportaje publicado por el Washington Post y traducido por Rebelión el 23 de diciembre de 2013, "Destapan multimillonario plan de la CIA para asesinar a dirigentes de la insurgencia":http://rebelion.org/noticia.php?id=178552
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

lunes, 13 de enero de 2014

Los vándalos en el poder en América

Libardo Sánchez Gómez

Desde México hasta la Patagonia existe una variopinta gama de  castas  en el  poder  débiles democráticamente e incompetentes, muchas de las cuales se comportan   como verdaderos vándalos. El  grueso de países, exceptuando los considerados progresistas,  en términos del comandante eterno Hugo Chávez,   se comportan  como cachorros del imperio.  En  Colombia,  los vándalos en el poder para mantenerlo dependen enteramente del apoyo imperial;  razón por la cual le cedieron  la soberanía  de manera absoluta. Estas castas    se distinguen por ser  depredadores de la naturaleza y de la conciencia de sus pueblos.   La desigualdad y exclusión social en américa incluidos los EEUU son aterradoras, aunque se maquille la realidad con métodos de medición mentirosos, la  pobreza ronda al 70% de la población; el mismo presidente Obama recientemente reconoció: “En la nación más rica de la Tierra, hay demasiados niños que nacen en la pobreza, muy pocos tienen una oportunidad justa para escapar de ella”. Lo peor de todo es que jamás podrán superar la pandémica pobreza ni la penetrante desigualdad social, pues para hacerlo recurren a las mismas medidas que la originan y reproducen: capitalismo, es decir, más acumulación y, por tanto,  desigualdad social

En las naciones Latinoamericanas, también, como denominador común,   resalta su falta de diversificación productiva, la actividad económica  es principalmente de tipo   extractivista (minerales y petróleo) así que sus fuentes de ingresos dependen principalmente  de las exportaciones de Commodities,  bienes primarios negociados a futuro con escasa incorporación de Valor Agregado Manufacturero (VAM), con destino en alto porcentaje a la metrópoli imperial.  Sus débiles economías son altamente vulnerables a la volatilidad de los precios de las materias primas lo que los deja atrapados para siempre en la llamada “trampa del ingreso medio”  de la que hablara Humberto Campodónico; entonces, ya no son ni serán países subdesarrollados pero tampoco desarrollados.

  Por otro lado, en Latinoamérica se ha conformado un naciente grupo de naciones denominadas progresistas entre ellas  sobresalen Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y, recientemente,  Cuba, que  de ser el único país en América proclamado socialista viene haciendo ingentes esfuerzos para virar de la “dictadura del proletariado” a la dictadura del  “odiado” capital.  Un  factor común para destacar es que en estos países   los jefes de estado han salido de las entrañas populares  y se han declarado  antiimperialistas   nacionalistas, por lo menos en cuanto tiene que ver con el petróleo. También se distinguen por sus políticas  de tipo asistencialista, con las cuales en vez de solucionar la grave problemática mediante el desarrollo de proyectos se han ido creando  claras situaciones de dependencia de los individuos o grupos sociales que los reciben, sin que realmente se promueva la dignidad y el mejoramiento de la situación socioeconómica de las personas;   en un contrasentido las personas    se van “aburguesando” de manera alienante.  Para la investigadora Marina Montoya –UNMSM, dejando parcialmente de lado al grupo progresista,  “…los programas sociales históricamente han buscado solo aliviar la crisis social. Los diferentes gobiernos representantes de los intereses de las clases dominantes han soñado siempre con una paz social en la que los trabajadores y el pueblo acepten mansamente ser lanzados a la miseria y para ello han terminado siempre por perseguir la actividad sindical, declararla fuera de la ley y negarle representatividad o legitimidad lo que ha provocado la muerte de trabajadores y dirigentes populares”.

Definitivamente el asistencialismo funciona como un paliativo, que colabora con la perpetuación del sistema injusto de dominación. No obstante, hay que reconocer que las ayudas a los más vulnerables han sido fundamentales para atenuar su desgracia.  Claro que el asistencialismo no sólo va dirigido a los pobres, pues ante las amenazas de quiebra de sectores económicos poderosos, principalmente el financiero, los distintos regímenes, para ponerlos a flote, les asisten con cuantiosas cifras, colaborando, a su vez, con la perpetuación de las estructuras desiguales. 

En Cuba se ha implantado  la denominada Renta Básica (libreta de abastecimiento o canasta alimentaria) como un derecho ciudadano.  Para lograrlo la nación caribeña ha realizado esfuerzos ingentes,  “(…) Los índices de gasto público en seguridad social, sanidad y educación, así como sus resultados, en nada tienen que envidiar al de los países más ricos” (José Iglesias Fernández) Y, según el propio Iglesias, “Esta canasta y, sobretodo, los precios a los que se cobran sus productos van dirigidos a asegurar que prácticamente ninguna persona carezca de los alimentos necesarios para una alimentación  básica”. La aludida   medida no funciona en ningún otro país de América y, tal vez, en ninguno a nivel mundial, excepto en Corea del Norte.    Dicha Renta Básica o canasta alimentaria debería ser implementada en todo el planeta. Ojalá el nuevo ingreso de Cuba al viejo club capitalista no termine con esta iniciativa humanitaria propia de un verdadero Estado de bienestar. No olvidar que en el mundo  hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos lo que no hay tanto  es para colmar la avaricia de unos pocos.


Hay que mencionar dos países suramericanos que, dentro del concierto de naciones,  se comportan como rara  avis, pues  sus mandatarios son declarados socialistas, pero sus medidas económicas y políticas buscan profundizar el modelo neoliberal, hablamos de Chile y Uruguay; Pepe Mújica presidente de Uruguay viste y habla como proletario, pero actúa como cachorrillo del imperio; incluso se jacta de que la esposa  del embajador de EEUU prepara ”platillos deliciosos” en su humilde cocina; es tan grande su alejamiento de la causa revolucionaria  que   ni siquiera  les concede una entrevista a sus antiguos camaradas de lucha guerrillera. Su pasado en la lucha armada es considerado como un “pecadillo de la juventud”, pagado con catorce años de cárcel.    En cuanto a Chile su presidenta Bachellet está alistando maletas para asistir a la cumbre de la Alianza del Pacífico,  bloque integrado por México, Colombia, Chile y Perú;  grupo que responde a los intereses geoestratégicos de dominación global USA, ideado por el Departamento de defensa estadounidense, para hacerle contrapeso a la CELAC, al ALBA y al MERCOSUR.

Argentina y Brasil, principalmente el segundo,  parece que han escapado a la aludida trampa de los ingresos medios, sin embargo, sus economías dependen altamente de la exportación de bienes primarios   como minerales, productos forestales,   ganadería y   productos agrícolas,     cuya “proximidad para el avance”, según Campodónico, “es mucho menor a la de los productos metal mecánicos, químicos y la maquinaria y equipo”.  Brasil, considerado la quinta potencia económica mundial,    gobernado por Dilma Rousseff de la cuerda progresista de Inazio Lula Da silva, es mantenido por parte de Estados Unidos    bajo constante  espionaje diplomático y económico.

Retomando lo señalado por la investigadora Marina Montoya, en Colombia los vándalos en el poder son  los más sanguinarios de América, no tienen miramiento alguno a la hora de deshacerse de quien amenace sus intereses; eliminaron a cerca de diez mil miembros del partido político La Unión Patriótica,   y ahora la emprendieron contra el movimiento Marcha Patriótica, hace unos días asesinaron a otro de sus miembros y detuvieron al docente universitario Francisco Tolosa, acusándole de  terrorista y guerrillero de las FARC. Pero algo inaceptable es lo que están haciendo con los movimientos campesinos, que amenazan con aguarle la reelección al oligarca criollo Juan Manuel Santos;  primero descabezaron al movimiento agrario del Catatumbo enviando a la cárcel a su líder Hubert Ballesteros, acusándole de lo mismo  de siempre: terrorista y miembro de las FARC; y mantienen bajo acoso permanente a los miembros de la Mesa Agraria y Popular  de Interlocución y Acuerdo MIA (principal organizadora del reciente Paro Nacional Agropecuario)    estos son víctimas de amenazas contra sus vidas y asfixiante seguimiento por parte de los órganos de “seguridad estatal”. Y para demostrar   que no perdonan a quien amenace sus privilegios asesinaron a Giovany Leiton, líder indígena y comunal de San José del Palmar, perteneciente a la Mesa  MIA, éste fue asesinado el 4 de enero junto a su compañera sentimental en el departamento de Choco.    El  cantor Julián Conrado, recientemente incorporado a la mesa de conversaciones de Paz en la Habana,  sintetiza en  un verso la manera como las oligarquías criollas ejecutan su  idea de democracia: “encarcelan, asesinan y dan tiro de gracia”.



Los vándalos en el poder van dejando pocas opciones a los pueblos para superar la grave problemática socioeconómica creada por ellos, obligándoles a buscar “salidas de  esquina" o sea todo o nada: liberación o muerte, dicho de otro modo, la lucha armada.  Al respecto   los zapatistas del EZLN señalan, “(…) pues nosotros los zapatistas del EZLN nos levantamos en armas en enero de 1994 porque vimos que ya está bueno de tantas maldades que hacen los poderosos, que sólo nos humillan, nos roban, nos encarcelan y nos matan, y nada que nadie dice ni hace nada. Por eso nosotros dijimos que “¡Ya Basta!”. Y en Colombia cuatro movimientos guerrilleros FRAC EP, ELN, EPL y reductos del M-19, resisten a la opresión por más de cincuenta años.  Las negociaciones de paz en La Habana han dejado en claro que en Colombia no es posible la solución política al conflicto social, y esto se debe a que los vándalos en el poder no quieren ni pueden comprometer cambios estructurales al modelo socioeconómico, pues afectarían los intereses de dominación global de sus amos del Norte. 


viernes, 10 de enero de 2014

El Ejército de Colombia, un peón en el ajedrez de la CIA.

Ante la entrega de la soberanía al imperio habrá que preguntar si la paz debe ser negociada directamente con el Departamento de defensa de EEUU.

Pablo Catatumbo
http://pazfarc-ep.org


En las últimas semanas la opinión pública ha conocido importantes revelaciones de medios internacionales sobre la injerencia directa de la comunidad de inteligencia del gobierno de los Estados Unidos en nuestros asuntos internos, con gravísimas repercusiones dentro del marco de las relaciones del gobierno colombiano con países vecinos, así como en el desarrollo del conflicto social y armado que vive Colombia.

Confirman estos documentos la gran cantidad de pronunciamientos de las FARC-EP respecto a la transnacionalización del conflicto colombiano y la creciente dependencia y servilismo de las fuerzas armadas del Estado colombiano al aparato militar estadounidense.

Cuando señalamos y denunciamos este hecho hace ya unos cuantos años, fuimos tachados de fantasiosos, de exagerados y hasta de dinosaurios: el discurso antiimperialista - recalcaban algunos - es algo caduco y sin asidero en el mundo actual.

Pero ahora la cruda realidad nos ratifica y vuelve a poner las cosas en su medida objetiva: el aparato militar colombiano no es más que un engranaje dentro de la maquinaria de guerra de los EE.UU, demostrándose que la insurgencia colombiana no combate simplemente a un enemigo local, sino al imperialismo más poderoso que haya existido sobre la faz de la tierra.
En este sentido es justo y necesario resaltar un elemento central de las revelaciones en mención. La forma cómo se implementó la tecnología que permite la realización de bombardeos aéreos georeferenciados a campamentos de las FARC-EP, utilizando tecnología de última generación, contra guerrilleros sin ninguna posibilidad de respuesta o de defensa.

Se hace mención al papel rector de la embajada estadounidense en Bogotá dentro de todo este proceso, así como la compleja actividad de la comunidad de inteligencia del mismo país dentro del territorio colombiano.

Pero lo más indignante de las revelaciones es que una vez implementada la tecnología de la que hablamos, la CIA se atribuyó el monopolio del conocimiento de los mecanismos de encriptación de las bombas, y el gobierno colombiano, sumiso, aceptó, ocultando esa decisión al pueblo colombiano. En lenguaje sencillo, esto quiere decir que los bombardeos solo podían realizarse si había expresa autorización de la Agencia Central de Inteligencia, CIA.

Lo denunciado por el Washington Post, da cuenta del fehaciente carácter dependiente de un ejército mercenario que, cada vez más, pierde su carácter nacional y asume un papel de lacayo y de peón de ajedrez en el marco del plan de dominación del Imperio.

Entregar el mando de las operaciones militares a un ejército extranjero y ocultárselo al país durante años, es un delito de Lesa Patria, es una infamia que mancilla nuestra soberanía e independencia y constituye delito de traición a la patria.

Ni siquiera Chiang Kai- shek, un presidente títere de la llamada China nacionalista, aceptó la entrega del monopolio de la dirección de sus tropas en plena guerra contra el Japón, cuando en el verano de 1944 el presidente de los E.U. Franklin Delano Roosevelt le solicitó el traspaso del mando de sus tropas al general Stilwell, con el argumento de que los Estados Unidos estaban abasteciéndolos. La respuesta de Chiang Kai-Shek fue la expulsión y la solicitud de retorno a Washington del general Stilwell.

Bajo esa directa injerencia extranjera, murieron heroicamente nuestros camaradas Raúl Reyes, Jorge Briceño, Martín Caballero, Acacio Medina y decenas de otros guerrilleros mártires de la lucha antiimperialista.

Ninguna de estas victorias militares del enemigo son victorias del ejército colombiano. Son mérito del andamiaje militar del imperialismo estadounidense, que es el enemigo que combatimos esforzadamente todos los días.

Falazmente, el régimen ha construido una matriz mediática basada en una espectacularidad, que en nada se corresponde con el derecho de gentes, y en una falsa gloria que ni es propia, ni es muestra de audacia, mucho menos de capacidad militar.

Todo esto se ha hecho público en momentos en que las FARC EP desarrollamos conversaciones de paz con el gobierno de Colombia. Que aún así, mantengamos en alto nuestro compromiso con la paz y la búsqueda de una salida política civilizada al conflicto, es señal de nuestra sinceridad y altura como revolucionarios.

Paralelo a esto, casi desde el inicio mismo de los diálogos, y haciendo uso de “malwares” de última generación, (programas de intoxicación informática e introducción de virus), se iniciaron operaciones encubiertas buscando infectar las computadores de contactos electrónicos de las FARC-EP, para llevar a cabo operaciones de control e identificación, al tiempo que se adelantaban intensivas operaciones de desinformación y de desprestigio en contra de integrantes de nuestra Delegación en la Habana, utilizando correos masivos, cuentas falsas en las redes sociales y la resonancia cómplice de algunos medios de comunicación.

De la misma manera, se han repetido sucesivos ataques contra los servidores de las páginas web farianas, tanto de la página oficial de la Delegación como contra la de la Delegación de Paz. La cuenta oficial de la Delegación de las FARC en Facebook ha tenido que ser cambiada en varias ocasiones pues el sabotaje impide su correcto funcionamiento.

A lo anterior, hay que sumarle numerosas acciones de abierto boicot al proceso de paz. La revelación que hiciera el Coronel Orozco, del Ejército, a Álvaro Uribe, de las coordenadas de extracción de los comandantes Sergio Ibañez y Laura Villa, es una de ellas.

Igualmente ha ocurrido con varias tergiversaciones a algunos comunicados y algunas entrevistas dadas por los integrantes de nuestra Delegación de Paz a las que se suman sucesivas campañas “anónimas” que logran amplia repercusión en los medios, retomando temas trillados, como la presunta vida burguesa de la Delegación de Paz en La Habana, la campaña de desprestigio contra Santrich y Alexandra Nariño, la foto de Iván en una moto Harley Davinson como si eso fuera un delito, las fotos del Catamarán, o de Ricardo Téllez en la Habana, supuestos escándalos sexuales por parte de integrantes de esta delegación, o su vinculación con la minería ilegal sin fundamento alguno y el fraudulento link de la revista Semana presentando a Laura Villa como ex guerrillera.

Cabe preguntarse: ¿Quién puede estar detrás de todo esto?
La más reciente de ellas, da luz sobre el origen de estas campañas de sabotaje contra la paz que ansía nuestro pueblo. Nos referimos a la campaña iniciada desde la red de emisoras del Ejército Nacional, tergiversando las declaraciones del comandante Pablo Catatumbo, integrante del Secretariado de las FARC-EP, en una entrevista con la periodista Natalia Orozco.

Desde las emisoras del Ejército y la página web de la Tercera División se falsea el contenido de sus declaraciones y se le presenta como si se tratara de un ex guerrillero desmovilizado que disfruta de privilegios desde La Habana, Cuba. Se trata pues, de la corroboración del papel del Ministerio de Defensa detrás de toda este andamiaje mediático. Lo que nos lleva a la siguiente reflexión:
¿Está el Ministerio de Defensa por fuera del engranaje del gobierno Santos, cuya bandera de campaña es que la paz dialogada es posible? ¿Es el Ministro de guerra Pinzón y los suyos un islote reaccionario?
O, por el contrario, la apuesta del régimen sigue siendo la de seguir recurriendo a esa política de doble carril de la zanahoria y el garrote, la de ofrecer el diálogo, pero a la vez hacerlo inviable, manteniendo al mismo tiempo el incremento del gasto militar y el acrecentamiento ilimitado de su máquina de guerra, so pena de que se firme un acuerdo de paz sin contenidos.
La experiencia de cuatro procesos anteriores en la búsqueda de una salida política al largo conflicto con las FARC-EP demuestra que esa estrategia no funciona.

Eso solo puede conducir a aumentar la desconfianza entre las partes y a alejar las posibilidades de alcanzar pronto un acuerdo en consenso, que signifique para Colombia la firma de un verdadero tratado de paz en dirección a poner fin al largo conflicto armado, que enrumbe al país por los caminos de una Paz estable y duradera.

(*) Pablo Catatumbo es comandante y miembro del Secretariado de las FARC-EP.

Fuente: http://www.pazfarc-ep.org/index.php/noticias-comunicados-documentos-farc-ep/delegacion-de-paz-farc-ep/1630-ejercito-de-colombia-un-peon-en-el-ajedrez-de-la-cia-pablo-catatumbo.html

martes, 7 de enero de 2014

En torno al informe del Washington Post


DECLARACIÓN PÚBLICA

El día 21 de diciembre de 2013 el diario Washington Post publicó un informe acerca de la más reciente acción encubierta de la CIA, la NSA y el Pentágono, es decir, de los Estados Unidos  de América, en el conflicto armado interno colombiano, la cual envuelve decisiones y autorizaciones de por lo menos los tres últimos gobiernos de ese país.

Interesante revelación, que pone de presente ante los ojos de muchos incrédulos, cómo los intereses representados por los gobiernos de Estados Unidos son uno de los principales detonantes y animadores  de la larga guerra que soportamos los colombianos. Estudios más ambiciosos podrían fácilmente comprobar que lo mismo ha ocurrido desde los tiempos de la Libertad de expresión: Otra lectura de la realidad: COLOMBIA


Operación Marquetalia, en 1964, algo que se reconoce públicamente en Colombia, pero que a la hora de examinar la naturaleza del conflicto se evade con irresponsabilidad asombrosa.

Según el informe, el programa de acción encubierta ha ayudado al Ejército colombiano a matar al menos a dos docenas de líderes rebeldes, de acuerdo con entrevistas realizadas a más de 30 funcionarios retirados y en ejercicio de Estados Unidos y de Colombia, al tiempo que ha envuelto operaciones de espionaje electrónico y escuchas por parte de la Agencia Nacional de Seguridad, operaciones todas financiadas con un presupuesto secreto de miles de millones de dólares, distintos a los nueve mil millones de ayuda contemplados en el Plan Colombia.

Mientras el Presidente Santos, de acuerdo con el mismo informe, trató de restar importancia al tema al ser entrevistado al respecto por el diario norteamericano, su ministro Pinzón no tuvo el menor reparo en salir a los medios a reconocerlo y endulzarlo como parte de los tradicionales acuerdos militares entre los dos países. Está claro que ninguno de los dos siente el menor aprecio por la soberanía colombiana, puesto que sobre su ánimo pesan más las imposiciones gringas en materia de drogas y terrorismo que cualquier consideración de tipo nacional. De los generales y almirantes colombianos ni hablar, sus rodillas están encallecidas por causa de tan prolongado  arrodillamiento.

No es que no se supiera o no se tuviera idea de ello, pero algo queda más claro con el informe del periódico estadounidense. Por ejemplo, que tiene toda razón el columnista Oscar Collazos cuando sugiere que la mayor contradicción que anima el debate entre los últimos presidentes colombianos, estriba en demostrar cuál de ellos se ha encargado de matar a un número más alto de sus compatriotas.

Debate que además es reproducido con evidente interés por los medios colombianos, siempre tan proclives a publicitar y engrandecer lo que tan nefandos personajes llaman crímenes de las guerrillas. O que se pueda ahora parodiar a la senadora Piedad Córdoba cuando afirmó que Colombia era una inmensa fosa común, diciendo que con el consentimiento de los últimos gobiernos, Colombia es víctima de la más descarada e impune de las chuzadas por cuenta de los servicios de inteligencia de una potencia extranjera.

Del mismo modo, el citado informe incluye revelaciones que producen escalofríos.

Al reseñar que según el Presidente Santos /"parte de la experiencia y de la eficiencia de nuestras operaciones y nuestras operaciones especiales han sido el producto de un mejor entrenamiento y conocimiento que hemos adquirido de muchos países, entre ellos los Estados Unidos", /avala lo que el informe precisa en torno al traslado de la experiencia norteamericana en Afganistán y el combate a Al Qaeda al conflicto colombiano, es decir los procedimientos de inteligencia que incluyen los sobornos, las capturas ilegales, los desaparecimientos, las torturas y las presiones ilegales contra personas de quienes se espera conseguir información.

De donde se  desprende que la actual degradación de los métodos empleados por las fuerzas militares, policiales y de seguridad colombianas tienen origen en la instrucción y asesoría brindada por los norteamericanos.
El gobierno de Juan Manuel Santos es conocedor de los secuestros, chantajes, amenazas de muerte y atentados empleados por la inteligencia colombiana en su afán por conseguir, mediante las familias de los mandos y combatientes guerrilleros, la ubicación de estos con el objetivo de asesinarlos, métodos de los que no se han escapado ni siquiera los familiares de los integrantes por parte de las FARC-EP en la Mesa de La Habana. Como conoce bien, por sus tiempos como ministro de defensa de Álvaro Uribe, la verdadera trama de la inteligencia militar que condujo al espantoso asesinato y mutilación del camarada Iván Ríos.

Tampoco pueden escapar al análisis del informe, las interpretaciones unilaterales e interesadas de las leyes internacionales por parte de los sucesivos gobiernos estadounidenses, actitud ante la cual la dirigencia colombiana se inclina de manera sumisa.

Bastó con que el señor Reagan autorizara las intervenciones militares de su país en cualquier nación bajo la excusa del combate al narcotráfico, o que el señor Clinton las autorizara para garantizar a su país control de los recursos estratégicos ubicados en cualquier lugar del mundo, o que el señor Bush obrara de igual manera con el pretexto de prevenir lo que su gobierno calificara de amenaza terrorista, para que las nociones de independencia, soberanía y auto determinación delos pueblos pasaran al museo de la historia, al lado de los cadáveres de los derechos fundamentales de la persona humana.

Sólo tan descarado reinado de la arbitrariedad nacida de la fuerza bruta permite explicar, como lo corrobora el informe, la agresión de las fuerzas militares colombianas contra la soberanía del Ecuador el 1 de marzo de 2008, así como los sucesivos asesinatos a traición de comandantes guerrilleros colombianos por fuera del combate, mediante el empleo de las cínicamente llamadas bombas inteligentes o el accionar de las fuerzas especiales. El informe revela los esfuerzos de la CIA y el Pentágono por obtener las repudiables y solitarias interpretaciones jurídicas mediante las cuales se perpetran todos estos crímenes, al tiempo que deja al descubierto la perversidad de las academias norteamericanas de leyes en que se cuecen todas esas novísimas teorías legales, que se encargan de legitimar el terror como método respetable de actuación política.

Es seguro que estudiosos más sesudos podrán extraer muchas más implicaciones del mencionado informe, pero además de lo dicho cabe preguntarse a estas alturas, cuando se aproxima en La Habana la discusión sobre el tema de los cultivos de uso ilícito, cuál es el verdadero papel que esta oligarquía vende patria concede en realidad a la Mesa de Diálogos y el Proceso de Paz con las FARC-EP, o a una eventual Mesa con el ELN, cuando está expuesta ante la opinión nacional e internacional la suma de intereses que impulsan la profundización del conflicto armado en nuestro país.

Cuántas dudas deja sembradas el informe comentado sobre la voluntad de paz del Estado colombiano y su amo imperial. Lo cual nos reafirma en la idea de que una verdadera paz en nuestro país sólo puede ser conseguida con la participación masiva y decidida de los millones de colombianos víctimas de este régimen, que acaban de sufrir una burla más con el ridículo aumento del salario mínimo legal, mientras crece geométricamente el presupuesto militar para aplastar su inconformidad.
 Prensa FARC EP
SECRETARIADO DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP
Montañas de Colombia, enero de 2014, año del 50 aniversario de nuestro alzamiento.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Colombia en el 2013

JUEVES, 26 DE DICIEMBRE DE 2013 20:15 LIBARDO SÁNCHEZ GÓMEZ ESPECIAL PARA LA PLUMA

En  Colombia en el  2013 se han producido varios tsunamis sociales los cuales, en buena parte, determinarán el futuro de la nación. El primero llegó como una real posibilidad de solución política a la guerra civil de más de medio siglo, las conversaciones entre las FARC EP y el Gobierno prometían traer la tan anhelada paz con justicia social, pero hasta ahora no se vislumbra  por ninguna parte paz ni  justicia.
Desencanto es lo que se percibe en el ambiente, pues  a las múltiples propuestas de cambios estructurales de tipo social, económico y político lanzadas por los insurgentes el soberbio jefe de negociadores del régimen, Humberto De La Calle Lombana, invariablemente,  contesta: NO. Juan Manuel Santos, envalentonado por el apoyo del imperio USA, está convencido que la guerrilla se siente derrotada, y que se entregará a cambio de unas cuántas curules; pero todo parece indicar que las FARC están dispuestas a resistir otros cincuenta años, saben que el imperio va en franco declive y que la oligarquía sin su apoyo no aguanta un día, y, al fin y al cabo, en la guerra asimétrica no hay afán alguno.
El otro maremoto social vino de parte del sector campesino; primero fue el levantamiento de los cafetaleros; estos mostraron al mundo la panorámica ilusoria de la industria del café, manejada por una burocratizada e inepta Federación; en un contrasentido, Colombia importa el 80% del consumo interno y, no obstante, se muestra como un país exportador de grano. Los cafetaleros, también, enseñaron a no tenerle miedo a los esbirros del ESMAD, poniendo contra la pared al Gobierno de Santos; luego los campesinos del Catatumbo  desnudaron el carácter mentiroso y sanguinario de las castas en el poder. A los reclamos por el incumplimiento de  promesas de vieja data, mejoras en la salud y educación y conformación de algunas zonas de reserva campesinas, la oligarquía les contestó asesinándoles varios de sus integrantes y llevando a la cárcel a su máximo líder Hubert Ballesteros, acusándole de guerrillero. Luego los campesinos productores de papa, leche y pequeños mineros del Valle de Ubaté y Norte de Boyacá, avanzaron como bola de nieve por toda la geografía nacional denunciando como los TLCs firmados a diestra y siniestra están acabando con el agro y la industria nacional; el Paro Agrario Nacional, el cual sigue entre paréntesis, aún,  amenaza con dañarle la reelección a Juan Manuel Santos.
Y en el ojo del huracán se eleva la anunciada destitución e inhabilidad política del Alcalde Mayor de Bogotá Gustavo Francisco Petro Urrego por parte del procurador Ordoñez; situación que ha permitido urdir un gran manto de interpretaciones y lecciones para todos los gustos. Hay consenso general acerca de que un funcionario no elegido en las urnas no debería tener facultades para destituir a otro que haya recibido el favor popular. Para el congreso de los Pueblos, “Este tipo de decisiones niega las garantías políticas para que la oposición participe en la institucionalidad estatal, ya sea en los espacios de gobierno, o en cualquier otra instancia”. Y para la DELEGACION DE PAZ DE LAS FARC-EP: “(…) denuestras gargantas también sale el grito colectivo y nacional que va más allá de un no a una aberrante destitución del alcalde capitalino, porque se trata del grito que expresa el resurgimiento del espíritu de un proceso constituyente en el que deberá sentirse a plenitud el protagonismo del soberano que es el pueblo”.
Una primera lectura de los últimos acontecimientos muestra que en Colombia existe una amplia base popular que cree que se puede construir un nuevo edificio social con ladrillos de izquierda. El amenazado Alcalde Petro cuenta con el respaldo de millares de ciudadanos a los que les gusta la orientación que le ha dado a la administración capitalina. El pueblo raso no está de acuerdo con las razones expuestas por el procurador Ordoñez para castigar al Alcalde, todo lo contrario, el haber intentado, así fuera parcialmente, quitar el negocio de las basuras a los contratistas privados es visto como una hazaña heroica del burgomaestre. El grito colectivo de apoyo a la iniciativa de rescate de lo público por parte de Petro no ha sido sólo a nivel de la capital sino que retumba de peña en peña por toda la agreste geografía nacional, el eco golpea airadamente al omnipotente y omnisciente procurador y asusta al régimen.
Las medidas asumidas por Petro, y que lo tienen al filo de la navaja, son vistas como acciones propias de un político de izquierda. Es indudable que un amplio sector social gusta de las gestiones que defiendan lo público, dejando en claro que los ciudadanos creen que las empresas, que ayer eran del colectivo y hoy están en las huesudas manos del sector privado,  deben volver  a ser manejadas directamente por el Estado. La misma derecha, para ganarse la simpatía de las masas, realiza acciones de tipo socialista y recurre al discurso de la izquierda; por ejemplo, el caballo de batalla de Álvaro Uribe Vélez ha sido  “la seguridad democrática”, siendo en realidad todo un paquete ideológico de ultraderecha; y los seguidores de Peñaloza aprovechan el amor por la naturaleza de la ciudadanía para ganar adeptos, llaman Partido Verde a su agrupación neoliberal, enemiga por esencia de la preservación de los recursos naturales. Así mismo, para mostrase con rostro humano, la oligarquía usurpadora y sanguinaria recurre al asistencialismo, lo más cercano del capitalismo al socialismo; Santos compra unos bultos de papa a los campesinos y los reparte en algunas de las zonas urbanas más deprimidas, de paso pone contentos a los inconformes productores paperos y gana votos entre los más pobres.
Las transformaciones sociales y políticas que buscan los insurgentes en La Habana, los anhelos de los campesinos y las medidas de fortalecimiento de lo público por parte del Alcalde Petro son banderas propias de la izquierda, de la izquierda revolucionaria la cual nadie ve; por eso cabe preguntar ¿dónde está la izquierda  que condena la explotación de los usurpados por los usurpadores, la de la combinación de las distintas formas de lucha, la del uso de las armas para acceder al poder, la de la nacionalización de los recursos naturales y de la tierra, para entregarla a quien la trabaja y la de la superación del fallido sistema capitalista? Lamentablemente en Colombia esa izquierda revolucionaria debe permanecer oculta, pues cuando asoma la cabeza las castas dominantes la decapitan; más de diez mil miembros del partido de izquierda Unión Patriótica fueron sometidos a un premeditado genocidio, urdido y ejecutado desde las más altas esferas del régimen. El líder agrario Hubert Ballesteros está en la cárcel acusado de rebelión por estar al frente de la protesta de los campesinos del Catatumbo; el periodista Joaquín Becerra está en la cárcel acusado de apoyar a los alzados en armas, su pecado ser Director de ANNCOL, medio de comunicación alternativo que aterra al régimen. A piedad Córdoba, liberal progresista, le decretaron la muerte política. Así que la izquierda real tiene que operar como laboriosas hormigas desde los túneles de la clandestinidad.
En actividad está la “izquierda” que hace lo que la derecha le permite y dice lo que ésta gusta oír. Es una izquierda socialdemócrata y en muchos casos, apenas, social liberal. Sus miembros se han acomodado a la izquierda de la derecha y gustan de las inusitadas canonjías que otorga  el parlamento; mientras un trabajador del común gana alrededor de medio millón de pesos un zángano parlamentario obtiene cerca de cuarenta y cinco millones; este sólo hecho amerita un alzamiento en armas. Esta “izquierda”, como la química moderna que obtiene nuevos compuestos a partir de elementos incompatibles, establece sincretismos con inconciliables facciones de la derecha; el Partido Comunista y La Unión Patriótica, con la mira puesta en las próximas elecciones, se amalgamaron con el neoliberal partido Verde; ¿será que los Verdes   giran a la izquierda o la UP y el PCC a la derecha?
La tormenta Petro y procurador Ordoñez, tal vez, termine en empate técnico, es decir que todo siga en medio de un mar calmo, necesario para conducir el barco de la reelección a puerto seguro; no obstante, Petro puede realizar una jugada maestra, podría aceptar su destitución, pero sin inhabilidad alguna; convertido en la gran víctima catapultará automáticamente su aspiración presidencial en el mediano plazo.
A los rebeldes negociadoras en La Habana el régimen les envía un mensaje con un contenido filosófico simple y a la vez profundo, tendrán que abandonar la lucha armada a cambio de nada. Y si algún día logran acceder a cargos administrativos, como lo hizo Gustavo Petro, jamás deberán intentar alterar las reglas.
Amargo sabor dejó en la opinión general el Congreso de la República, demostrando que es un ente inútil para llevar a cabo las transformaciones sociales que requiere el país. Sus miembros hacen gala de total desprecio por sus electores; aprobaron leyes contrarias al interés popular; el peor desafuero fue la Ley del Fuero militar, que iría a profundizar la violación de los derechos humanos. Afortunadamente la corte constitucional la declaró inexequible. Certificaron la reforma a la Justicia, incluso, sin que el presidente de la Cámara el delfín simón Gaviria la hubiese leído; esta vez la presión popular impidió que el presidente Santos la firmara. También, en vez de anularla, aprobaron la reforma de la Ley 100, autoría del “Gran Colombiano”, fortaleciendo de paso a las voraces EPS.
Como epílogo, en el horizonte cercano nuestra realidad queda sembrada de azarosos interrogantes, ¿se firmará la anhelada paz con justicia social en La Habana? ¿Petro seguirá frente a la Alcaldía Mayor de Bogotá? ¿El Paro Nacional Agrario dará al traste con la reelección presidencial de Santos? Amanecerá y veremos.
Libardo Sánchez Gómez especial para La Pluma, 26 de diciembre de 2013

Timoshenko le responde a León Valencia



Escribe el señor León Valencia una columna en la revista Semana, con fecha 21 de diciembre, en la que me confiere el dudoso honor, más ambiguo todavía por compartirlo con el Presidente Juan Manuel Santos, de personaje del año. El solo hecho de que el nombre de un revolucionario sea insinuado como objeto de reconocimiento por parte de los grandes medios de comunicación, es indiciario de que alguna trama oscura se está tejiendo en torno a él por los poderes dominantes.
Por encima de sus afectados esfuerzos por distanciarse en justa proporción de cada uno de sus candidatos, salta a la vista la doble zalamería del señor Valencia, quien como buen representante de esa izquierda acomodada y ajena al tejido real de la lucha popular, jamás vacila en encender una vela a Dios y otra al Diablo, confiando en ganar la generosa condescendencia de los revolucionarios mientras lame de las mieles que resbalan por entre los dedos de la reacción.
No sé de dónde saca el señor Valencia, para elogiar la que estima valiente actitud a dialogar del Presidente Santos, que éste ha reconocido las graves limitaciones de la democracia colombiana y sobre esa base ha abierto las ventanas para las reformas y la paz. Apenas ocho días atrás, en la Convención del Partido Cambio Radical, Santos afirmó enfáticamente que en La Habana no se está negociando el Ejército, ni el sistema político, ni el sistema económico, volviendo a repetir que:
“…allá lo único que se está negociando es una transición para que esta gente deje las balas, deje armas y las cambie por los votos, por los argumentos”, descartando, como lo ha hecho siempre, la mera posibilidad de reformas capaces de alterar de algún modo el orden vigente. Y volvió con sus designios de incrementar como nunca antes el pie de fuerza militar y policial, al igual que sus capacidades de todo orden,“para que mantengan esa situación que nos enorgullece”.
La presunta valentía que el señor Valencia asigna al Presidente por haberle reintegrado a la insurgencia su reconocimiento político, en la práctica se traduce en denominarla apenas como esa gente a la que su gobierno ha “propinado los golpes más contundentes de toda su historia: el número uno, el número dos, más de 40 cabecillas y el número de integrantes de esas organizaciones en armas, están su nivel más bajo de toda la historia”.
Concederle melosamente el beneficio de la duda hacia el futuro en materia de reformas, en realidad equivale a otorgarle el aval por todo cuanto está haciendo el día de hoy en contra de los intereses del pueblo colombiano. Al fin y al cabo el señor Valencia comienza su nota señalando que si bien  el señor Santos no está despertando gran entusiasmo, éste le sobrará en cuanto firme la paz, como picando el ojo a quien de modo no tan subliminal sugiere como próximo Presidente.
Con aires de perseguido, recuerda que por defender la paz es señalado como terrorista y defensor de regímenes dictatoriales. Lo cual no le evita lanzarse a afirmar que las FARC gozamos del rechazo generalizado, que la inmensa mayoría de la opinión pública no reconoce ningún tipo de razón a nuestro alzamiento en armas, que somos una guerrilla vieja, acosada por la degradación del conflicto y hasta perturbada. ¿De veras odiará la ultraderecha a quien escribe esas cosas?
Muy de acuerdo con su juicio perverso acerca de la insurgencia, de la cual se retiró seducido por los cantos de la globalización neoliberal y el fin de la historia,  dice escribir a fin de estimularme para que me mantenga absolutamente firme en mi decisión de llevar las FARC a la paz. Su cauto escepticismo no deja de revelar su torcida intención de hacer creer que la paz, en un país como Colombia, depende de la decisión unilateral de una sola persona, de entregar las armas y rendirse.
Si fuera así, la desmovilización del mismo señor Valencia años atrás hubiera significado la paz para el país. Pero él sabe bien que a las FARC y a la Colombia real nos cabe traer a cuento el famoso verso de Juan de Dios Peza: “Así, dijo el enfermo, no me curo; ¡yo soy Garrik!… Cambiadme la receta”. Nuestra patria conocerá la paz cuando sean desmontadas las causas que originaron y alimentan el conflicto, lo cual exige muchas más voluntades que la sola de Timoleón Jiménez.
Comenzando por la del Establecimiento, que se muestra convencido, con Santos a la cabeza, y no con Uribe como muchos piensan, que la paz nacerá de la victoria militar contra la insurgencia, esto es que en la Mesa de Conversaciones simplemente se refrendará con nuestras firmas lo que la fuerza militar y paramilitar del Estado conquistará en el campo de batalla. Lo cual les impide, naturalmente, comprometerse en un cese el fuego bilateral o en cualquier acuerdo humanitario.
Es con esa misma óptica sesgada, así no parezca consciente de ello, con la que el señor Valencia piensa que llegó la hora de que en la Mesa dejen de pedir las FARC, para pasar ahora a responder ante los imperiosos requerimientos con los que el Estado espera aplastarnos. Pues no, el Estado colombiano, su régimen político, las clases dominantes en el poder, tienen que reconocer su papel fundamental en la violencia y el horror vividos en nuestro país por tan largo tiempo.
Y comprometerse con sinceridad a desmontarlo definitivamente. Abriendo todos los escenarios a la participación del pueblo colombiano en la toma de las decisiones más importantes para el futuro de la nación. Cuando todo el Establecimiento presiona porque la insurgencia no pueda salir a hacer política, lo hace porque tiene la certeza del inmenso caudal de opinión que estamos en capacidad de mover en este país. Las grandes mayorías tienen también su papel en la paz.
Por eso el gobierno de Juan Manuel Santos se ha opuesto radicalmente a la participación de los colombianos en la Mesa de La Habana, por eso se opone a la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, por eso desprecia olímpicamente cualquier tipo de reformas que abran seriamente el espacio a la deliberación política abierta del pueblo colombiano, que impliquen alterar siquiera un poco las crecientes ganancias del gran capital y el latifundio.

Por eso, porque se inspira en el imperio romano, Santos considera que la paz consiste en contar con un invencible aparato de aplastamiento a la lucha popular. Y es precisamente a eso que el pueblo de este país y la insurgencia armada nos hemos enfrentado durante medio siglo. No, señor Valencia, si ser el personaje del año implica comulgar con semejante burla a nuestro país y su gente, permítame decirle con franqueza que lanzo su ofrecimiento al fango.