Nelma Forero Sánchez
Lo que
la clase dominante en Colombia denomina democracia es la posibilidad de asistir a las urnas para
elegir representantes, que casi nunca representan los
intereses de los electores. Hace 40
años, año 1974, se realizó la primera elección presidencial después del pacto
del Frente Nacional, y se siguen eligiendo y reeligiendo los mismos. El pueblo colombiano asiste
cada cuatro años a las urnas convencido
de elegir a quien le representa, y la clase dominante aprovecha el hecho para
mostrarle al mundo que en Colombia existe democracia, ya que también participan
las “izquierdas”; claro que sin posibilidad real de acceder al poder, estas
jamás han obtenido más del 10% de las curules en el Congreso; no se les ha permitido constituirse en una verdadera
opción presidencial, la clase dominante ejerce su dominio de manera excluyente, sin dudarlo, cuando
siente amenazados sus privilegios, elimina
a los opositores con balas o con “leyes”.
La situación de hoy es un poco
diferente, la amenaza para las castas en el poder no proviene del 10% que apoya
a “las izquierdas”, los intranquiliza que el 55% de electores no quieren seguirlos; la opinión desafecta
está dividida así: el 30% está decidida
a votar en blanco y el 27% permanece
indecisa; en este escenario, una de las probabilidades es que el voto en blanco
resulte como el gran triunfador. Cabe anotar que el tarjetón trae dos posibilidades
de VOTO EN BLANCO, la que
el CNE llama el voto en blanco general,
en esta aparece una casilla en blanco para marcar; y la otra opción es la que trae el logo-símbolo del grupo de ciudadanos
promotores del voto blanco. Los votos
marcados en esta casilla con logo-símbolo
serán contabilizados para la reposición en dinero a los promotores inscritos,
mientras que la casilla general no da dividendo económico a nadie.
¿Qué otra cosa dicen las normas
sobre el voto en blanco? Primero. El voto en blanco se contabiliza para el
umbral. Segundo, para que pueda vencer el Voto blanco debe obtener la
mayoría absoluta, es decir la mitad de los votos válidos más uno; significa que el voto en blanco es más
exigente que para cualquiera de los candidatos, pues solo necesitan una mayoría
simple, a no ser la elección
presidencial que exige ir a segunda vuelta.
Tercero. Si vence el voto en
blanco se deben repetir las
elecciones, a ésta nueva elección solo
se pueden presentar los partidos que hayan superado el umbral, lo que significa
que los partidos pequeños y los
grupos de ciudadanos saldrán automáticamente del escenario “democrático”. Así mismo, pase lo que pase, en la nueva elección será elegido el que tenga la mayoría simple,
sin importar que vuelva a ser triunfador el voto en blanco; solo se repite una
vez la elección.
¿Qué hace que la situación actual
sea diferente? Pues que los que están decididos a votar en blanco son los
electores que tradicionalmente han seguido a la clase dominante, entre ellos
están los campesinos que apoyaron el paro agrario, siempre han ido
a las urnas como un rebaño tras su pastor; estos están en el 30% que quiere
votar en blanco. Se escuchan voces de “izquierda”
y de derecha indicándoles: “tengan cuidado,
que no se sabe quién está detrás del voto en blanco”, también, se oyen
voces diciendo que “es mejor dirigir el
descontento hacia alguien y no al vacío”.
En cuanto al 27% de indecisos,
unos no quieren ir a las urnas (abstención activa) no le temen a la cacareada frase de que si no votan no pueden reclamar, Y otros quieren
anular el voto “tachando todas las caras”;
esta opción tiene dos elementos uno
que no suma para el umbral, pero sí cuenta para las estadísticas de
participación; sin embargo, en cualquiera de los escenarios, “con cara gana la
clase dominante y con sello pierde el pueblo”, si gana el voto en blanco se
repite la elección ¿quién al final saldrá triunfador? Como siempre, los partidos de las mayorías. Si se anula el
voto ¿quién pierde? El pueblo, porque la clase en el poder justifica el voto
nulo como fruto de la ignorancia del populacho en el manejo del tarjetón. Solo la abstención activa, con participación en las
calles, puede generar conciencia, logrando que el
pueblo por fin gane una.
Al margen de lo anterior quiero
hacer una pequeña nota: El cálculo de probabilidades es una ciencia que permite
realizar pronósticos, sirviendo como herramienta a la estadística; a través de
encuestas, por ejemplo, se puede conocer lo que están pensando los electores; y el
pronóstico indica que uno de los
partidos que no podrá alcanzar el umbral es el martirizado partido Unión
Patriótica; ¿quién es el culpable? Parece que “la vaca”.
A pesar de las certezas estadísticas las actuales directivas, torpemente, decidieron someterse al juego
electorero; las bases, que recuperaron la Personería Jurídica y que fueron
sacadas a sombrerazos, señalaron
claramente que la UP no debería ir a elecciones hasta tanto no se recompusiese
el Partido y fuese reparado en su totalidad so pena de volver a perder dicha
Personería, parodiando
al humorista uruguayo Hebert Castro: “se
le dijo, se le advirtió, se le informó, se le anunció, se le aconsejó, se le recomendó”,
y las flamantes directivas, como “el pobre Peraloca” no hicieron caso. Aún están a tiempo de enmendar el error; tampoco
es justo que expongan la vida de más upeistas. Teniendo el pleno convencimiento de que la UP perderá
la recién recuperada Personería Jurídica, deberían retirar las listas a la
Cámara de Representantes; las serias amenazas contra la vida de miembros y candidatos y la falta de
recursos hacen que la UP vaya a las elecciones en condiciones
desventajosas, siendo un argumento suficientemente válido para no participar en las
próxima contienda electoral.
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