Libardo Sánchez Gómez
La
oligarquía a través del tiempo ha sabido llevar
al límite de la tolerancia física,
mental y ecológica al pueblo colombiano sin que éste parpadee, y sobre ese
delgado hilo de aguante popular someten y roban, acumulando privilegios. Dos mostrencos soportes les permiten expoliar a
sus anchas, el departamento de defensa del alicaído imperio
gringo y un ciclópeo estamento militar, conformado por héroes de papel y podrido
hasta la médula cuyos cacareados éxitos militares, en contra de algunos
comandantes de la insurgencia, por los cuales se les da el tratamiento de
héroes, no son más que acciones teledirigidas por el ejército USA. Lo que sí atañe
directamente a los militares son los “falsos positivos”, la prostitución
homosexual entre altos mandos y cadetes, las “chuzadas” a diestra y siniestra y la ratería
del abultado presupuesto destinado a lanzarle bombas a la insurgencia a
través de la manigua; Alberto pinzón Sánchez dice que “la naturaleza de la guerra en Colombia es que es una guerra contra el
pueblo que legitima el negocio y la corrupción del generalato y los
contratistas de pertrecho…” (Salvo la
Ilusión todo es el Poder). Pero tras el
vandálico accionar de la oligarquía hay todo un telón de sometimiento de las
castas dominantes, externamente al
imperio USA y al
interior a la bota militar, los militares, a su vez, doblan la cerviz ante el tío Sam; unos y
otros son quienes manejan verdaderamente los hilos del poder. El presidente no
es más que una dócil marioneta manipulada
por las garras del águila imperial y la
verdosa mano militar.
El
alto umbral de tolerancia del pueblo colombiano hizo que pasara de agache el asesinato de líderes sindicales,
estudiantes “revoltosos”, indígenas y campesinos reclamantes de tierras. No asombró a muchos la eliminación física de
cerca de diez mil miembros del partido político Unión Patriótica, ante su genocidio la sociedad, en su conjunto,
levantó los hombros y siguió impertérrita en su resignado rebusque. Pero a los
vándalos en el poder se les fue la mano cuando tocaron los bolsillos de la
pequeña burguesía rural, rompiendo el resistente hilo de la tolerancia.
Y la mansedumbre del cordero se transformó en la fiereza del león. Una semana
fue suficiente para que los campesinos le hicieran entender a las castas
dominantes que los azadones están listos a cavar su tumba.
El
imperio impuso a Colombia un TLC a su acomodo, el cual amenaza con llevar a la
ruina a los otrora complacientes campesinos ricos; lo peor del caso es que a la oligarquía criolla le está vedado cuestionar dicho tratado, so pena de perder
el apoyo del imperio, sin el cual la
insurgencia les podría arrebatar de un día para otro el poder. En el susodicho TLC se contemplan medidas aberrantes, como aquella que prohíbe al productor
colombiano sembrar las semillas que ancestralmente han
brotado en su terruño, obligándoles a emplear las que provee la
transnacional Monsanto. Hace unos días se
encarceló a un grupo de campesinos
arroceros del Tolima los cuales iniciaban la siembra en sus campos de secano; y
para dar cumplimiento al susodicho tratado les quemaron 170 toneladas de semillas autóctonas. Gracias
al Paro Nacional Agrario se suspendió, provisionalmente, tal abrupto; también, se frenaron temporalmente las
importaciones de papa y leche; no obstante, de acuerdo a lo firmado en el TLC
cualquier salvaguarda tendrá una duración máxima de dos y medio años, así que
en el cercano futuro el Tratado se volverá a aplicar con todo el rigor que éste
exige. Cuando esto ocurra, ¿el delgado hilo de la tolerancia soportará tanto
colonialismo? Todo indica que el umbral de aguante no dará para tanto y que las azadas blandirán de nuevo sobre la cabeza de la oligarquía.
Y
cabalgando sobre el lomo de la tolerancia se acercan los comicios electorales
donde se presume se reelegirá al presidente Juan Manuel Santos y a la mayoría
de parlamentarios. Solo que el corcel del voto en blanco se está encabritando,
y amenaza con apear a la mayoría de reeleccionistas. Diferentes
encuestas, realizadas por empresas
afectas al Establecimiento, muestran que
el voto en blanco será el absoluto ganador, pues en todas las regiones gira
alrededor del 40% de votantes. Si la tendencia se mantiene, y parece que muchos
de los indecisos se inclinan por esta opción, el mismo Santos podría quedar de
a pie; otro que podría bajarse del asno es el ex presidente y aspirante al
senado Álvaro Uribe al que, por cierto,
no le ha ido muy bien en sus apariciones en la plaza pública, donde los tomates y huevos podridos le han hecho brotar
lágrimas de cocodrilo. A sus detractores no le ha pasado nada, porque afortunadamente
permanece arrinconado en su madriguera en el bunker de la policía; no obstante, desde allí valiéndose de los daticos de tal cual
“chuzada”, que le suministran por debajo de cuerda los militares, se la pasa urdiendo
complots en contra de una de las pocas oportunidades que tiene la humanidad para sobrevivir, como es el experimento de construcción del Socialismo del Siglo XXI en Venezuela, y contra el proceso de paz que se
adelanta en La Habana.
Definitivamente,
en el gana - gana de la oligarquía
con el voto en blanco, del que habla Nelma Forero (Algunas precisiones sobre el voto en blanco: gana - gana para la clase
dominante) la gran perdedera será la
“izquierda” parlamentaria, esa que a pesar de haber comprobado que el
parlamento colombiano es un escenario inútil para lograr las transformaciones
sociales que el pueblo demanda, insiste en disfrutar de las migajas que la
oligarquía le sirve en bandeja desteñida.
De esa izquierda acomodada dice Sara Leukos, “Concilian con una vida burgués y cómoda
públicamente, solo excepciones logran salir, pero en un marco abierto no trascienden a la esfera de lo político hacia una ruta de lo
público. Inmersos en un protagonismo extendido por la historia y al lado, bajo
una interlocución con un heredado
servilismo político de la clase dominante
enclaustrado con los fines ruines
del capitalismo” (La izquierda parlamentaria de Colombia, amor de
madrugada o un trasnocho épico?)
Pero el
gana-gana de la oligarquía pisó la
frontera de la tolerancia, y tendrá que enfrentar en adelante profundas
convulsiones sociales. El voto en blanco será un serio indicativo de que el
pueblo no tolera más sus tropelías. Los cacicazgos tradicionales
se frotan las manos porque sus listas no tendrán competencia al repetirse
la elección, solo que tendrán que votar entre ellos mismos porque muy pocos electores irán a las urnas. Además,
el hecho de no contar con la izquierda, como comodín, implicará una total
deslegitimación de la, mal llamada, democracia tanto al interior como al
exterior. La misma autora Sara Leukos anticipa que “se avizoran fuertes cambios, los movimientos sociales trazan una rebelión
desde abajo, hacia el sistema que produce pobreza, engaña, explota, roba y
elimina”. Y según la Mesa Agropecuaria y Popular de Interlocución y Acuerdo
MIA, aún, no se han logrado acuerdos definitivos con el Gobierno, y es de
esperarse que así sea ya que, como reiteradamente se ha señalado, las castas
dominantes no pueden cambiar ni una coma
al TLC firmado con sus amos. Se escuchan rumores que para finales de abril, a
pocos días de celebrarse las elecciones presidenciales, el Paro Agrario
Nacional podría salir de su aparente catalepsia y de paso dar al traste
con el sueño reeleccionista de Juan Manuel. ¿Una nueva Constituyente
espera al borde del abismo?
También,
es muy cierto que pasadas las elecciones ya sea que Santos salga reelegido o no
las conversaciones de paz en La Habana llegarán a su fin; para Juan Manuel
estas no son más que un embeleco para apuntalar su reelección, cosa que hasta
el momento le ha funcionado. Dice el sociólogo Francisco Leal Buitrago que “Santos se encuentra así en una encrucijada
frente a la coyuntura de su reelección, enarbolando la única bandera que le
queda: la paz; en medio de diversidad de fuerzas sociales disgregadas,
identificadas con su desencanto con la política”. El mismo Santos dijo recientemente en España: “El modelo no se negocia en una mesa de
diálogos. Solamente se trata de encontrar la manera para que la guerrilla se
desmovilice”. Tampoco hay que
olvidar que a ningún vasallo de la casa de Nariño le está permitido firmar
acuerdos, que impliquen algún tipo de cambio estructural al modelo, eso tan
sólo es resorte de Washington; la paz nos la tenemos que ganar a pulso los colombianos en contra de la
oligarquía y del mismo imperio. Nuestra paz tendrá que pasar por una etapa
(¿guerra?) de descolonización previa.
¿Qué le
espera en el futuro cercano a Colombia? A todas luces, en el 2014 los colombianos vamos a enfrentar la profundización del
conflicto social y armado. Algo muy importante es que el pueblo está
recuperando su conciencia de clase; por tanto el, natural, odio entre clases sociales se verá reflejado
en calles y carreteras. La oligarquía, en palabras de Roland Denis (Desactivar el fascismo) expandirá “su propia necesidad de violencia, sustentada
en odios simples nacidos del miedo a la igualdad y la pérdida de privilegios”.
Y muy a pesar de las ganas de claudicación de la insurgencia por parte de los "pazólogos”, la
insurgencia avanzará en su reingeniería táctica y estratégica; en sus
comunicados, que aparecen en los diferentes medios de comunicación, se dice que
ya existe total coordinación entre FARC, ELN, EPL y los reductos que quedan del M_19; y según
afirma la misma insurgencia apropiarán
para sí la estrategia militar de “quitarle
el agua al pez”, lo que significa que “enfrentarán
con decisión uno a uno a todos aquellos
que en campos y ciudades estimulen y/o financien la creación de grupos
paramilitares”. Eso sí, algo que espera el pueblo de parte de la
insurgencia es que no vuelvan a dejarla
desprotegida, como ocurrió con los militantes de la Unión Patriótica y muchos
simpatizantes de ellos mismos. Difícil entender cómo las FARC permitieron que militares
y paramilitares en zonas como Viotá acorralasen familias enteras en sus
parcelas, acusadas de ser auxiliares de los alzados en armas, y les prendieran
fuego junto con sus gallinas y cerdos hasta ser consumidos por completo.
Y en
medio de la vorágine de la guerra, que no a todos toca y que muchos quieren, la izquierda revolucionaria,
para sobrevivir a la arremetida paraestatal, tendrá que accionar bajo la
sombra. El reciente ataque armado en Arauca a la caravana de Aida Abella,
candidata presidencial por la Unión Patriótica, así lo indica. El Gobierno en
boca del infantil ministro de guerra Pinzón se lavó fácil las manos echándole
la culpa al ELN; hay que recordar que cuando ocurrió la masacre de Segovia
contra militantes de la UP el ministro de entonces, igual que ahora, culpó del
genocidio al mismo grupo insurgente; sólo que poco tiempo después la corte
suprema de Justicia condenó a 30 años de cárcel al Congresista César Pérez
García, como determinador del genocidio (por cierto muy amigo del Camarada
Carlos Lozano, ver: http://libsang-elviajeroysusombra.blogspot.com/2013/06/no-me-muevo-y-punto-porque-no-puedo.html) quien acompañaba a
Aida en su gira por el llano.
A propósito de la candidatura de la camarada Aida
hay que decir que es una candidatura fuera de forma y de tiempo; luego de
tantos años de exilio anda un poco despistada; es una insensatez presentarse a
elecciones sin esperar a recomponer cuadros y liderazgos a nivel nacional lo
cual toma su tiempo. El afán de protagonismo de unas directivas
obtusas enterrará definitivamente el
proyecto de nuevo país llamado Unión Patriótica, pues con Aida Abella
desaparecerá para siempre la personería jurídica de la UP.
lisago25@gmail.com
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