Libardo Sánchez Gómez
Desde 1975 en
Colombia se han venido ofreciendo a lo largo y ancho del país programas
académicos a distancia, hoy hay más alumnos en la modalidad a distancia que en
la presencial, aunque, no siempre han sido virtuales ya que “artefactos” como las TIC´s se han incorporado al modelo a distancia
tan sólo en los últimos años, sumándose
a los textos que imponen, según Rubén Ramos, “(...)modelos ajenos a las condiciones económicas, sociales, políticas y
culturales de la pobreza y desigualdad en nuestros países” (Educación a distancia: ni modalidad pedagógica
ni aprendizaje autónomo, Capital Cultural y reproducción, Lima – Perú, marzo
2014). La realidad es que la presencia
de la EAD no se ha traducido en
superación del subdesarrollo a nivel nacional. La pobreza y desigualdad social se
han venido incrementando, guardando relación directa con el enriquecimiento de
unos pocos individuos. Según la UNESCO (UNESCO: 2002,12) “el
aprendizaje abierto y a distancia constituye un aumento de las oportunidades
para superar las urgencias de los más necesitados y convertirse en miembros
cabales de la actual sociedad del conocimiento”, ¿será cierta tan meliflua
aseveración? El adagio popular dice que “no todo lo que brilla es oro”, y que
“de eso tan bueno al bobo no le dan tanto”; por lo menos, para Rubén Ramos, esto
no es más que una falacia, ya que dicha premisa “(…) responde al interés geopolítico imperialista de subsumir culturas
ancestrales en la continuidad del orden mundial capital, manipulando
necesidades sentidas”.
La realidad ha
demostrado que en la EAD, tanto o más que en la educación presencial, en los países
neocoloniales, se manipula la información, convirtiendo al estudiante en un “mero operador de artefactos, un lector pasivo de textos
(cuando sabe y puede leer), un usuario mecánico de información”. Después de
muchos años de haberse implantado el modelo de educación a distancia en
Colombia se encuentra que la EAD está
formando profesionales de pésima calidad, tanto que dentro de las mismas
universidades que ofrecen la modalidad a distancia, caso universidad Santo
Tomás, los alumnos del área presencial se quejan de que los que siguen la
virtualidad afectan la calidad general tanto que peligra la acreditación
lograda.
El hecho que el uso del INTERNET sobre todo de la
red mundial (www) permita acceder a la
información en cualquier lugar del planeta no es garantía de excelencia, que facilite
a ciencia cierta cumplir los objetivos
de desarrollo de las comunidades más necesitadas. Solamente se cumplen las
expectativas de quienes promueven a nivel global la orientación educativa: BM,
OCDE, OMC, USAID, organismos de cooperación internacional, en realidad transnacionales
de penetración del neoliberalismo.
La educación como
un “servicio” por el que se tiene que pagar lleva inflexiblemente a que termine
en manos privadas. En Colombia esto sí que es cierto, la educación superior
prácticamente es un negocio exclusivamente en manos de los curas. Precisamente la
Universidad Santo Tomás de los Dominicos (Orden de los Predicadores) fue la
primera Entidad religiosa que inició la modalidad a distancia en Bogotá. Hoy
casi todas las universidades ofrecen programas en la modalidad virtual. Tanto en
la universidad pública, Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD, como
en las privadas la teoría pedagógica impuesta desde siempre ha sido la conductivista de base positiva la cual, en palabras de Rubén Ramos, conduce a “automatizar los aprendizajes, los comportamientos, las actitudes desde
el principio mecánico estímulo respuesta”, sacrificando la creatividad, la
reflexión, la crítica, el pensamiento, la comprensión y la acción, propias de
la teoría cognitiva de base
fenomenológica.
La EAD
se ha convertido en un valor agregado al comercio educativo, por cierto, de
alta rentabilidad; y para disminuir
costos se contratan docentes a los que se les pueda pagar cualquier salario.
Poco importa la experiencia en investigación
y/o el nivel académico del contratado sólo se requiere que sea una
correa transmisora acrítica del pensamiento
neoliberal. Incluso el docente (tutor) no debe ser exigente en el rendimiento
académico al punto que pueda hacer perder asignaturas a sus alumnos, ya que estos
optan por abandonar la Institución educativa,
afectando de paso la rentabilidad del negocio. Cuando esto sucede el
docente debe rectificar su prurito de exigencia o, de lo contrario, tendrá que abandonar el plantel. Y si el
docente es (debe ser) acrítico la posibilidad de dicencia del
aprendiente es nula, la crítica se asume como falta de respeto y un
atentado contra la estabilidad institucional. Asunto que se refleja a nivel
general, pues la protesta (crítica) social es judicializada, criminalizada y
reprimida militarmente. Según el autor
citado, “la EAD está trastocando el sentido de cambio social por el de
colonialismo mediático, el de movilización social para reestructurar las
relaciones de poder por el de movilidad social, el de liberación por el de
alienación”.
Ramos deja en
claro que “la sumisión neocolonial se
rinde a las políticas y estrategias impuestas por los organismos
internacionales”. Entonces, la EAD mediante su lenguaje (metalenguaje) e
intencionalidades sirve para encubrir la lucha de clases, la confrontación
entre capital y trabajo y la intensa desigualdad que deja el crecimiento
económico cuyo beneficio es exclusivo de
las organizaciones transnacionales y de algunos burócratas corruptos.
Como el origen social (extracción de clase) y
los aprendizajes y representaciones del entorno social, asumidos como Capital cultural, no son tenidos en
cuenta en los diferentes modelos educativos, el éxito o el fracaso escolar no
son el resultado de aptitudes naturales, de las TIC´s o de la misma EAD. El
individuo hereda bienes genéticos y/o riqueza. Puede nacer con capacidades de
genio pero el hambre consigue volverle idiota.
Ya que el Capital cultural se hereda de y en la respectiva clase social,
por lo tanto la situación de pobreza de los campesinos, obreros y desocupados
no se revierte asistiendo a la escuela.
“El efecto cuna” (transmisión intergeneracional de la pobreza)
según Brunner (2010) es quien lleva al éxito o fracaso. Además, el hambre va de
la mano de la pobreza, y como no se aprende con el estómago vacío, es una
situación que los organismos de financiación aprovechan para imponer sus “préstamos Buitre” con el
pretexto de atender el desayuno escolar y proporcionar becas educativas, obteniendo de
esta manera “beneficios del hambre de los pobres”. Y este “efecto cuna” hace parte de la correa
transmisora intergeneracional no solo de la pobreza económica y genética de padres a hijos sino de la pobreza
intelectual de docentes a alumnos; como ejemplo, en mi experiencia personal,
encontré que la mayoría de colegas docentes durante el periodo presidencial de
Álvaro Uribe eran neoliberales uribistas enemigos de cualquier solución
negociada al conflicto interno armado, social y económico que desangra al país
durante varias décadas, pero en el gobierno de Juan Manuel Santos, como por
arte de magia, se tornaron en abanderados de la paz santista y contrarios a los
llamados a la solución de tierra arrasada propuesta por Uribe a través de su
marioneta Oscar Iván Zuluaga. Esa pobreza de conciencia de clase y conceptual general
es la que guía el accionar de los futuros profesionales.
El Informe Coleman efectuado en EEUU por James
Coleman en 1966, dejó en claro que, definitivamente, la desigualdad social es
la determinante fundamental del subdesarrollo en que vivimos subsumidos, independientemente
del modelo educativo que se elija, “(…) la
calidad de la enseñanza no guarda una relación consistente y significativa con
el rendimiento educativo”. Eso sí,
hay que dejar en claro que la EAD, la cual es dirigida precisamente a las clases más pobres, es una apuesta educacional que alarga el
camino del desarrollo. Brunner corrobora lo primero cuando afirma que “los
rendimientos escolares dependen de las condiciones del hogar”, es decir, de los antecedentes familiares o sea del
Efecto cuna.
Diversas investigaciones han llegado a la
conclusión que las experiencias tempranas son las que determinan si la
arquitectura cerebral es provista o no de una base eficiente para el
aprendizaje. Y, según Brunner, es en el periodo de los tres primeros años de
vida en el que se determina “la capacidad
cognitiva, lingüística, social, emocional y motora. Lo obtenido durante este
corto periodo será poco o nada modificado a lo largo de los años de
escolarización”. Nada más cierto, era de esperar que, dada la realidad de
pobreza e inequidad impuestas por un puñado de oligarcas a la vasta
mayoría, hombres y mujeres deberían apoyar masivamente a quienes se han rebelado y, hoy, exploran la posibilidad
de un arreglo negociado al conflicto, pero por el contrario el grueso del
pueblo anda al lado de los vándalos en
el poder y sus estructuras económico-sociales.
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