¿El embrión del postconflicto está inmaduro?
Libardo Sánchez Gómez
Últimamente en Colombia se habla
mucho de postconflicto tanto del lado de los “pazólogos” (izquierda acomodada) como
del Régimen, dando por hecho que la insurgencia se someterá a la paz sin concesiones
pregonada por Juan Manuel, en la que el statu
quo ante bellun no sufrirá modificación alguna. Sí así fuere, significa que los colombianos tendremos que
seguir aguantando un parlamento roñoso no sólo por la corrupción que conlleva
en sus entrañas sino por los desvergonzados privilegios con que se inviste cada
uno de sus miembros, traducidos en astronómicos e injustificados salarios.
También significa que la oligarquía seguirá
apuntalada en el poder gracias a
unas fuerzas militares hipertrofiadas y un cuerpo paramilitar poderoso los cuales cuentan con recursos y tecnología del imperio.
Seguiremos sometidos a un ordenamiento jurídico hecho a la medida de quienes
usurpan el poder. Las carroñeras EPS seguirán devorando pueblo, sin posibilidad alguna de arrancar de sus garras el sistema de salud, pues estas financian campañas políticas en todos los movimientos cooptando
las mayorías parlamentarias. Y el negocio de la educación
seguirá en manos privadas, sirviendo
como correa transmisora de los intereses del gran capital transnacional.
Hace tiempo Marx destacó que “el hombre es
producto de su medio y sus circunstancias”, y a las mayorías colombianas les tocó las peores
circunstancias sociales y económicas posibles propias del modelo capitalista,
hecho que ha dado origen a una oligarquía vandálica gobernante. El pueblo, en medio de exuberante y rica naturaleza,
vive a “gatas” en un hábitat plagado de atraso, desigualdad,
pobreza, violencia e inequidad. Marx dijo
que “El carácter y la estructura de toda
sociedad se hallan determinados por el modo de producción imperante. Al cambiar
este modo de producción, cambia también todo el régimen social, cambian las
ideas políticas, jurídicas, religiosas, artísticas, filosóficas y cambian las
instituciones correspondientes. El cambio de modo de producción constituye una
revolución”. Como se anotó atrás, y para colmo de males, se convino entre FARC y
Gobierno negociar sin que “al final de la partida” nada cambie, luego la nueva sociedad
seguirá esperando que nuevos actores empujen la carreta de las transformaciones.
Iniciadas las conversaciones en
La Habana expresábamos la inquietud
acerca de que era “Mala hora para entregar las armas”, pues “nada
indica que sin ellas se pueda detener el despojo y humillación de tantos por
tan pocos”. Se dijo también que en
Colombia “la solución política a los
conflictos de clase (contradicciones del capital) no deja de ser una coqueta
quimera”. Marx recalcó que “La
violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma
es una potencia económica”; No se puede dejar de lado que la resistencia
armada ha venido siendo un insustituible contrapeso a la violencia paraestatal.
Parece que, aún, el embrión de la nueva sociedad no está
maduro, ya que estamos insertos en formas atrasadas de producción, pues aún transitamos el camino del feudalismo, somos una colonia
USA y la estructura de tenencia de la tierra en su gran mayoría corresponde a extensos
latifundios. ¿La “partera armada” tendrá que seguir alimentando el embrión de
la nueva sociedad?
Y es mala hora para entregar las
armas porque “(…) las causas que
obligaron un día a Pedro Antonio Marín o, mejor, Manuel Marulanda Vélez,
familiares y vecinos a bajar del zarzo la morocha de dos cañones, para evitar
que les robaran sus parcelas, siguen intactas; y, peor aún, ahora los
despojadores se apoyan en jueces y notarios y cargan motosierra. Además, se
cuentan por millones los desplazados rurales y millones los pauperizados en
todas las ciudades, y la mayoría de los que quedan en el campo. Y sigue
amplificado el terrorismo de estado, y la pobreza y miseria intactas; lo mismo
que la desigualdad, el analfabetismo Y las muertes de niños por inanición”
(http://libsang-elviajeroysusombra.blogspot.com/2013/05/mala-hora-para-deponer-las-armas.html).
La cruda realidad es que ad portas de firmar el acuerdo de Paz,
que implica dejación y/o entrega de armas, la situación de pobreza y violencia contra
campesinos y líderes sociales de toda índole es la misma de siempre; contra
Marcha Patriótica se ha reiniciado el
fatídico “Baile rojo” con el que se efectuó el genocidio de La Unión Patriótica. Así mismo, los anillos de miseria,
desigualdad e inequidad que rodean el postconflicto están dilatados en grado
aterrador; en los últimos días los medios de comunicación afectos al régimen
han dado como “chiva” noticiosa la
muerte por inanición de más de cinco mil niños de la etnia Guayú en la
Guajira. Y otros tantos, pero que ya no son
noticia, mueren a diario por la misma causa en el Chocó y en las
periferias de grandes y pequeñas
ciudades.
Se advirtió que si se “firma la paz” sin el
compromiso de que se tengan que llevar acabo profundas transformaciones de tipo
social, económico, cultural y político,
se puede a llegar a la “salvadorización”
de los acuerdos. James Petras anotaba
que los líderes de las FARC-EP ponen:
“(…)el énfasis en la incorporación
política al sistema electoral y a la apertura de negociaciones sin ningún
acuerdo previo y una disposición a trabajar dentro del marco electoral
capitalista”, parece muy poco y raro para medio siglo de sacrificios. También
anotaba que acá como allá (El Salvador) abandonan “…las
demandas de desmantelar las fuerzas armadas, de expropiar las principales
empresas mineras, comerciales, banqueras y financieras.” El mismo Iván Márquez dijo que “En la mesa no estamos planteando cambios
radicales a las estructuras políticas ni económicas del Estado” (http://libsang-elviajeroysusombra.blogspot.com/2013/08/salvadorizacion-de-los-acuerdos-en-la.html).
Hoy vemos que el pueblo salvadoreño se mueve en condiciones de pobreza y
violencia peores que las que vivió antes de los acuerdos de paz; lo único
positivo que ha logrado el Salvador es poner como presidente a un antiguo
guerrillero del Farabundo Martí, pero a éste le toca caminar sobre la cuerda
floja del neoliberalismo so pena que se le venga encima el imperio con todos
sus “fierros”. ¿Caminamos el mismo
camino?
Aventurando explicaciones acerca
del porqué se negocia con el telón de fondo de la inmovilidad del statu
quo, se puede pensar que era la única manera de iniciar conversaciones
entre el régimen y la insurgencia, pues fuerzas tanto internas como externas obligan
a que así tenga que ser. Es incuestionable que a Juan Manuel Santos, como vasallo
del imperio, no le está permitido alterar el modelo impuesto por la metrópoli
imperial. Y en el nivel interno son la oligarquía latifundista y los militares,
quienes detentan verdaderamente el poder, los que tienen la última palabra.
Pero no obstante que en principio se pactó, más de forma que de
fondo, la inamovilidad del statu quo la ruta que la realidad social
y política impone a los negociadores es otra; las declaraciones de los
guerrilleros a través del periodo de conversaciones así lo evidencian. El jefe
máximo de las FARC-EP Timochenko dijo hace unos días que era imposible firmar
acuerdos definitivos antes de un año, asunto que tiene que ver con la respuesta
de Jesús Santrich a Fernanda Sánchez Jaramillo a la pregunta: ¿Cómo visualizan ese tratado y cómo se puede
llegar a la paz sin reformas estructurales? Santrich: “No hay paz justa sin reformas estructurales. Por eso hablamos de la
necesidad de firmar un Tratado de paz, pues el acuerdo al que lleguemos debe
concluir la guerra y esto implica poner fin a las causas que la generaron,
adecuando soluciones expuestas de manera clara, integral, objetiva y ordenada
con garantías -y no simples promesas, sobre los asuntos de la vida nacional que
están comprendidos en el Acuerdo General de La Habana y su Agenda- que tienen
que ver con la superación de la miseria, la desigualdad y la carencia de
democracia, fuentes principales de la victimización a la cual la plutocrática
clase gobernantes ha sometido a las mayorías”. A renglón seguido agrega: “Volviendo al aspecto de los cambios
estructurales, debo decir que la conquista de la paz no será posible si no hay
cambios de fondo en materia económica y política. Estos cambios obligan a poner
fin al neoliberalismo, a partir del establecimiento de la democracia y la
materialización progresiva de la justicia social. No se puede seguir
instrumentalizando, ni manipulando de manera utilitarista y simplista, el
concepto de la paz, pretendiendo instalar en el imaginario colectivo la idea según
la cual la paz es el desarme de la insurgencia.
Si se intenta armonizar las
anteriores apreciaciones de los insurgentes con el asunto de la inamovilidad
del statu quo se puede pensar que “ni el enfermo quiere ni hay que darle”. La conclusión es que la oligarquía no quiere
ni puede hacer los cambios que las FARC-EP, como voceras del pueblo
desfavorecido, quieren. ¿La violencia, partera
de la nueva sociedad, tendrá que esperar otros cincuenta años?
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