viernes, 22 de julio de 2016

A PROPÓSITO DEL ARTÍCULO DE GABRIEL ANGEL (MILITANTE DE FARC):


“Las vías para la revolución y el socialismo aún siguen siendo exploradas”*

Por Narciso Isa Conde
Vamos por parte:
Las primeras páginas del artículo Gabriel Ángel están dedicadas a caricaturizar las críticas al reciente “Acuerdo sobre cese bilateral al fuego y hostilidades, definitivo, incluida la y dejación y entrega unilateral de armas de la insurgencia, concertado recientemente entre la FARC-EP y el Gobierno Colombiano; presentándolas todas como uniformemente dogmáticas, sustentándolas en el llamado “museo de la vieja palabra”, en el lenguaje propio de una izquierda seudo-marxista, stalinista, escolástica, repetidora de simplificaciones y reducciones de procesos complejos; rebatidas por momentos con un lenguaje sobrecargado de un estilo irónico-burlesco sumamente burdo.
Gabriel salió a matar todo tipo de animales con la misma escopeta y previamente los imaginó a todos iguales, algo muy propio de un pensamiento intolerante. Consideró adecuado meter a todos los críticos del desarme y la desmovilización guerrillera en el mismo saco, aunque fueran de diferentes volúmenes, calidades y ropajes.
A todos los que diferimos de ese anuncio y de los contenidos de los documentos publicados en esa ocasión, nos puso el mismo rostro, el mismo cuerpo, el mismo traje y el mismo pensamiento; todos dibujados y confeccionados por él… de manera tal que luego le resultara cómodo descalificarnos por feos, rígidos, desfasados, burdos, grotescos y ultra-radicales.
No permitió que ellos se presentaran, ni los presentó, con su diversidad de argumentos.
No citó ninguno de sus artículos o documentos críticos.
Los invisibilizó para uniformizarlos.
Suplantó lo real incómodo por una construcción virtual uniforme, fácil de rebatir.
En nuestro caso y en el de las fuerzas y movimientos que hemos protagonizados intensas, riesgosas y prolongadas relaciones bilaterales con las FARC-EP y compartido la construcción de espacios unitarios como la COORDINADORA CONTINENTAL BOLIVARIANA-CCB y el MOVIMIENTO CONTINENTAL BOLIVARIANO-CCB, la verdad es que no tenemos nada en común con la descripción que hace Gabriel Ángel calificándonos como la “izquierda más radical”, atribuyéndonos toda suerte de dogmas y disparates doctrinarios.
En verdad el autor de estos comentarios y los/as camaradas de la tendencia comunista que hemos representado a escala nacional, continental y mundial desde que nos constituimos como Partido Comunista Dominicano-PCD, proclamándonos partidarios de un marxismo creador e independientes de los centros hegemónico, nunca hemos asumido esas vulgarizaciones del socialismo científico, útiles en este caso para estigmatizarnos sin fundamento.
Y no es que nos disguste lo de “radicales”, calificativo que podemos compartir con todos/as aquellos/as revolucionarios/as que procuramos ir a la raíz de los problemas para subvertir un capitalismo decadente, destructivo y senil bajo el mando del lumpen imperialismo estadounidense y sus lúmpenes burguesías dependientes. Un capitalismo, que como el caimito -aun podrido- no cae solo, ni por la vía de un simple asalto al Estado; sino golpeando a fondo su modalidad neoliberal, fomentando insubordinaciones locales y globales, creando conciencia y forjando organización.
Que nos esforzamos en confrontar el capitalismo actual, que pese a su multi-crisis crónica, solo se supera construyendo poder paralelo integral, poder popular; desarrollando contrapoder no simplemente obrero-campesino, sino popular y con la diversidad excluida; uniendo a una gran variedad de actores sociales y políticos del cambio, buscando vías de aproximación hacia la ruptura y el desmonte del Estado de la clase dominante-gobernante, continentalizando e internacionalizando las luchas populares, combinando todos los métodos de lucha sin renunciar a ninguno.
Sí, como en mayor y mejor medida que nosotros/as lo ha hecho hasta ahora la FARC-EP a lo largo de su ejemplar historia de combate y construcción de poder paralelo; lo que determinó entre nuestras organizaciones enormes coincidencias a lo largo y ancho de esa historia de firmezas que el propio Gabriel Ángel relata, sin lograr en su caso vencer la tentación de usarla para algo que carece de utilidad: justificar el desarme y la total desmovilización guerrillera, que no es igual a participar en los diálogos de paz y a defender una propuesta de salida política al conflicto armado que apunte hacia la construcción de una nueva Colombia.
Gabriel nos conoce. Gabriel no lo hace por ignorancia, porque los dirigentes farianos saben nuestra manera de pensar y actuar, conocen nuestras ideas y trayectorias expuestas en documentos, libros, ensayos, entrevistas, intervenciones publicaciones… escrita con sangre y refrendadas por hechos.
Si no lo ha leído, lo invitó a ponerle atención a mi libroREARMADO LA UTOPÍA.-DEL NEOLIBERALISMO GLOBAL AL NUEVO SOCIALISMO MUNDIAL, donde podrá constatar, que todo lo que en general y de manera calculada le atribuye a la minoritaria porción dogmática de los críticos del desarme, no es atribuible a nosotros/as ni a las demás organizaciones y personas que hemos compartido sin fisuras, desde la Presidencia Colectiva y el Ejecutivo de la CCB y el MCB, así como bilateralmente, una larga trayectoria de riesgos y coincidencias fundamentales, tanto en el curso de la guerra como durante los diálogos de paz de la Habana… hasta este momento de lamentable disenso en el punto de la dejación y entrega de armas.
Las posiciones que sustentamos ahora no son diferentes a las que expusimos pública y privadamente antes de la firma de ese acuerdo específico. Y la verdad es que ni Gabriel Ángel, ni ningún otro militante o dirigente de las FARC-EP, objetaron que lo hiciéramos, si no que por el contrario todo parecía indicar que se trataba de una orientación común en el enfrentamiento con las derechas y las izquierdas moderadas que insistían en el desarme y la desmovilización, presionando en ese sentido a la dirección fariana.
Gabriel Ángel, por demás, conociéndonos, ha recurrido a un ataque desconsiderado. Apeló sin rubor a la descalificación, a la estigmatización y al maltrato sin fundamento de quienes asumimos sin vacilación la condición de aliados estratégicos de las FARC en la lucha por la Patria Grande y el Socialismo frente a los enemigos jurados de nuestros pueblos y de cara a aquellas izquierdas, que al renunciar a la revolución y abrazar diferentes variantes del reformismo y de las corrientes posibilistas (incluido el social pendejismo), se empeñaron en excluirnos de sus foros.
II
Pero pasemos a la segunda parte de estos comentarios. La más importante de las dos.
No somos de los que abordamos estas diferencias atribuyéndole traición, rendición o capitulación a las FARC-EP. Tampoco incurrimos en la ligereza de acusarla de renunciar a la revolución y al socialismo, de virar hacia la socialdemocracia, de asumir una concepción reformista. Valoramos demasiado la trayectoria revolucionaria de esa organización político-militar para proceder de esa manera.
Hemos preferido tratar en concreto, desde nuestras convicciones y apreciaciones, el contenido específico, el significado y los impactos de lo acordado con el Gobierno colombiano en el punto de la agenda que motivó esta importante diferencia; procurando ser coherente con todo lo externado previamente por nosotros/a y con lo expresado por el camarada Manuel Marulanda, asumido como lineamiento estratégico por todos los órganos de dirección de la FARC-EP, de acuerdo a esta declaración que desde entonces compartimos:
De acuerdo con la experiencia que hemos acumulado a lo largo de 40 años de lucha, para resolver los problemas sociales de este país se requiere de la presencia de las FARC. Nosotros haremos un acuerdo en algún momento, pero nuestras armas tienen que ser la garantía de que aquí se va a cumplir lo acordado. En el momento en que desaparezcan las armas, el acuerdo se puede derrumbar. Ese es un tema estratégico que no vamos a discutir”(Manuel Maruranda Vélez, 6 de septiembre del año 1998, periódico Clarín de Argentina, reportaje del periodista Pablo Biffi).
Un planteo de larga visión estratégica, que conserva toda su vigencia.
(Ojala que no se le vaya a ocurrir ahora a Gabriel calificar al camarada Manuel de ultra-radical o ultraizquierdista, trasladándole retroactivamente el estigma empleado recientemente contra nosotros/as).
Nuestras ideas al respecto están contenidas en tres artículos personales y en una declaración institucional del Movimiento Caamañista-MC: ¿Quiénes se quedan con las armas en Colombia?, IMPACTO NACIONAL Y CONTINENTAL DEL DESARME DE LAS FARC-EP, ¿DESARME DE LAS FARC-EP?: REFLEXIÓN SENCILLA Y CONTUNDENTE, y en el COMUNICADO DEL MOVIMIENTO CAAMAÑISTA-MC; textos en los que se expresan argumentaciones obviadas conscientemente por el camarada Gabriel.
Respecto al artículo del referido camarada emplearé el mismo método: no lo voy a ubicar previamente en tal o cual corriente de las izquierdas, no lo voy a etiquetar, mucho menos a estigmatizar. No voy a hacer lo que su autor hizo. Evitaré caer en la trampa de las descalificaciones “a priori” y me esforzaré en abordarlo concretamente por lo que se expresa conceptualmente y políticamente en ese texto que incluso reproducimos íntegramente al final de esta entrega, dado que independientemente de apoyarse que en falsos supuestos que rebatirlos, en los argumentos empleados a lo largo del mismo su autor devela sus íntimas convicciones.
– La vía de la revolución es la suma y confluencia de una variedad de formas y métodos de lucha que en un determinado periodo posibiliten abolir los poderes estatales y no estatales, temporales y permanentes, sometidos o no al sufragio, económicos, culturales, mediáticos-ideológicos… bajo control y al servicio del bloque social y político dominante, de la burguesía transnacional y local y de la partidocracia que los detentan.
La diversidad de métodos que concomitantemente posibiliten transformar las sociedades capitalistas en sus niveles y expresiones concretas y transitar al socialismo entendido no simplemente como poder estatal, sino como socialización de la economía y la propiedad, como poder popular y como proyecto hacia una sociedad sin Estado.
En términos generales esa vía no está “en exploración” porque no obedece a patrón alguno y porque no se reduce a la disputa del Estado como erróneamente plantea Gabriel.
Lo que si siempre ha estado sujeto a exploraciones son las vías para la ruptura y reemplazo del Estado constituido, concebido el nuevo Estado como un factor pasajero, propio de una transición que permita expropiar a los expropiadores e instrumentar los primeros cambios estructurales; y siempre sujeto, para crear verdadero socialismo y sociedad comunista, a un progresivo proceso de extinción. Es lo que alguno erróneamente denominan “toma del poder”, obviando la construcción de poder social y político en la sociedad civil; “toma” históricamente signada por diversos grados de violencia insurgente.
Se han ejercido para eso diversas formas de violencia armada y no armada en función del grado y las modalidades de violencia estatal y para-estatal de los dominadores.
Se discuten diversas modalidades de ruptura y desmantelamiento, siempre en relación con naturaleza de los poderes represivos locales y transnacionales que operan en cada nación, región y universo.
Esas vías, siempre destinadas a hacer colapsar el viejo Estado y a crear instituciones nuevas junto al poder y al control social de las fuerzas del trabajo; siempre destinadas a derrotar el dominio de gran capital y de la gran propiedad privada, aunque tan variadas como son las insubordinaciones y el ingenio de los/as oprimidos/as, explotados/as y excluidos/as.
Ellas ni se decretan ni se copian, pero mucho menos se pueden reducir a aceptar el monopolio de las armas a cargo de los dominadores, a alcanzar el respaldo mayoritario por la vía legal y al largo camino a través de las instituciones establecidas, procurando reformarlas; como parece ser la médula de la apuesta de Gabriel Ángel, en la cual llega al colmo de identificar al “político victorioso” como “aquel que consigue un número aplastante de seguidores”.
– Esa frase devela cuanto ha influido la concepción individualista, el caudillismo político, en la concepción que sobre el respaldo de mayorías sustenta el autor del referido artículo, sin que necesariamente ese sea un criterio unánime en el seno de la organización que representa.
Habla de lo victorioso o triunfante en la política como sinónimo del éxito personal, refiriéndolo exclusivamente a un “respaldo aplastante” que no se identifica con calidades frente a situaciones impugnables, ni con construcciones colectivas de determinadas clases y sectores alternativos, ni con la REVOLUCIÓN como imposición de una fuerza social sobre otra, ni a cambios sustanciales en la hegemonía cultural en una sociedad determinada.
Tampoco identifica los medios para alcanzar ese objetivo y al parecer -según las deducciones y valoraciones externadas- eso solo se podría lograr en lo adelante ejerciendo la legalidad dentro del sistema imperante; refiriéndolo indirectamente a lo electoral, por demás muchas veces viciado.
En este caso, esa lógica endeble le atribuye más posibilidad de lograr una popularidad a su entender hasta ahora no obtenida, al abandono de las armas y a ciertas garantías y grados de democratización todavía solo contemplados en el papel y dependiente de la buena voluntad de un Estado no confiable; un Estado, por demás, intacto en sus estructuras y vocación criminal-represiva, bajo tutela e intervenido por un imperialismo pentagonizado en mayor grado que antes.
Otra ruta –según el autor de ese artículo- equivale a sugerirle a la FARC (organización que a lo largo de medio siglo nunca pasó factura por su capacidad para sobrevivir y crecer autónomamente) sacrificarse más y exponerse a una inmolación innecesaria, por recomendación caprichosa de unos “ultraizquierdistas” irresponsables que paradójicamente siempre le acompañamos sin recibir ese tipo de reproches.
Esta es, lamentablemente, una manera de sobre-estimar y despreciar el poder político-militar constituido por las FARC-EP, el respaldo de importantes componentes de la mayoría oprimida generado con el ejercicio de la insurgencia armada y su significativa capacidad disuasiva en ese plano de la lucha de clases; en el contexto de la hegemonía de un bloque dominante de factura transnacional y local súper-armado, curtido en el ejercicio de la violencia para retener y reciclar su poder sin omitir las mayores crueldades.
No voy a atribuirle esa manera de pensar, ajena para mi hasta hace poco a la esencia de las FARC-EP, al conjunto de esa fuerza insurgente portadora de méritos invaluables en materia de subversión revolucionaria. Menos aun –reitero- me voy a sumar al coro irresponsable que de sopetón la acusa de traición o de asumir un viraje irreversible hacia el reformismo o la social-democratización.
Hacerlo sería tan burdo y desconsiderado como la modalidad empleada por Gabriel Ángel para intentar descalificar a todos los críticos de ese desarme, que ciertamente no equivale a renunciar a los esfuerzos por una paz digna, con justicia social, democracia real y soberanía.
Pero no puedo, a la luz de lo expresado por él, dejar de establecer su responsabilidad conceptual y política respecto a sus propias expresiones, que a mi modo de ver tenderían a configurar una ruta que debilitaría la necesaria subversión revolucionaria del orden capitalista-imperialista dominante y le otorgaría preferencia a una incierta vía de reformas que postergaría indefinidamente las transformaciones estructurales, independientemente de los medios y métodos que se empleen en diversas fases y periodos.
Un extenso mar de confusiones desordenadas y superpuestas se expresa en el texto comentado.
– Es falso, por ejemplo, que el tema de las revoluciones sociales haya sido inaugurado en 1917 por la Revolución Bolchevique, con el simple preámbulo de la Comuna de París. Es también erróneo afirmar que ese trascendente acontecimiento sea el patrón inmutable que esgrimimos todos/as los/as que hemos criticado la firma de ese acuerdo de dejación y entrega de armas por el Secretariado de las FARC-EP, incluido en él el plazo de 180 días y el acorralamiento previo de sus tropas guerrilleras en territorios predeterminados, lo que a mi entender equivale a desistir de la victoria lograda a lo largo de 50 años en materia de superación del monopolio de las armas a cargo del Estado, las derechas y los interventores.
Las revoluciones sociales son inseparables de la milenaria historia de la lucha de clases y el “talante científico” en el pensamiento revolucionario no se lo otorgaron Lénin y los bolcheviques, sino Marx y Engels; quienes, por demás, concluyeron en que las revoluciones anticapitalistas, para ser auténticas, requieren abolir –no importan los medios o métodos a emplear- el viejo Estado desde la rebeldía consciente del la clase explotada.
– El estallido de la crisis capitalista en el 2008 en los EEUUU no contrarió esencialmente el pensamiento de los clásicos del socialismo científico en ese tema crucial por el hecho de que entonces no se haya quebrado el sistema de dominación imperante; dado que desde su origen, en sus esfuerzos reflexivos, ellos siempre hicieron suya la apreciación de que las revoluciones socialistas no brotaban espontáneamente de las crisis, sino que debían ser el resultado de un gran despliegue de conciencia y organización en el contexto de las mismas.
Las crisis del capitalismo -incluidas esa elevada expresión de la misma en el centro del sistema, y todas las manifestaciones que le han sucedido en los países centrales y periféricos- tienen en común el signo de la decadencia y senilidad del sistema junto al caos y los procesos destructivos que generan los esfuerzos de salvación de sus elites especuladoras, guerreristas y mafiosas.
Pero esas crisis de por sí no paren revoluciones anticapitalistas ni socialismo… si no se conforman las fuerzas transformadoras capaces de articular rebeldías y construir propuestas alternativas con fuerte sustentación en el pueblo trabajador. Lo jodido en este caso es hacer concesiones que debilitan una fuerza que reúne esas condiciones.
A esa realidad mundial no es ajena Colombia ni a nuestra América.
Pero además el camarada Gabriel Ángel exhibe una enorme confusión adicional respecto al impacto de la crisis sistémica de capitalismo en esa sociedad y en el mundo, a las oportunidades que genera, como también respecto a las causas y repercusiones del colapso del llamado socialismo real, a los flujos y reflujos de las luchas populares y a las oleadas de rebeldías y cambios políticos.
– La depresión que en su momento provocó el derrumbe de la URSS y de los modelos-estatistas-burocráticos de Europa Oriental fue sensiblemente contrarrestada, primero por la resistencia de los pueblos contra el capitalismo endurecido a lo neo-liberal y luego por la oleada de insubordinaciones político-sociales en procura de gobiernos soberanos, democráticos y socialmente sensibles, impregnados de una vocación más o menos reformadora y en algunos casos con definida vocación antiimperialista y revolucionaria, posteriormente incumplidas.
En nuestro Continente esa ola estuvo precedida de otras tres ocurridas en el periodo previo al derrumbe de la URSS : 1) la que inició la revolución cubana y continuó el abril dominicano y numerosas incursiones guerrilleras, 2) la que después del descenso de la primera se desplegó en Centroamérica (Nicaragua, El Salvador, Guatemala…), y 3) la que tuvo su epicentro en el Cono Sur con el destacado triunfo de la Unidad Popular en Chile; lo que indica una dinámica vinculada a ese cambio de época.
La oleada actual, la cuarta en las últimas siete décadas -ahora en riesgo de declinación- tuvo su vórtice en el Norte de Suramérica con una intensa dinámica hacia el SUR y el CENTRO del Continente, con un fuerte impacto expansivo del proceso bolivariano seguido del ecuatoriano y el boliviano, empalmando con la hazaña de sobrevivencia de la revolución cubana; lo que indica capacidad de sobreponerse al cataclismo soviético y de mostrar músculos propios.
– En Europa, la primera gran ola del siglo XX precedió a la revolución bolchevique y se expandió con ella y sus estímulos revolucionarios.
Los flujos y reflujos, no se han limitado, pues, a la existencia de la URSS y a su derrumbe.
Es falso que luego de ese derrumbe hasta el presente todo haya sido reflujo, “desbandada de las izquierdas” y fortaleza insolente del imperialismo; lo que supuestamente obliga al repliegue y a pactos desmovilizadores de las insurgencias armadas. Las FARC-EP de los últimos 25 años son la mejor muestra de ese desatino gabrielano.
Parece ser un recurso polémico inventado para deprimir desde el interior de las izquierdas revolucionarias la pertinencia de la continuidad ascendente de una de las puntas dinámicas del oleaje insurgente, de gran valor continental: las FARC-EP.
Un recuso polémico con el que se intenta justificar la desmovilización militar de un factor revolucionario llamado a estimular –junto a las nuevas rebeldías populares generadas por los intentos de retroceso e imposición contra-revolucionaria y contra-reformadora- una dinámica político-social transformadora seriamente afectada por los fracasos del progresismo y los estancamientos productos de indecisiones, degradaciones y re-culamientos injustificables de gobiernos y Estado que encarnaron anhelos de cambios y ahora facilitan con sus inconsecuencias los perversos contra-ataques desestabilizadores del imperialismo y las derechas y sus golpes institucionales retardatarios.
– Eso explica que Gabriel Ángel se aferre, sin el menor espíritu crítico revolucionario, a los ejemplos de las deficitarias conducciones estatales de Venezuela, Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, El Salvador… que si bien tienen méritos propios en esta cuarta oleada, representan también variados déficits propios que han provocado significativos niveles de vulnerabilidad frente a la estrategia imperial y al capitalismo voraz.
– La revolución y el socialismo no son consignas que se llevan y se traen, que se asumen y se deponen por etapas. Son procesos revolucionarios a impulsar, en los que tácticas y estrategias van de la mano.
Separarlas en tiempo y etapas, y ausentarlas de las luchas inmediatas, conduce siempre a dejarse entrampar por el sistema, a circunscribirse a tratar de reformarlo; siendo ya cada vez más imposible, por las características de la crisis que lo estremece y de las fuerzas que lo controlan, mejorarlo dentro su propia institucionalidad.
Si algo se evidenció en el curso de esta oleada de cambios políticos y sociales, en el trascurrir de esta efervescencia inconclusa pero seriamente entorpecida, es que la declinación del progresismo y los procesos de reformas, tienen su causa fundamental no solo en la fuerza obvia de la contra-revolución imperialista, sino además en la falta de determinación política en sus fuerzas conductoras para profundizarlos en dirección anticapitalista y socialista, a pesar de ciertas proclamas y discursos afines a esas metas.
Esa lección es válida históricamente incluso para las transiciones revolucionarias del pasado y del presente siglo, frenadas y deformadas por la hipertrofia del Estado y sus burocracias, afectadas por el freno a la socialización a favor de lo estatal y del verticalismo infecundo. Es válida para la heroica Cuba, tema enfocado por Gabriel con gran ligereza y evidente complacencia respecto a riesgos evidentes.
Porque si Cuba, en el marco de la distensión temporal con EEUU, no se decide por la socialización de lo estatal, por contener el avance del capital privado criollo y transnacional y por reemplazar el poder del Estado por el poder del pueblo organizado, el capitalismo y el Estado burocrático se tragarán el proceso como en China y el imperialismo tendrá más facilidades para mediatizar su soberanía.
– La reconciliación en procesos como el colombiano es válida dentro del sujeto popular y las fuerzas patrióticas, dentro del conjunto que anidó diferencias en torno a las formas y métodos de lucha, incluida las relativas a la pertinencia o no de de la insurgencia armada, escenificadas al interior de las fuerzas que han enfrentado a la clase dominante-gobernante y su perverso terrorismo de Estado.
Pero no debería hablarse de reconciliación con ese poder criminal, putrefacto, empobrecedor. Con sus cúpulas empresariales, militares, policiales, para-militares, narco-delincuentes. El “odiado imperialismo” y la “malvada oligarquía”, tengan o no capacidad para alienar o enajenar amplios sectores populares y medios, siempre deben ser merecedores de nuestras justas rebeldías, sea o no ejercida con “disparos” silenciosos o “ruidosos”.
Lo que no debería aplaudirse es que en estos diálogos de paz, bien llevados por la delegación de las FARC-EP hasta que se decidiera aceptar el desarme en los términos establecidos por ambas partes, desconociendo de paso la trascendencia de una conquista en la relación de poder que logró impedir el monopolio de las armadas a cargo del Estado y las derechas.
Peor aun cuando antes del Acuerdo Final se renuncia a la Constituyente Soberana, postergando indefinidamente los necesarios cambios constitucionales e institucionales a favor de la democracia real y la soberanía nacional.
Todo a mi entender iba bastante bien hasta el instante en que se aceptó ese tipo de Acuerdo de Cese al Fuego y Hostilidades Bilateral y esos compromisos de desarme unilateral de FARC-EP, algo que coincidiendo con su dirección en muchas oportunidades supimos objetar con la debida anticipación y firmeza.
Y luego de ese golpe no esperado, lo más preocupante de todo esto son los argumentos externados en el artículo de Gabriel Ángel para intentar justificar esos compromisos.
Porque de predominar esa visión, los daños a un proceso de paz con justicia social, democracia real y soberanía, y a la necesidad de acelerar y ampliar las nuevas rebeldías nacionales y continentales, serían posiblemente de mucha envergadura y prolongados efectos, y la afectación de la fuerza de vanguardia que ha representado la FARC-EP se traduciría en deterioros significativos para las fuerzas de la revolución y el socialismo en ese país hermano, en la región y en el mundo.
Ojala que una mínima dosis de sensatez logre frenar ese curso fatal, detener la intolerancia que resuma y debatir a profundidad las consecuencias negativas que ya asoman y estimulan al régimen a accionar de manera artera.
Y lo decimos desde una militancia internacionalista a la que sería sencillamente pérfido atribuirle intención de empujar a la inmolación material a una fuerza revolucionaria que ha merecido todo nuestro apoyo y entrega en los tiempos buenos y malos, o acusarnos de apostar a erigirle un monumento a su exterminio, como insinúa el camarada Gabriel sin fundamento alguno.
Queremos unas FARC victoriosa junto a nuestros pueblos, nunca aniquilada por los ejércitos enemigos y las 7 bases militares gringas. Tampoco debilitada y degradada por las erosiones que le podrían provocar el dejarse entrampar por el sistema y el permitir que sea infectada por ciertos conceptos y análisis de evidente matriz social-reformista que todavía no toca fondo en las izquierdas mundiales.
11-07-2016, Santo Domingo, RD.
Tomado: http://www.isaconde.info/a-propsito-del-artculo-de-gabriel-angel-militante-de-farc/

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