Libardo
Sánchez Gómez*
Desde la Patagonia hasta el sur del río Bravo
existe en el seno de los movimientos sociales de la izquierda real (hay
que aclarar que en todos los países hay
movimientos de derecha que asumen, en ciertas circunstancias, posiciones de
izquierda, y se mimetizan causando más daño a los procesos de transformación
social que la misma derecha) existe una angustia que los tiene mordiéndose las
uñas; dos son los motivos de ansiedad, uno es la real posibilidad de que la
FARC-EP entregue en La Habana las armas; y el otro, no menos azaroso, que el presidente
de Venezuela Nicolás maduro, por un lado no pueda enfrentar exitosamente la
arremetida de las derechas venezolana y colombiana y el acoso del imperio USA,
y por otro, que no avance significativamente en el proceso dialéctico de la
transformación del modelo de producción capitalista hacia el socialista, que
tanto se pregona, causando desilusión y desaliento en los pueblos oprimidos.
Las
FARC-EP repiten un intento por lograr transformaciones estructurales,
sociales, económicas y políticas sin acudir a las armas, primero lo intentaron,
firmando en la Uribe Meta el 28 de marzo de 1984 un Acuerdo de Cese al Fuego y Tregua.
Pero, hoy como ayer, se cuenta
con la oposición de la derecha latifundista militarista y la “reticencia del
Congreso en la aprobación de reformas que favorezcan el proceso…” Iván David
Ortiz Palacios (EL Genocidio Político contra la Unión Patriótica. Visto por la
prensa escrita 1984-2004. 2007) Desde su
nacimiento las FARC-EP luchan por tomarse el poder para “llevar a Colombia al
ejercicio pleno de su soberanía nacional y hacer vigente la soberanía popular…”
(Arenas Jacobo. Diario de la resistencia
de Marquetalia. Praga, Editorial Paz y socialismo. 1969) Así mismo pasado y
presenten se funden en el mismo crisol: “debilidad gubernamental, incapacidad
para manejar la institucionalidad militar” Pizarro Eduardo. 1986. Y a esto hay
que agregar la colonización de la oligarquía, y, a través de ésta, de la patria toda por parte
del imperio USA, limitando los alcances como negociador al Gobierno. En marzo 16 de 1985 en el periódico El
Espectador. Sección Bogotá. Pág. 3. Publica: “El gobierno ha roto los acuerdos
de paz”, en éste las FARC-EP se quejan de que: “… las causas del incumplimiento
de los Acuerdos… al hecho de que algunos sectores políticos y económicos y
hegemónicos seguían actuando conforme a la “política belicista” de Estados
Unidos”, y aseveraban que “la ofensiva contra la política de paz en Colombia
provenía “sin lugar a dudas del Pentágono
norteamericano”. Por lo visto la historia se ha detenido. Y respecto del “papel
que cumplieron los medios de comunicación: radiales, televisivos y de prensa
escrita, estuvo plegado a intereses particulares, la imparcialidad no fue su característica…”
(Ibídem) ( pareciera que vivimos en 1984)
La historia permanece estática tanto que Santos es un
remedo exacto del Belisario Betancur de 1984: “radicalizador de
antagonismos, perpetrador de crímenes, contradictorio, incumplido y mentiroso”
(extractado de El Genocidio Político contra la Unión Patriótica. 2007. Pág.
16) Luego se repitieron otros intentos
por alcanzar la paz negociada, pero todos fracasaron porque la burguesía se inventa cualquier
pretexto para terminar los diálogos.
Respecto de las FARC-EP el recelo en
Latinoamérica se finca en que, según lo dado a conocer a la opinión pública, ya
prácticamente quedó acordado el primer punto de la agenda. Y de acuerdo a lo
sabido la oligarquía solamente cedió en el tema de forma, al fin y al cabo, lo
acordado ya está incluido en la legislación colombiana, sólo que se necesitaba
una guerra de cincuenta años para que el excluyente régimen de terror acepte cumplir sus propias normas. Pero en lo
de fondo no cede ni un milímetro, la
estructura de tenencia de la tierra no se toca. Eso
significa que los Laforie de todos los pelambres seguirán usando la tierra como
alcancía para esconder sus riquezas mal habidas, y no para generar beneficio
social a través de la producción de
alimentos. Mientras la tierra no pase a manos del estado en Colombia habrá
guerra, así ahora se depongan las armas la tierra es pan y será inevitable pelear por él. Habrá paz sí y
solo sí la tierra está en manos del que la trabaja. Eso piensa y siente la
izquierda latinoamericana, habiéndolo
expresado en diversos foros y encuentros.
Y si en
el primer punto, el más neurálgico de las negociaciones, el gobierno quedó
intacto, qué se puede esperar de lo que queda por negociar. Por ejemplo,
respecto de la soberanía nacional, ese ítem no se debe tratar con el gobierno
colombiano, pues es puramente del interés del imperio USA, no nos llamemos a
engaño, Santos está atado para negociar
el retiro de las bases gringas y el tamaño y equipamiento de las fuerzas
militares, estas son parte de los planes geoestratégicos de dominación global
USA. Nuestros hombres son punta de lanza
en una posible invasión al díscolo vecino venezolano, ¿y, algún día, al gigante emergente Brasil? Los intentos de
ingreso en la criminal OTAN y la alianza con Israel, peligroso cancerbero de
los gringos en el Medio Oriente, refuerzan los temores. En cuanto al modelo neoliberal expresado en
la globalización total de la economía lograda a través de los desequilibrados
Tratados de Libre Comercio TLC con EEUU, Europa, Canadá, Corea del Sur y,
últimamente, con Israel, Colombia no quiere ni puede cambiar de modelo;
además, el gobierno no sabe cómo recular.
Hay consenso entre la izquierda que, en
Latinoamérica, la única manera de quitarnos de la espalda el sin número de
compañías transnacionales que han venido por nuestros recursos es mediante una guerra de descolonización. Muchos
están viendo en las armas el único camino
a seguir.
En lo que, tal vez, pueda ceder la oligarquía
es parcialmente en el tema de la participación política, básicamente en lo
relacionado con las curules, pues se
sabe hasta la saciedad que a través del parlamento sus intereses permanecerán
intocables; no obstante, la guerrilla ha dicho que no están pidiendo nada de
esto para ellos.
Un ingrediente que, de una u otra manera,
incide en los resultados de los posibles
acuerdos en La Habana es el
referido al trajín electoral. Para tratar de diluir sus efectos las
FARC-EP han propuesto un medio tiempo de
alargue de un año, pero el eco no creo que alcance a las derechas ni a las
“izquierdas”. Hay para repartir un llamativo ponqué. Unos y otros agitan las
banderas de la paz, unos esperan recoger votos oponiéndose a ella y otros apoyando la “paz con justicia social”
más como eslogan que por convencimiento. Las únicas que, por lo que se lee en
su página Web, no han querido entrar al juego de la ruleta electorera son las bases de la Unión Patriótica y,
últimamente, parece que El Congreso de los
Pueblos se retira del afán electorero de Marcha Patriótica, esto último
está por confirmar.
Las FARC-EP están esperando que el pueblo se
mueva, pues hasta ahora han estado peleando relativamente solos contra los
molinos de viento de la indiferencia de las masas. Y hoy, precisamente, algunos de los que se dicen no
sentirse representados por las FARC-EP
en La Habana, ante el espejismo de las elecciones, son los que están liderando las banderas de la
“paz con justicia social”. Esta es la pura verdad, los sanedrines de derecha e “Izquierda”, muy
lejos de las bases, son los que están sacudiendo a las masas de acuerdo a sus ilimitados
intereses. Por lo que sigue en pie el
llamado a las bases de los
pueblos indígenas, del Polo democrático Alternativo, de Marcha Patriótica, del
Partido y Juventud Comunista, de los Afro-descendientes, de los campesinos, de
los estudiantes, de las amas de casa y de todos los que no pertenecen a ningún
apartido político o movimiento social, a confluir el 13, 14 y 15 de septiembre al
anunciado V Congreso de La Unión Patriótica, allí les estará esperando la
oportunidad para delinear a su gusto el futuro que el pueblo quiere, alejados
de cualquier líder mesiánico tradicional acostumbrado al manejo vertical de las
organizaciones en beneficio personal. Desde hace muchos años los que han venido
liderando los movimientos sociales, mal llamados de oposición de izquierda, no
han logrado la más mínima transformación socio-económica amén de algunas
triviales reivindicaciones; y todos, invariablemente, han terminado bien
acomodados en el régimen.
Respecto del gobierno Bolivariano la angustia
es mayor, pues hasta ahora fuera de quejarse es muy poco lo que Nicolás
Maduro ha hecho para neutralizar a la
sanguinaria derecha colombiana encabezada por el narco extraditable No. 82, y para
enfrentar a la ávida de poder oligarquía
venezolana. Qué espera para impedir la
entrada de colombianos a Venezuela, así sean mis compatriotas, entendemos que,
en un momento álgido donde peligra la Patria, es preciso poner talanqueras a la
entrada de paramilitares. Qué espera para cerrar la frontera con Colombia, ¿de
qué otra manera puede impedir que saquen de contrabando los productos de
primera necesidad? ¿Cuándo va a cambiar
la guardia de fronteras? Casi todo el contrabando decomisado ha sido de este
lado de la frontera.
En cuanto a la superación dialéctica del
modelo capitalista sí que Maduro anda a años luz. Se olvidó que hay que seguir
fortaleciendo el estado mediante la nacionalización de toda la banca, de las empresas
explotadoras de los recursos naturales y la tierra. Olvidó que el estado debe
ser el proveedor de la salud y educación;
la salud y la seguridad social siguen en manos privadas.
Hay que dar respuestas contundentes a las
agresiones internas y externas, por ejemplo, endureciendo las penas contra los
conspiradores (¿pena capital y/o cadena
perpetua?) ¿Cómo la pasaría en EEUU un
malandrín como Capriles? Y si no aceleran los pasos hacia colectivización y
planificación de la economía el pueblo
va a creer que da lo mismo chavismo que caprilismo, desde ya el chavismo debe
irse despidiendo, pues en las próximas elecciones, si es que antes no le han
arrebatado el poder, el chavismo no verá
ni de lejos el palacio de Miraflores. Ese golpe no lo quiere la Latinoamérica
revolucionaria. Latinoamérica necesita
las armas de las FARC-EP y un Chavismo fortificado.
DMV.
UN. MSc. Economía. UPJ. Profesor universitario.
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