jueves, 29 de agosto de 2013

Los campesinos cundiboyacences... sacaron las ruanas para torear al ESMAD

Libardo Sánchez Gómez


Los únicos campesinos que el gobierno acepta como interlocutores válidos son los que están sentados en la Mesa de conversaciones en Tunja. A los demás campesinos, que están adelantando su justa protesta, se les aplica el concepto de Guerra Política. Es comprensible que los negociadores en Tunja manejen una agenda relajada, pues sus peticiones no van más allá de que se les asegure la capacidad competitiva frente a los productores externos de los países con los que se han firmado Tratados de Libre Comercio   TLC. Los otros campesinos van más, pues ellos no son dueños de haciendas ni siembran cientos de cargas de papa; su economía es de subsistencia, para ellos la solución se encuentra si se dan  profundos cambios estructurales del fallido modelo neoliberal.


 Los campesinos tienen la mente clara, porque son los únicos que  respiran aire puro. El  mañoso ministro de hacienda Cárdenas, hijo de aquel  individuo que se enriqueció a costa del esfuerzo de los cafetaleros y terminó destruyendo esta  pujante actividad agrícola, cree que los campesinos son mansos y mensos, pensó que con anunciar una  simple medida de política económica consistente en bajar aranceles a la importación de fertilizantes todo estaba arreglado. La problemática está a kilómetros de ser arreglada con paños de agua tibia.  El área rural del país ocupa alrededor del 95% y en ella vive casi el 35% de la población colombiana.  De los  17 millones de habitantes del campo aproximadamente 7 millones viven en la indigencia, estos no tienen ni siquiera posibilidad de salir a protestar.   10 millones de seres humanos viven del rebusque en el campo, pues no tienen empleo formal. Tres millones de campesinos no tienen acceso a ningún tipo de servicio de salud. La asistencia técnica agropecuaria es para los que pueden pagarla, así es que 9 millones siembran y cosechan acudiendo a sus conocimientos vernáculos. Esto nos da una idea de los pobres niveles de productividad; y en estas condiciones los genios de Hacienda y Agricultura de los Gobiernos del “Gran colombiano” y de JJ Santos suscribieron TLC’s   a diestra y siniestra. Siguiendo con esta aterradora mini descripción de la situación en el campo colombiano, que ha obligado a los campesinos unos a tomar las armas y otros a pelear taponando vías,   se encuentra que más de 2 millones no tienen vivienda y 3 millones viven en chozas sin servicio de alcantarillado. En cuanto al acceso a la educación superior de los campesinos no hay datos consistentes, pero lo cierto es que el número de profesionales ni siquiera aparece en las estadísticas oficiales.

¿Será que con una simple medida económica  soluciona el problema de la estructura de tenencia de la tierra? Cifras  oficiales revelan que el 70% de la tierra fértil está en manos de latifundistas, que no la usan para producir alimentos sino como alcancía, para guardar su plata mal habida.   Y a pesar de esta escandalosa  situación casi el ciento por ciento de los alimentos que llegan a las plazas de mercado en toda la geografía nacional proviene de las mini  parcelas campesinas, las cuales nunca superan las cinco hectáreas.

Las mismas cifras oficiales dan cuenta de que  el ingreso promedio del campesino es tan sólo de 220.000 pesos, obviamente en estos cálculos no se tienen en cuenta a los campesinos indigentes. La pregunta es, ¿y cómo sobreviven los campesinos que están en la miseria si hay desatención total del Gobierno? Simple, a la generosidad de los vecinos, que algo consiguen. 

En un estudio de Semana,  http://www.semana.com, se cuenta que los paramilitares se robaron 6.6 millones de hectáreas, es decir, el 15% de la tierra rural, la cual se está destinando a la siembra de palma africana y caña de azúcar, para producir biocombustibles. Los nuevos propietarios de buena parte de estas tierras son las transnacionales, mientras los otrora propietarios ahora son parias que deambulan  por las ciudades de todo el país. El Gobierno mediante la cuestionada Ley de Restitución de tierras busca legalizar el despojo otorgándole títulos a los que realizaron el despojo.

Esta amarga situación demanda algo más que medidas de política monetaria y fiscal, lo primero es democratizar el acceso a la tierra, y para esto se tiene que adelantar una profunda reforma agraria, que acabe de una vez por todas con los latifundios improductivos, y que entregue la tierra al que la trabaja.  Y para el control de los  costos de producción agropecuaria  no basta bajar aranceles; es necesario realizar una planificación real de la producción, que responda a la demanda interna, porque estamos a años luz de pensar en colocar nuestros productos agrícolas en el mercado externo.  Y para defender la demanda interna es indispensable rescindir todos los tratados de libre comercio TLC, ya se sabe hasta la saciedad que acuerdos de comercio  entre desiguales  lleva la peor parte el pequeño. El problema es que la casta dominante, para mantenerse en el poder, entregó nuestra soberanía a los gringos, y estos no  le permiten realizar acciones que afecten sus intereses. Lo que sí podría  hacer el Gobierno es apropiar los recursos destinados a la guerra para mejorar la situación de los campesinos. ¿Para qué necesitamos 700.000 hombres en armas si no estamos en guerra contra ningún país?  Cincuenta mil unidades son más que suficientes; la oligarquía tiene un desmesurado  aparato militar únicamente para enfrentar la guerrilla, que aspira a doblegar en La Habana a cambio de unas curules en el parlamento. Si realizara las transformaciones que demandan los campesinos, no habrá un solo hombre en armas.

La  oligarquía aspira a convencer con tretas económicas baratas a los negociadores en Tunja, pero no sabe que los voceros campesinos no sólo siembran papa sino que, también, cultivan el intelecto.   Y no se necesita ser sabio para darse cuenta que los precios de los combustibles, los más caros de Latinoamérica, restan competitividad, haciendo imposible competir  con nuestros vecinos.   

Los campesinos tienen en sus manos el futuro social y económico del país; en las carreteras y calles organizados, en La Habana, con la guerrilla avanzando,  dialogan para cambiar la situación socioeconómica por vías pacíficas, y en Tunja negocian con el poder de los azadones.   ¿Cuál de estas formas   los llevarán primero al palacio de Nariño a sacar la oligarquía del poder?


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