Libardo Sánchez Gómez
Los únicos campesinos que el gobierno acepta como interlocutores válidos son los que están sentados en la Mesa de conversaciones en Tunja. A los demás campesinos, que están adelantando su justa protesta, se les aplica el concepto de Guerra Política. Es comprensible que los negociadores en Tunja manejen una agenda relajada, pues sus peticiones no van más allá de que se les asegure la capacidad competitiva frente a los productores externos de los países con los que se han firmado Tratados de Libre Comercio TLC. Los otros campesinos van más, pues ellos no son dueños de haciendas ni siembran cientos de cargas de papa; su economía es de subsistencia, para ellos la solución se encuentra si se dan profundos cambios estructurales del fallido modelo neoliberal.
Los campesinos tienen la mente clara, porque
son los únicos que respiran aire puro.
El mañoso ministro de hacienda Cárdenas,
hijo de aquel individuo que se
enriqueció a costa del esfuerzo de los cafetaleros y terminó destruyendo
esta pujante actividad agrícola, cree
que los campesinos son mansos y mensos, pensó que con anunciar una simple medida de política económica
consistente en bajar aranceles a la importación de fertilizantes todo estaba
arreglado. La problemática está a kilómetros de ser arreglada con paños de agua
tibia. El área rural del país ocupa
alrededor del 95% y en ella vive casi el 35% de la población colombiana. De los
17 millones de habitantes del campo aproximadamente 7 millones viven en
la indigencia, estos no tienen ni siquiera posibilidad de salir a
protestar. 10 millones de seres humanos viven del
rebusque en el campo, pues no tienen empleo formal. Tres millones de campesinos
no tienen acceso a ningún tipo de servicio de salud. La asistencia técnica
agropecuaria es para los que pueden pagarla, así es que 9 millones siembran y
cosechan acudiendo a sus conocimientos vernáculos. Esto nos da una idea de los
pobres niveles de productividad; y en estas condiciones los genios de Hacienda
y Agricultura de los Gobiernos del “Gran colombiano” y de JJ Santos
suscribieron TLC’s a diestra y
siniestra. Siguiendo con esta aterradora mini descripción de la situación en el
campo colombiano, que ha obligado a los campesinos unos a tomar las armas y
otros a pelear taponando vías, se encuentra que más de 2 millones no tienen
vivienda y 3 millones viven en chozas sin servicio de alcantarillado. En cuanto
al acceso a la educación superior de los campesinos no hay datos consistentes,
pero lo cierto es que el número de profesionales ni siquiera aparece en las
estadísticas oficiales.
¿Será que con una
simple medida económica soluciona el
problema de la estructura de tenencia de la tierra? Cifras oficiales revelan que el 70% de la tierra
fértil está en manos de latifundistas, que no la usan para producir alimentos
sino como alcancía, para guardar su plata mal habida. Y a pesar de esta escandalosa situación casi el ciento por ciento de los
alimentos que llegan a las plazas de mercado en toda la geografía nacional proviene
de las mini parcelas campesinas, las
cuales nunca superan las cinco hectáreas.
Las mismas cifras
oficiales dan cuenta de que el ingreso
promedio del campesino es tan sólo de 220.000 pesos, obviamente en estos
cálculos no se tienen en cuenta a los campesinos indigentes. La pregunta es, ¿y
cómo sobreviven los campesinos que están en la miseria si hay desatención total
del Gobierno? Simple, a la generosidad de los vecinos, que algo consiguen.
En un estudio de
Semana, http://www.semana.com,
se cuenta que los paramilitares se robaron 6.6 millones de hectáreas, es decir,
el 15% de la tierra rural, la cual se está destinando a la siembra de palma
africana y caña de azúcar, para producir biocombustibles. Los nuevos propietarios
de buena parte de estas tierras son las transnacionales, mientras los otrora
propietarios ahora son parias que deambulan
por las ciudades de todo el país. El Gobierno mediante la cuestionada
Ley de Restitución de tierras busca legalizar el despojo otorgándole títulos a
los que realizaron el despojo.
Esta amarga
situación demanda algo más que medidas de política monetaria y fiscal, lo
primero es democratizar el acceso a la tierra, y para esto se tiene que
adelantar una profunda reforma agraria, que acabe de una vez por todas con los
latifundios improductivos, y que entregue la tierra al que la trabaja. Y para el control de los costos de producción agropecuaria no basta bajar aranceles; es necesario
realizar una planificación real de la producción, que responda a la demanda
interna, porque estamos a años luz de pensar en colocar nuestros productos
agrícolas en el mercado externo. Y para
defender la demanda interna es indispensable rescindir todos los tratados de
libre comercio TLC, ya se sabe hasta la saciedad que acuerdos de comercio entre desiguales lleva la peor parte el pequeño. El problema
es que la casta dominante, para mantenerse en el poder, entregó nuestra
soberanía a los gringos, y estos no le permiten realizar acciones que afecten sus intereses. Lo que sí podría hacer el Gobierno es apropiar los recursos
destinados a la guerra para mejorar la situación de los campesinos. ¿Para qué
necesitamos 700.000 hombres en armas si no estamos en guerra contra ningún
país? Cincuenta mil unidades son más que
suficientes; la oligarquía tiene un desmesurado aparato militar únicamente para enfrentar la
guerrilla, que aspira a doblegar en La Habana a cambio de unas curules en el
parlamento. Si realizara las transformaciones que demandan los campesinos, no
habrá un solo hombre en armas.
La oligarquía aspira a convencer con tretas económicas
baratas a los negociadores en Tunja, pero no sabe que los voceros campesinos no
sólo siembran papa sino que, también, cultivan el intelecto. Y no
se necesita ser sabio para darse cuenta que los precios de los combustibles,
los más caros de Latinoamérica, restan competitividad, haciendo imposible
competir con nuestros vecinos.
Los campesinos
tienen en sus manos el futuro social y económico del país; en las carreteras y calles organizados, en La Habana, con la guerrilla avanzando, dialogan para cambiar la situación
socioeconómica por vías pacíficas, y en Tunja negocian con el poder de los
azadones. ¿Cuál de estas formas los llevarán primero al palacio de Nariño a sacar la oligarquía del poder?
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